DESPERTAR AL AMOR

lunes, 30 de septiembre de 2019

30 SEPTIEMBRE: Mía es la quietud de la paz de Dios.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 273


Mía es la quietud de la paz de Dios.


1. Tal vez estemos ahora listos para pasar un día en perfecta calma. 2Sl esto no fuese posible todavía, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos, con poder aprender cómo es posible pasar un día así. 3Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. 4Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quie­tud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo.


2. Padre, Tu paz me pertenece. 2¿Qué necesidad tengo de temer que algo pueda robarme lo que Tú has dispuesto sea mío para siempre? 3No puedo perder los dones que Tú me has dado. 4Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Me encanta el modo en que el Curso nos hace sitio a todos nosotros, sin que importe nuestro nivel de logros. Dice: algunos de nosotros pueden estar “listos para pasar un día en perfecta calma” (1:1). Y para algunos de nosotros esto puede no ser “posible” (1:2). Si hemos hecho las lecciones del Libro de Ejercicios desde el principio, ya hemos hecho 272 lecciones. Sin embargo, un día en perfecta calma puede que todavía no sea posible. “Posible” significa que “se puede lograr”. No hay sensación de desprecio aquí, ni la intención de decir: “Algunos de vosotros no habéis estado haciendo vuestro trabajo”. Simplemente dice que no es posible para ti todavía. Incluso el “todavía” tiene significado, porque afirma claramente que será posible para nosotros finalmente.

El autor del Curso tiene total confianza en cada uno de nosotros. No sólo en aquellos que estamos haciendo el Curso, sino en cada uno de nosotros. Un día será posible para mí, para ti, y para todos “pasar un día en perfecta calma”. ¿No es maravilloso pensar en ello, aunque todavía no hayas llegado?

¿Deseas una quietud que no pueda ser perturbada, una mansedumbre eternamente invulnerable, una profunda y permanente sensación de bienestar, así como un descanso tan perfecto que nada jamás pueda interrumpirlo?

El perdón te ofrece todo eso y más. (L.122.1:6-2:1)

La lección nos sugiere que si todavía no estamos listos para pasar un día en perfecta calma, nos contentaremos y nos sentiremos más que satisfechos (1:2). El camino a la paz es también un camino de paz. ¡No hay necesidad de disgustarse por no poder estar todavía en perfecta paz! Perder la paz que tenemos porque no estamos en perfecta paz no es un estado mental productivo en el que estar. Podemos estar en paz acerca de no estar en paz. Ése es el comienzo. Nos sentimos contentos y satisfechos de aprender cómo es posible pasar un día en perfecta paz.

Tenemos que ser alumnos felices, felices de estar aprendiendo cómo estar en paz, incluso aunque no estemos en paz. ¿Y cómo aprendemos eso?

Si permitimos que algo nos perturbe, aprendamos a descartarlo y a recobrar la paz. Sólo necesitamos decirles a nuestras mentes con absoluta certeza: "Mía es la quietud de la paz de Dios", y nada podrá venir a perturbar la paz que Dios Mismo le dio a Su Hijo. (1:3-4)

En otras palabras, simplemente enseñamos a nuestra mente que la paz nos la ha dado Dios. Cuando surge algo que nos perturba, lo “rechazamos”. Ésta es la práctica de la vigilancia mental que tan a menudo se enseña en el Texto. No permitimos que la alteración continúe, la reconocemos como algo que no queremos, y le ordenamos a nuestra mente que vuelva a la paz.

Dice que hagamos esto “con certeza”. Esto no es una lucha en la que tratamos de acallar al ego con nuestros gritos. Es una calma dulce pero firme, sin ansiedad. Estamos diciendo a nuestra mente: “Aquiétate, permanece en silencio”. El camino a la paz no es estresado. Las palabras: “Mía es la quietud de la paz de Dios” vienen de un lugar dentro de nosotros que siempre está en paz. Al decírnoslas a nosotros mismos con serena certeza, ya hemos conectado con ese lugar de paz dentro de nosotros.

Por lo tanto, la paz con la que Tú agraciaste a Tu Hijo sigue conmigo, en la quietud y en el eterno amor que Te profeso. (2:4)



¿Qué es el Cristo? (Parte 3)

L.pII.6.2:1-3

Cristo es el eslabón que nos mantiene unidos a Dios (2:1). Si de algún modo somos conscientes del Cristo dentro de nosotros, parece que Él es sólo una parte de nosotros, quizá una pequeña parte o una parte escondida. Ésa no es la realidad (3:2), pero así es como nos parece. Y sin embargo cada uno de nosotros es consciente de algo dentro de nosotros que es mucho más que lo que parecemos ser, algo que nos une a Dios. Probablemente no estaríamos leyendo este Curso si no tuviéramos esa consciencia. Y ésta por muy pequeña y escondida que pueda parecer, nos une a Dios. Sabemos eso de algún modo.

