DESPERTAR AL AMOR

domingo, 1 de octubre de 2017

1 OCTUBRE: Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 274

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.

1. Padre, hoy quiero dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste y ofrecerle a Tu Hijo el honor que se merece por su impecabilidad; el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo. 2De ese modo soy redimido. 3Y del mismo modo, la verdad pasará a ocupar el lugar que antes ocupa­ban las ilusiones, la luz reemplazará toda oscuridad y Tu Hijo sabrá que él es tal como Tú lo creaste.

2. Hoy nos llega una bendición especial de Aquel que es nuestro Padre. 2Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Dedícale a Él este día, y no tendrás miedo de nada hoy, pues el día habrá sido consagrado al Amor. (2:2)

Miedo es lo que surge cuando cerramos nuestra consciencia al Amor. No es nada sino la ausencia ilusoria del Amor, “ilusoria” porque el Amor nunca está ausente. El Amor es lo único que existe. Como el sol físico, el Amor siempre está brillando. A veces decimos: “Hoy no ha salido el sol”. Por supuesto que el sol ha salido, pero hay una interferencia: las nubes, algo que se pone delante y que nos impide ver el sol. Entonces vemos la oscuridad, que no es sino la ausencia de luz. La oscuridad no es nada en sí misma. Cuando se quita la interferencia, la luz está ahí, como siempre ha estado.

Así también, cuando quitamos la interferencia a nuestra consciencia del Amor, el Amor sigue estando ahí y el miedo ha desaparecido. Si dedicamos este día al Amor, no habrá miedo.

Es fácil ver cómo podemos entender cualquier forma de miedo como una petición de amor. “El miedo es un síntoma de tu profunda sensación de pérdida” (T.12.I.9:1). El miedo es cómo nos sentimos cuando el Amor parece estar ausente; por lo tanto, es simplemente un grito automático a la presencia del Amor. Es una petición de Amor, y nada más. El miedo puede tomar muchas formas: ira, preocupación, tristeza, celos, enfermedad o un deseo adictivo de una cosa o persona, pero todos ellos son sólo formas de miedo. Cuando sea consciente de ellos en mí, voy a llevárselos al Espíritu Santo para que Él pueda reinterpretarlos (T.12.I.8:8-9), para que yo pueda entender que todas las formas de miedo no son nada más que una petición inconsciente de amor (T.12.I.8:13), y por lo tanto no hay nada de lo que sentirse culpable.

Cuando era niño creía que toda enfermedad era causada por gérmenes. Tenía una idea muy clara de que un bicho invasor se metía en mi cuerpo y lo estropeaba, podía entender eso. Aunque metafísicamente esto no es una imagen verdadera, ni siquiera científicamente totalmente cierta, era lo que yo creía que era verdad. Eso era lo que la enfermedad era para mí.

Un día durante un largo viaje estaba sentado en la parte de atrás del coche, leyendo un tebeo. Empecé a sentirme mal. Supongo que nunca había sentido mareo antes, así que debía ser muy pequeño. Pensé que “me estaba poniendo enfermo” y les dije a mis padres que pararan el coche porque me iba a poner enfermo. Entré en la sala de descanso de una estación de servicio. Cuando entraba me sentí menos enfermo. Usé el baño, y pasados unos minutos me sentí mejor. Me sentí muy sorprendido, ¿qué le había pasado a la enfermedad?

Cuando volví al coche y se lo dije a mis padres, ellos dijeron: “¡Oh! Debes haber sentido el mareo por viajar en coche”. Me explicaron que a veces el movimiento puede hacerte sentir mal, pero que no es lo mismo que tener la gripe. Recuerdo que dije algo como: “¿Queréis decir que no estoy enfermo? ¿Qué sólo me siento enfermo? Estuvieron más o menos de acuerdo con mi interpretación. Me explicaron que se debía a que la mente se sentía confundida porque mis ojos estaban mirando a cosas que no se movían mientras que el resto del cuerpo sentía el movimiento. En efecto, me dijeron que ¡la enfermedad se debía a la falsa percepción de mi mente!

En mi joven mente, algo se iluminó. ¡Quería leer aquel tebeo! Aunque mis padres me aconsejaron que no lo hiciese, continué leyendo. Empecé a sentirme mal de nuevo. Pero entonces sabía la verdad: ¡No estaba realmente enfermo! Era una falsa enfermedad. No había ninguna causa real (gérmenes) para estar enfermo. Era mi mente la que me lo estaba haciendo, así que mi mente podía deshacerlo. Así que a pesar de las náuseas y dolor de estómago, seguí leyendo. Me dije a mí mismo: “No estoy realmente enfermo”. Y la náusea desapareció, y ya nunca más he vuelto a sentir mareo en toda mi vida, excepto una vez en un trasatlántico durante una tormenta muy fuerte, después de todo mil cien personas vomitaron, excepto yo y una docena de personas, supongo que la “prueba” era demasiado aplastante.

