DESPERTAR AL AMOR

jueves, 30 de junio de 2016

30 JUNIO: Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

Introducción a las lecciones 181-200

 

1. El propósito de estas próximas lecciones es intensificar tu buena voluntad a fin de fortalecer tu débil compromiso y de fun­dir todos tus variados objetivos en un solo empeño. 2No se te pide que tu dedicación sea total todo el tiempo. 3Pero sí que prac­tiques ahora a fin de llegar a alcanzar la sensación de paz que, aunque sólo sea de manera intermitente, tal compromiso unifi­cado brinda. 4Experimentar eso es lo que hará que estés comple­tamente dispuesto a seguir el camino que este curso señala.

2. Nuestras lecciones están ahora orientadas específicamente a ampliar tus horizontes, y a tratar de manera directa con determi­nados obstáculos que mantienen tu visión constreñida y dema­siado limitada para dejarte ver el valor de nuestro objetivo. 2Lo que nos proponemos ahora es trascender esos obstáculos, aun­que sólo sea brevemente. 3Las palabras en sí no pueden transmi­tir la sensación de liberación que se experimenta una vez que se han eliminado dichos obstáculos. 4Mas la experiencia de libertad y de paz que descenderá sobre ti cuando renuncies a tu férreo control de lo que ves será más que suficiente para convencerte. 5Tu motivación se intensificará de tal manera que las palabras dejarán de ser relevantes. 6Sabrás con certeza lo que quieres y lo que no tiene valor.

3. Así pues, comencemos la jornada que nos llevará más allá de las palabras, concentrándonos en primer lugar en lo que todavía supone un escollo para tu progreso. 2La experiencia de lo que existe más allá de toda actitud defensiva sigue siendo inalcanza­ble mientras se siga negando. 3Quizá esté ahí, pero tú no puedes aceptar su presencia. 4De modo que lo que nos proponemos ahora es ir más allá de todas las defensas por un breve intervalo cada día. 5No se te pide nada más porque no se necesita nada más. 6Ello será suficiente para garantizar que todo lo demás llegue.







AUDIOLIBRO





EJERCICIOS

LECCIÓN 181

Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.


1. Confiar en tus hermanos es esencial para establecer y sustentar tu fe en tu propia capacidad para trascender tus dudas y tu falta de absoluta convicción en ti mismo. 2Cuando atacas a un her­mano, proclamas que está limitado por lo que tú has percibido en él. 3No estás viendo más allá de sus errores. 4Por el contrario, éstos se exageran, convirtiéndose en obstáculos que te impiden tener conciencia del Ser que se encuentra más allá de tus propios erro­res, así como de sus aparentes pecados y de los tuyos.

2. La percepción tiene un enfoque. 2Eso es lo que hace que lo que ves sea consistente. 3Cambia de enfoque, y, lo que contemples, consecuentemente cambiará. 4Ahora se producirá un cambio en tu visión para apoyar la intención que ha reemplazado a la que antes tenías. 5Deja de concentrarte en los pecados de tu hermano, y experimentarás la paz que resulta de tener fe en la impecabilidad. 6El único apoyo que esta fe recibe procede de lo que ves en otros más allá de sus pecados. 7Pues sus errores, si te concentras en ellos, no son sino testigos de tus propios pecados. 8Y no podrás sino verlos, lo cual te impedirá ver la impecabilidad que se encuentra más allá de ellos.

3. En nuestras prácticas de hoy, por lo tanto, lo primero que vamos a hacer es dejar que todos esos insignificantes enfoques den paso a la gran necesidad que tenemos de que nuestra impeca­bilidad se haga evidente. 2Damos instrucciones a nuestras mentes para que, por un breve intervalo, eso, y sólo eso, sea lo que bus­quen. 3No vamos a preocuparnos por objetivos futuros. 4Lo que vimos un instante antes no nos preocupará en absoluto dentro de este lapso de tiempo en el que nuestra práctica consiste en cam­biar de intención. 5Buscamos la inocencia y nada más. 6Y la busca­mos sin interesarnos por nada que no sea el ahora.

4. Uno de los mayores obstáculos que ha impedido tu éxito ha sido tu dedicación a metas pasadas y futuras. 2El que las metas que propugna este curso sean tan extremadamente diferentes de las que tenías antes ha sido motivo de preocupación para ti. 3Y también te has sentido consternado por el pensamiento restric­tivo y deprimente de que, incluso si tuvieses éxito, volverías ine­vitablemente a perder el rumbo.

5. ¿Por qué habría de ser esto motivo de. preocupación? 2Pues el pasado ya pasó y el futuro es tan solo algo imaginario. 3Preocupa­ciones de esta índole no son sino defensas: para impedir que cam­biemos el enfoque de nuestra percepción en el presente. 4Nada más. 5Vamos a dejar de lado estas absurdas limitaciones por un momento. 6No vamos a recurrir a creencias pasadas, ni a dejar que lo que hayamos de creer en el futuro nos estorbe ahora. 7Damos comienzo a nuestra sesión de práctica con un solo propósito: ver la impecabilidad que mora dentro de nosotros.