Si esa unión es real, entonces la separación no es real. “La separación no es más que una ilusión de desesperanza” (2:1). Si estamos unidos a Dios y somos uno con Él, entonces no estamos separados, y todo lo que parece decirnos que lo estamos no es más que una ilusión. En cada uno de nosotros, en el Cristo dentro de nosotros, “toda esperanza morará por siempre en Él” (2:1). Algo en nosotros sabe que esto es verdad. La unión con Dios no se ha roto. Cada uno de nosotros tiene este aliado escondido en su corazón. Dentro de mí, dentro de ti, dentro de todos, está el Cristo. El Curso confía en este hecho totalmente porque Jesús, que recordó a Cristo su Ser, sabe que es así.
Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. (2:2)

Él está ahí, en ti. Y tú estás en Él. Como la Biblia dice, todo lo que estamos haciendo es dejar que la mente de Cristo more en nosotros. Estamos reconociendo esta parte de nuestra mente que hemos negado y de la que hemos dudado. Su mente está en nosotros, y esto es nuestra salvación. Es parte de nosotros, no podemos perderlo, incluso aunque lo queramos.

En esta parte de nuestra mente “se encuentra la Respuesta de Dios” (2:3). La Respuesta a la separación. La Respuesta al dolor y al sufrimiento. La Respuesta a la desesperación. La Respuesta a todos los problemas. La Respuesta está en ti. La Respuesta es parte de ti. No está fuera, no puede encontrarse en nada del mundo, tampoco en nadie más. Ya la tienes. Ya lo eres. La Respuesta está en ti.

En esta parte de nuestra mente “ya se han tomado todas las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin” (2:3). Lo que esto significa es tan maravilloso que apenas podemos creerlo. Hay una parte de nuestra mente en la que todos nosotros, cada uno de nosotros, ya ha decidido a favor de Dios. Ya hemos elegido la paz. Ya hemos abandonado todo ataque y todo juicio. Y todos nuestros sueños ya han desaparecido. Con este conocimiento podemos estar absolutamente seguros de que “lo lograremos”. Porque el Cristo en nosotros ya lo ha logrado.

Todo lo que queda por hacer es reconocer que esta “parte” de nosotros es todo lo que existe realmente. Todo lo que queda es abandonar todo lo demás, excepto esto. No necesitamos alcanzar la iluminación, necesitamos únicamente aceptar que ya se ha logrado. Ésta es la verdad, y todo lo que estamos haciendo en este mundo es aprender a “negar la negación de la verdad” (T.12.II.1:5), abandonar “los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor, el cual es tu herencia natural” (T.In.1:7).











TEXTO

Capítulo 24


EL DESEO DE SER ESPECIAL



Introducción


1. No olvides que la motivación de este curso es alcanzar y con­servar el estado de paz. 2En ese estado la mente se acalla y se alcanza la condición en la que se recuerda a Dios. 3No es necesa­rio que le digas lo que Él debe hacer. 4Él no fallará. 5Allí donde puede entrar, Él ya ha entrado. 6¿Cómo no iba a poder entrar allí donde es Su Voluntad estar? 7Alcanzarás la paz porque ésa es Su Voluntad. 8¿Crees que una sombra puede frenar la Voluntad que mantiene al universo a salvo? 9Dios no tiene que contemporizar con las ilusiones para ser lo que es. 10Ni Su Hijo tampoco. 11Ellos simplemente son. 12¿Y qué ilusión que en su vagar parezca flotar e interponerse entre Ellos tiene el poder de invalidar los designios de Su Voluntad conjunta?

2. Aprender este curso requiere que estés dispuesto a cuestionar cada uno de los valores que abrigas. 2Ni uno solo debe quedar oculto y encubierto, pues ello pondría en peligro tu aprendizaje. 3Ninguna creencia es neutra. 4Cada una de ellas tiene el poder de dictar cada decisión que tomas. 5Pues una decisión es una conclu­sión basada en todo lo que crees. 6Es el resultado de lo que se cree y emana de ello tal como el sufrimiento es la consecuencia inevita­ble de la culpabilidad, y la libertad, de la falta de pecado. 7La paz no tiene substitutos. 8No hay alternativa para lo que Dios crea. 9La verdad surge de lo que Él sabe. 10Y así como toda la creación sur­gió en Su Mente por razón de lo que Él sabe, del mismo modo tus decisiones proceden de tus creencias.


I. El deseo de ser especial: el sustituto del amor

 1. El amor es extensión. 2Negarte a dar un regalo -por insignifi­cante que sea- es no conocer el propósito del amor. 3El amor lo da todo eternamente. 4Si retienes una sola creencia, una sola ofrenda, el amor desaparece, pues has pedido que un sustituto ocupe su lugar. 5ahora la pugna -el substituto de la paz- no puede sino acompañar a la única alternativa que puedes elegir en lugar del amor. 6El que la hayas elegido es lo que le confiere toda la realidad que parece tener.

