DESPERTAR AL AMOR

sábado, 30 de noviembre de 2019

30 NOVIEMBRE: Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 334


Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga.


1. No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece. 2Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamien­tos basados en percepciones falsas. 3No dejes que hoy vuelva a aceptar regalos tan míseros. 4La Voz de Dios les ofrece Su paz a todos los que escuchan y eligen seguirlo. 5Esto es lo que elijo hoy. 6Y así, voy en busca de los tesoros que Dios me ha dado.

2. Busco sólo lo eterno. 2Pues Tu Hijo no podría sentirse satisfecho con menos de eso. 3¿Qué otra cosa, entonces, podría brindarle solaz, sino lo que Tú le ofreces a su desconcertada mente y a su atemorizado corazón, a fin de proporcionarle certeza y traerle paz? 4Hoy quiero contemplar a mi hermano sin mancha alguna de pecado en él. 5Eso es lo que Tu Voluntad dispone que yo haga, pues así es como podré contemplar mi propia impe­cabilidad.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

“Busco sólo lo eterno” (2:1). Esta lección trata acerca de no perder más tiempo persiguiendo los supuestos regalos del ego. “No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece” (1:1). El mayor uso que estamos haciendo de nuestra libertad de decisión es retrasar nuestra aceptación de nuestra herencia divina. Nos estamos aferrando como locos a nuestra ilusión de independencia, y negándonos a nosotros mismos la única cosa que puede satisfacernos (2:2), como una persona sin hogar se aferraría tontamente a sus harapos cuando se le está ofreciendo ropa completamente nueva.

Que hoy recuerde que nada del mundo tiene un valor duradero. “Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamientos basados en percepciones falsas” (1:2). Esto me recuerda al versículo del Eclesiastés que dice que toda nuestra búsqueda es como intentar atrapar al viento. Las ilusiones del ego son fugaces, nunca pueden satisfacer al Hijo de Dios. Únicamente lo que es eterno puede satisfacerme. Un héroe mío cristiano, Jim Elliot, dijo una vez: “No está loco quien da lo que no puede guardar para ganar lo que no puede perder”.

Que recuerde que lo que verdaderamente quiero es Dios y Su paz. Espíritu Santo, cuando piense que quiero otra cosa, ayúdame a cambiar ese deseo en lo que verdaderamente es, un símbolo de mi anhelo del Padre y de mi Hogar. La Voz de Dios me está ofreciendo paz, que ése sea mi único propósito, y que todo lo demás se quede atrás.

“Los regalos que el perdón ofrece” (título de la lección). ¿Qué tiene que ver todo esto con el perdón? Simplemente esto: Cada propósito diferente a la paz ocasiona falta de perdón, compito con alguien o algo por esa otra cosa, sea lo que sea. La paz llega a través del perdón. Si la paz es mi único propósito, no juzgaré a mis hermanos porque una mente que juzga no está en paz. Sólo una mente libre de propósitos de menor importancia, libre del deseo de cosas pasajeras, puede ver la inocencia en sus hermanos.

Cada encuentro hoy me ofrece una oportunidad del Cielo. No tiene por qué haber ninguna crisis. Todo el mundo es mi escuela de aprendizaje, y cada instante es un momento para elegir. Que hoy elija paz.


¿Qué es el ego? (Parte 4)

L.pII.12.2:4-5

Y desde su (del ego) terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. (2:4)

A esta ilusión de separación es a lo que llamamos ego, esta “terrible separación” parece mostrarnos que hemos triunfado sobre la unión que es la Voluntad de Dios. ¡Qué terrible sería si fuese cierto! Si el ego fuese real, sería una prueba de la culpa más horrible que se pueda imaginar. Si soy un ego, entonces lo que soy es una acusación de asesinato de lo más repugnante, pues he creado mi existencia de la destrucción de la Voluntad de Dios. Y esto es lo que creemos al identificarnos con el ego. Ésta es la culpa básica que está debajo de todos nuestros sentimientos de inquietud, de toda nuestra sensación de no ser dignos.

Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero. (2:5)

En la “terrible separación” de nuestra identificación con el ego, nos hemos enfrentado con Dios y con todo el universo. Todos los demás y todas las cosas son una amenaza a nuestra libertad. Nuestros sueños están llenos de castigos horribles por nuestro “crimen”. El estado del ego es de pura manía persecutoria, tenemos miedo de todo. Esperamos que el hacha del verdugo caiga en cualquier momento. No se puede confiar en nadie. Cada figura de nuestro sueño es un enemigo, y la única posibilidad de sobrevivir es matarlos antes de que nos maten. La única seguridad está en el ataque.

La manía persecutoria de la mente no puede evitarse, dada la idea del ego de separación. Todos lo experimentamos en mayor o menor grado, algunos simplemente lo ocultamos mejor que otros. Cuando nos deprimimos, cada uno de nosotros se siente insoportablemente solo, un desconocido, agachado en las sombras del bosque, mientras el resto del mundo se toma de la mano y canta alrededor de la hoguera. Ése es el resultado inevitable de la idea de separación del ego. Es el resultado de lo que equivocadamente pensamos que somos.

La buena noticia es que esto no es lo que somos, la soledad es una ilusión, una imposibilidad extravagante. El ego es por siempre increíble. No estamos más separados de Dios y de Su creación que lo que una célula de mi cuerpo puede estar separada del cuerpo mismo. Vivimos en Dios, nos movemos en Dios, y tenemos nuestro ser en Dios. Todos nosotros estamos haciendo este increíble cambio desde la separación del ego a una unidad que está más allá de la persona, al reconocimiento de un Todo más elevado al que pertenecemos, un Todo que existe en cada parte, en ti, en mí. Nada puede parar este cambio porque es el reconocimiento de lo que siempre ha sido así.






viernes, 29 de noviembre de 2019

29 NOVIEMBRE: El perdón pone fin al sueño de conflicto.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 333


El perdón pone fin al sueño de conflicto.


1. El conflicto debe ser resuelto. 2Si se quiere escapar de él, no debe evadirse, ignorarse, negarse, encubrirse, verse en otra parte, llamarse por otro nombre u ocultarse mediante cualquier clase de engaños. 3Tiene que verse exactamente como es, allí donde se cree que está, y tiene que verse también la realidad que se le ha otorgado y el propósito que le ha asignado la mente. 4Pues sólo entonces se desmantelan sus defensas y la verdad puede arrojar su luz sobre él según desaparece.

