DESPERTAR AL AMOR

martes, 4 de febrero de 2020

4 FEBRERO: Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCION 35


Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.


1. La idea de hoy no describe la manera como te ves a ti mismo ahora. 2Describe, no obstante, lo que la visión te mostrará. 3A todo aquel que cree estar en este mundo le resulta muy difícil creer esto de sí mismo. 4Sin embargo, la razón por la que cree estar en este mundo es porque no lo cree.

2. Crees que formas parte del lugar donde piensas que estás. 2Eso se debe a que te rodeas del medio ambiente que deseas. 3Y lo deseas para proteger la imagen que has forjado de ti mismo. 4La imagen también forma parte de ese medio ambiente. 5Lo que ves mientras crees estar en él, lo ves a través de los ojos de la imagen. 6Eso no es visión. 7Las imágenes no pueden ver.

3. La idea de hoy presenta una perspectiva de ti muy diferente. 2Al establecer tu Origen establece también tu Identidad, y te des­cribe como realmente debes ser en verdad. 3La manera en que vamos a aplicar la idea de hoy es ligeramente diferente, ya que el énfasis recae hoy en el que percibe en vez de en lo que éste per­cibe.

4. Comienza cada una de las tres sesiones de práctica de hoy de cinco minutos cada una repitiendo la idea para tus adentros, luego cierra los ojos y escudriña tu mente en busca de los diver­sos términos descriptivos que te adjudicas a ti mismo. 2Incluye todos los atributos basados en el ego que te adscribes, sean positi­vos o negativos, deseables o indeseables, halagadores o deni­grantes. 3Todos son igualmente irreales porque en ellos no te ves a ti mismo con los ojos de la santidad.

5. En la primera parte del período de búsqueda mental, proba­blemente pondrás mayor énfasis en lo que consideres son los aspectos más negativos de tu auto-percepción. 2Hacia el final del ejercicio, no obstante, es probable que lo que te venga a la mente sean los términos descriptivos más auto-engrandecedores. 3Trata de reconocer que no importa en qué dirección se inclinen las fan­tasías que albergas acerca de ti mismo. 4En realidad, las fantasías no se inclinan en ninguna dirección. 5Simplemente no son verda­deras.

6. Una lista adecuada para la aplicación de la idea de hoy, la cual no ha sido seleccionada conscientemente, podría ser:

2Me veo a mí mismo como alguien del que otros abusan.
3Me veo a mí mismo como alguien que está deprimido.
4Me veo a mí mismo como un fracaso.
5Me veo a mí mismo como alguien que está en peligro.
6Me veo a mí mismo como un inútil.
7Me veo a mí mismo como un vencedor.
8Me veo a mí mismo como un perdedor.
9Me veo a mí mismo como una persona caritativa.
10Me veo a mí mismo como una persona virtuosa.

7. No debes pensar acerca de estos términos de manera abstracta. 2Se te ocurrirán a medida que te vengan a la mente diversas per­sonalidades, situaciones o acontecimientos en los que tú figuras. 3Escoge cualquier situación en particular que se te ocurra, identi­fica el término o términos descriptivos que consideres pertinen­tes a tus reacciones a esa situación, y úsalos para aplicar la idea de hoy. 4Después que hayas nombrado cada uno de ellos, añade:

5Pero mi mente es parte de la de Dios. 6Soy muy santo.

8. Durante las sesiones de práctica más largas probablemente habrá intervalos en los que no se te ocurra nada en particular. 2No te esfuerces en pensar cosas concretas para ocupar dichos intervalos, sino simplemente relájate y repite la idea de hoy len­tamente hasta que se te ocurra algo. 3Si bien no debes omitir nada de lo que se te ocurra durante los ejercicios, no se debe "sacar" nada a la fuerza. 4No se debe usar ni fuerza ni discriminación. 

9. Tan a menudo como sea posible en el transcurso del día, aplica la idea de hoy a cada atributo o atributos que te estés adjudi­cando en ese momento, añadiendo la idea en la forma indicada más arriba. 2Si no se te ocurre nada en particular, repite simple­mente la idea en tu interior con los ojos cerrados.



Instrucciones para la práctica


Propósito: Mostrarte quién eres. Te ves a ti mismo según el lugar que ocupas en tu entorno. Puesto que crees que eres parte del mundo físico, ves tu identidad determinada por la parte que juegas en él, por cómo te comportas en las situaciones del mundo. Sin embargo, tu verdadero entorno no está en este mundo, está en la mente de Dios. Tu lugar ahí es lo que determina tu verdadera Identidad. Si de verdad creyeras que eres parte de ese entorno, de inmediato entenderías que eres santo.