 2. Las creencias nunca se atacarán unas a otras abiertamente, ya que es imposible que se puedan producir desenlaces conflictivos. 2Mas una creencia que no se haya reconocido es una decisión de batallar en secreto, en la que los resultados del conflicto se mantie­nen ocultos y nunca se llevan ante la razón para ver si son sensa­tos o no. 3Y son muchos los resultados insensatos que se han obtenido y muchas las decisiones absurdas que se han tomado que ahora se han convertido en creencias a las que se les ha otor­gado el poder de determinar las decisiones subsiguientes. 4No subestimes el poder que tienen estos guerreros ocultos para des­truir tu paz. 5Pues ésta se encuentra a su merced mientras tu deci­sión de dejarla en sus manos siga en pie. 6Los enemigos secretos de la paz -tu más mínima decisión de elegir el ataque en vez del amor- se encuentran ahí por tu propia elección, sin ser reconoci­dos y prestos a desafiarte a combatir y a llevarte a una violencia mucho más grande de lo que te imaginas. 7No niegues su presen­cia ni sus terribles resultados. 8Lo único que se puede negar es su realidad, no sus consecuencias.

3. La única creencia que se mantiene celosamente oculta y que se defiende aunque no se reconoce, es la fe en ser especial. 2Esto se manifiesta de muchas formas, pero siempre choca con la realidad de la creación de Dios y con la grandeza con la que Él dotó a Su Hijo. 3¿Qué otra cosa podría justificar el ataque? 4¿Quién podría odiar a alguien cuyo Ser es el suyo propio y a Quien conoce? 5Sólo los que se creen especiales pueden tener enemigos, pues creen ser diferentes y no iguales. 6cualquier clase de diferencia impone diferentes órdenes de realidad y una ineludible necesi­dad de juzgar.

4. Lo que Dios creó no puede ser atacado, pues no hay nada en el universo que sea diferente de ello. 2Lo que es diferente, sin embargo, exige juicios, y éstos tienen que proceder de alguien que es "mejor", alguien incapaz de ser como aquel a quien con­dena, alguien "superior" a él, y en comparación, inocente. 3Y así, el deseo de ser especial se convierte simultáneamente en un medio y en un fin. 4Pues ser especial no sólo separa, sino que también sirve como base desde la que el ataque contra los que parecen ser "inferiores", es "natural" y "justo". 5Los que se creen especiales se sienten débiles y frágiles debido a las diferencias, pues lo que los hace especiales es su enemigo. 6Sin embargo, ellos lo protegen y lo llaman "amigo". 7Luchan por él contra todo el universo, pues no hay nada en el mundo que sea más valioso para ellos.

5. El deseo de ser especial es el gran dictador de las decisiones erróneas. 2He aquí la gran ilusión de lo que tú eres y de lo que tu hermano es. 3Y he aquí también lo que hace que se ame al cuerpo y se le considere algo que vale la pena conservar. 4Ser especial es una postura que requiere defensa. 5Las ilusiones la pueden atacar y es indudable que lo hacen. 6Pues aquello en lo que tu hermano se tiene que convertir para que tú puedas seguir siendo especial es una ilusión. 7Hay que atacar a aquel que es "peor" que tú, de forma que tu especialismo * pueda perpetuarse a costa de su derrota. 8Pues ser especial supone un triunfo, y esa victoria consti­tuye la derrota y humillación de tu hermano. 9¿Cómo puede vivir tu hermano con el fardo de todos tus pecados sobre él? 10¿Y quién, sino tú, es su conquistador?

6. ¿Podrías odiar a tu hermano si fueses igual que él? 2¿Podrías atacarlo si te dieses cuenta de que caminas con él hacia una misma meta? 3¿No harías todo lo posible por ayudarlo a alcan­zarla si percibieses que su triunfo es el tuyo propio? 4Tu deseo de ser especial te convierte en su enemigo; pero en un propósito compartido, eres su amigo. 5Ser especial jamás se puede compar­tir, pues depende de metas que sólo tú puedes alcanzar. 6él jamás debe alcanzarlas, pues de otro modo tu meta se vería en peligro. 7¿Qué significado puede tener el amor allí donde el obje­tivo es triunfar? 8¿Y qué decisión puede tomarse en favor de ese objetivo que no acabe perjudicándote?