2. Padre, el perdón es la luz que Tú elegiste para que desvaneciese todo conflicto y toda duda, y para que alumbrase el camino que nos lleva de regreso a Ti. 2Ninguna otra luz puede dar fin a nuestro sueño malvado. 3Ninguna otra luz puede salvar al mundo. 4Pues dicha luz es lo único que jamás ha de fallar, ya que es el regalo que le has hecho a Tu Hijo bienamado.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

¡Ésta es una lección magnífica! Afirma sin posibilidad de duda, en palabras muy seguras, que no podemos evitar corregir nuestros pensamientos equivocados de conflicto. Tenemos que enfrentarnos a cada uno de ellos y aplicarle el perdón. Nuestros pensamientos de conflicto “deben ser resueltos” (1:1). No se irán por sí mismos. No podemos enterrar la cabeza en la arena. Piensa en la lista de estrategias defensivas que nuestro ego nos convence a usar: El conflicto (1:2):

SE EVADE: Dejamos de lado el conflicto. Cuando sentimos una pérdida paz, vemos la tele o nos vamos de compras. Cuando vemos un muro entre nuestro hermano y nosotros, nos alejamos o nos ocupamos de un montón de cosas. Evitamos enfrentarnos al conflicto en nuestra mente.

SE IGNORA: Aparcamos el tema para “pensar en ello más tarde”, un “más tarde” que nunca parece llegar.

SE NIEGA: Fingimos que no existe. “¿Yo enfadado? No, estoy bien. No hay problema”.

SE ENCUBRE: Lo disfrazamos, le echamos la culpa a nuestra desilusión o mal humor, a las hormonas, al dolor de cabeza, o a un mal día en el trabajo. Pintamos “de color de rosa” nuestra rabia interna, como dice Marianne Williamson. Sonreímos y nos tragamos la ira o el dolor. Sea lo que sea que estamos pensando, no puede ser “un pensamiento de asesinato”.

SE VE EN OTRA PARTE: “¡No es culpa mía! Todo es culpa suya”. “No estaría sintiendo estos sentimientos horribles si él no fuese tan condenadamente egoísta”.

SE LE LLAMA POR OTRO NOMBRE: Negamos que lo que estamos sintiendo es odio o ataque, quizá lo llamamos “ira justificada” o “guardar las distancias” o “defender la verdad”.

Si el conflicto en nuestra mente ha de ser resuelto, no puede “ocultarse mediante cualquier clase de engaños” (1:2). Esto es el resumen de todas estas estrategias. Estamos intentando ocultar el hecho de que pensamientos de odio, ira, o asesinato han entrado en nuestra mente. Esta costumbre establecida de esconder nuestro ego, de encerrarlo en el armario cuando tenemos compañía, tiene que terminar para que podamos escapar del conflicto.

Esto no significa que, en lugar de esconder nuestro ego, deberíamos hacer alarde de él o satisfacerlo. El propósito no es manifestar el ego sino expulsarlo. Pero no podemos hacerlo si lo ocultamos, y a veces el proceso de quitar la máscara del ego significa que, por un corto tiempo al menos, daremos rienda suelta al ego en lugar de taparlo. A veces hay que manifestar la ira antes de darnos cuenta de lo profundamente asentada que está. Sin embargo, ésta es sólo una fase de transición, lo que buscamos es la sanación.

En lugar de taparlo, lo que debemos hacer es:

VER EL CONFLICTO DEL EGO EXACTAMENTE COMO ES: En otras palabras, reconocer como lo que son: el odio, el ataque, el propio aislamiento (separación), la grandiosidad, la ira, y el deseo de matar.

VER DONDE SE CREE QUE ESTÁ: Esto significa ponerte en contacto con la situación tal como el ego la ve. Por ejemplo, admitir que realmente crees que tu esposo es un malvado, o que tú no eres digno de ser amado.

VER LA REALIDAD QUE SE LE HA OTORGADO: Aquí reconocemos exactamente lo que pensamos que es la situación, como ego. Entendemos que nos vemos a nosotros mismos como solos en el universo, abriéndonos paso en la vida a zarpazos y sobreviviendo a duras penas. Admitimos que el conflicto nos parece verdaderamente real. Si no estamos en perfecta paz y constantemente felices, hay una razón, y la razón siempre es algún aspecto del ego al que nos estamos agarrando, pero al mismo tiempo negando. Tenemos que ver la realidad que le hemos dado.

VER EL PROPÓSITO QUE LE HA ASIGNADO LA MENTE: Esto necesita verdadera lucidez y honestidad. El conflicto que sentimos tiene un propósito, un propósito que nuestra mente le ha dado. El propósito siempre es apoyar nuestro propio ego, siempre alguna forma del ego de separación, alguna ilusión de ser independiente, de tener una existencia separada. Sea cual sea el conflicto, nosotros le damos su aparente realidad, y lo hacemos por alguna razón demente y oculta del ego. Aquí es donde descubrimos nuestro miedo al amor, nuestro miedo a unirnos, nuestra adicción a la separación. Aquí es donde descubrimos nuestra oculta creencia en la culpa y el deseo de castigarnos a nosotros mismos.

Únicamente cuando estamos dispuestos a pasar por esta especie de firme examen de uno mismo, tomando total responsabilidad por nuestros propios pensamientos, se quitarán las defensas del ego, y la verdad será libre para hacer desaparecer al ego. La verdad es el perdón (1:4 y 2:1); es el perdón el que hace desaparecer todo conflicto y toda duda. Cuando haya descubierto mi propio ego de este modo, perdonar a otros es lo más natural y fácil del mundo, porque he reconocido que mi ego es un invento mío y que la otra persona no tenía nada que ver en ello. He estado actuando por razones dementes que ya no acepto más ni quiero. Pero si esto es cierto sobre mí, debe serlo también sobre todo el mundo. El conflicto no ha sido real, ha sido una ilusión luchando con otra ilusión, el miedo reaccionando ante el miedo. Y con esa comprensión, mi propia culpa se derrite, y queda libre y despejado el camino para que Dios venga.


¿Qué es el ego? (Parte 3)

L.pII.12.2:1-3

“El ego es demente” (2:1). En la medida en que nos identificamos con nuestro ego, también estamos locos, como el Curso nos recuerda a menudo. Y todos nos identificamos con nuestro ego más de lo que nos damos cuenta; sin duda, la identificación con el ego es casi total. El ego es lo que suponemos que somos, la base desde la que actuamos todo el tiempo. Todos nos consideramos limitados, seres separados, viviendo en un cuerpo y condenados a morir con él. Sin embargo, esta locura no es nuestra realidad; nuestro verdadero Ser compartido permanece cuerdo, y ésa es nuestra salvación y la muerte del ego. El ego “lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente” (2:2). Dios y Su creación es todo lo que existe. Pero el ego cree que ha ido más allá, rechaza a Dios como Creador e intenta imaginarse a sí mismo como fuera de Dios y de Su creación. El ego se considera “aparte de la Totalidad” (2:2). ¿Cómo puedes estar separado de lo que es Todo? Todo es Todo. Incluye todas las cosas. El ego se considera “separado de lo Infinito” (2:2). La misma idea. Está claro que todos estos ejemplos son completamente imaginarios. No es posible estar separado de lo Infinito. Pero el ego desafiante y de manera demente cree que ése es su estado. Ésa es la definición del ego. Desde esta comprensión, creer que uno está condenado es el colmo del ego.