Ejercicios más largos: 3 veces, duración de cinco minutos.

Repite la idea, luego cierra los ojos. Busca en tu mente las palabras con las que te describes a ti mismo, positivas o negativas (no hagas distinciones). Búscalas encontrando situaciones concretas que te ocurren e identificando la palabra que piensas que te describe en esa situación. Di: “Me veo a mi mismo como (un fracaso, impotente, caritativo, etc.)”. Después de cada una, añade: “Pero mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”. Si después de un rato no se te ocurre ninguna palabra, no te esfuerces en rebuscar más. Relájate y repite la idea hasta que se te ocurra otra palabra. Para las instrucciones completas, ver los párrafos 4-8.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible.

            Esta práctica puede tener una de estas dos formas:

           1. Date cuenta de los atributos que te estás aplicando a ti mismo en la situación actual y utilízalos en la fórmula que has utilizado en los ejercicios más largos (“Me veo a mí mismo como… Pero mi mente es…”).
          2. Si no se te ocurre ningún atributo, simplemente repite la idea lentamente con los ojos cerrados.

Comentario

El Texto nos dice “no entiendes cuán elevada es la percepción que el Espíritu Santo tiene de ti” (T.9.VII.4:2). La siguiente sección del mismo capítulo dice:

“Tú no estableciste tu valía, y ésta no necesita defensa. Nada puede atacarla ni prevalecer contra ella. No varía. Simplemente es. Pregúntale al Espíritu Santo cuál es tu valía y Él te lo dirá, pero no tengas miedo de Su respuesta, pues procede de Dios. Es una respuesta exaltada por razón de su Origen, y como el Origen es verdad, la respuesta lo es también. Escucha y no pongas en duda lo que oigas, pues Dios nunca engaña. Él quiere que reemplaces la creencia del ego en la pequeñez por Su Propia Respuesta exaltada a lo que tú eres, de modo que puedas dejar de ponerla en duda y la conozcas tal como es”. (T.9.VIII.11:2-9).

Como la lección señala, normalmente no pensamos en nosotros como “elevado” o “exaltados”. Sin embargo, fíjate en que el Curso dice que esto es verdad no por algo que hayamos hecho sino por causa de nuestra Fuente (3:2). Lo que hace que seamos lo que en verdad somos se debe a Dios, no a nosotros. Por eso el Curso da tanta importancia a la idea “Soy tal como Dios me creó”. Nuestra pobre opinión sobre nosotros mismos procede de nuestros intentos de crearnos a nosotros mismos; nuestra verdadera grandeza procede del hecho de que somos creaciones de Dios. Nuestro rechazo a reconocer esta conexión con nuestra Fuente es lo que nos mantiene encerrados en nuestra pequeñez. Nos negamos a reconocer a Dios como nuestra Fuente porque a nuestro ego le parece que nos quita importancia y nos hace dependientes. No nos hace dependientes, dependemos de Dios. Eso no es una vergüenza, ésa es nuestra gloria. Es lo que establece nuestra grandeza.


Nos cuesta creer que “Soy muy santo”. Nuestro rechazo a creer este hecho es la razón por la que estamos en este mundo, en este medio ambiente en el que creemos desear. Lo deseamos porque apoya la imagen de que somos seres separados, independientes de Dios.

Cuando miramos al mundo, y nos miramos a nosotros viviendo en el mundo, las cosas que vemos no apoyan la idea de esta lección. Pero los ojos, los oídos, el olfato y el tacto, que usamos para recoger información, son ellos mismos parte del mismo mundo que están examinando. Existen dentro de las limitaciones de la imagen del mundo, que hemos diseñado intencionadamente para ocultarnos a nosotros mismos nuestra unión con Dios. Por supuesto que no nos traen ninguna evidencia que contradiga la imagen que el ego tiene de nosotros. Los hicimos para que funcionasen de ese modo.

El Curso da mucha importancia a que miremos a nuestra obscuridad y a que nos enfrentemos a nuestros miedos. El Curso dice que cuanto más miremos al miedo, menos lo veremos. Sólo con llevar la obscuridad a la luz, desaparece la obscuridad. Mirar de frente al ego e incluso investigar nuestro odio en toda su extensión, es importantísimo para nuestro crecimiento. Esta lección refleja el otro aspecto, que se abandona a veces cuando le damos excesiva importancia a mirar al ego. El otro aspecto es recordarnos firmemente a nosotros mismos de la verdad de nuestra realidad exaltada: “Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo”. En el Texto se nos dice:

Siempre que pongas en duda tu valor, di:
Dios Mismo está incompleto sin mí.
Recuerda esto cuando el ego te hable, y no le oirás. (T.9.VII.8:1-3)

Recordarnos a nosotros mismos la verdad es otra técnica muy poderosa que el Curso recomienda para transcender nuestro ego.