7. Tu hermano es tu amigo porque su Padre lo creó semejante a ti. 2No hay diferencia alguna entre vosotros. 3Se te ha dado tu hermano para que el amor se pueda extender, no para que se lo niegues. 4Lo que no das, lo pierdes. 5Dios se dio a Sí Mismo a vosotros dos, y recordar esto es el único propósito que compartís ahora. 6Por lo tanto, es el único propósito que tenéis. 7¿Podríais atacaros el uno al otro si decidieseis no permitir que el deseo de ser especial se interpusiese entre vosotros? 8Observa imparcial­mente qué es lo que hace que no aceptes a tu hermano del todo, o qué es lo que te lleva a pensar que quizá os convendría más estar separados. 9¿No es siempre acaso tu creencia de que tu sensación de ser especial se ve menoscabada por vuestra relación? 10¿Y no es éste el "enemigo" que hace que cada uno de vosotros sea una ilusión para el otro?

8Tu temor a Dios y a tu hermano procede de cada creencia de ser especial que aún no has reconocido. 2Pues exiges que tu hermano se postre ante ella en contra de su voluntad. 3Y Dios Mismo tiene que honrarla o pagar las consecuencias. 4Todo vestigio de malicia, toda punzada de odio y todo deseo de perpetuar la separación nace ahí. 5Pues en este punto el propósito que compartes con tu hermano queda velado de vuestras conciencias. 6Te resistes a aceptar este curso porque te enseña que tú y tu hermano sois igua­les. 7No tenéis ningún propósito que no sea el mismo, ni ninguno que vuestro Padre no comparta con vosotros. 8Pues se ha elimi­nado de vuestra relación todo objetivo de ser especial. 9¿Destrui­rías ahora el objetivo de santidad que el Cielo le confirió a esta relación? 10¿Qué perspectiva puede tener el que se cree especial que no cambie con cada aparente golpe, con cada afrenta, o con cada juicio que se imagina ha sido emitido contra él?

9. Los que se creen especiales se ven obligados a defender las ilusiones contra la verdad, 2pues ¿qué otra cosa es el deseo de ser especial sino un ataque contra la Voluntad de Dios? 3No amas a tu hermano mientras sea eso lo que defiendes en contra suya. 4Esto es lo que él ataca y lo que tú proteges. 5He aquí el motivo de la batalla que libras contra él. 6Aquí él no puede sino ser tu ene­migo, no tu amigo. 7Jamás podrá haber paz entre los que son diferentes. 8Mas él es tu amigo precisamente porque sois lo mismo.

domingo, 29 de septiembre de 2019

29 SEPTIEMBRE: ¿Cómo iban a poder satisfacer las ilusiones al Hijo de Dios?

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 272


¿Cómo iban a poder satisfacer las ilusiones al Hijo de Dios?


1. Padre, la verdad me pertenece. 2Mi hogar se estableció en el Cielo mediante tu voluntad y la mía. 3¿Podrían contentarme los sueños? 4¿Podrían brindarme felicidad las ilusiones? 5¿Qué otra cosa sino Tu recuerdo podría satisfacer a Tu Hijo? 6No me contentaré con menos de lo que Tú me has dado. 7Tu Amor, por siempre dulce y sereno, me rodea y me mantiene a salvo eternamente. 8El Hijo de Dios no puede sino ser tal como Tú lo creaste.


2. Hoy dejamos atrás las ilusiones. 2Y si oímos a la tentación lla­marnos e invitarnos a que nos entretengamos con un sueño, nos haremos a un lado y nos preguntaremos si nosotros, los Hijos de Dios, podríamos contentarnos con sueños cuando podemos ele­gir el Cielo con la misma facilidad que el infierno. aY el amor reemplazará gustosamente todo temor.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Como algunos anuncios de la televisión, el Curso nos dice que no aceptemos sustitutos. Queremos “la cosa real”. La ironía de ello es que la mayor parte del tiempo nos contentamos con ilusiones: ilusiones de amor (relaciones especiales), ilusiones de seguridad (seguridad económica), ilusiones de significado (fama, recompensas y reconocimiento del mundo). Nos contentamos con sueños, e incluso a veces con sueños dentro del sueño, como drogas y fantasías.

Necesitamos lecciones como ésta. Necesitamos preguntarnos a nosotros mismos: “¿Podrían brindarme felicidad las ilusiones?” (1:4).Si estamos dispuestos a hacer la pregunta, conocemos la respuesta. Un escritor y misionero cristiano, Jim Elliot, escribió una vez: “No está loco el que da lo que no puede conservar, para ganar lo que no puede perder”. Otra misionera, Amy Carmichael, escribió: “La vida que cuenta es la que no pierde el tiempo en cosas sin importancia”. Cuando el brillo del mundo nos atraiga, cuando una relación especial parezca prometernos significado y plenitud aquí en el mundo, que me recuerde a mí mismo: “No me contentaré con menos de lo que Tú me has dado” (1:6).

