DESPERTAR AL AMOR

lunes, 9 de febrero de 2015

9 FEBRERO: Soy bendito por ser un Hijo de Dios.

AUDIOLIBRO

EJERCICIO


LECCION 40


Soy bendito por ser un Hijo de Dios.


1. Comenzamos hoy a afirmar algunas de las bienaventuranzas a las que tienes derecho por ser quien eres. 2Hoy no se requieren largas sesiones de práctica, sino muchas cortas y frecuentes. 3Lo ideal sería una cada diez minutos, y se te exhorta a que trates de mantener este horario y a adherirte a él siempre que puedas. 4Si te olvidas, trata de nuevo. 5Si hay largas interrupciones, trata de nuevo. 6Siempre que te acuerdes, trata de nuevo.

2. No es preciso que cierres los ojos durante los ejercicios, aunque probablemente te resultará beneficioso hacerlo. 2Mas puede que durante el día te encuentres en situaciones en las que no puedas cerrar los ojos. 3No obstante, no dejes de hacer la sesión por eso. 4Puedes practicar muy bien en cualquier circunstancia, si real­mente deseas hacerlo.

3. Los ejercicios de hoy no requieren ningún esfuerzo ni mucho tiempo. 2Repite la idea de hoy y luego añade varios de los atribu­tos que asocias con ser un Hijo de Dios, aplicándotelos a ti mismo. 3Una sesión de práctica, por ejemplo, podría consistir en lo siguiente:

4Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
5Soy feliz y estoy en paz; soy amoroso y estoy contento.

6Otra podría ser, por ejemplo:

7Soy bendito por ser un Hijo de Dios.
8Estoy calmado y sereno; me siento seguro y confiado.

9Si sólo dispones de un momento, basta con que simplemente te digas a ti mismo que eres bendito por ser un Hijo de Dios.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Mantenerte en contacto con las cosas felices a las que tienes derecho como Hijo de Dios.

Recordatorios frecuentes: Lo más deseable es cada 10 minutos.

Cierra los ojos (si es posible), repite la idea, y aplícate a ti mismo varias cualidades que asocias con ser un Hijo de Dios. Por ejemplo: “Soy bendito por ser un Hijo de Dios. Soy feliz y estoy en paz; soy amoroso y estoy contento”.

Observaciones: Puedes ver que realmente nos pide que hagamos la práctica hoy. Te anima a que trates de mantener este horario (1:3). Nos recuerda que la práctica “no requiere ningún esfuerzo ni mucho tiempo” (3:1). Y tiene tres recursos para cuando no hacemos o no podemos hacer la práctica según las instrucciones:

1. Cuando notes que te has olvidado practicar, aunque sea por mucho tiempo, en lugar de sentirte culpable por ello y abandonar, simplemente vuelve a la práctica de inmediato.
2. Si no puedes cerrar los ojos, lo que sucederá muy a menudo, no permitas que eso te impida la práctica. Hazla con los ojos abiertos.
3. Si no hay bastante tiempo para hacer la práctica como se sugiere, simplemente repite la idea. Eso supone sólo cuatro segundos.

Comentario

No se te puede pasar por alto la importancia que el Libro de Ejercicios le concede a intentar la práctica según las instrucciones. En esta lección, cuya práctica es en cierto sentido más relajada que la de ayer y en otro sentido una intensificación, no puedes leer estas palabras y pensar que el autor cree que no importa si seguimos las instrucciones o no:

“Hoy no se requieren largas sesiones de práctica, sino muchas cortas y frecuentes. Lo ideal sería una cada diez minutos, y se te exhorta a que trates de mantener este horario y a adherirte a él siempre que puedas. Si te olvidas, trata de nuevo. Si hay largas interrupciones, trata de nuevo. Siempre que te acuerdes, trata de nuevo”. (1:2-6)

Trata… trata… trata. Cuanto más a menudo repitamos la lección, mayor efecto tendrá en nuestra mente. ¿Cómo puedes hacer un “curso en entrenamiento mental” (T.1.VII.4:1) sin una disciplina mental? No puedes, es así de simple.

Al mismo tiempo date cuenta de que aquí no se “culpa” en absoluto. El autor espera (o permite) nuestra indisciplina y nuestro olvido y nuestras “largas interrupciones” (1:5). Él sabe que no tenemos disciplina, precisamente por eso es tan “necesaria” la práctica. Pero Él no nos juzga por ello. Simplemente dice: “Si te olvidas, inténtalo de nuevo”. No dejes que tu olvido, aunque sea durante largos periodos del día, sea una excusa para abandonarlo durante el resto del día. Cada vez que nos acordemos, añadimos un eslabón a la “cadena eslabonada de perdón que, una vez completa, es la Expiación (T.1.I.25:1).

Incluso llega a señalar que porque no puedas quedarte solo y cerrar los ojos, eso no es excusa para no practicar. “Puedes practicar muy bien en cualquier circunstancia, si realmente deseas hacerlo” (2:4).

