DESPERTAR AL AMOR

martes, 10 de junio de 2014

10 JUNIO: Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.

AUDIOLIBRO
 


EJERCICIOS



Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.



1. Hoy vamos a practicar de manera diferente, y a pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor. 2He aquí la salvación, en las simples palabras con las que practicamos la idea de hoy. 3He aquí la respuesta a toda tentación, pues jamás puede dejar de darle la bienvenida al Cristo allí donde antes imperaban la ira y el miedo. 4Aquí se consuma la Expiación, el mundo se transpone sin riesgo alguno y el Cielo queda restaurado. 5He aquí la respuesta que te da la Voz que habla por Dios.
                                                  
       
2. La condición natural de la mente es una de abstracción total. 2Mas una parte de ella se ha vuelto antinatural. 3No ve todo como si fuese uno solo, 4sino que ve únicamente fragmentos del todo, pues sólo de esa manera puede forjar el mundo parcial que tú ves. 5El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver. 6Todo lo que oyes le trae a la mente únicamente los sonidos que ésta desea oír.

3. Así fue como surgió lo concreto. 2Y ahora son las cosas concre­tas las que tenemos que usar en nuestras prácticas. 3Se las entre­gamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros les conferimos. 4Él sólo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo.

4. Un hermano es todos los hermanos. 2Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. 3Ésta es la verdad. 4No obstante, ¿aclaran estos pensamientos el signifi­cado de la creación? 5¿Te brindan estas palabras perfecta claridad? 6¿Qué parecen ser sino sonidos huecos; bellos tal vez, correctos en el sentimiento que expresan aunque fundamentalmente incom­prendidos e incomprensibles? 7La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstrac­ción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. 8Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.

5. Nos parece que es el cuerpo el que coarta nuestra libertad, el que nos hace sufrir y el que finalmente acaba con nuestras vidas. 2Sin embargo, los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo. 3El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. 4El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. 5Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto.

6. Los cuerpos atacan; las mentes no. 2Este pensamiento nos hace pensar sin duda en el texto, en el que se subraya con frecuencia. 3Ésta es la razón por la que los cuerpos se convierten tan fácilmente en símbolos del miedo. 4Se te ha instado en innumerables ocasiones a que mires más allá del cuerpo, pues lo que éste ve es el símbolo del "enemigo" del amor que la visión de Cristo no ve. 5El cuerpo es el blanco del ataque, ya que nadie piensa que lo que odia sea una mente. 6Sin embargo, ¿qué otra cosa sino la mente le ordena al cuerpo a que ataque? 7¿Qué otra cosa podría ser la sede del miedo sino lo que piensa en el miedo?

7. El odio es algo concreto. 2Tiene que tener un blanco. 3Tiene que percibir un enemigo de tal forma que éste se pueda tocar, ver, oír y finalmente matar. 4Cuando el odio se posa sobre algo, exige su muerte tan inequívocamente como la Voz de Dios proclama que la muerte no existe. 5El miedo es insaciable  y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se siente impulsado a volverse contra sí mismo y destruirse.

8. Quien ve a un hermano como un cuerpo lo está viendo como el símbolo del miedo. 2Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él otra vez: 3No subestimes la intensidad de la furia que puede producir el miedo que ha sido proyectado. 4Chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo.

9. Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que el Cielo tiene en gran estima, los ángeles aman y Dios creó perfecto. 2Ésta es su realidad. 3Y en la visión de Cristo su hermosura se ve reflejada de una manera tan santa y tan bella que apenas podrías contener el impulso de arrodillarte a sus pies. 4Mas en lugar de ello tomarás su mano, pues tú eres semejante a él en la visión que lo ve así. 5El ataque que lanzas contra él es lo que es tu enemigo, pues te impide percibir que en sus manos está tu salvación. 6Pídele únicamente eso y él te la dará. 7No le pidas que sea el símbolo de tu miedo. 8¿Pedirías acaso que el amor se destruyese a si a mismo? 9¿O preferirías que te fuese revelado y que te liberase? 

10. Hoy vamos a practicar de una manera que ya hemos intentado antes. 2Ya estás más preparado, y hoy te acercarás más a la visión de Cristo. 3Si te propones alcanzarla, hoy lo lograrás. 4Y una vez que la hayas alcanzado, no estarás dispuesto a aceptar los testi­gos que convocan los ojos del cuerpo. 5Lo que verás te traerá con su cántico el recuerdo de melodías ancestrales. 6El Cielo no se ha olvidado de ti. 7¿No te gustaría acordarte de él?.

11. Selecciona a un hermano para que sea el símbolo de los demás y pídele la salvación. 2Visualízalo primero tan claramente como puedas, de la misma manera en que estás acostumbrado a verlo. 3Observa su rostro, sus manos, sus pies, su ropa. 4Obsérvalo son­reír, y ve los gestos que le has visto hacer tan a menudo que ya te resultan familiares. 5Luego piensa en esto: lo que estás viendo ahora te impide ver a aquel que te puede perdonar todos tus pecados, arrancar con sus sagradas manos los clavos que atravie­san las tuyas y quitar de tu ensangrentada frente la corona de espinas que tú mismo te pusiste. 6Pídele lo siguiente para que él pueda liberarte:

7Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.
8Quiero con­templarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad.