La lista de cualidades y términos a usar para describirnos a nosotros mismos es sólo un ejemplo. Al practicar hoy la lección, intenta hacerte consciente de lo que piensas de ti mismo, y cómo todos esos pensamientos (buenos y malos) son distintos de la afirmación de la lección sobre ti. Podría añadir a la lista algunos de mis propios términos: olvidadizo, desorganizado, inteligente, listo, rezagado, habilidoso en lo que hago. ¿Qué términos se te ocurren a ti?


Te habrás dado cuenta de que ahora las lecciones piden tres periodos más largos de práctica, de cinco minutos cada uno. Estamos entrando en una práctica más fuerte. Si no hemos meditado antes, puede resultarnos difícil hacer estos ejercicios sentados durante cinco minutos con los ojos cerrados. De todos modos, te animo a que los hagas. Cualquier cosa nueva es difícil al principio, pero con la práctica se vuelve más fácil; para eso es la práctica.




TEXTO


IV. Esto no tiene por qué ser así



1. Si no puedes oír la Voz de Dios, es porque estás eligiendo no escucharla. 2Pero que sí escuchas a la voz de tu ego lo demues­tran tus actitudes, tus sentimientos y tu comportamiento. 3No obstante, eso es lo que quieres. 4Eso es por lo que luchas y lo que procuras proteger manteniéndote alerta. 5Tu mente está repleta de estratagemas para hacer quedar bien al ego, pero no buscas la faz de Cristo. 6El espejo en el que el ego trata de ver su rostro es ciertamente tenebroso. 7¿De qué otra manera, sino con espejos, podría seguir manteniendo la falsedad de su existencia? 8Con todo, dónde buscas para encontrarte a ti mismo depende de ti.

2. He dicho que no puedes cambiar de mentalidad modificando tu conducta, mas he dicho también, y en muchas ocasiones, que puedes cambiar de mentalidad. 2Cuando tu estado de ánimo te diga que has elegido equivocadamente, y esto es así siempre que no te sientes contento, reconoce entonces que ello no tiene por qué ser así. 3En cada caso, has pensado mal acerca de algún hermano que Dios creó, y  estás percibiendo imágenes que tu ego forja en un espejo tenebroso. 4Examina honestamente qué es lo que has pensado que Dios no habría pensado, y qué no has pensado que Dios habría querido que pensases. 5Examina honestamente tanto lo que has hecho como lo que has dejado sin hacer, y cambia entonces de mentalidad para que así puedas pensar con la Mente de Dios. 6Esto puede parecer difícil, pero es mucho más fácil que intentar pensar al revés de como piensa Él. 7Tu mente y la de Dios son una. 8Negar esto y pensar de otra manera ha conser­vado a tu ego intacto, pero ha dividido literalmente a tu mente. 9Como hermano que te ama, tu mente es de suma importancia para mí, y te exhorto a seguir mi ejemplo cuando te contemples a ti mismo y cuando contemples a tu hermano, y a que veas en ambos las gloriosas creaciones de un Padre glorioso.

3. Cuando te sientas triste, reconoce que eso no tiene por qué ser así. 2Las depresiones proceden de una sensación de que careces de algo que deseas y no tienes. 3Recuerda que no careces de nada, excepto si así lo decides, y decide entonces de otra manera. 

4. Cuando sientas ansiedad, date cuenta de que la ansiedad pro­cede de los caprichos del ego. aReconoce que eso no tiene por qué ser así. 2Puedes estar tan alerta contra los dictados del ego como en su favor.

5. Cuando te sientas culpable, recuerda que el ego ciertamente ha violado las leyes de Dios, pero tú no. 2Los "pecados" del ego déjamelos a mí. 3Ése es el propósito de la Expiación. 4Pero hasta que no cambies de parecer con respecto a aquellos a quienes tu ego ha herido, la Expiación no podrá liberarte. 5Si te sigues sintiendo culpable es porque tu ego sigue al mando, ya que sólo el ego puede experimentar culpabilidad. 6Eso no tiene por qué ser así.

6. Vigila tu mente contra las tentaciones del ego, y no te dejes engañar por él. 2No tiene nada que ofrecerte. 3Cuando hayas abandonado ese des-ánimo voluntario, verás como tu mente puede concentrarse, trascender toda fatiga y sanar. 4No obstante, no te mantienes lo suficientemente alerta contra las exigencias del ego como para poder librarte de ellas. 5Eso no tiene por qué ser así.