La práctica de hoy es muy sencilla, simplemente, hacer afirmaciones positivas sobre nosotros mismos: “Soy bendito por ser un Hijo de Dios. Estoy calmado y sereno; me siento seguro y confiado” (3:7-8). Esto puede llevar 10 o 15 segundos, quizás un poco más para pensar en una nueva lista de cualidades que asocias con ser un Hijo de Dios: “Estoy sereno, soy competente e inquebrantable”. “Soy alegre, radiante, y estoy lleno de amor”.

¿Puede alguno de nosotros considerar un sufrimiento realizar una práctica como ésta? Nuestro ego sí, y se resistirá. Ya no estoy asustado, pero sigo sorprendiéndome de la variedad de maneras que el ego encuentra para distraerme y evitar mis prácticas de felicidad, pues eso es todo lo que estamos haciendo aquí. Observar la constante oposición del ego a mi felicidad es algo que me convenció de esta línea del texto: “El ego no te ama” (T.9.VII.3:5).

Por razón de lo que yo soy, una extensión de Dios, tengo derecho a la felicidad. El ego tiene que resistirse a esa idea porque su existencia depende de mi creencia de que yo me he separado de Dios, por eso el ego quiero que yo sea desgraciado. Quiere que yo crea que no merezco ser feliz. Quizás no quiere que yo sea completamente desgraciado, eso podría provocar que reconsiderara todo. Sólo “un leve río de infelicidad”, como lo llama Marianne Williamson. Sólo un soplo de tristeza y de impermanencia colándose hasta en mis mejores momentos. Justo lo suficiente para evitar que escuche al Otro Tío que habla de mi unión con Dios. Y ciertamente no quiere que yo sea feliz. Ser feliz es peligroso para el ego. Ser feliz significa que la separación no es verdad.

¡Y no lo es!







TEXTO

Capítulo 5 

 


CURACIÓN Y PLENITUD


Introducción


1. Curar es hacer feliz. 2Te he dicho que pensases en las muchas oportunidades que has tenido de regocijarte y en las muchas que has dejado pasar. 3Esto es lo mismo que decirte que has rehusado sanar. 4Tu luz es la luz de la dicha. 5El resplandor no está asociado con la aflicción. 6La dicha suscita que uno esté completamente dispuesto a compartirla, y fomenta el impulso natural de la mente de responder cual una sola. 7Quienes intentan curar sin ser ellos mismos completamente dichosos, suscitan diferentes respuestas a la vez y, por consiguiente, privan a otros de la dicha de responder de todo corazón.

2. Para poder actuar de todo corazón tienes que ser feliz. 2Si el miedo y el amor no pueden coexistir, y si es imposible estar com­pletamente atemorizado y seguir viviendo, el único estado de plenitud posible es el del amor. No existe diferencia alguna entre el amor y la dicha. 4Por lo tanto, el único estado de plenitud posi­ble es el de absoluta dicha. 5Curar o hacer feliz es, por lo tanto, lo mismo que integrar y unificar. 6Por eso es por lo que no importa a qué parte de la Filiación se le ofrece la curación o qué parte la lleva a cabo. Todas las partes se benefician, y se benefician por igual.

3. Todo pensamiento benévolo que cualquiera de tus hermanos abrigue en cualquier parte del mundo te bendice. 2Deberías que­rer bendecirles a tu vez, como muestra de agradecimiento. 3No tienes que conocerlos personalmente ni ellos a ti. La luz es tan potente que irradia a través de toda la Filiación, la cual da gracias al Padre por irradiar Su dicha sobre ella. 5Únicamente los santos Hijos de Dios son canales dignos de Su hermosa dicha porque sólo ellos son lo suficientemente hermosos como para conservarla compartiéndola. 6Es imposible que un Hijo de Dios pueda amar a su prójimo de manera diferente de como se ama sí mismo. 7De ahí que la plegaria del sanador sea:

8Permíteme conocer a este hermano como me conozco a mí mismo.


I. La invitación al Espíritu Santo



1.  La curación es un pensamiento por medio del cual dos mentes perciben su unidad y se regocijan. 2Su gozo exhorta a todos los miembros de la Filiación a que se regocijen junto con ellas, y per­mite que Dios acuda a ellas y se manifieste a través de ellas. 3Sólo la mente sana puede experimentar una revelación de efectos duraderos porque la revelación es una experiencia de pura dicha. 4Si no eliges ser completamente dichoso, tu mente no puede tener lo que no elige ser. 5Recuerda que para el espíritu no hay diferencia alguna entre tener y ser. 6La mente superior piensa de acuerdo con las leyes que el espíritu obedece, y, por lo tanto, honra únicamente las leyes de Dios. 7Para el espíritu, obtener no significa nada y dar loes todo. 8Al tenerlo todo, el espíritu lo conserva dándolo, y, de este modo, crea de la misma manera en que el Padre creó. 9Aunque esta manera de pensar no tiene nada que ver con la posesión de bienes materiales, aun a la mente inferior le resulta comprensi­ble en conexión con ideas. 10Si compartes una posesión física, cier­tamente divides su propiedad. 11Mas si compartes una idea, no la debilitas. 12Toda ella te sigue perteneciendo aunque la hayas dado completamente. 13Lo que es más, si aquel a quien se la has dado la acepta como suya, eso la refuerza en tu mente, y, por lo tanto, la expande. 14Si puedes aceptar el concepto de que este mundo es un mundo de ideas, la creencia en la falsa conexión que el ego hace entre dar y perder desaparece.