“En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo” (2:3). Eso es la condenación: es afirmar “He logrado desbaratar la Voluntad de Dios”. La culpa es una negación del ego del poder del Amor de Dios. El pensamiento de “Nunca aprenderé este Curso. Nunca alcanzaré la iluminación”es una afirmación de que tu voluntad es más poderosa que la de Dios. Si la Voluntad de Dios es que seas feliz, la tristeza es proclamar que has vencido a Dios.

El Curso nos dice que es una locura pensar que tales cosas son posibles. No nos condena por pensarlas. Más bien, nos dice que dejemos de escuchar tales pensamientos. El ego es algo imposible: “Este curso no tiene otro propósito que enseñarte que el ego es algo increíble y que siempre lo será” (T.7.VIII.7:1). Dios es infinito, está en todas partes, es Todo. Si el ego es un pensamiento que está más allá de Dios, entonces no podemos creer al ego. Tal cosa no puede ser.






TEXTO

 

V. La morada inmutable



1. Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. 2Hay un lugar en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo. 4Allí donde Ambos moran, allí Ambos son recordados. 5allí donde Ambos están, allí se encuentran el Cielo y la paz.

2. No creas que puedes cambiar el lugar donde Ellos moran. 2Pues tu Identidad reside en Ellos, y allí donde Ellos están, allí tienes que estar tú para siempre. 3La inmutabilidad del Cielo se encuen­tra tan profundamente dentro de ti, que todas las cosas de este mundo no hacen sino pasar de largo, sin notarse ni verse. 4La sosegada infinitud de la paz eterna te envuelve dulcemente en su tierno abrazo, tan fuerte y serena, tan tranquila en la omnipoten­cia de su Creador, que nada puede perturbar al sagrado Hijo de Dios que se encuentra en tu interior.

3. He aquí el papel que el Espíritu Santo te asigna a ti que sirves al Hijo de Dios y que quieres contemplar su despertar y regoci­jarte. 2Él forma parte de ti y tú de él porque es el Hijo de su Padre, y no por ningún otro propósito que tú puedas ver en él. 3Lo único que se te pide es que aceptes lo inmutable y lo eterno en él, pues tu Identidad reside allí. 4Sólo en él puedes encontrar la paz que mora en ti. 5todo pensamiento de amor que le ofrez­cas no hace sino acercarte más a tu despertar a la paz eterna y a la dicha infinita.

4. Éste sagrado Hijo de Dios es como tú: el reflejo del Amor de su Padre por ti, el tierno recordatorio del Amor de su Padre me­diante el que fue creado, el cual todavía mora en él al igual que en ti. 2Permanece muy quedo y escucha la Voz de Dios en él, y deja que esa Voz te diga cuál es su función. 3Pues él fue creado para que tú fueses íntegro, pues sólo lo que está completo puede ser parte de la compleción de Dios, la cual te creó.

5. Él único regalo que el Padre te pide es que no veas en la crea­ción más que la esplendorosa gloria del regalo que Él te hizo. 2Contempla a Su Hijo, Su regalo perfecto, en quien su Padre refulge eternamente, y a quien toda la creación le ha sido dada como propia. 3puesto que él dispone de ella se te da a ti. aPor lo tanto, contempla tu paz allí donde la creación se encuentra en él. 4La calma que te rodea mora en él, y de esa quietud emanan los sueños felices en los que vuestras manos se unen candorosa­mente. 5Éstas no son las manos usurpadoras de los sueños de dolor. 6No empuñan ninguna espada, pues han abandonado su apego a todas las vanas ilusiones del mundo. 7Y al estar vacías reciben en cambio la mano de un hermano en la que yace la ple­nitud.

6. Si conocieses el glorioso objetivo que se halla más allá del per­dón, no te aferrarías a ningún pensamiento, por muy leve que parezca ser su roce con la maldad. 2Pues entenderías cuán grande es el costo que supone conservar cualquier cosa que Dios no haya otorgado en las mentes que pueden en cambio dirigir las manos a bendecir y a conducir al Hijo de Dios a la morada de su Padre. 3¿No te gustaría ser amigo de aquel que fue creado para ser la morada de su Padre? 4Si Dios lo considera digno de Sí Mismo, ¿lo atacarías tú con las manos del odio? 5¿Quién que ponga sus ensangrentadas manos sobre el propio Cielo podría esperar encontrar la paz de éste? 6Tu hermano cree estar sujetando la mano de la muerte. 2Mas no le creas. 8Reconoce, en cambio, cuán bendito eres tú que lo puedes liberar sólo con ofrecerle la tuya.

7. Se te ofrece un sueño en el que tu hermano es tu salvador, no tu enemigo acérrimo. 2Se te ofrece un sueño en el que lo has perdo­nado por todos sus sueños de muerte: un sueño de esperanza que compartes con él, en vez de los sueños de odio y maldad que sueñas por tu cuenta. 3¿Por qué parece tan difícil compartir este sueño? 4Porque a menos que sea el Espíritu Santo Quien le otor­gue al sueño la función que debe tener, éste continuará estando al servicio de la muerte, ya que fue concebido para el odio. 5Cada forma que adopta es, de alguna manera, una invocación a la muerte. 6Y aquellos que sirven al señor de la muerte han venido a adorarlo en un mundo de separación -cada uno con su diminuta lanza y enmohecida espada- para cumplir su vieja promesa de morir.

8Tal es la médula de miedo de cada sueño que no se le haya entregado a Aquel que otorga a los sueños una función distinta. 2Cuando los sueños se comparten, pierden la función de atacar y separar, si bien para esto fue para lo que se concibieron. 3En el mundo de los sueños, no obstante, no hay nada que esté exento de la esperanza de cambio y mejora, pues no es en él donde se encuentra la inmutabilidad. 4Alegrémonos en verdad de que esto sea así, y no busquemos lo eterno en este mundo. 5Los sueños de perdón son medios para dejar de soñar con un mundo externo a ti. 6conducen finalmente más allá de todo sueño a la paz de la vida eterna.









jueves, 28 de noviembre de 2019

28 NOVIEMBRE: El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 332


El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.


1. El ego forja ilusiones. 2La verdad desvanece sus sueños malva­dos con el brillo de su fulgor. 3La verdad nunca ataca. 4Sencilla­mente es. 5Y por medio de su presencia se retira a la mente de las fantasías, y así ésta despierta a lo real. 6El perdón invita a esta presencia a que entre, y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente. 7Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad. 8Mas con el perdón, la luz brilla a través del sueño de tinieblas, ofreciéndole esperanzas y propor­cionándole los medios para que tome conciencia de la libertad que es su herencia.

