DESPERTAR AL AMOR

lunes, 14 de febrero de 2011

14 FEBRERO: Dios es la Mente con la que pienso.

AUDIOLIBRO


EJERCICIO

Dios es la Mente con la que pienso.

1. La idea de hoy es la llave que te dará acceso a tus pensamientos reales, 2los cuales no tienen nada que ver con lo que piensas que piensas, de la misma manera en que nada de lo que piensas que ves guarda relación alguna con la visión. 3No existe ninguna rela­ción entre lo que es real y lo que tú piensas que es real. 4Ni uno solo de los que según tú son tus pensamientos reales se parece en modo alguno a tus pensamientos reales. 5Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará. 

2. Piensas con la Mente de Dios. 2Por lo tanto, compartes tus pen­samientos con Él, de la misma forma en que Él comparte los Suyos contigo. 3Son los mismos pensamientos porque los piensa la misma Mente. 4Compartir es hacer de manera semejante o hacer lo mismo. 5Los pensamientos que piensas con la Mente de Dios no abandonan tu mente porque los pensamientos no abandonan su fuente. 6Por consiguiente, tus pensamientos están en la Mente de Dios, al igual que tú. 7Están en tu mente también, donde Él está. 8Tal como tú eres parte de Su Mente, así también tus pensamien­tos son parte de Su Mente.

3. ¿Dónde están, pues, tus pensamientos reales? 2Hoy intentare­mos llegar a ellos. 3Tendremos que buscarlos en tu mente porque ahí es donde se encuentran. 4Aún tienen que estar ahí, ya que no pueden haber abandonado su fuente. 5Lo que la Mente de Dios ha pensado es eterno, al ser parte de la creación.

4. Nuestras tres sesiones de práctica de hoy, de cinco minutos cada una, seguirán el mismo modelo general que usamos al apli­car la idea de ayer. 2Intentaremos abandonar lo irreal y buscar lo real. 3Negaremos el mundo en favor de la verdad. 4No permitire­mos que los pensamientos del mundo nos detengan. 5No dejare­mos que las creencias del mundo nos digan que lo que Dios quiere que hagamos es imposible. 6En lugar de ello, trataremos de reconocer que sólo aquello que Dios quiere que hagamos es posible.

5. Trataremos asimismo de comprender que sólo lo que Dios quiere que hagamos es lo que nosotros queremos hacer. 2Y tam­bién trataremos de recordar que no podemos fracasar al hacer lo que Él quiere que hagamos. 3Tenemos hoy todas las razones del mundo para sentirnos seguros de que vamos a triunfar, 4pues ésa es la Voluntad de Dios.

6. Comienza los ejercicios de hoy repitiendo la idea para tus aden­tros, al mismo tiempo que cierras los ojos. 2Luego dedica unos cuantos minutos a pensar en ideas afines que procedan de ti, mientras mantienes la idea presente en tu mente. 3Una vez que hayas añadido cuatro o cinco de tus pensamientos a la idea, repite ésta otra vez mientras te dices a ti mismo suavemente:

4Mis pensamientos reales están en mi mente.
5Me gustaría encontrarlos.

6Trata luego de ir más allá de todos los pensamientos irreales que cubren la verdad en tu mente y de llegar a lo eterno.

7. Debajo de todos los pensamientos insensatos e ideas descabe­lladas con las que has abarrotado tu mente, se encuentran los pen­samientos que pensaste con Dios en el principio. 2Están ahí en tu mente, ahora mismo, completamente inalterados. 3Siempre esta­rán en tu mente, tal como siempre lo han estado. 4Todo lo que has pensado desde entonces cambiará, pero los cimientos sobre los que eso descansa son absolutamente inmutables.

8. Hacia esos cimientos es adonde los ejercicios de hoy apuntan. 2Ahí es donde tu mente está unida a la Mente de Dios. 3Ahí es donde tus pensamientos son uno con los Suyos. 4Para este tipo de práctica sólo se necesita una cosa: que tu actitud hacia ella sea la misma que tendrías ante un altar consagrado en el Cielo a Dios el Padre y a Dios el Hijo. 5Pues tal es el lugar al que estás intentando llegar. 6Probablemente no puedes darte cuenta todavía de cuán alto estás intentando elevarte. 7Sin embargo, aun con el poco entendimiento que has adquirido hasta la fecha, deberías ser capaz de recordarte a ti mismo que esto no es un juego fútil, sino un ejercicio de santidad y un intento de alcanzar el Reino de los Cielos.

