DESPERTAR AL AMOR

jueves, 1 de febrero de 2018

1 FEBRERO: He inventado el mundo que veo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

He inventado el mundo que veo.

1. Continuamos hoy desarrollando el tema de causa y efecto. 2No eres víctima del mundo que ves porque tú mismo lo inventaste. 3Puedes renunciar a él con la misma facilidad con la que lo cons­truiste. 4Lo verás o no lo verás, tal como desees. 5Mientras desees verlo, lo verás; cuando ya no lo desees ver, no estará ahí para que lo puedas ver.

2. La idea de hoy, al igual que las anteriores, es aplicable tanto a tu mundo interno como al externo, que en realidad son lo mismo. 2Sin embargo, puesto que los consideras diferentes, las sesiones de práctica de hoy tendrán una vez más dos fases: una dedicada al mundo que ves fuera de ti, y la otra, al que ves en tu mente. 3Trata de introducir en los ejercicios de hoy el pensamiento de que ambos se encuentran en tu propia imaginación.

3. Una vez más, comenzaremos la sesión de práctica de por la mañana y la de por la noche repitiendo la idea de hoy dos o tres veces mientras miras a tu alrededor al mundo que consideras como externo a ti. 2Luego cierra los ojos y mira tu mundo interno. 3Procura tratarlos a ambos con la mayor igualdad posible. 4Repite la idea de hoy sin ningún apresuramiento y tan a menudo como desees mientras observas las imágenes que tu imaginación le pre­senta a tu conciencia.

4. Se recomiendan de tres a cinco minutos para las dos sesiones de práctica más largas, siendo tres el mínimo requerido. 2Si notas que hacer los ejercicios te relaja, los puedes alargar a más de cinco minutos. 3Para facilitar esa relajación, escoge un momento en el que no preveas muchas distracciones, y en el que te sientas razonablemente preparado.

5. Estos ejercicios se deben seguir haciendo asimismo a lo largo del día tan a menudo como sea posible. 2Las aplicaciones más cortas consisten en lentas repeticiones de la idea según exploras tu mundo externo o tu mundo interno. 3No importa cuál de ellos elijas.

6. La idea de hoy también debe aplicarse inmediatamente a cual­quier situación que te pueda perturbar. 2Aplícala diciéndote a ti mismo:

3He inventado esta situación tal como la veo.






Instrucciones para la práctica

Propósito: Enseñarte que no eres el efecto del mundo, el mundo es el efecto tuyo.

Ejercicios más largos: 2 veces, mañana y noche, de tres a cinco minutos de duración por lo menos.

Como con la lección de ayer, repite la idea dos o tres veces mientras miras a tu alrededor lentamente. Luego cierra los ojos y aplícala a las imágenes que surjan en tu mundo interno. Permanece desapegado recordándote a ti mismo que tanto el mundo externo como el interno son imaginarios.

Observaciones: El consejo en 4:3 sobre cuándo practicar se repite en formas diferentes varias veces en el Libro de Ejercicios. Para más detalles, ver “¿Cuándo Deberías Tomar tu Tiempo de Quietud por la Mañana?”. Siguiendo el consejo del Libro de Ejercicios esto mejorará la calidad de tu práctica, de modo que puede que quieras hacer más de cinco minutos, como con la lección de hoy.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible. Repite la idea lentamente mientras miras a tu mundo exterior o interior.

Respuesta a la tentación: Siempre que una situación te disguste.
Inmediatamente responde con: “He inventado esta situación tal como la veo”.

Comentario

Si no soy víctima del mundo, entonces ¿cuál es mi relación con el mundo? Yo he inventado el mundo. Si yo he inventado el mundo, si yo lo he fabricado ¿cómo puedo ser su víctima?

Ahora bien, decir que yo he inventado el mundo es una idea muy fuerte. Decir que lo puedo abandonar igual que lo hice, parece todavía más improbable. Sin embargo, eso es lo que la práctica del Libro de Ejercicios se propone demostrarnos, no mediante la lógica rigurosa sino a través de experiencias que demuestran que es verdad. Eso es lo que son los milagros. Los milagros demuestran que “el mundo que ves fuera de ti” y “el mundo que ves en tu mente” están “ambos… en tu propia imaginación” (2:2-3).
Esta lección sólo está introduciendo la idea, no intentando probarla. El Texto trata el mismo pensamiento en varios lugares (T.21.II.11:1; T.20.III.5:1-5), la más destacable de ellas es:

¿Qué pasaría si reconocieses que este mundo es tan sólo una alucinación? ¿O si realmente entendieses que fuiste tú quien lo inventó? (T.20.VIII.7:3-4).
Ésta no es una idea que puedas pasar por alto fácilmente si estudias el Curso; el Curso insiste en ella (L.132.6:2-3).