6. Reconoceremos que hemos perdido de vista este objetivo si de alguna manera la ira se interpone en nuestro camino. 2Y si se nos ocurre pensar en los pecados de un hermano, nuestro restringido foco nos nublará la vista y nos hará volver los ojos hacia nuestros propios errores, que exageraremos y llamaremos "pecados". 3De modo que, por un breve intervalo, de surgir tales obstáculos, los transcenderemos sin ocuparnos del pasado o del futuro, dando instrucciones a nuestras mentes para que cambien de foco, según decimos:

4No es esto lo que quiero contemplar.
5Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

7. Y nos valdremos asimismo de este pensamiento para mante­nernos a salvo a lo largo del día. 2No estamos interesados en metas a largo plazo. 3Conforme cada uno de los obstáculos nuble la visión de nuestra impecabilidad, lo único que nos interesará será poner fin, por un instante, al dolor que, de concentrarnos en el pecado experimentaríamos, y que, de no corregirlo, persistiría.

8. No vamos en pos de fantasías. 2Pues lo que procuramos con­templar está realmente ahí. 3Y conforme nuestro foco se extienda más allá del error, veremos un mundo completamente impecable. 4Y cuando esto sea lo único que queramos ver y lo único que busquemos en nombre de la verdadera percepción, los ojos de Cristo se volverán inevitablemente los nuestros. 5El Amor que Él siente por nosotros se volverá también el nuestro. 6Esto será lo único que veremos reflejado en el mundo, así como en nosotros mismos.

9. El mundo que una vez proclamó nuestros pecados se convierte ahora en la prueba de que somos incapaces de pecar. 2Y nuestro amor por todo aquel que contemplemos dará testimonio de que recordamos al santo Ser que no conoce el pecado, y que jamás podría concebir nada que no compartiese Su impecabilidad. 3Éste es el recuerdo que queremos evocar hoy cuando consagramos nuestras mentes a la práctica. 4No miramos ni hacia adelante ni hacia atrás. 5Miramos directamente al presente. 6Y depositamos nuestra fe en la experiencia que ahora pedimos. 7Nuestra impeca­bilidad no es sino la Voluntad de Dios. 8En este instante nuestra voluntad dispone lo mismo que la Suya.




TEXTO 


X. La hora del renacer


1. Mientras estés en el tiempo, tendrás el poder de demorar la perfecta unión que existe entre Padre e Hijo. 2Pues en este mundo, la atracción de la culpabilidad se interpone entre ellos. 3En la eternidad, ni el tiempo ni las estaciones del año tienen significado alguno. 4Pero aquí, la función del Espíritu Santo es valerse de ambas cosas, mas no como lo hace el ego. 5Ésta es la temporada en la que se celebra mi nacimiento en el mundo. 6Más no sabes cómo celebrarlo. 7Deja que el Espíritu Santo te enseñe, y déjame celebrar tu nacimiento través dé Él. 8El único regalo que puedo aceptar de ti es el regalo que yo te hice. 9Libérame tal como yo elijo liberarte ti: 10Celebramos la hora de Cristo juntos, pues ésta no significa nada si estamos separados.

2. El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. 2Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. 3¿Qué otro regalo puedes ofrecerme cuando yo elijo ofrecerte sólo éste? 4Verme a mí es verme en todo el mundo y ofrecerles a todos el regalo que me ofreces mí. 5Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. 6Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. 7Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.

3. Nosotros que somos uno, no podemos dar por separado. 2Cuando estés, dispuesto a reconocer que nuestra relación es real, la culpabilidad dejará de ejercer atracción sobre ti. 3Pues en nues­tra unión aceptarás a todos nuestros hermanos. 4Nací con el solo propósito de dar el regalo de la unión. 5Dámelo a mí, para que así puedas disponer de él. 6La hora de Cristo es la hora señalada para el regalo de la libertad que se le ofrece a todo el mundo. 7Y al tú aceptarla, se la ofreces a todos.

4. En tus manos está hacer que esta época del año sea santa, pues en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora. 2Es posible hacer esto de inmediato, pues lo único que ello requiere es un cambio de percepción, ya que únicamente come­tiste un error. 3Parecen haber sido muchos, pero todos ellos son en realidad el mismo. 4Pues aunque el ego se manifiesta de muchas formas, es siempre la expresión de una misma idea: 5lo que no es amor es siempre miedo, y nada más que miedo.

