Instrucciones para la práctica
Propósito: Recordar tu función.
Ejercicios más largos: 3 veces, de cinco minutos cada una, por la mañana (tan pronto como puedas), por la noche (tan tarde como te sea posible), y otra entre medias (cuando tu buena disposición y las circunstancias lo permitan).
- Primera fase: Repite la idea, luego mira a tu alrededor, aplicándola concretamente y sin distinciones a cualquier cosa que veas. Con cuatro a cinco objetos será suficiente.
- Segunda fase: Cierra lo ojos, repite la idea, y deja que te vengan pensamientos relacionados. Su propósito es enriquecer la idea “en tu propio estilo personal” (5:2). No necesitan ser repeticiones, o estar relacionadas claramente con ella, pero no pueden contradecirla. Si tu mente empieza a distraerse o a quedarse en blanco, repite la primera fase del ejercicio y luego la segunda fase de nuevo. No permitas que el periodo de práctica se convierta en una sesión de distracción de la mente, así que estate dispuesto a hacer esto tantas veces como lo necesites.
Recordatorios frecuentes: Puedes elegir una de estas tres formas:
1. Cuando estás con alguien, amigo o “desconocido”, dile en silencio: “Dios es mi Fuente. No puedo verte separado de Él”.
2. Aplica la idea a una situación o acontecimiento, diciendo: “Dios es mi Fuente. No puedo ver esto separado de Él”.
3. Si no se presenta ningún sujeto en particular, simplemente repite la idea.
Observaciones: Intenta no dejar largas interrupciones en las repeticiones de la idea. Éste es un objetivo de entrenamiento importante en el Libro de Ejercicios. Lo mismo se pedía en la Lección 36 (2:2).
Repetir la idea cuando te encuentras con alguien requiere estar muy consciente, pero puede hacerse y cambiará la calidad del encuentro.
Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas angustiado por un acontecimiento o situación.
Aplica la idea concretamente: “Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él”.
Comentario
Todo lo que llamamos “ver” es percepción, no es conocimiento. La percepción no nos muestra la verdad, en el mejor de los casos nos muestra un símbolo de la verdad. En el Curso, “conocimiento” es algo que pertenece al reino de la perfección, o Cielo; no es posible tener conocimiento, porque este mundo no es verdad. Todo el propósito del Curso está centrado en llevarnos de la percepción falsa a la percepción verdadera; únicamente cuando nuestra percepción haya sido completamente limpiada, estaremos preparados para la transferencia al conocimiento.
Sin el Espíritu Santo, la percepción seguiría siendo falsa. Pero debido a que Dios ha colocado este vínculo con Él Mismo en todas nuestras mentes, la percepción puede purificarse para que nos lleve al conocimiento.
En el Cielo o en Dios no existe la percepción, sólo el conocimiento. Para ver se necesitan dos: el que ve y lo que ve, lo cual es una dualidad, una separación que no existe en la verdad. Sin embargo, “en la salvación”, nuestra experiencia en este mundo, “la percepción tiene un propósito sumamente importante” (2:3). Aunque nosotros hicimos la percepción para “un propósito no santo” (2:4), para fabricar las ilusiones que pensamos ahora que son reales, El Espíritu Santo puede usar la percepción para devolvernos la consciencia de nuestra santidad.
¿Recuerdas la Lección 1? “Nada de lo que veo significa nada”. Eso es porque “la percepción no tiene significado” (2:5). Toda percepción carece de significado, “sin embargo, el Espíritu Santo le otorga un significado muy parecido al de Dios” Sin significado, pero no inútil. Durante el proceso de devolverle nuestra mente a Dios, el Espíritu Santo trabaja con nuestra percepción, “dándole un significado muy cerca del de Dios” (2:6). En lugar de intentar por nuestra cuenta entender lo que vemos, necesitamos hacernos a un lado y dejar que el Espíritu Santo escriba Su significado sobre todo. Visto con Él, todo nos muestra a Dios.
Sin Dios, pensamos que vemos, pero realmente no vemos nada. Vemos nada que parece algo, y a la que le damos nuestros significados, significados que nos engañan. “No puedo ver separado de Él”. Puedo pensar que veo, pero lo que parece que yo veo no es ver, es alucinar. Con Dios, verdaderamente puedo ver. Con Dios, puedo percibir un reflejo claro de la verdad en todo lo que contemplo. Esa percepción de la verdad es el medio por el que puedo perdonar a mi hermano. Si lo pido, lo veré.
Para alcanzar la verdadera visión no necesito hacerme parte de Dios o unirme a Él, como si yo estuviera haciendo un cambio de un estado separado a un estado unificado. No, todo lo que tengo que hacer es reconocer que ya soy uno con Él. Al aceptar esa realidad sobre mí mismo, la visión ya es mía. Va junto con mi estado natural.
Una vez más se nos lleva a un periodo en el que dejamos que surjan en nuestra mente pensamientos relacionados. El Curso nos anima a que pongamos sus ideas con nuestras propias palabras, y extenderlas y adornarlas para nuestro propio uso personal. A veces, la forma “cambiada” de la lección puede ser más efectiva para tu práctica que la original. Debemos sentirnos libres para personalizar de este modo las lecciones del Libro de Ejercicios. Es una herramienta que se pretende que usemos para hacer que las lecciones sean más significativas personalmente.
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