2. Hoy no queremos volver a aprisionar al mundo. 2El miedo lo man­tiene aprisionado. 3Mas Tu Amor nos ha proporcionado los medios para liberarlo. 4Padre, queremos liberarlo ahora. 5Pues cuando ofrecemos libertad se nos concede a nosotros. 6Y no queremos seguir presos cuando Tú nos ofreces la libertad.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El miedo y la falta de perdón están estrechamente relacionados. Según el Curso, nuestro miedo está basado en nuestra culpa. Nuestro miedo primario es al castigo porque creemos que hemos obrado mal. Nuestra creencia de que hemos pecado produce culpa, y esa culpa produce miedo. El miedo nos “aprisiona”. Es una emoción que paraliza. El perdón, que elimina la culpa, nos libera.

La creencia en el pecado es la ilusión en la que se basa el ego. Todo lo que el ego hace es ilusorio (1:1), y no real. La verdad, con su sola presencia, hace desaparecer las ilusiones del ego (1:2-5). Si existe la ilusión de un muro en frente de nosotros, conocer la verdad (en este caso, que no existe tal muro), nos permite “atravesar” el muro. No hay necesidad de destruir el muro derribándolo, simplemente lo hacemos desaparecer con la verdad.

La verdad acerca de nosotros es que somos inocentes. El perdón no destruye el pecado y la culpa. No tiene que hacerlo. Simplemente los hace desaparecer con la verdad. El perdón invita a la verdad a que entre en la mente “y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente” (1:6).

“Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad” (1:7). Cuando estoy afianzado en mi propia culpa, mi mente parece que no puede nada, incapaz de lograr nada en absoluto. No puedo creer en mi propio poder porque creo en mi debilidad. El poder que Dios me dio en mi creación parece que no existe. Parezco frágil, arrastrado por circunstancias que están más allá de mi control.

Cuando practico el perdón, me doy cuenta más rápidamente de la libertad y del poder de mi mente. Cuando me doy cuenta de que la imagen de pecado que estoy viendo en mi hermano es mi propia invención y que puedo elegir verle de manera diferente (que esto está dentro de mi poder, y que no depende de nada fuera de mí) estoy reclamando mi herencia como Hijo de Dios. Con mi perdón libero al mundo de culpa. ¡Tengo el poder de perdonar pecados! Tengo el poder de liberar al mundo de sus cadenas, y ese poder es el poder del perdón.

¿Qué es el ego? (Parte 2)

L.pII.12.1:3

El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad. (1:3)

Para encontrar su ilusoria independencia, el ego niega a Dios y todo lo relacionado con Dios. La fuerza de la inocencia, la ternura y el amor se consideran “débiles” y se evitan. En cambio, el ataque se considera fuerte. “Valerte por ti mismo” y ser “independiente” se consideran madurez y fuerza, mientras que la unión con otros y la dependencia de Dios se consideran debilidad. La imagen de un ego poderoso es la de un individuo solitario gritando desafiante a todo el universo. El ego no puede ver ni entender que este ser solitario, limitado y separado es el símbolo de la debilidad.

Al hablar de esta elección que hemos hecho (una elección que sólo podemos lograr en sueños, nunca en la realidad), el Curso dice:

Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. (T.26.VII.11:7-8)

Aprender a escuchar la Voz de Dios, en lugar de la del ego, significa mucho más que escuchar al pequeño ángel en nuestro hombro derecho en lugar del demonio en el izquierdo. Esa idea deja al “yo” que escucha tal como está, sigue siendo la misma identidad: un ser separado. Escuchar la Voz de Dios, en lugar de la del ego, significa abandonar completamente mi “propio miserable tesoro”, que es la idea que tengo de lo que soy como algo separado de Dios, y en lugar de ello afirmar mi “identidad que comparto con todo” (T.26.VII.11:8).

Estaba equivocado cuando pensaba que vivía separado de Dios, que era una entidad aparte que se movía por su cuenta, desvinculada y encasillada en un cuerpo. Ahora sé que mi vida es la de Dios, que no tengo otro hogar y que no existo aparte de Él. Él no tiene Pensamientos que no sean parte de mí, y yo no tengo ningún pensamiento que no sea de Él. (L.223.1:1-3)





TEXTO



IV. Los diferentes papeles del sueño


1. ¿Crees acaso que la verdad puede ser tan sólo meras ilusiones? 2Las ilusiones son sueños precisamente porque no son verdad. 3El hecho de que la verdad esté ausente de todas ellas por igual es la base del milagro, lo cual quiere decir que has entendido que los sueños sueños son, y que escaparte de ellos depende, no del sueño en sí, sino de que despiertes. 4¿Cómo iba a ser posible con­servar algunos sueños y despertar de otros? 5La elección no es entre qué sueños conservar, sino sólo si quieres vivir en sueños o despertar de ellos. 6De ahí que el milagro no excluya de su bené­fica influencia algunos sueños. 7No puedes quedarte con algunos sueños y despertar de otros, pues o bien estás dormido o bien despierto. 8Y soñar tiene que ver únicamente con una de estas dos posibilidades.

2. Los sueños que te parecen gratos te retrasarán tanto como aquellos en los que el miedo es evidente. 2Pues todos los sueños son sueños de miedo, no importa en qué forma parezcan mani­festarse. 3El miedo se ve adentro o afuera, o en ambos sitios. 4O puede estar oculto tras formas agradables. 5Pero nunca está ausente del sueño, pues el miedo es el elemento básico de todos los sueños. 6Puede que la forma en que éstos se manifiestan cam­bie, pero es imposible que se compongan de ninguna otra cosa. 7El milagro sería ciertamente traicionero si te permitiera seguir estando amedrentado por no haber reconocido el miedo. 8Pues no estarías entonces dispuesto a despertar, que es para lo que el milagro allana el camino.

3. Dicho llanamente, el ataque es la respuesta a una función que no se ha llevado a cabo tal como tú la percibes. 2Puede que ello tenga que ver contigo o con otro; sin embargo, allí donde se per­ciba, allí se atacará. 3La depresión o el ataque no pueden sino ser los temas de todos los sueños, pues el miedo es el elemento de que se componen. 4El fino disfraz de placer y alegría en el que tal vez vayan envueltos apenas cubre el grueso bloque de miedo que constituye su médula. 5Y esto es lo que el milagro percibe, y no las envolturas que lo cubren.

4. Cuando te invade la ira, ¿no es acaso porque alguien no llevó a cabo la función que tú le habías asignado? 2¿Y no se convierte esto en la "razón" que justifica tu ataque? 3Los sueños que crees que te gustan son aquellos en los que las funciones que asignaste se cum­plieron, y las necesidades que te adscribiste, fueron satisfechas. 4No importa si esas necesidades se satisfacen o si son simplemente algo que se desea. 5Es la idea de que existen lo que produce miedo. 6Los sueños no se desean en mayor o menor medida. 7Simplemente se desean o no se desean. 8Y cada uno representa alguna función que tú le has asignado a algo: algún objetivo que un acon­tecimiento, un cuerpo o una cosa debe representar y alcanzar por ti. 9Si lo logra crees que el sueño te gusta. 10Si fracasa crees que es triste. 11Pero el que fracase o se logre no es lo que constituye su médula, sino simplemente su endeble envoltura.