2. Demos comienzo a nuestro proceso de re-despertar con unos cuantos conceptos simples:

2Los pensamientos se expanden cuando se comparten.
3Cuantos más creen en ellos, más poderosos se tornan.
4Todo es una idea.
5¿Cómo, entonces, puede asociarse dar con perder?


3. Ésta es la invitación al Espíritu Santo. 2He dicho ya que puedo ascender hasta lo alto y hacer que el Espíritu Santo descienda hasta ti, mas sólo puedo hacer eso a instancia tuya. 3El Espíritu Santo se encuentra en tu mente recta, tal como se encontraba en la mía. 4La Biblia dice: "Que more en ti la mente que estaba en Cristo Jesús", y lo utiliza como una bendición. 5Se trata de la bendición de la mentalidad milagrosa. 6Te pide que pienses tal como yo pensé, uniéndote de este manera a mí en el modo de pensar de Cristo.

4. El Espíritu Santo es la única parte de la Santísima Trinidad que tiene una función simbólica. 2Se le ha llamado el Sanador, el Con­solador y el Guía. 3Se le ha descrito también como algo "sepa­rado", aparte del Padre y del Hijo. 4Yo mismo dije: "Si me voy os enviaré otro Consolador que morará con vosotros para siempre". 5Su función simbólica hace que Él sea difícil de entender, ya que todo simbolismo se presta a diferentes interpretaciones. 6Como hombre, y también como una de las creaciones de Dios, mi recto pensar, que procedió del Espíritu Santo o Inspiración Universal, me enseñó en primer lugar y ante todo, que esta Inspiración es para todos. 7Yo mismo no hubiese podido gozar de ella de no haber sabido esto. 8La palabra "sabido" es apropiada en este con­texto porque el Espíritu Santo está tan próximo al conocimiento que lo evoca, o mejor dicho, facilita su llegada. 9He hablado ante­riormente de la percepción elevada o "verdadera", que está tan próxima a la verdad que Dios Mismo puede salvar la diminuta brecha que hay entre ellas. 10El conocimiento está siempre listo para fluir a cualquier parte, pero no puede oponerse a nada. 11Puedes, por consiguiente, obstruirlo, pero jamás perderlo.

5. El Espíritu Santo es la Mente de Cristo, la cual es consciente del conocimiento que yace más allá de la percepción. 2El Espíritu Santo comenzó existir como medió de protección al producirse la separación, lo cual inspiró simultáneamente el principio de la Expiación. 3Antes de eso no había necesidad de curación, pues nadie estaba desconsolado. 4La Voz del Espíritu Santo es la Lla­mada a la Expiación, es decir, a la restitución de la integridad de la mente. 5Cuando la Expiación se complete y toda la Filiación sane, dejará de haber una llamada a retornar. 6Pero lo que Dios crea es eterno. 7El Espíritu Santo permanecerá con los Hijos de Dios para bendecir las creaciones de éstos y mantenerlas en la luz de la dicha.

6. Dios honró incluso las creaciones falsas de sus Hijos porque ellos las habían hecho. 2Pero también bendijo a Sus Hijos con una manera de pensar que fuese capaz de elevar sus percepciones a tal altura, que casi pudieran llegar hasta Él. 3El Espíritu Santo es la Mente de la Expiación. 4Representa un estado mental lo suficien­temente próximo a la Mentalidad-Uno como para que la transfe­rencia a ella sea finalmente posible. 5La percepción no es conocimiento, pero puede ser transferida al conocimiento, o cru­zar hasta él. 6Tal vez sea más útil en este caso utilizar el significado literal de la palabra "transferida", o sea "transportada", puesto que el último paso es Dios Quien lo da.


7. El Espíritu Santo -la Inspiración que toda la Filiación com­parte- induce a una clase de percepción en la que muchos ele­mentos son como los del Reino de los Cielos: 2En primer lugar, su universalidad es perfectamente inequí­voca, y nadie que la alcance podría pensar ni por un momento que compartirla signifique cualquier otra cosa que no sea ganar. 3En segundo lugar, es una percepción que es incapaz de atacar, y, por lo tanto, es verdaderamente receptiva. 4Esto quiere decir que si bien no engendra conocimiento, tampoco lo obstruye en modo alguno. 5Finalmente, señala al camino que lleva lo que está más allá de la curación qué trae consigo, y conduce a la mente más allá de su propia integración, hacia los senderos de la creación. 6En este punto es donde se producen suficientes cambios cuantitativos para producir un verdadero salto cualitativo.



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