Tal como aquel día me convencí a mí mismo que la enfermedad no era real (una lección muy clara en mi vida acerca del poder de la mente), el Espíritu Santo quiere convencernos que nuestros miedos no son reales. Tal como aquel día que no había nada mal en mi cuerpo, Él quiere que sepamos que cuando sentimos miedo, no hay nada malo en nuestra mente. A pesar de lo que vemos en el mundo, el Espíritu Santo quiere que sepamos que el miedo es producido por nuestra propia mente; no es real, porque el Amor nunca está ausente y por lo tanto no hay ninguna razón para el miedo. Puedes sentir miedo en cualquiera de sus formas (Él nunca nos pide que neguemos eso, en lugar de ello nos pide que lo miremos y lo reconozcamos muy claramente), pero lo que sí nos pide es que nos demos cuenta de que lo que estamos sintiendo es falso. No tiene causa. Es sólo algo producido por una mente que se ha cerrado a la verdad. Ni siquiera tenemos que curar nuestro miedo, porque ¡la enfermedad no es real!

O amamos a nuestros hermanos o les tenemos miedo, ésas son las únicas dos emociones en este mundo, según el Curso (T.12.I.9:5). Entonces, dedicar el día al Amor significa que no reaccionaremos con miedo a nuestros hermanos. Queremos “dejar que todas las cosas sean como Tú las creaste” (1:1), y por lo tanto honramos a nuestros hermanos en su perfecta inocencia. Le daremos a cada uno de ellos, como Hijo de Dios, “el amor de un hermano hacia su hermano y Amigo” (1:1).

El camino del Curso se basa en esto, en aprender a abandonar nuestros miedos y en responder unos a otros con amor, honrando lo que todos somos en verdad, en lugar de temer lo que nuestros hermanos parecen ser. Así es como somos redimidos (1:2), así es como la luz reemplaza a toda la oscuridad del mundo (1:3).

Este día le pertenece al Amor. Hoy no tendré miedo de nada.


¿Qué es el Cristo? (Parte 4)

L.pII.6.2:4-5

El Cristo es la parte de nuestra mente en la que se encuentra la Respuesta de Dios (2:3). Esta parte de nuestra mente no se ve afectada por nada que los ojos del cuerpo puedan percibir (2:4). Nuestra mente, tal como somos conscientes de ella, se ve más que afectada por lo que nuestros ojos ven, está dominada por ello, y sacudida como una hoja al viento (¡como muy bien saben los publicistas!). Pero hay algo en nosotros, en algún lugar de nosotros, que está de acuerdo con esta afirmación de que no se ve alterado o perturbado por las percepciones físicas. Permanece perfectamente en calma a pesar de lo que parezca suceder a nuestro alrededor. Permanece completamente amorosa, sin que importen qué ataques se le hagan a nuestro amor. Esto es el Cristo, nuestro verdadero Ser.
Lo que estamos practicando es hacernos conscientes de esta parte de nosotros mismos. En los instantes santos que pasamos escuchando en silencio estamos intentando conectarnos con este centro silencioso y sereno de nuestro ser. Ésta es la Voz que intentamos escuchar, una Voz de una quietud majestuosa y de una total serenidad. El Cristo no es un ser extraño, algo separado de nosotros que tenemos que aprender a imitar. Él es nuestro Ser. Él es como el ojo del huracán. Cuando nuestra mente está agitada y aparentemente sin control, si queremos abandonar lo que nos causa agitación, podemos entrar en ese ojo de la tormenta y encontrar la paz dentro de nosotros, que siempre está ahí. En el momento en que lo hacemos el cambio es tan sorprendente que no hay confusión posible. El estruendo del viento se para. La explosión de los elementos se detiene de repente. No hay nada más que paz. En este centro tranquilo de nuestro ser, todos los acontecimientos de nuestras vidas que nos han llevado de acá para allá, indefensos ante su agarre, no tienen efecto alguno. Y en ese momento sabemos: “Esto es lo que Yo soy”.

Debido a la confusión de nuestra mente, debido a que hemos inventado un aparente problema donde no hay ninguno, el Padre ha puesto en Cristo “los medios para tu salvación” (2:5), la Respuesta a nuestras ilusiones. Y sin embargo, este Cristo permanece sin ser afectado por los “problemas”, completamente puro, Él “no conoce el pecado” (2:5). La Respuesta al pecado está en Él y, sin embargo, en Él habiéndose Respondido al problema, ni siquiera existe. La perfección de Cristo no ha sido manchada por nuestra locura. Todavía es tan perfecto como en el instante en que fue creado. Y Él es yo. “Soy el santo Hijo de Dios Mismo” (L.191). Aquí, en la quietud del Ser de Cristo, sé que todos mis “pecados” no son nada, que no tienen ningún efecto. Aquí soy más que inocente, aquí soy santo. Todas las cosas son santas. Y nada irreal existe.

1 comentario:

  1. Mi Paz en Cristo el Señor, la verdad y la vida.
    Gracias por compartir.
    Descanso en Dios.
    Paz y bien en nuestros. Corazónes 🙏

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