5. ¡Cuán felices serían tus sueños si no le adjudicases a cada una de las figuras que aparecen en ellos el papel que "debe" repre­sentar! 2Es únicamente la imagen que tienes de alguien lo que puede fracasar, y tener esa imagen es lo único que constituye una traición. 3La médula de los sueños que ofrece el Espíritu Santo no es nunca una médula de temor. 4Lo que los envuelve puede pare­cer ser lo mismo, pero su significado ha cambiado porque cubre otra cosa. 5Lo que determina toda percepción es su propósito, en el sentido de que aparenta ser aquello para lo que se considera que es. 6Una sombría figura que ataca se convierte en un hermano que te ofrece una oportunidad para prestar ayuda, si esto se convirtiese en la función del sueño. 7Y de este modo, los sue­ños de tristeza se transformarían en sueños de alegría.

6. ¿Para qué es tu hermano? 2No lo sabes porque tu función aún no te resulta clara. 3No le asignes un papel que tú crees que te haría feliz a ti. 4Y no trates de herirle cuando él no cumpla el papel que le asignaste en el sueño que tienes de lo que debería ser tu vida. 5Él pide ayuda en cada uno de sus sueños, y tú puedes prestársela si ves la función del sueño tal como la percibe Aquel que puede utilizar todo sueño en beneficio de la función que se le encomendó a Él. 6Puesto que ama al soñador, y no al sueño, cada sueño se convierte en una ofrenda de amor. 7Pues en el centro de cada sueño se halla Su Amor por ti, iluminando amorosamente cualquier manifestación del sueño.














miércoles, 27 de noviembre de 2019

27 NOVIEMBRE: El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.

AUDIOLIBRO     



EJERCICIOS


12. ¿Qué es el ego?


1. El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limi­tado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. 2Es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada. 3El ego es la "prueba" de que la fuerza es débil y el amor temible, la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.

2. El ego es demente. 2Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y separado de lo Infinito. 3En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. 4Y desde su terrible autonomía "ve" que la Voluntad de Dios ha sido destruida. 5Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad atacándolos primero.

3. El Hijo de Dios no tiene ego. 2¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? 3¿Qué puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? 4¿Qué puede saber del miedo o del castigo, del pecado o de la culpabili­dad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna, por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?

4. Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamien­tos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus sueños o esperan­zas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que pagar por creer en él. 2Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. aY la sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.

5. Una sola azucena de perdón, no obstante, puede transformar la oscuridad en luz y el altar a las ilusiones en el templo a la Vida Misma. 2Y la paz se les restituirá para siempre a las santas mentes que Dios creó como Su Hijo, Su morada, Su dicha y Su amor, completamente Suyas, y completamente unidas a Él.

 

 

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 331


El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.


1. Padre, ¡qué absurdo creer que Tu Hijo podía causarse sufrimiento así mismo! 2¿Cómo iba él a poder planear su condenación sin que se le hubiera provisto de un camino seguro que lo condujese a su liberación? 3Me amas, Padre, 4y nunca habrías podido dejarme en la desolación, para morir en un mundo de dolor y crueldad. 5¿Cómo pude jamás pen­sar que el Amor se había abandonado a Mismo? 6No hay otra volun­tad que la Voluntad del Amor. 7El miedo es un sueño, y no tiene una voluntad que pueda estar en conflicto con la Tuya. 8Estar en conflicto es estar dormido; la paz, estar despierto. 9La muerte es una ilusión, y la vida, la verdad eterna. 10Nada se opone a Tu Voluntad. 11El conflicto no existe, pues mi voluntad es la Tuya.

2. El perdón nos muestra que la Voluntad de Dios es una sola y que la compartimos. 2Contemplemos los santos panoramas que hoy nos muestra el perdón, de modo que podamos encontrar la paz de Dios. 3Amén.





Instrucciones para la práctica

Una vez al mes durante la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, introduciré este recordatorio de repasar las instrucciones de la práctica. Recuerda, estas instrucciones exponen con detalle las costumbres o hábitos de la práctica diaria que el Libro de Ejercicios está intentando ayudarnos a formar. Si no creas estas costumbres o hábitos, te pierdes lo principal de todo el programa de entrenamiento.

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Recientemente en un grupo de estudio dije que nuestro problema fundamental es que de verdad creemos que somos personas terribles. No confiamos en nuestro propio amor. Una persona expresó su preocupación de que el material del Curso podría usarse para justificar cualquier comportamiento. “Podría ir a robar una tienda de licores porque el mundo es sólo una ilusión y nadie saldría perjudicado excepto en la ilusión. Nada de lo que yo haga afecta negativamente a mi relación con Dios”.

La respuesta directa a esa pregunta es que sólo haces esas cosas en el mundo cuando crees que el mundo es real. Si verdaderamente creyeses que el mundo es una ilusión, no harías tales cosas ni tendrías el deseo de hacerlas.

El miedo a que él haría cosas terribles si creyera que nadie resultaría realmente perjudicado oculta la creencia de que no se podría confiar en la verdad en él. El Curso dice que no creemos que lo que de verdad queremos es bueno. La verdad es que podemos confiar en nosotros mismos. Aunque todavía estamos confusos y desconcertados por la ilusión, no vamos a cometer errores terribles. Es seguro abandonar las limitaciones de la culpa porque verdaderamente somos extensiones de Dios. Pensamos que necesitamos la culpa para refrenar al monstruo dentro de nosotros, Un Curso de Milagros nos dice que la culpa “no tiene ningún propósito” (T.14.III.1:4), y de hecho nos mantiene encerrados en nuestra ilusión del pecado. Esa ilusión acerca de nosotros es el error fundamental. Y continúa diciendo que pensar que el ser ha robado el trono de Dios no es nada por lo que sentirnos culpables:

No intentes tasar el valor del Hijo de Dios que Él creó santo, pues hacer eso es evaluar a su Padre y juzgar contra Él. Y no podrás sino sentirte culpable por este crimen imaginario, que nadie en este mundo ni en el Cielo podría cometer. El Espíritu Santo sólo enseña que el "pecado" de instaurar un falso ser en el trono de Dios no debe ser motivo de culpabilidad. (T.14.III.15:1-3)

Sólo es “un error trivial” (L.138.11:5). El Amor no se ha abandonado a Sí Mismo. Comparto la naturaleza de Dios que es Amor. Yo no puedo abandonarle, ni Él a mí (1:5).
Es “absurdo” (1:1) creer que yo podría realmente oponerme a la Voluntad de Dios y corromperme a mí mismo. Cualquier aparente corrupción o conflicto entre Dios y yo tiene que ser una ilusión, la prueba de que estoy dormido y soñando lo imposible (1:7-8).

