DESPERTAR AL AMOR

viernes, 6 de mayo de 2011

6 MAYO: Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.



AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.

1. La idea de hoy, que es completamente ajena al ego y a la manera de pensar del mundo, es de suma importancia para la inversión de pensamiento al que este curso dará lugar. 2Si creyeses lo que la idea de hoy afirma, no te resultaría difícil perdonar com­pletamente, tendrías certeza con respecto a tu objetivo y no ten­drías ninguna duda acerca de tu rumbo. 3Entenderías los medios a través de los cuales se alcanza la salvación, y no vacilarías en emplearlos ahora mismo.

2. Examinemos lo que crees en lugar de esta idea. 2Te parece que los demás están separados de ti, que son capaces de adoptar com­portamientos que no tienen repercusión alguna sobre tus pensa­mientos; y que los que tú adoptas no tienen repercusión alguna sobre los de ellos. 3Tus actitudes, por lo tanto, no tienen ningún efecto sobre ellos, y sus súplicas de ayuda no guardan relación alguna con las tuyas. 4Crees además que ellos pueden pecar sin que ello afecte la percepción que tienes de ti mismo, mientras que tú puedes juzgar sus pecados y mantenerte a salvo de cualquier condenación y en paz.

3. Cuando "perdonas" un pecado, no ganas nada con ello directa­mente. 2Es una ofrenda de caridad a alguien que no se la merece, a fin de demostrar simplemente que tú eres mejor y que te encuen­tras en un plano superior a él. 3Él no se ha ganado la limosna de tu tolerancia -que tú le concedes sabiendo que no es digno de tal dádiva- ya que sus pecados lo han situado muy por debajo de una verdadera igualdad contigo. 4No tiene derecho a tu perdón, el cual supone un regalo para él, pero no para ti.

4. De este modo, el perdón es básicamente algo falso: un capricho caritativo, benévolo tal vez, pero inmerecido; una dádiva que a veces se concede y a veces se niega. 2Puesto que es inmerecido, es justo no otorgarlo, pero no es justo que tú tengas que sufrir por haberte negado a concederlo. 3El pecado que perdonas no es tu pecado. 4Alguien que se encuentra separado de ti lo cometió. 5Y si tú entonces eres magnánimo con él y le concedes lo que no se merece, la dádiva es algo tan ajeno a ti como lo fue su pecado.

5. Si esto fuese verdad, el perdón no tendría ningún fundamento sobre el que basarse con certeza y seguridad. 2Sería una excentri­cidad, según la cual algunas veces decides conceder indulgente­mente un indulto inmerecido. 3Conservarías, no obstante, el derecho a no eximir al pecador de la justa retribución por su pecado. 4¿Crees que el Señor de los Cielos iba a permitir que la salvación del mundo dependiera de esto?  5¿No sería acaso Su interés por ti ciertamente ínfimo, si permitiese que tu salvación dependiese de un capricho?

6. No entiendes lo que es el perdón. 2Tal como lo ves, no es sino un freno al ataque abierto que no requiere corrección alguna en tu mente. 3Tal como lo percibes, no te puede brindar paz. 4No constituye un medio por el que liberarte de aquello que ves en otro, pero no en ti mismo. 5No tiene poder alguno para restaurar en tu conciencia tu unidad con él. 6Eso no es lo que Dios dispuso para ti.

7. Al no haberle concedido al Padre el regalo que Él te pide, no puedes reconocer Sus regalos; y crees que Él no te los ha dado. 2Sin embargo, ¿te pediría Él un regalo que no fuese para ti? 3¿Podría acaso quedar satisfecho con gestos vacíos y considerar que tales míseros regalos son dignos de Su Hijo? 4La salvación es un regalo mucho mejor que eso. 5Y el verdadero perdón, que es el medio por el que se alcanza la salvación, no puede sino sanar a la mente que da, pues dar es recibir. 6Lo que no se ha recibido, no se ha dado, pero lo que se ha dado tiene que haberse recibido.

8. Hoy trataremos de entender la verdad según la cual el que da y el que recibe son uno. 2Vas a necesitar ayuda para poder entender esto, ya que es una idea completamente ajena a los pensamientos a los que estás acostumbrado. 3Mas la Ayuda que necesitas ya está aquí. 4Deposita tu fe en Él hoy, y pídele que esté contigo a la hora de practicar con la verdad. 5Y si sólo logras captar un pequeño atisbo de la liberación que reside en la idea que practicamos hoy, éste será ciertamente un día glorioso para el mundo.

9. Dedica hoy quince minutos en dos ocasiones a tratar de enten­der la idea de hoy. 2Esta idea es el pensamiento mediante el cual el perdón pasa a ocupar el lugar que le corresponde entre tus prioridades. 3Es el pensamiento que liberará a tu mente de cual­quier obstáculo que te impida comprender el significado del per­dón y lo valioso que es para ti.

10. Mientras permaneces en silencio, cierra los ojos al mundo que no comprende lo que es el perdón, y busca amparo en el sereno lugar en el que los pensamientos quedan transformados y donde las falsas creencias se abandonan. 2Repite la idea de hoy, y pide poder entender lo que realmente significa. 3Estáte dispuesto a dejarte enseñar. 4Alégrate de oír lo que te dice la Voz de la verdad y de la curación, y entenderás las palabras que Él te diga y recono­cerás que son tus propias palabras.