Todo lo que aquí se nos pide es que abramos nuestra mente a la idea de que nosotros hemos inventado el mundo que vemos. El concepto puede ocasionarnos confusión porque va en contra de nuestras creencias fundamentales sobre el mundo. El mundo tiene algunas cosas agradables, pero también contiene un montón de horrible basura. Y que se nos diga que somos responsables de ello, que nosotros lo inventamos, no encaja fácilmente en nuestra mente.

Si esta lección provoca todo tipo de preguntas en tu mente, bien; deja que surjan. Hoy, en los periodos de práctica, simplemente aplica la idea tal como se da. Es normal que parte de tu mente esté en el fondo diciendo: “Esto son bobadas. Realmente no me lo creo”. La Introducción ya nos avisó de que podríamos resistirnos vivamente a sus ideas. Decía:

Sean cuales sean tus reacciones hacia ellas, úsalas. No se requiere nada más. (L.In.9:2-5).

Puede resultar difícil al principio, pero sólo tenemos dos opciones: o bien yo inventé el mundo, o bien yo soy su víctima. O yo soy su causa, o su efecto. No hay otras posibilidades. Piénsalo. O soy el soñador inventándome todo este lío, o soy parte del sueño de otro (quizá del sueño de Dios). Si yo no soy la causa, entonces estoy a merced del mundo. Pero si yo soy la causa, ¡hay esperanza! Puedo cambiar el sueño y, quizá, finalmente dejar de soñar.






TEXTO


III. Amor sin conflicto



1. Es difícil entender lo que realmente quiere decir "El Reino de los Cielos está dentro de ti". 2Ello se debe a que no es comprensi­ble para el ego, que lo interpreta como si algo que está afuera estuviese adentro; lo cual no tiene sentido. 3La palabra "adentro" es innecesaria. 4Tú eres el Reino de los Cielos. 5¿Qué otra cosa sino a ti creó el Creador?, y ¿qué otra cosa sino tú es Su Reino? 6Éste es el mensaje de la Expiación, mensaje que, en su totalidad, trans­ciende la suma de sus partes. 7Tú también tienes un Reino que tu espíritu creó. 8Éste no ha dejado de crear como consecuencia de las ilusiones del ego. 9Tus creaciones no son huérfanas, de la misma manera en que tú tampoco lo eres. 10Tu ego y tu espíritu nunca serán co-creadores, pero tu espíritu y tu Creador lo serán siempre. 11Ten por seguro que tus creaciones están tan a salvo como tú.

12El Reino está perfectamente unido y perfectamente
protegido, y el ego no prevalecerá contra él. 13Amén.


2. Esto se ha escrito en forma de oración porque así puede serte más útil en momentos de tentación. 2Es una declaración de inde­pendencia. 3La encontrarás muy provechosa si la entiendes cabal­mente. 4El que necesites mi ayuda se debe a que has negado a tu propio Guía, y, por consiguiente, necesitas ser guiado. 5Mi papel consiste en separar lo falso de lo verdadero, para que la verdad pueda traspasar las barreras que el ego ha erigido y así brillar en tu mente. 6El ego no puede imperar en contra de nuestra fuerza conjunta.

3. Es seguro que a estas alturas resulta evidente por qué el ego considera que el espíritu es su "enemigo". 2El ego surgió como resultado de la separación, y la continuidad de su existencia de­pende de que tú sigas creyendo en la separación. 3El ego tiene que ofrecerte algún tipo de recompensa para que sigas abrigando esta creencia. 4Lo único que puede ofrecerte es una sensación de exis­tencia temporal que se origina con su propio comienzo y termina con su propio final. 5Te dice que esa vida es tu existencia porque es la suya propia. 6Frente a ésta sensación de existencia temporal, el espíritu te ofrece el conocimiento de la permanencia y de la inmutabilidad del estado de ser. 7Nadie que haya experimentado la revelación de esto puede volver a creer completamente en el ego otra vez. 8¿Cómo iba a poder imperar su miserable oferta por encima del glorioso regalo que Dios te hace?