“Conocer la realidad significa no ver al ego” (L.pII.12.4:1). Sin embargo, por raro que parezca, primero tenemos que ver al ego para pasarlo por alto. El ego funciona de una manera oculta, secreta, a escondidas. Se esconde detrás de todo tipo de tapaderas. Primero tenemos que desenmascararlo, ver lo que es, y luego pasarlo por alto, ignorarlo. Mientras no sepamos lo que es nuestro imaginado enemigo, estaremos gobernados por el miedo. Tenemos que llegar al punto en el que podemos ver con claridad: “¡Oh! Sólo es el ego, soy yo pensando que estoy separado”. Luego lo abandonamos.

Cuando por fin hayas visto los cimientos del ego sin acobardarte, habrás visto también los nuestros. (T.11.In.4:2)

Entonces, miremos a nuestro ego sin acobardarnos, sin tenerle miedo, pudiendo ver que sólo es “un error trivial”.



¿Qué es el ego? (Parte 1)

L.pII.12.1:1-2

“El ego no es otra cosa que idolatría” (1:1). Idolatría es adorar a un ídolo, a un dios falso. Eso es el ego, el intento demente de hacer real una identidad que está separada de Dios, buscado para reemplazarle en nuestra consciencia. El ego es “el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado a sufrir y a que su vida acabe en la muerte” (1:1).

Prestemos atención aquí. El ego no es “algo” dentro de nosotros, una especie de gemelo malvado, el lado oscuro de nuestra alma. El ego es la idea de un ser separado que está aparte de “otros seres”. ¿No es eso exactamente lo que pensamos que somos? ¿No pensamos que somos un alma distinta, nacida en un cuerpo, luchando durante toda esta vida y seguros de terminar esta vida con la muerte? ¿No describe eso lo que pensamos que somos? En otras palabras, el “yo” que creo que soy, algo separado y diferente de ti, ¡eso es el ego! Cambiar nuestra idea acerca de nosotros, del ego al espíritu, no significa que este ser separado que era negro, se vuelva blanco. Significa que este ser separado es completamente reemplazado por algo que abarca mucho más, de hecho, algo que abarca todo. Dejo de ser “yo” en la manera que pensaba que era.

El ego “es la "voluntad" que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y que adopta una forma en que Ésta es negada” (1:2). Si lo que pienso de “mí” es que estoy separado e independiente, no puedo estar unido a la Voluntad de Dios. El ego debe ver a la Voluntad de Dios como enemigo porque para el ego Dios es “otro”, algo diferente y separado de sí mismo. Puesto que Dios es un “otro” muy poderoso, Su Voluntad representa una amenaza, un desafío para la “voluntad” del ego. Por lo tanto, la forma que toma la “voluntad” del ego siempre será una forma de negación de la Voluntad de Dios. Por ejemplo, sabes que un niño está empezando a desarrollar un ego psicológico cuando empieza a decir”No” cada vez que tú dices “Sí”. El ego es un gran “No” a Dios y a Su Voluntad.


El ego es precisamente lo que no somos. “Tú no eres un ego” (T.14.X.5:5). Cuando miremos a lo que el ego es (o parece ser), no nos desanimemos ni nos deprimamos por ello. Aquello que estamos mirando no es lo que nosotros somos; de hecho, es lo que no somos. Este ser imaginado es la causa de nuestra culpa, y no es real, no existe.





TEXTO 

 

III. Los testigos de Dios



1. No condenes a tu salvador porque él crea ser un cuerpo. 2Pues más allá de sus sueños se encuentra su realidad. 3Pero antes de que él pueda recordar lo que es, tiene que aprender que es un salvador. 4tiene que salvar a todo aquel que quiera ser salvado. 5Su felicidad depende de que te salve a ti. 6Pues, ¿quién puede ser un salvador sino aquel que brinda salvación? 7De este modo aprende que la salvación es algo que él tiene que ofrecer. 8Pues a menos que se la conceda a otro no sabrá que dispone de ella, ya que dar es la prueba de que se tiene. 9Esto no lo pueden entender aquellos que creen que con su fuerza pueden menoscabar a Dios. 10Pues, ¿quién podría dar lo que no tiene? a¿Y quién podría per­der al dar aquello que, por el hecho de darlo, no puede sino aumentar?

2. ¿Crees acaso que el Padre perdió Su Ser cuando te creó? 2¿Crees que se debilitó por haber compartido Su Amor? 3¿Se vio acaso menoscabada Su plenitud debido a tu perfección? 4¿O eres tú la prueba de Su plenitud y perfección? 5No niegues Su testigo en el sueño que Su Hijo prefiere a su propia realidad. 6Su Hijo tiene que ser el salvador del sueño al que dio lugar, para poder así liberarse de él. 7Tiene que ver a otro no como un cuerpo, sino como uno con él, sin la muralla que el mundo ha construido para mantener separadas todas las cosas vivientes que no saben que viven.

3. En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de verdad que tal vez no es más que una pequeña chispa, un espacio de luz creado en la oscuridad donde Dios refulge todavía. 2Tú no puedes despertarte a ti mismo. 3No obstante, puedes permitir que se te despierte. 4Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano. 5Puedes perdonarle sus ilusiones tan per­fectamente, que él se convierte en el que te salva de tus sueños. 6al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios mora dentro de la oscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. 7Ante esta luz el cuerpo desaparece, de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz. 8La oscuridad no puede decidir que el cuerpo siga presente. 9La llegada de la luz supone su desaparición. 10Verás entonces a tu hermano en la gloria, y entenderás qué es lo que realmente llena la brecha que por tanto tiempo pensaste que os mantenía separados. 11Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. 12A todo aquel que perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. 13Mediante tu regalo de libertad te liberas tú.

4. Hazte a un lado y deja pasar al amor, el cual tú no creaste, pero sí puedes extender. 2En la tierra eso quiere decir perdonar a tu hermano, para que las tinieblas desaparezcan de tu mente. 3Una vez que la luz haya llegado hasta tu hermano a través de tu per­dón, él no se olvidará de su salvador ni lo dejará sin absolver. 4Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere mantener a su lado, a medida que camina a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.

5. ¡Cuán santo debes ser tú para que el Hijo de Dios pueda ser tu salvador en medio de sueños de desolación y de desastres! 2Observa cuán deseoso llega, apartando las densas sombras que lo mantenían oculto, para poder brillar sobre ti lleno de gratitud y amor. 3Él es él mismo, pero no él mismo solo. 4Y de la misma manera en que su Padre no perdió parte de él al crearte a ti, así la luz en él es aún más brillante por tú haberle dado tu luz para salvarlo de las tinieblas. 5ahora la luz en ti tiene que ser tan brillante como la que refulge en él. 6Ésta es la chispa que brilla en el sueño: que tú puedes ayudarle a despertar, y estar seguro de que sus ojos despiertos se posarán sobre ti. 7Y con su feliz salva­ción, te salvas tú.