Podemos encontrar placer y satisfacción temporal en algunas de nuestras ilusiones. Sin embargo, a la larga nada puede satisfacernos, salvo el recuerdo de Dios (1:5). Nada puede darme completa satisfacción excepto el conocimiento de que “Tu Amor, por siempre dulce y sereno, me rodea y me mantiene a salvo eternamente” (1:7). ¿Voy a buscar otra ilusión hoy? ¿O voy a usar mi tiempo con sabiduría, y elegir el Cielo y la paz de Dios?


¿Qué es el Cristo? (Parte 2)

L.pII.6.1:3-5

Cristo es “el Pensamiento que todavía mora en la Mente que es Su Fuente” (1:3). El Curso nos enseña que nuestra realidad es un Pensamiento dentro de la Mente de Dios. Una y otra vez el Curso insiste en que las ideas no abandonan su Fuente. Permanecen en la mente que las está pensando. Una idea no puede separarse de la mente, es una parte de la mente, una función de la mente que la piensa. Y somos eso en relación con Dios. La separación entre nuestro Ser y la mente de Dios es igual de imposible que la separación entre una idea y la mente que la piensa. Mi verdadero Ser, tu verdadero Ser, nuestro verdadero Ser, es el Cristo. Nuestro Ser jamás ha abandonado nuestro santo hogar (1:4) en la Mente de Dios. Eso es un hecho. Basado en ese hecho, cualquier cosa que parezca lo contrario debe ser una mentira, una ilusión. No estamos caminando sin rumbo en este mundo, “en Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio” (T.10.I.2:1). Nuestra separación es sólo un sueño, no una realidad; por eso el Curso está tan seguro del resultado final.

No hemos abandonado a Dios, y puesto que no lo hemos hecho, no hemos perdido nuestra inocencia (1:4, también L.182.12:1). Todas las cosas horribles que podemos pensar que hemos hecho o dicho no tienen realidad en la verdad, son parte del sueño del exilio. Todavía estamos en el hogar. ¿Has soñado alguna vez que hiciste algo terrible o vergonzoso, y luego te despertaste aterrorizado, horrorizado, y sentiste luego un gran alivio de que no fuera verdad? “¡Sólo fue un sueño!” Algún día todos nosotros tendremos esa experiencia a gran escala, nos despertaremos y nos daremos cuenta de que todo este mundo fue un sueño, que nunca ocurrió. A pesar de todo lo que nos hemos imaginado, despertaremos y nos encontraremos a nosotros mismos “inmutables para siempre en la Mente de Dios” (1:5).





sábado, 28 de septiembre de 2019

28 SEPTIEMBRE: Hoy sólo utilizaré la visión de Cristo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


6. ¿Qué es el Cristo?


1. Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. 2Cristo es el Ser que compartimos y que nos une a unos con otros, y también con Dios. 3Es el Pensamiento que todavía mora en la Mente que es Su Fuente. 4No ha abandonado Su santo hogar ni ha perdido la ino­cencia en la que fue creado. 5Mora inmutable para siempre en la Mente de Dios.

2. Cristo es el eslabón que te mantiene unido a Dios, y la garantía de que la separación no es más que una ilusión de desesperanza, pues toda esperanza morará por siempre en Él. 2Tu mente es parte de la Suya, y Ésta de la tuya. 3Él es la parte en la que se encuentra la Respuesta de Dios, y en la que ya se han tomado todas las decisiones y a los sueños les ha llegado su fin. 4Nada que los ojos del cuerpo puedan percibir lo afecta en absoluto. 5Pues aunque Su Padre depositó en Él los medios para tu salvación, Él sigue siendo, no obstante, el Ser que, al igual que Su Padre, no conoce el pecado.

3. Al ser el hogar del Espíritu Santo y sentirse a gusto única­mente en Dios, Cristo permanece en paz en el Cielo de tu mente santa. 2Él es la única parte de ti que en verdad es real. 3Lo demás son sueños. 4Mas éstos se le entregarán a Cristo, para que se des­vanezcan ante Su gloria y pueda por fin serte revelado tu santo Ser, el Cristo.

4. El Espíritu Santo se extiende desde el Cristo en ti hasta todos tus sueños, y los invita a venir hasta Él para que puedan ser transformados en la verdad. 2Él los intercambiará por el sueño final que Dios dispuso fuese el fin de todos los sueños. 3Pues cuando el perdón descanse sobre el mundo y cada, uno de los Hijos de Dios goce de paz, ¿qué podría mantener las cosas sepa­radas cuando lo único que se puede ver es la faz de Cristo?