5. No es necesario seguir al miedo por todas las tortuosas rutas subterráneas en las que se oculta en la oscuridad, para luego emerger en formas muy diferentes de lo que es. 2Pero sí es nece­sario examinar cada una de ellas mientras aún conserves el prin­cipio que las gobierna a todas. 3Cuando estés dispuesto a considerarlas, no como manifestaciones independientes, sino como diferentes expresiones de una misma idea, la cual ya no deseas, desaparecerán al unísono. 4La idea es simplemente ésta: crees que es posible ser anfitrión del ego o rehén de Dios. 5Éstas son las opciones que crees tener ante ti, y crees asimismo que tu decisión tiene que ser entre una y otra. 6No ves otras alternativas, pues no puedes aceptar el hecho de que el sacrificio no aporta nada. 7El sacrificio es un elemento tan esencial en tu sistema de pensamiento, que la idea de salvación sin tener que hacer algún sacrificio no significa nada para ti. 8Tu confusión entre lo que es el sacrificio y lo que es el amor es tan aguda que te resulta impo­sible concebir el amor sin sacrificio. 9Y de lo que debes darte cuenta es de lo siguiente: el sacrificio no es amor sino ataque. 10Sólo con que aceptases esta idea, tu miedo al amor desaparece­ría. 11Una vez que se ha eliminado la idea del sacrificio ya no podrá seguir habiendo culpabilidad. 12Pues si hay sacrificio, alguien siempre tiene que pagar para que alguien gane. 13la única cuestión pendiente es a qué precio y a cambio de qué. 

6. Como anfitrión del ego, crees que puedes descargar toda tu culpabilidad siempre que así lo desees, y de esta manera comprar paz. 2no pareces ser tú el que paga. 3Y aunque si bien es obvio que el ego exige un pago, nunca parece que es a ti a quien se lo exige. 4No estás dispuesto reconocer que el ego, a quien tú invitaste, traiciona únicamente a los que creen ser su anfitrión. 5El ego nunca te permitirá percibir esto, ya que este reconocimiento lo dejaría sin hogar. 6Pues cuando este reconocimiento alboree claramente, ninguna apariencia que el ego adopte para ocultarse de tu vista te podrá engañar. 7Toda apariencia será reconocida tan sólo como una máscara de la única idea que se oculta tras todas ellas: que el amor exige sacrificio, y es, por lo tanto, insepa­rable del ataque y del miedo. 8Y que la culpabilidad es el costo del amor, el cual tiene que pagarse con miedo.

7. ¡Cuán temible, pues, se ha vuelto Dios para ti! a¡Y cuán grande es el sacrificio que crees que exige Su amor! 2Pues amar totalmente supondría un sacrificio total. 3Y de este modo, el ego parece exi­girte menos que Dios, y de entre estos dos males lo consideras el menor: a uno de ellos tal vez se le deba temer un poco, pero al otro, a ése hay que destruirlo. 4Pues consideras que el amor es destructivo, y lo único que te preguntas es: ¿quién va a ser destruido, tú u otro? 5Buscas la respuesta a esta pregunta en tus rela­ciones especiales, en las que en parte pareces ser destructor y en parte destruido, aunque incapaz de ser una u otra cosa completa­mente. 6crees que esto te salva de Dios, Cuyo absoluto Amor te destruiría completamente.

8. Crees que todo el mundo exige algún sacrificio de ti, pero no te das cuenta de que eres tú el único que exige sacrificios, y única­mente de ti mismo. 2Exigir sacrificios, no obstante, es algo tan brutal y tan temible que no puedes aceptar dónde se encuentra dicha exigencia. 3El verdadero costo de no aceptar este hecho ha sido tan grande que, antes que mirarlo de frente, has preferido renunciar a Dios. 4Pues si Dios te exigiese un sacrificio total, pare­cería menos peligroso proyectarlo a Él al exterior y alejarlo de ti, que ser Su anfitrión. 5Él le atribuiste la traición del ego, e invi­taste a éste a ocupar Su lugar para que te protegiese de Él. 6no te das cuenta de que a lo que le abriste las puertas es precisamente lo que te quiere destruir y lo que exige que te sacrifiques totalmente. 7Ningún sacrificio parcial puede aplacar a este cruel invitado, pues es un invasor que tan sólo aparenta ser bondadoso, pero siempre con vistas a hacer que el sacrificio sea total.

9. No lograrás ser un rehén parcial del ego, pues él no cumple sus promesas y te desposeerá de todo. 2Tampoco puedes ser su anfitrión sólo en parte. 3Tienes que elegir entre la libertad abso­luta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternati­vas que existen. 4Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que deci­dir. 5Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. 6La salvación es simple, por ser de Dios, y es, por lo tanto, muy fácil de entender. 7No trates de pro­yectarla y verla como algo que se encuentra en el exterior. 8En ti se encuentran tanto la pregunta como la respuesta, lo que te exige sacrificio así como la paz de Dios.

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