4. Tú que te identificas con el ego no puedes creer que Dios te ame. 2No amas lo que hiciste, y lo que hiciste no te ama a ti. 3El ego, que fue engendrado como resultado de tú haber negado al Padre, no le guarda lealtad a su hacedor. 4No puedes ni imagi­narte la relación real que existe entre Dios y Sus creaciones debido al odio que le tienes al ser que fabricaste. 5Proyectas sobre el ego tu decisión de estar separado, y esto entra en conflicto con el amor que, por ser su hacedor, sientes por él. 6No hay amor en este mundo que esté exento de esta ambivalencia, y puesto que ningún ego ha experimentado amor sin ambivalencia, el amor es un con­cepto que está más allá de su entendimiento. 7El amor aflorará de inmediato en cualquier mente que de verdad lo desee, pero tiene que desearlo de verdad. 8Esto quiere decir desearlo sin ninguna ambivalencia, y esta forma de desear está completamente despro­vista de la "compulsión de obtener" del ego.

5. Existe una clase de experiencia tan diferente de todo lo que el ego pudiera ofrecerte que nunca más querrás volver a encubrirla u ocultarla. 2Es necesario repetir que tu creencia en la oscuridad y en la ocultación es la razón de que la luz no pueda pasar. 3La Biblia hace referencia frecuentemente a los inconmensurables dones que te aguardan, pero que tienes que pedir. 4Ésta no es una condición como las que el ego establece, 5sino que es la gloriosa condición de lo que tú eres.

6. Ninguna fuerza excepto tu propia voluntad es lo suficiente­mente fuerte o digna como para poder guiarte. 2En esto eres tan libre como Dios, y así será eternamente. 3Pidámosle al Padre en mi nombre que te mantenga consciente de Su Amor por ti y del tuyo por Él. 4Él nunca ha dejado de responder a este ruego, pues lo único que éste pide es lo que Su Voluntad ya ha dispuesto. 5Quienes piden sinceramente siempre reciben respuesta. 6No debes anteponer otros dioses a Él porque no hay otros dioses.

7. Nunca se te ha ocurrido realmente renunciar a todas las ideas que jamás hayas tenido que se oponen al conocimiento. 2Conser­vas miles de retazos de temor que le impiden la entrada al Santísimo. 3La luz no puede filtrarse a través de los muros que levantas para obstruir su paso, y nunca estará dispuesta a destruir lo que tú has hecho. 4Nadie puede ver a través de un muro, pero yo puedo transponerlo. 5Mantente alerta contra los retazos de miedo que aún conservas en tu mente o,  de lo contrario, no podrás pedirme que lo transponga. 6Sólo puedo ayudarte tal como nues­tro Padre nos creó. 7Te amaré, te honraré y respetaré absoluta­mente lo que has hecho, pero no lo apoyaré a menos que sea verdad. 8Nunca te abandonaré tal como Dios tampoco te abando­nará, pero tengo que esperar, mientras tú continúes eligiendo abandonarte a ti mismo. 9Debido a que espero con amor y no con impaciencia, es indudable que me pedirás con sinceridad que lo transponga. 10Vendré en respuesta a toda llamada inequívoca.

8. Examina detenidamente qué es lo que estás realmente pidiendo. 2Sé muy honesto contigo mismo al respecto, pues no debemos ocultarnos nada el uno al otro. 3Si realmente tratas de hacer esto, habrás dado el primer paso en el proceso de preparar a tu mente a fin de que el Santísimo pueda entrar en ella. 4Nos prepararemos para ello juntos, pues una vez que Él haya llegado, estarás listo para ayudarme a preparar otras mentes a que estén listas para Él. 5¿Hasta cuándo vas a seguir negándole Su Reino?

9. En tu propia mente, aunque negada por el ego, se encuentra la declaración que te hará libre: 2Dios te ha dado todo. 3Este simple hecho significa que el ego no existe, y esto le atemoriza mortal­mente. 4En el lenguaje del ego, "tener" y "ser" significan dos cosas distintas, si bien para el Espíritu Santo son exactamente lo mismo. 5El Espíritu Santo sabe que lo "tienes" todo y que lo "eres" todo. 6Cualquier distinción al respecto es significativa solamente cuando la idea de "obtener", que implica carencia, ha sido previa­mente aceptada. 7Por eso es por lo que no hacemos ninguna dis­tinción entre tener el Reino de Dios y ser el Reino de Dios.

10. Al sereno ser del Reino de Dios, del que eres perfectamente consciente cuando estás en tu sano juicio, se le expulsa sin mira­mientos de aquella parte de la mente que el ego rige. 2El ego está desesperado porque se enfrenta a un contrincante literalmente invencible, tanto si estás dormido como si estás despierto. 3Observa cuánta vigilancia has estado dispuesto a ejercer para proteger a tu ego, y cuán poca para proteger a tu mente recta. 4¿Quién, sino un loco, se empeñaría en creer lo que no es cierto, y en defender después esa creencia a expensas de la verdad?











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