5. ¿Y por cuánto tiempo habrá de verse esta santa faz, cuando no es más que el símbolo de que el período de aprendizaje ya ha concluido y de que el objetivo de la Expiación por fin se ha alcan­zado? 2Tratemos, por lo tanto, de encontrar la faz de Cristo y de no buscar nada más. 3Al contemplar Su gloria, sabremos que no tenemos necesidad de aprender nada, ni de percepción, ni de tiempo, ni de ninguna otra cosa excepto del santo Ser, el Cristo que Dios creó como Su Hijo.


AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 271


Hoy sólo utilizaré la visión de Cristo.


1. Cada día, cada hora y cada instante elijo lo que quiero contem­plar, los sonidos que quiero oír y los testigos de lo que quiero que sea verdad para mí. 2Hoy elijo contemplar lo que Cristo quiere que vea; hoy elijo escuchar la Voz de Dios, así como buscar los testigos de lo que es verdad en la creación de Dios. 3En la visión de Cristo, el mundo y la creación de Dios se encuentran, y según se unen, toda percepción desaparece. 4La dulce visión de Cristo redime al mundo de la muerte, pues todo aquello sobre lo que Su mirada se posa no puede sino vivir y recordar al Padre y al Hijo: la unión entre Creador y creación.


2. Padre, la visión de Cristo es el camino que me conduce a Ti. 2Lo que Él contempla restaura Tu recuerdo en mí. 3Y eso es lo que elijo contem­plar hoy.





Instrucciones para la práctica

Una vez al mes durante la Segunda Parte, introduciré este recordatorio de repasar las instrucciones de la práctica. Recuerda, estas instrucciones exponen con detalle las costumbres o hábitos de la práctica diaria que el Libro de Ejercicios está intentando ayudarnos a formar. Si no creas estas costumbres o hábitos, te pierdes lo principal de todo el programa de entrenamiento.

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Una vez más el Libro de Ejercicios nos enfrenta al hecho de que nosotros elegimos lo que queremos ver, y lo vemos. Nos dice que este proceso funciona continuamente: “Cada día, cada hora y cada instante elijo lo que quiero contemplar, los sonidos que quiero oír y los testigos de lo que quiero que sea verdad para mí” (1:1). La última parte de esta frase es significativa porque nos dice el motivo de nuestra elección: elegimos ver lo que queremos que sea la verdad para nosotros. Por ejemplo, si constantemente veo personas que son víctimas, es porque hay una parte de mí que quiere ser una víctima. Puedo pensar que no quiero ser una víctima, pero si la alternativa es ser responsable de todo lo que me sucede, entonces ser víctima ¡suena estupendo! Cada vez que veo una víctima, secretamente deseo poder culpar a otro por mis faltas.

Sin embargo, lo importante de esta lección no son nuestras elecciones negativas. Lo importante es que hay elección. Hay otra posibilidad. Si escucho al ego mi elección será ver pecado, culpa, miedo y muerte. Pero si escucho al Espíritu Santo querré que la verdad acerca de mí sea algo diferente, y por lo tanto querré ver algo diferente en el mundo, y lo veré. Verlo en el mundo es el modo por el que sabré que es la verdad acerca de mí. En vez de querer ver los testigos del pecado, querré ver los testigos de la verdad, y lo que busco lo encontraré.

A medida que mi percepción se une cada vez más con la visión de Cristo, me acerco al momento en que la percepción desaparece por completo (1:3). Mi cambiada percepción me mostrará lo que el Curso llama el mundo real, la desaparición de la percepción se refiere al final del mundo y nuestro despertar al Cielo.

¿Cómo quiero verme a mí mismo? Si quiero verme como amor, que busque hoy amor en mis hermanos. Si quiero verme inocente, que busque la inocencia en otros. Si quiero verme sin culpa, que busque ver a los demás sin culpa. Que hoy recuerde:

Cuando te encuentras con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo. Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. (T.8.III.4:1-4)

Cada hermano que contemples en la luz hará que seas más consciente de tu propia luz. (T.13.VI.10:3)

No le enseñes a nadie que él es lo que tú no querrías ser. (T.7.VII.3:8)



¿Qué es el Cristo? (Parte 1)

L.pII.6.1:1-2

Cristo es el Hijo de Dios tal como Él lo creó. (1:1)

Esto es lo que estamos aprendiendo a ver unos en otros, para que podamos recordar verle a Él en nosotros mismos. Cristo es la creación original de Dios, antes de que nosotros lo “reinventáramos” y pintáramos otra imagen sobre la obra perfecta de Dios. Queríamos ser otra cosa, y por eso hemos percibido otra cosa en todos a nuestro alrededor. Ahora estamos aprendiendo a dejar a un lado las imágenes que hemos inventado para descubrir de nuevo la obra maestra debajo de la falsificación.