 

martes, 26 de noviembre de 2019

26 NOVIEMBRE: Hoy no volveré a hacerme daño.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 330


Hoy no volveré a hacerme daño.


1. Aceptemos hoy que el perdón es nuestra única función. z¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? 3¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo? 4La mente que ha llegado a estar dispuesta a aceptar los regalos de Dios ha sido reinstaurada al espíritu, y extiende su libertad y su dicha tal como dispone la Voluntad de Dios unida a la suya pro­pia. 5El Ser que Dios creó no puede pecar, por lo tanto, no puede sufrir. 6Elijamos hoy que Él sea nuestra Identidad, para poder así escapar para siempre de todas las cosas que el sueño de miedo parece ofrecernos.

2. Padre, es imposible hacerle daño a Tu Hijo. 2Y si creemos sufrir, es sólo porque no reconocemos la única Identidad que compartimos Con­tigo. 3Hoy queremos retornar a Ella, a fin de librarnos para siempre de todos nuestros errores y salvarnos de lo que creíamos ser.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Cuando pienso que soy menos que lo que Dios creó, me hago daño a mí mismo. Y sólo a mí mismo. No hago ningún daño real, pero tengo la ilusión (que parece real) de dolor, sacrificio y sufrimiento. Todos mis sentidos físicos y emocionales confirman su aparente realidad, únicamente la visión de Cristo ve más allá de la ilusión.

Hay un párrafo muy bueno en el Texto que dice lo importante que es no depender de lo que los ojos y los oídos nos dicen, y saber que es sólo la proyección de nuestros propios pensamientos:

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. No importa quién desempeñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. Pues no reaccionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño. (T.27.VIII.10:1-6)

El sueño malvado procede de una falsa imagen de mí mismo como algo diferente a lo que Dios creó. Todavía creo que soy capaz de pecar y de sufrir. Debido a que creo eso de mí mismo, también lo creo de los demás, y proyecto mi creencia sobre ellos. Proyecto la ilusión de mis pecados y mi culpa sobre ellos. Cada vez que veo pecado o debilidad en un hermano, es sólo el reflejo de mis propios pensamientos acerca de mí mismo. Es “tu sueño” lo que estás viendo. No estás viendo nada real, sino una ilusión maestra y casi perfecta proyectada desde tu mente increíblemente poderosa. Es la imagen proyectada de tus propios pensamientos sobre ti mismo que te está “haciendo daño”
.
Si pienso que soy débil, si pienso que mi vida es un desastre, no estoy viendo mi verdadera Identidad. Nada de esto está sucediendo realmente. Estoy viviendo un mal sueño, un sueño sobre mí mismo. (Sin embargo, importa como reflejo de mi estado mental, ver T.2.In.1:1-5).

Se nos está salvando “de lo que creíamos ser” (2:3), y el camino a la liberación es entender que “la vida es un sueño”, como dice el viejo dicho. El camino hacia la liberación es perdonar. Entender que cuando pienso que veo algo que merece mi juicio y condena, de algún modo distorsionado, todo lo que estoy viendo son mis propios pensamientos proyectados fuera. Y, en ese momento, elegir pensar de manera diferente. Ver que la situación que pensaba que justificaba mi ira se convierte en una situación que justifica mi amor. “Éste es un pobre hermano, confundido como yo, que se ha olvidado de su verdadera Identidad con Dios. Le veo como culpable porque estoy proyectando mi propia culpa. Elijo no aumentar su ilusión transmitiéndole culpa. En lugar de eso, elijo dirigirle mi amor para que pueda despertar, como yo he empezado a hacerlo”. Y al hacer esto, sé que me estoy dando amor a mí mismo, estoy contribuyendo a mi propio despertar.

Para mí personalmente, más sobre este punto es la frase:

¿Por qué atacar nuestras mentes y ofrecerles imágenes de dolor? ¿Por qué enseñarles que son impotentes, cuando Dios les ofrece Su poder y Su Amor y las invita a servirse de lo que ya es suyo? (1:2-3)

¿Qué le estoy enseñando a mi mente con los pensamientos que estoy pensando? ¿Qué le estoy enseñando a mi mente al sentirme culpable? Que soy un hombre en reconstrucción, que todavía no estoy terminado. ¡Si no necesitara rehabilitación, no estaría aquí! Voy a observar mis pensamientos hoy y ver cómo me atacan si elijo escuchar al ego, y como me reconstruyen cuando escucho al Espíritu Santo.



¿Qué es la creación? (Parte 10)

L.pII.11.5:2

Oímos Su Voz y perdonamos a la creación en Nombre de su Creador, la Santidad Misma, Cuya santidad Su creación comparte con Él; Cuya santidad sigue siendo todavía parte de nosotros. (5:2)

Su Voz nos llama a “perdonar a la creación”. Hemos mirado a la creación de Dios (nosotros, nuestros hermanos, y todo el resto que forma la creación) y la hemos juzgado. Hemos visto culpa y fealdad donde Dios creó únicamente belleza y santidad. En este mundo no podemos crear de verdad ni extender amor con la pureza que pertenece sólo al Cielo, pero podemos perdonar. Podemos poner fin a la búsqueda de defectos, y quitar nuestro juicio y condena a todo lo que vemos. Cada instante nos ofrece una oportunidad de hacer esto, cada encuentro es una oportunidad para practicar el perdón.

Necesitamos perdonar cualquier cosa que contemplemos sin ver la santidad de Dios en ella. Ver algo distinto a la santidad de Dios reflejada en todo es una falta de perdón, una condena a la creación de Dios. Cuando algo parece no santo, necesitamos pedir ayuda al Espíritu Santo para ver más allá de las apariencias y para poder contemplar la verdad de la santidad de Dios que esas apariencias están ocultando. El pecado es una ilusión, y únicamente la santidad es verdad.

Entonces, todo lo que el Curso nos está enseñando es a reconocer la creación de Dios en todas partes, en todo, y sobre todo en nosotros mismos. La santidad de nuestro Creador sigue siendo parte de nosotros. A cada uno de los que nos encontremos digámosle:


Quiero contemplarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad. (L.161.11:8)





TEXTO

 

II. La llegada del Invitado



1. ¿Cómo no ibas a percibir como liberación del sufrimiento el darte cuenta de que eres libre? 2¿Por qué no habrías de aclamar a la verdad en vez de considerarla un enemigo? 3¿Por qué razón te parece arduo, escabroso y demasiado difícil de seguir una senda que es fácil y que está tan claramente marcada que es imposible perderse? 4¿No será acaso porque consideras que es el camino al infierno en vez de una manera sencilla de encontrarte en el Cielo y en Dios que no exige ni sacrificios ni pérdidas? 5Mientras no te des cuenta de que no renuncias a nada y de que es imposible perder, habrá veces en que te arrepentirás de haber elegido este camino. 6Y no verás los muchos beneficios que tu decisión te ha aportado. 7No obstante, aunque tú no los veas, están ahí. 8Su causa ya los produjo, y los efectos tienen que estar allí donde su causa ha hecho acto de presencia.