9. En las sesiones de práctica cortas de hoy, trata de recordar cuán importante es para ti comprender la santidad de la mente que piensa con Dios. 2Mientras repites la idea a lo largo del día, dedica uno o dos minutos a apreciar la santidad de tu mente. 3Deja a un lado, aunque sea brevemente, todos los pensamientos que son indignos de Aquel de Quien eres anfitrión. 4Y dale gracias por los pensamientos que Él está pensando contigo.


TEXTO

 

III. El Guía a la salvación


1. La manera de reconocer a tu hermano es reconociendo al Espí­ritu Santo en él. 2He dicho ya que el Espíritu Santo es el puente para la transferencia de la percepción al conocimiento, de modo que podemos usar los términos como si en verdad estuviesen relacionados, pues en Su Mente lo están. 3Esta relación no puede por menos que estar en Su Mente porque, de no ser así, la separa­ción entre las dos formas de pensar no se podría subsanar. 4El Espíritu Santo forma parte de la Santísima Trinidad porque Su Mente es parcialmente tuya y también parcialmente de Dios. 5Esto necesita aclararse, no con palabras sino mediante la experiencia.

2. El Espíritu Santo es la idea de la curación. 2AI ser un pensa­miento, la idea se expande a medida que se comparte. 3Al ser la Llamada a Dios, es asimismo la idea de Dios.4Puesto que tú for­mas parte de Dios, es también la idea de lo que tú eres, así como de lo que son todas Sus creaciones. 5La idea del Espíritu Santo comparte la propiedad de otras ideas porque obedece las leyes del Universo del que forma parte. 6Se refuerza al compartirse. 7Se expande en ti a medida que se la ofreces a tu hermano. 8Tu her­mano no tiene que ser consciente del Espíritu Santo en él o en ti para que se produzca este milagro. 9Puede que él se haya de­sentendido de la Llamada a Dios, tal como tú lo hiciste. 10Este desentendimiento se subsana en ambos a medida que tomas con­ciencia de la Llamada a Dios en él, reconociendo de esta forma su existencia.

3. Existen dos formas diametralmente opuestas de ver a tu her­mano. 2Ambas tienen que encontrarse en tu mente porque tú eres el perceptor. 3Tienen que encontrarse también en la suya, puesto que lo estás percibiendo a él. 4Mira a tu hermano a través del Espíritu Santo en su mente, y reconocerás al Espíritu Santo en la tuya. 5Lo que reconoces en tu hermano lo reconoces en ti, y lo que compartes, lo refuerzas.

4. La Voz del Espíritu Santo en ti es débil. 2Por eso es por lo que debes compartirla. 3Tiene que hacerse más fuerte antes de que puedas oírla. 4Es imposible que la oigas dentro de ti mientras siga siendo tan débil en tu mente. 5No es que de por sí sea débil, sino que está limitada por tu renuencia a oírla. 6Si cometes el error de buscar al Espíritu Santo únicamente en ti, tus pensa­mientos te asustarán, ya que al adoptar el punto de vista del ego, estarás emprendiendo un viaje que le es ajeno al ego utilizándolo a él de guía. 7Esto no puede sino producir miedo.

5. Las demoras pertenecen al ámbito del ego porque el tiempo es un concepto suyo. 2En la eternidad, tanto el tiempo como las demoras carecen de sentido. 3He dicho anteriormente que el Espí­ritu Santo es la Respuesta de Dios al ego. 4Todo lo que el Espíritu Santo te recuerda está en directa oposición a las nociones del ego, pues las percepciones verdaderas y las falsas se oponen entre sí. 5La tarea del Espíritu Santo es deshacer lo que el ego ha hecho. 6Lo deshace en el mismo nivel en que el ego opera, pues, de otro modo, la mente sería incapaz de comprender el cambio. 

6. He subrayado repetidamente que uno de los niveles de la mente no es comprensible para el otro. 2Lo mismo ocurre con el ego y el Espíritu Santo, con el tiempo y la eternidad. 3La eternidad es una idea de Dios, por lo tanto, el Espíritu Santo la comprende perfectamente. 4El tiempo es una creencia del ego, por lo tanto, la mente inferior -el dominio del ego- la acepta sin reservas. 5El único aspecto del tiempo que es eterno es el ahora.