Cristo es el Ser que compartimos y que nos une a unos con otros, y también con Dios. (1:2)

Cristo es el Hijo de Dios. Todos nosotros somos aspectos de ese único Hijo. (Creo que parte de la razón por la que el Curso usa “Hijo” en lugar de “hijos e hijas”es porque ésta última frase indica una separación que no existe en la creación de Dios). Nuestro Ser original, nuestro único Ser real, es un Ser que compartimos con todos. Una razón por la que nos resistimos a conocer este Ser es porque no es “mi” ser para mí solo, es nuestro Ser. Para reclamar a Cristo como mi Ser, no puedo excluir a nadie porque el Ser que estoy reclamando es un Ser universal, de Quien todos somos parte.

No sólo estamos unidos unos a otros en este Ser, sino que también estamos unidos a Dios (1:2). Sin Dios este Ser no existiría, Dios es Su Causa, Su Fuente y Su Sustento. No puede estar separado de Dios. No puede ser independiente de Él. Tampoco se puede oponer a Dios en ningún modo, todas las características de este Ser proceden y surgen del propio Ser de Dios.


viernes, 27 de septiembre de 2019

27 SEPTIEMBRE: Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 270


Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.


1. Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. 2¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! 3No obstante, ¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! 4Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. 5Y ahora su voluntad es una con la Tuya. 6Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.


2. El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo. 2Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. 3Y mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Por supuesto esto no significa que vaya a caminar con los ojos vendados, chocándome con las cosas. Sin embargo, no voy a dejar que mi vista se detenga en lo físico. No voy a “usar” la información de los ojos, no voy a depender de eso.

La visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. (1:1)

Ahí está otra vez esa palabra “transformar”. Lo que hoy quiero ver, Maestro mío, es un mundo perdonado. Quiero ver la verdad detrás de todas las apariencias. Mi función, la función de cada Hijo de Dios, es la de transformador o traductor. Estamos aquí para sanar al mundo al verlo de manera diferente, y así nos curamos también nosotros.

Uno de los componentes principales de esa visión es la ausencia de juicios. Sin condena. Sin culpa. Sin exigir cambios fuera. Viendo que todos y todo se merecen amor, tal como son. Sin comparaciones ni valoraciones, sin hacer diferencias, sino viendo a todo como parte de Un Todo.

Perdonar es pasar por alto. Mira entonces más allá del error, y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo lo que tu hermano es, si quieres conocerte a ti mismo. Percibe lo que él no es, y no podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsa-mente. (T.9.IV.1:2-5)

No sabes cómo pasar por alto los errores pues, de lo contrario, no los cometerías. (T.9.IV.2:2)

Se nos dice que pasemos por alto los errores. Luego se nos dice que no sabemos cómo hacerlo. Por lo que tenemos que volvernos hacia el Espíritu Santo. Una lección que me parece fundamental en el Curso es: “No confíes en tu percepción. No utilices los ojos del cuerpo. No pienses que ver empieza y termina con la vista física y con nuestras propias interpretaciones mentales.

Lo que hacemos mientras vamos por el mundo es algo parecido a esto: vemos algo. Nuestra mente lo interpreta y casi siempre con una valoración o juicio. En ese momento lo que tenemos que hacer es reconocer que no podemos juzgar y abandonarlo. Abandonamos nuestra percepción. No pensamos que es peligroso o temible o pecado, simplemente reconocemos que no significa nada (M.16.10:8). Ese abandonar nuestras percepciones es el paso fundamental. “Y a cambio de ese "sacrificio", se le restaura el Cielo en su conciencia” (M.16.10:10).

Nos hacemos a un lado y ocupamos lo que parece ser una posición inferior. Decimos: “No entiendo lo que significa esto”. Ésta es la primera lección del Libro de Ejercicios: “Nada de lo que veo… significa nada” (L.1).

Y luego nos abrimos al Espíritu Santo. “Quiero ver las cosas de otra manera”. Eso es. Si llegas hasta aquí, te quedarás encantado porque Dios contestará esa petición. Verás las cosas de otra manera. Quizá no inmediatamente, no en ese instante, pero sucede. ¿Cómo? ¡No lo sé! Entender el cómo de la Expiación no es nuestro trabajo ni nuestra función, sino la Suya.



¿Qué es el cuerpo? (Parte 10)

L.pII.5.5:4-8

El amor es tu seguridad. El miedo no existe. (5:4-5)

Cuando no utilice los ojos del cuerpo, esto es lo que veré. Cuando abandone mi fe ciega en la percepción de las cosas, veré amor. Los ojos del cuerpo se hicieron con miedo y se hicieron para ver miedo. Necesito poner fin a mi confianza en este mecanismo de la percepción, y pedir una nueva: la visión de Cristo.