11. Tan a menudo como puedas hoy, recuérdate a ti mismo que tienes un objetivo, una meta que hace que éste sea un día de especial importancia para ti y para todos tus hermanos. 2No per­mitas que tu mente se olvide de este objetivo por mucho tiempo, sino que di para tus adentros:

3Todo lo que doy es a mí mismo a quien se lo doy.
4La Ayuda que necesito para comprender que esto es verdad, está conmigo ahora.
5Y confiaré en Él plenamente.

6Permanece luego en silencio por un momento y deja que tu mente sea receptiva a Su corrección y a Su Amor. 7Y creerás lo que le oigas decir, pues recibirás lo que Él te dé.


CURSO

IV. Buscar y hallar

1. El ego está seguro de que el amor es peligroso, y ésta es siem­pre su enseñanza principal. 2Nunca lo expresa de este modo. aAl contrario, todo el que cree que el ego es la salvación parece estar profundamente inmerso en la búsqueda del amor. 3El ego, sin embargo, aunque alienta con gran insistencia la búsqueda del amor, pone una condición: que no se encuentre. 4Sus dictados, por lo tanto, pueden resumirse simplemente de esta manera: "Busca, pero no halles". 5Esta es la única promesa que el ego te hace y la única que cumplirá. 6Pues el ego persigue su objetivo con fanática insistencia, y su juicio, aunque seriamente menoscabado, es completamente coherente.

2. La búsqueda que el ego emprende está, por lo tanto, condenada al fracaso. 2Y como también te enseña que él es tu identidad, su consejo te embarca en una jornada que siempre acaba en una per­cepción de auto-derrota. 3Pues el ego es incapaz de amar, y, en su frenética búsqueda de amor, anda en pos de lo que teme encon­trar. 4La búsqueda es inevitable porque el ego es parte de tu mente, y, debido a su origen, él no está totalmente dividido, pues, de lo contrario, carecería por completo de credibilidad. 5Tu mente es la que cree en él y la que le otorga existencia. 6Sin embargo, es también tu mente la que tiene el poder de negar su existencia, y eso es sin duda lo que harás cuando te des cuenta exactamente de la clase de jornada en la que el ego te embarca.

3. Es sin duda obvio que nadie quiere encontrar lo que le derrota­ría por completo. 2El ego, al ser incapaz de amar, se sentiría total­mente perdido en presencia del amor, pues no podría responder en absoluto. 3Tendrías entonces que abandonar su dirección, puesto que sería evidente que no te puede enseñar la respuesta que necesitas. 4El ego, por lo tanto, distorsionará el amor, y te enseñará que él te puede proveer las respuestas que el amor en realidad evoca. 5Si sigues sus enseñanzas, pues, irás en busca de amor, pero serás incapaz de reconocerlo.

4. ¿No te das cuenta de que el ego sólo puede embarcarte en una jornada que únicamente puede conducirte a una sensación de futilidad y depresión? 2Buscar y no hallar no puede ser una activi­dad que brinde felicidad. 3¿Es ésta la promesa que quieres seguir manteniendo? 4El Espíritu Santo te ofrece otra promesa, la cual te conduce a la dicha. 5Pues Su promesa es siempre: "Busca y halla­rás", y bajo Su dirección no podrás fracasar. 6La jornada en la que el Espíritu Santo es tu Guía es la jornada que te conduce al triunfo, y el objetivo que pone ante ti, Él Mismo lo consumará. 7Pues Él nunca engañará al Hijo de Dios a quien ama con el Amor del Padre.

5. No podrás por menos que buscar, ya que en este mundo no te sientes a gusto. 2Y buscarás tu hogar tanto si sabes dónde se encuentra como si no. 3Si crees que se encuentra fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando dónde no está. 4No recuerdas cómo buscar dentro de ti porque no crees que tu hogar esté ahí. 5Pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti y te guiará a tu hogar porque ésa es Su misión. 6A medida que Él cumpla Su misión te enseñará a cumplir la tuya, pues tu misión es la misma que la Suya. 7Al guiar a tus hermanos hasta su hogar estarás siguiéndolo a Él.           

6. Contempla el Guía que tu Padre te ha dado, para que puedas aprender que posees vida eterna, 2pues la muerte no es la Volun­tad de tu Padre ni la tuya, y todo lo que es verdad es la Voluntad del Padre. 3La vida no te cuesta nada, pues se te dio, pero por la muerte tienes ciertamente que pagar, y pagar un precio exorbitante. 4Si la muerte es tu tesoro, venderás todo lo demás para comprarla. 5Y creerás haberla adquirido, al haber vendido todo lo demás. 6No obstante, no puedes vender el Reino de los Cielos. 7Tu herencia no se puede comprar ni vender. 8Ninguna parte de la Filiación puede quedar desheredada, pues Dios goza de pleni­tud y todas sus extensiones son como Él.

7. La Expiación no es el precio de tu plenitud; es, no obstante, el precio de ser consciente de tu plenitud. 2Lo que decidiste "ven­der" tuvo que ser salvaguardado para ti, ya que no lo habrías podido volver a "comprar". 3Aun así, tienes que invertir en ello, no con dinero sino con espíritu. 4Porque el espíritu es voluntad, y la voluntad es el "precio" del Reino. 5Tu herencia aguarda única­mente tu reconocimiento de que has sido redimido. 6El Espíritu Santo te guía hacia la vida: eterna, pero tienes que abandonar tu interés por la muerte, o, de lo contrario, no podrás ver la vida aunque te rodea por todas partes.

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