12. Y Aquel a Quien has invocado te responderá. 2Pues oirá en ti la Voz que habla por Dios y te responderá con la tuya. 3Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti. 4La idea de hoy es la manera de escaparte del miedo y de la ira. 5Cerciórate de repetirla inme­diatamente en caso de sentir la tentación de atacar a un hermano y de percibir en él el  símbolo de tu miedo. 6Y lo verás cambiar súbitamente de enemigo a salvador; de demonio al Cristo.




TEXTO

VIII. El santo lugar de encuentro

 

1. Has escondido en las tinieblas, la gloria que Dios te dio, así como el poder con que Él dotó a Su inocente Hijo. 2Todo ello yace oculto en cada rincón tenebroso, envuelto en culpabilidad y en la oscura negación de la inocencia. 3Detrás de las sombrías puertas que has cerrado no hay nada porque no hay nada que pueda opacar el regalo de Dios. 4El que las hayas cerrado es lo que te impide reconocer el poder de Dios que refulge en ti. 5No destie­rres el poder de tu mente, sino permite que todo lo que oculta tu gloria sea llevado ante el juicio del Espíritu Santo para que allí quede disuelto. 6Todo aquel a quien Él quiere salvar para la gloria es salvado para ella. 7El le prometió al Padre que tú serías liberado de la pequeñez y llevado a la gloria a través Suyo. 8Él es completamente fiel a lo que le prometió a Dios, pues comparte con Él la promesa que se le dio para que la compartiese contigo.

2. Él aún la comparte, para tu beneficio. 2Cualquier otra cosa que te prometa algo diferente, sea grande o pequeño, de mucho o poco valor, Él lo reemplazará con la única promesa que se le dio para que la depositara sobre el altar a tu Padre y a Su Hijo. 3No hay ningún altar a Dios que no incluya a Su Hijo. 4Y cualquier cosa que se lleve ante dicho altar que no sea igualmente digna de Ambos, será reemplazada por regalos que sean completamente aceptables tanto para el Padre como para el Hijo. 5¿Puedes acaso ofrecerle culpabilidad a Dios? 6No puedes, entonces, ofrecérsela a Su Hijo. 7Pues Ellos no están separados, y los regalos que se le hacen a uno, se le hacen al otro. 8No conoces a Dios porque des­conoces esto. 9Y, sin embargo, conoces a Dios y también sabes esto. 10Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. 11Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. 12La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. 13En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. 14Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. 15El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. 16Y por lo tanto, así es.

3. No dejes que tu mente vague por corredores sombríos, lejos del centro de la luz. 2Tú y tu hermano podéis elegir extraviaros, pero sólo os podéis volver a unir a través del Guía que se os ha proporcionado. 3Él te conducirá sin duda alguna allí donde Dios y Su Hijo esperan tu reconocimiento de Ellos. 4Ellos están unidos en el propósito de darte el regalo de unidad ante el cual toda separación desaparece. 5Únete a lo que eres. 6No puedes unirte a nada, excepto a la realidad. 7La gloria de Dios y de Su Hijo es ciertamente tuya. 8Ellos no tienen opuesto, y no hay nada más que puedas otorgarte a ti mismo.

4. No existe substituto para la verdad. 2Y la verdad hará que esto resulte evidente para ti a medida que se te conduzca al lugar donde has de encontrarte con ella. 3Y se te conducirá allí mediante una dulce comprensión que no te puede conducir a ninguna otra parte. 4Donde Dios está, allí estás tú. 5Ésa es la verdad. 6Nada puede convertir el conocimiento que Dios te dio en falta de cono­cimiento. 7Todo lo que Dios creó conoce a su Creador. 8Pues así es como el Creador y Sus creaciones crean la creación. 9En el santo lugar de encuentro el Padre y Sus creaciones están unidos, y junto con ellos lo están también las creaciones de Su Hijo. 10Hay un solo eslabón que los une a todos y los mantiene en la unidad desde la cual tiene lugar la creación.

5. El eslabón a través del que el Padre se une a quienes Él da el poder de crear jamás puede ser destruido. 2El Cielo en sí es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador. 3Y el Cielo sigue siendo lo que la Voluntad de Dios dispone para ti. 4No deposites ninguna otra ofrenda sobre tus altares, pues no hay nada que pueda coexistir con el Cielo. 5Ahí tus insignificantes ofrendas se depositan junto al regalo de Dios, y sólo lo que es digno del Padre es aceptado por el Hijo, a quien va destinado. 6A quien Dios se da a Sí Mismo, Dios se ha dado. 7Tus insignificantes ofrendas desaparecerán del altar donde Él ha depositado la Suya Propia.

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