La frase: “El miedo no existe”, me puede parecer increíble, especialmente al avanzar en mi práctica del Curso, porque una de las consecuencias de practicar el Curso es que todos los tipos de miedos enterrados en mi mente empiezan a salir. Sin embargo, el Curso me enseña que lo que ha sucedido es esto: para esconderme a mí mismo mi propia naturaleza de amor, mi ego ha inventado todo tipo de miedos, luego me parecieron tan aterradores que los reprimí o negué, y los tapé con disfraces engañosos apoyados por mi percepción del mundo. Ahora al abandonar mi confianza en la percepción, los disfraces están desapareciendo, y los miedos que yo había enterrado están saliendo a la superficie. Entonces, este sencillo mensaje es un remedio para esos miedos que salen: “El miedo no existe”. En otras palabras, lo que estoy viendo no es real, es una ilusión que yo me he inventado.

Identifícate con el amor, y estarás a salvo. Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser. (5:6-8)

Cuando empiezo a mirar dentro, veo todas estas diferentes formas de miedo. En lugar de luchar con el miedo, o de escapar, o de enterrarlo de nuevo, necesito aprender a mirar más allá al amor que están ocultando. Tenemos que atravesar lo que el Curso llama “el anillo de temor” (ver T.18.IX, especialmente los párrafos 3 y 4). Aquí es donde la mayoría de nosotros nos quedamos atascados. El miedo parece demasiado real.

Voy a permitir hoy que el Espíritu Santo me muestre que esta aparentemente infranqueable muralla de miedo no es nada realmente. Está hecha de nubes que no pueden detener ni una pluma. Voy a tomar Su mano y dejar que Él me conduzca a través de esa muralla a la verdad, a mi Ser, y a mi hogar. Voy a identificarme con el amor y encontrar mi seguridad.






TEXTO


IV. Por encima del campo de batalla


1. No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra. 2Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. 3Sin embargo, Dios sigue siendo el único refugio. 4En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de ilusión. 5El Cielo es completamente real. 6En él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. 7No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. 8Pero sí se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. 9Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. 10Lo que no es amor es asesinato. 11Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. 12Toda ilusión es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas.

2. Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? 2El asesinato y el amor son incompatibles. 3Si ambos fuesen cier­tos, tendrían entonces que ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. 4Y así deben serlo para aquellos que ven al Hijo de Dios como un cuerpo. 5Pues no es el cuerpo lo que es como el Creador del Hijo. 6lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. 7¿Puede acaso el cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? 8¿Puede acaso crear, y ser lo que crea? 9¿Y puede ofrecerle a sus creaciones todo lo que él es sin jamás sufrir pérdida alguna?

3. Dios no comparte Su función con un cuerpo. 2El le encomendó a Su Hijo la función de crear porque es la Suya Propia. 3Creer que la función del Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. 4Lo que es lo mismo no puede tener una función dife­rente. 5La creación es el medio por el que Dios se extiende a Sí Mismo, y lo que es Suyo no puede sino ser de Su Hijo también. 6Pues, o bien el Padre y el Hijo son asesinos, o bien ninguno de los dos lo es. 7La vida no crea a la muerte, puesto que sólo puede crear a semejanza propia.

4. La hermosa luz de tu relación es como el Amor de Dios. 2Mas aún no puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que todavía no has perdonado a tu hermano com­pletamente, y, por ende, el perdón no se puede extender a toda la creación. 3Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. 4Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. 5Sabe también cómo ele­var tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. 6Esto es lo único que tienes que hacer: reco­nocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.

5. Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. 2Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. 3Aquí, en medio de él, cierta­mente parece real. 4Aquí has elegido ser parte de él. 5Aquí tu elección es asesinar. 6Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. 7Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. 8Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. 9Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. 10¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? 11¿Cómo ibas a poder reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?

6. Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. 2Incluso cuando se presenta en formas que no reco­noces, conoces las señales: 3una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. 4Conoces esto muy bien. 5Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. 6Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. 7Pues habrás elegido permane­cer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.

7. No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. 2No tienes un punto de referencia desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. 3Pues sólo los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere decir que eres un cuerpo. 4Sólo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. 5El cuerpo de por sí no tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. 6Desde abajo, no puede ser transcendido. 7Desde arriba, las limita­ciones que les impone a aquellos que todavía batallan desapare­cen y se hace imposible percibirlas. 8El cuerpo se interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente porque no tiene ningún propósito.

8. Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propó­sito de su Padre sabiendo que es también el suyo: 2no tienen necesidad de nada; 3cualquier clase de pesar es inconcebible; 4de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. 5El amor es su pasado, su pre­sente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y com­pletamente compartido. 6Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio alguno. 7Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. 8Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? 9¿Y podría ser algo que durase eternamente?

9. Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. 2¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? 3Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofre­cer o poseer. 4Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. 5La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. 6¿Qué puede estar en con­flicto con lo que lo es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiese ser más deseable? 8¿A quién que esté respaldado por el amor de Dios podría resultarle difícil elegir entre los milagros y el asesinato?