DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 5 de febrero de 2014

5 FEBRERO: Mi santidad envuelve todo lo que veo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIO


LECCION 36


Mi santidad envuelve todo lo que veo.


1. La idea de hoy extiende la idea de ayer del que percibe a lo percibido. 2Eres santo porque tu mente es parte de la de Dios. 3Y puesto que eres santo, tu visión no puede sino ser santa también. 4"Impecabilidad" quiere decir libre de pecado. 5No se puede estar libre de pecado sólo un poco. 6O bien eres impecable o bien no lo eres. 7Si tu mente es parte de la de Dios tienes que ser impecable, pues de otra forma parte de Su Mente sería pecaminosa. 8Tu visión está vinculada a Su santidad, no a tu ego, y, por lo tanto, no tiene nada que ver con tu cuerpo.

2. Hoy se requieren cuatro sesiones de práctica de tres a cinco minutos cada una. 2Trata de distribuirlas equitativamente y de hacer las aplicaciones más cortas a menudo para así asegurar tu protección durante todo el día. 3Las sesiones de práctica más lar­gas deben hacerse de la siguiente forma:

3. Cierra primero los ojos y repite la idea de hoy varias veces lentamente. 2Luego ábrelos y mira a tu alrededor con bastante lentitud, aplicando la idea de manera específica a cualquier cosa que notes en tu ligera inspección. 3Di, por ejemplo:

4Mi santidad envuelve esa alfombra.
5Mi santidad envuelve esa pared.
6Mi santidad envuelve estos dedos.
7Mi santidad envuelve esa silla.
8Mi santidad envuelve ese cuerpo.
9Mi santidad envuelve esta pluma.

10Cierra los ojos varias veces durante estas sesiones de práctica y repite la idea para tus adentros. 11Luego ábrelos y continúa como antes.

4. Para las sesiones de práctica más cortas, cierra los ojos y repite la idea; mira a tu alrededor mientras la repites de nuevo y fina­liza con una repetición adicional con los ojos cerrados. 2Todas las aplicaciones, por supuesto, deben llevarse a cabo con bastante lentitud y con el menor esfuerzo y prisa posibles.



TEXTO


V. La ilusión del ego-cuerpo



1. Todas las cosas obran conjuntamente para el bien. 2En esto no hay excepciones, salvo a juicio del ego. 3El ego se mantiene extre­madamente alerta con respecto a lo que permite llegar hasta la conciencia, y ésa no es la manera en que una mente equilibrada se mantiene ecuánime. 4El desequilibrio del ego se acentúa aún más porque mantiene su motivación principal oculta de tu con­ciencia, y hace que el control predomine sobre la cordura. 5El ego tiene todas las razones del mundo para hacer esto, de acuerdo con el sistema de pensamiento que le dio origen y al que sirve. 6Puesto que el sano juicio juzgaría irrevocablemente contra él, el ego lo tiene que eliminar en aras de su propia supervivencia.

2. Una de las causas principales del estado de desequilibrio del ego es su falta de discernimiento entre lo que es el cuerpo y lo que son los Pensamientos de Dios. 2Los Pensamientos de Dios son inaceptables para el ego porque apuntan claramente al hecho de que él no existe. 3El ego, por lo tanto, los distorsiona o se niega a aceptarlos. 4Pero no puede hacer que dejen de existir. 5El ego, por consiguiente, trata de ocultar no sólo los impulsos "inacepta­bles" del cuerpo, sino también los Pensamientos de Dios, ya que ambos suponen una amenaza para él. 6Dado que lo que básica­mente le preocupa es su propia supervivencia ante cualquier amenaza, el ego los percibe a ambos como si fueran lo mismo. 7Y al percibirlos así, evita ser aniquilado, como de seguro lo sería en presencia del conocimiento.

3. Cualquier sistema de pensamiento que confunda a Dios con el cuerpo no puede por menos que ser demente. 2Sin embargo, esa confusión es esencial para el ego, que juzga únicamente en fun­ción de lo que supone o no una amenaza para él. 3En cierto sen­tido su temor a Dios es cuando menos lógico, puesto que la idea de Dios hace que el ego se desvanezca. 4Pero que le tenga miedo al cuerpo, con el que se identifica tan íntimamente, no tiene nin­gún sentido.

4. El cuerpo es el hogar que el ego ha elegido para sí. 2Ésta es la única identificación con la que se siente seguro, ya que la vulnera­bilidad del cuerpo es su mejor argumento de que tú no puedes proceder de Dios. 3Ésta es la creencia que el ego apoya ferviente­mente. 4Sin embargo, odia al cuerpo porque no lo considera lo suficientemente bueno como para ser su hogar. 5En este punto es donde la mente queda definitivamente. aturdida. 6Habiéndole dicho el ego que ella es realmente parte del cuerpo y que el cuerpo es su protector, también le dice que el cuerpo no puede protegerla. 7Por consiguiente, la mente inquiere: "¿Dónde puedo encontrar protección?", a lo que el ego responde: "En mí". 8La mente, y no sin razón, le recuerda al ego que él mismo ha insistido que con lo que ella se tiene que identificar es con el cuerpo, de modo que no tiene objeto recurrir a él para obtener protección. 9El ego no dis­pone de una respuesta plausible para esto, puesto que no la hay, pero sí dispone de una solución típica: 10eliminar la pregunta de la conciencia. 11Una vez fuera de la conciencia la pregunta puede producir desasosiego, y de hecho lo produce, pero no puede ser contestada porque no puede ser planteada.

5. Ésta es la pregunta que debes hacerte: "¿Adónde debo acudir en busca de protección?" 2”Busca y hallarás" no significa que tengas que buscar ciega y desesperadamente algo que no podrías reconocer. 3La búsqueda que tiene sentido se emprende consciente­mente, se organiza conscientemente y se dirige conscientemente. 4El objetivo debe formularse claramente y luego tenerse siempre presente. 5Aprender y querer aprender son inseparables. 6Te resulta más fácil aprender cuando crees que lo que estás tratando de aprender tiene valor para ti. 7Ahora bien, no todo lo que tal vez quieras aprender tiene valor duradero. 8En realidad, muchas de las cosas que quieres aprender tal vez las hayas escogido precisa­mente porque su valor es efímero

6.  El ego cree que es una ventaja no comprometerse con nada que sea eterno, ya que lo eterno sólo puede proceder de Dios. 2La eternalidad es la única función que el ego ha tratado de desarrollar, si bien ha fracasado repetidamente. 3El ego transige con la cuestión de lo eterno, al igual que con todas las cuestiones que de algún modo tienen que ver con la verdadera pregunta, la cual espera encubrir y mantener fuera de la conciencia ocupándose de  asuntos marginales. 4La tendencia típica del ego de estar continuamente ocupado con nimiedades tiene como objeto apoyar ese propósito. 5Uno de sus ardides favoritos para obstaculizar el aprendizaje es embarcarse en problemas diseñados de tal manera que su resolución sea imposible. 6La pregunta que nunca formulan quienes se embarcan en tales maniobras dilatorias es: "¿Para qué?" 7Esa es la pregunta que tú tienes que aprender a plantear en relación con todo. 8¿Qué propósito tiene esto? 9Sea cual fuere, dirigirá tus esfuerzos automáticamente. 10Cuando tomas una decisión con respecto a un propósito, tomas una decisión con respecto a los esfuerzos que vas a llevar a cabo en el futuro. 11Y esta decisión permanecerá en vigor a menos que cambies de parecer.

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