2. Has aceptado la causa de la curación. aPor lo tanto, debes haber sanado. 2al haber sanado, debes ahora también poseer el poder de sanar. 3El milagro no es un incidente aislado que ocurre de repente como si se tratase de un efecto sin causa. 4Ni tampoco es en sí una causa. 5Pero allí donde está su causa, allí tiene que estar el milagro. 6Ahora ha sido causado, aunque aún no se perciba. 7Y sus efectos se encuentran ahí, aunque aún no se vean. 8Mira den­tro de ti ahora, y no verás motivo alguno para estar arrepentido, sino razones para sentir un gran regocijo y para abrigar esperan­zas de paz.

3. Todo esfuerzo de encontrar esperanzas de paz en un campo de batalla ha sido en vano. 2Ha sido fútil pedirle a lo que se concibió precisamente para que perpetuase el pecado y el dolor que te ayude a escapar de ellos. 3Pues el dolor y el pecado son la misma ilusión, tal como el odio y el miedo, y el ataque y la culpabilidad son uno. 4Allí donde no tienen causa, sus efectos desaparecen, y el amor llega dondequiera que ellos no estén. 5¿Por qué no estás contento? 6Te has librado del dolor y de la enfermedad, de la aflicción y de la pérdida, así como de todos los efectos del odio y del ataque. 7El dolor ya no es tu amigo ni la culpabilidad tu dios. aPor lo tanto, dale la bienvenida a los efectos del amor.

4. Tu Invitado ha llegado. 2Tú lo invitaste y Él vino. 3No lo oíste entrar porque la bienvenida que le diste no fue total. 4Sus dones, no obstante, llegaron con Él. 5Él los ha depositado a tus pies, y ahora te pide que los contemples y los consideres tuyos. 6Él nece­sita tu ayuda para dárselos a todos los que caminan por su cuenta, creyendo estar solos y separados. 7Ellos sanarán cuando tú acep­tes tus dones, pues tu Invitado le dará la bienvenida a todo aquel cuyos pies hayan tocado la tierra santa que tú pisas y donde Él ha puesto Sus dones a su disposición.

5. No te das cuenta de cuánto puedes dar ahora como resultado de todo lo que has recibido. 2No obstante, Aquel que vino sólo está a la espera de que vayas allí adonde lo invitaste. 3No hay ningún otro lugar donde Él pueda encontrarse con Su anfitrión o Su anfitrión con Él. 4Ni tampoco hay ningún otro lugar donde se puedan obtener Sus dones de paz y dicha, así como toda la felici­dad que brinda Su Presencia. 5Pues Sus dones se hallan allí donde se encuentra Aquel que los trajo Consigo para dártelos. 6No pue­des ver a tu Invitado, pero puedes ver los dones que trajo. 7Y cuando los contemples, aceptarás que Él debe estar ahí. 8Pues lo que ahora puedes hacer no podrías haberlo hecho sin el amor y la gracia que emanan de Su Presencia.

6. Ésta es la promesa del Dios viviente: que Su Hijo viva, que toda criatura viviente forme parte de él y que nada más viva. 2Aquello a lo que tú has dado "vida" no está vivo, y sólo simbo­liza tu deseo de vivir separado de la vida, de estar. vivo en la muerte, y de percibir a ésta como si fuese la vida, y al vivir, como la muerte. 3Aquí las confusiones se suceden una tras otra, pues este mundo se basa en la confusión y en nada más. 4Su base es inmutable, si bien parece estar cambiando continuamente. 5Mas ¿qué podría ser eso, sino lo que realmente significa el estado de confusión? 6Para los que están confundidos la estabilidad no tiene sentido, y la variación y el cambio se convierten en la ley por la que rigen sus vidas.

7. El cuerpo no cambia. 2Representa el sueño más amplio de que el cambio es posible. 3Cambiar es alcanzar un estado distinto de aquel en el que antes te encontrabas. 4En la inmortalidad no hay cambios, y en el Cielo se desconocen. 5Aquí en la tierra, no obs­tante, los cambios tienen un doble propósito, pues se pueden uti­lizar para enseñar cosas contradictorias. 6Y esas cosas son un reflejo del maestro que las enseña. 7El cuerpo puede parecer cam­biar con el tiempo, debido a las enfermedades o al estado de salud, o a eventos que parecen alterarlo. 8Mas esto sólo significa que la mente aún no ha cambiado de parecer con respecto a cuál es el propósito del cuerpo.

8. La enfermedad es la exigencia de que el cuerpo sea lo que no es. 2Su insustancialidad, no obstante, garantiza que no puede enfer­mar. 3En tu exigencia de que sea más de lo que es radica la idea de la enfermedad. 4Pues dicha exigencia requiere que Dios sea menos de lo que realmente es. 5¿Qué va a ser de ti, entonces, si es a ti a quien se le exige el sacrificio? 6Pues a Dios se le informa que parte de Él ya no le pertenece. 7Y a Él no le queda otro remedio ahora que sacrificar tu ser y, como resultado de Su sacrificio, tú te engrandeces y Él se empequeñece al perderte a ti. 8Y lo que ya no le pertenece, se convierte en tu dios y te impide ser parte de Él.

9. El cuerpo al que se le pide ser un dios es vulnerable al ataque, ya que su insustancialidad no se reconoce. 2Y así, parece ser algo con poder propio. 3Al ser algo, se puede percibir, y también se puede pensar que siente y actúa, y que te tiene prisionero en su puño. 4puede que no llegue a ser lo que le exigiste que fuese. 5lo odiarás por su insignificancia, sin darte cuenta de que el fracaso no se debe a que sea menos de lo que tú crees que debe ser, sino sólo a que no te has dado cuenta de que no es nada. 6No obstante, en el hecho mismo de que no es nada reside tu salva­ción, de la cual quieres huir.

10. En cuanto que "algo", se le pide al cuerpo que sea el enemigo de Dios, y que reemplace lo que Dios es con pequeñez, limitacio­nes y desesperanza. 2Es Su pérdida lo que celebras cuando consi­deras al cuerpo algo que amas o algo que odias. 3Pues si Dios es la Suma de todo, entonces lo que no está en Él no existe, y en Su compleción radica la insustancialidad del cuerpo. 4Tu salvador no ha muerto ni tampoco mora en lo que se edificó para ser un templo a la muerte. 5Él vive en Dios, y esto, y sólo esto, es lo que lo convierte en tu salvador. 6La insustancialidad de su cuerpo libera al tuyo de la enfermedad y de la muerte. 7Pues lo que te pertenece a ti no puede ser ni más ni menos que lo que le pertenece a él.