7. El hábito de colaborar con Dios y Sus creaciones se adquiere fácilmente si te niegas diligentemente a dejar que tu mente diva­gue. 2No se trata de un problema de falta de concentración, sino de la creencia de que nadie, incluido tú, es digno de un esfuerzo continuo. 3Ponte de mi parte sistemáticamente contra este engaño, y no permitas que esa desafortunada creencia te retrase. 4Los des­corazonados no pueden ayudarse a sí mismos ni me pueden ayu­dar a mí. aSin embargo, sólo el ego puede sentirse descorazonado. 

8. ¿Te has detenido a pensar seriamente en las muchas oportuni­dades qué has tenido de regocijarte y en cuántas has dejado pasar? 2El poder de un Hijo de Dios es ilimitado, pero él puede restringir la expresión de su poder tanto como quiera. 3Tu mente y la mía pueden unirse para desvanecer con su luz a tu ego, liberando la fuerza de Dios para que reverbere en todo lo que hagas o pienses. 4No te conformes con menos, y niégate a aceptar como tu objetivo nada que no sea eso. 5Vigila tu mente con sumo cuidado contra cualquier creencia que se interponga en el logro de tu obje­tivo, y recházala. 6Juzga por tus sentimientos cuán bien has hecho esto, pues ése es el único uso acertado del juicio. 7Los juicios, al igual que cualquier otra defensa, se pueden utilizar para atacar o para proteger, para herir o para sanar. 8Al ego se le debe llevar a juicio y allí declararlo inexistente. 9Sin tu lealtad, protección y amor, el ego no puede existir. 10Deja que sea juzgado imparcial­mente y no podrás por menos que retirarle tu lealtad, tu protec­ción y tu amor.

9. Eres un espejo de la verdad, en el que Dios Mismo brilla en perfecta luz. 2Al tenebroso espejo del ego no tienes sino que decirle: "No voy a mirar ahí porque sé que esas imágenes no son verdad". 3Deja entonces que el Santísimo brille sobre ti en paz, sabiendo que así y sólo así es como debe ser. 4Su Mente resplandeció sobre ti en tu creación y le dio existencia a tu mente. 5Su Mente resplandece todavía sobre ti y no puede sino resplandecer a tra­vés de ti. 6Tu ego no puede impedir que Dios resplandezca sobre ti, pero sí puede impedirte que le dejes resplandecer a través de ti. 

10. El Primer Advenimiento de Cristo no es más que otro nombre para la creación, pues Cristo es el Hijo de Dios. 2El Segundo Adve­nimiento de Cristo no significa otra cosa que el fin del dominio del ego y la curación de la mente. 3Al igual que tú, fui creado en el primero, y te he llamado para que te unas a mí en el segundo. 4Estoy a cargo del Segundo Advenimiento,    mi juicio, que se usa solamente como protección, no puede ser erróneo porque nunca ataca. 5El tuyo puede estar tan distorsionado que hasta creas que me equivoqué al escogerte. 6Te aseguro que eso es un error de tu ego. 7No lo confundas con humildad. 8Tu ego está tratando de convencerte de que él es real y de que yo no lo soy, ya que si yo soy real, no puedo ser más real que tú. 9Ese conocimiento -y te aseguro yo que es conocimiento- significa que Cristo ha venido a tu mente y la ha sanado.


11.  Yo no ataco a tu ego. 2Trato con tu mente superior -la morada del Espíritu Santo- tanto si estás dormido como si estás des­pierto, al igual como tu ego trata con tu mente inferior, que es su hogar. 3Me mantengo alerta por ti con respecto a esto porque tú estás tan confundido que te resulta imposible reconocer tu propia esperanza. 4No estoy equivocado. 5Tu mente optará por unirse a la mía, y juntos somos invencibles. 6Tu y tu hermano os uniréis final­mente en mi nombre, y vuestra cordura os será restaurada. 7Resu­cité a los muertos porque sabía que la vida era un atributo eterno de todo lo que el Dios viviente creó. 8¿Por qué crees que habría de ser más difícil para mí inspirar a los des-animados o estabilizar lo inestable? 9Yo no creo que haya grados de dificultad en los mila­gros; tú sí. 10Te he llamado y tú responderás. 11Yo comprendo que los milagros son acontecimientos naturales porque son expresio­nes de amor. 12El que yo te llame es tan natural como el que tú me respondas, e igualmente inevitable.



No hay comentarios:

Publicar un comentario