7. El Espíritu Santo es el mediador entre las interpretaciones del ego y el conocimiento del espíritu. 2Su capacidad para utilizar símbolos le permite actuar con las creencias del ego en el propio lenguaje de éste. 3Su capacidad para mirar más allá de los símbolos hacia la eternidad le permite entender las leyes de Dios, en nombre de las cuales habla. 4Puede, por consiguiente, llevar a cabo la función de reinterpretar lo que el ego forja, no mediante la destrucción, sino mediante el entendimiento. 5El entendimiento es luz, y la luz conduce al conocimiento. 6El Espíritu Santo se encuentra en la luz porque Él está en ti que eres luz, pero tú des­conoces esto. 7La tarea del Espíritu Santo consiste, pues, en rein­terpretarte a ti en nombre de Dios.

8. Tú no puedes comprenderte a ti mismo separado de los demás. 2Ello se debe a que tú, separado del legítimo lugar que ocupas en la Filiación, no significas nada, y el legítimo lugar de la Filiación es Dios. 3Ésa es tu vida, tu eternidad y tu Ser. 4Esto es lo que el Espíritu Santo te recuerda. 5Esto es lo que Él ve. 6Esta visión ate­moriza al ego por ser tan serena. 7La paz es el mayor enemigo del ego porque, de acuerdo con su interpretación de la realidad, la guerra es la garantía de su propia supervivencia. 8El ego se hace más fuerte en la lucha. 9Si crees que hay lucha, reaccionarás con saña porque la idea de peligro se habrá adentrado en tu mente. 10Dicha idea es un llamamiento al ego. 11El Espíritu Santo está tan pendiente como el ego de cualquier señal de peligro, oponiéndose a éste con todas Sus fuerzas de la misma forma en que el ego le da la bienvenida. 12El Espíritu Santo contrarresta esa acogida dán­dole la bienvenida a la paz. 13 La eternidad y la paz están tan estre­chamente relacionadas como lo están el tiempo y la guerra.

9. La percepción deriva significado de las relaciones. 2Aquellas que aceptas constituyen los cimientos de tus creencias. 3La separa­ción es simplemente otro término para referirse a una mente divi­dida. 4El ego es el símbolo de la separación, tal como el Espíritu Santo es el símbolo de la paz. 5Lo que percibes en otros lo refuer­zas en ti. 6Puedes permitir que tu mente perciba falsamente, pero el Espíritu Santo le permite reinterpretar sus propias percepciones falsas.

10. El Espíritu Santo es el maestro perfecto. 2Se vale únicamente de lo que tu mente ya comprende para enseñarte que tú no lo comprendes. 3El Espíritu Santo puede tratar con un alumno rea­cio sin oponerse a su mente porque parte de ella está todavía de parte de Dios. 4A pesar de los intentos del ego por ocultarla, esa parte es todavía mucho más poderosa que el ego, si bien éste no la reconoce. 5El Espíritu Santo la reconoce perfectamente porque se trata de Su Propia morada: el lugar de la mente donde Él se siente a gusto. 6Tú también te sientes a gusto ahí porque es un lugar de paz, y la paz es de Dios. 7Tú, que formas parte de Dios, no te sientes a gusto salvo en Su paz. 8Si la paz es eterna, sólo te puedes sentir a gusto en la eternidad.

11. El ego construyó el mundo tal como lo percibe, pero el Espíritu Santo -el reintérprete de lo que el ego construyó- ve el mundo como un recurso de enseñanza para llevarte a tu hogar. 2El Espí­ritu, Santo tiene que percibir el tiempo y re-interpretarlo como eterno. 3Tiene que llevar a cabo Su labor mediante el uso de opuestos porque tiene que operar para una mente y con una mente que está en oposición. 4Haz todas las correcciones que ten­gas que hacer, procura aprender y mantén una actitud receptiva con respecto al aprendizaje. 5Tú no creaste la verdad, pero la ver­dad puede todavía hacerte libre. 6 Contempla todo tal como el Espíritu Santo lo contempla, y entiende todo tal como Él lo entiende. 7Su entendimiento evoca a Dios en memoria mía. 8El Espíritu Santo está siempre en comunión con Dios, y forma parte de ti. 9Él es tu Guía a la salvación porque recuerda lo pasado y lo que ha de venir, y lo trae al presente. 10Él mantiene ese regocijo en tu mente con gran ternura, y sólo te pide que lo incrementes com­partiéndolo en Nombre de Dios de modo que Su júbilo se incre­mente en ti.

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