DESPERTAR AL AMOR

jueves, 18 de julio de 2019

18 JULIO: No soy un cuerpo. Soy libre.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 199


No soy un cuerpo. Soy libre.


1. No podrás ser libre mientras te percibas a ti mismo como un cuerpo. 2El cuerpo es un límite. 3El que busca su libertad en un cuerpo la busca donde ésta no se puede hallar. 4La mente puede ser liberada cuando deja de verse a sí misma como que está den­tro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su pre­sencia. 5Si esto fuese cierto, la mente sería en verdad vulnerable. 

2. La mente que está al servicio del Espíritu Santo es ilimitada para siempre y desde cualquier punto de vista, transciende las leyes del tiempo y del espacio; está libre de ideas preconcebidas y dispone de la fortaleza y del poder necesarios para hacer cual­quier cosa que se le pida. 2Los pensamientos de ataque no pue­den entrar en una mente así, toda vez que ha sido entregada a la Fuente del amor, y el miedo no puede infiltrarse en una mente que se ha unido al amor. 3Dicha mente descansa en Dios. 4¿Y quién que viva en la Inocencia sin hacer otra cosa que amar podría tener miedo?

3. Es esencial para tu progreso en este curso que aceptes la idea de hoy y que la tengas en gran estima. 2No te preocupes si al ego le parece completamente descabellada. 3El ego tiene en gran estima al cuerpo porque mora en él, y no puede sino vivir unido al hogar que ha construido. 4Es una de las partes de la ilusión que ha ayu­dado a mantener oculto el hecho de que él mismo es algo ilusorio. 

4. Ahí se esconde y ahí se le puede ver como lo que es. 2Declara tu inocencia y te liberas. 3El cuerpo desaparece al no tener tú ninguna necesidad de él, excepto la que el Espíritu Santo ve en él. 4A tal fin, el cuerpo se percibirá como una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. 5De este modo se convierte en un vehí­culo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo­ abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios.

5. Ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día. 2Haz que pase a formar parte de cada sesión de práctica que lleves a cabo. 3No hay pensamiento cuyo poder de ayudar no aumente con esta idea, ni ninguno que de esta manera no adquiera regalos adicionales para ti. 4Con esta idea hacemos reso­nar la llamada a la liberación por todo el mundo. 5¿Y estarías acaso tú excluido de los regalos que haces?

6. El Espíritu Santo es el hogar de las mentes que buscan la liber­tad. 2En Él han encontrado lo que buscaban. 3El propósito del cuerpo deja de ser ahora ambiguo. 4Y su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta. 5Y en respuesta libre de con­flicto e inequívoca a la mente que sólo tiene como objetivo el pensamiento de libertad, el cuerpo sirve su propósito y lo sirve perfectamente. 6Al no poder esclavizar, se vuelve un digno servi­dor de la libertad que la mente que mora en el Espíritu Santo persigue.

7. Sé libre hoy. 2Y da el regalo de libertad a todos aquellos que creen estar esclavizados en el interior de un cuerpo. 3Sé libre, de modo que el Espíritu Santo se pueda valer de tu liberación de la esclavitud y poner en libertad a los muchos que se perciben a sí mismos encadenados, indefensos y atemorizados. 4Permite que el amor reemplace sus miedos a través de ti. 5Acepta la salvación ahora, y entrégale tu mente a Aquel que te exhorta a que le hagas este regalo. 6Pues Él quiere darte perfecta libertad, perfecta dicha, así como una esperanza que alcanza su plena realización en Dios. 

8. Tú eres el Hijo de Dios. 2Vives en la inmortalidad para siem­pre. 3¿No te gustaría retornar tu mente a esto? 4Practica entonces debidamente el pensamiento que el Espíritu Santo te da para el día de hoy. 5En él tus hermanos y tú os alzáis liberados; el mundo es bendecido junto contigo; el Hijo de Dios no volverá a llorar y el Cielo te da las gracias por el aumento de gozo que tu práctica le proporciona incluso a él. 6Dios Mismo extiende Su amor y feli­cidad cada vez que dices:

7No soy un cuerpo. 8Soy libre. 9Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece.




RESUMEN DE LA PRÁCTICA

Instrucciones generales: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.

Propósito: Abandonar tu identificación con el cuerpo y así sentir la libertad de no estar atado a él. Liberar a tu mente y dársela al Espíritu Santo para que la utilice de modo que puedas llevar libertad a aquellos que piensan que están aprisionados en el cuerpo.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Utiliza la lección para perdonar todos los acontecimientos de la hora anterior. No dejes que nada arroje su sombra sobre la hora que empieza. De este modo sueltas las cadenas del tiempo y permaneces libre mientras continúas en el tiempo.

Respuesta a la tentación: (Sugerencia) Siempre que sientas la tentación de albergar pensamientos que refuerzan una identidad con el cuerpo, di: “No soy un cuerpo. Soy libre. Oigo la Voz que Dios me ha dado, y es sólo esa Voz la que mi mente obedece”.

Comentarios generales: Practica bien este pensamiento, hoy y todos los días. Ámalo. Utilízalo en cada sesión de práctica.

Comentario

Para el ego, la idea de hoy es “completamente descabellada” (3:2). Sin embargo, es uno de los principios básicos que el Curso utiliza para liberarnos de nuestra esclavitud. La lección le da muchísima importancia a esta idea, más que a la mayoría de las ideas que el Curso presenta. Se nos dice “ten en gran estima la idea de hoy, y ponla en práctica hoy y cada día” (5:1). Y, por supuesto, Jesús espera que la idea “No soy un cuerpo” pase a formar parte de cada sesión de práctica ¡de ahora en adelante! (5:2).

Reconozcámoslo: Antes de encontrar el Curso, el cuerpo era algo que dábamos por sentado. Pensábamos que si algo sabíamos, de lo que estábamos seguros es que éramos un cuerpo. Nuestro cuerpo ocupaba en nuestra vida un lugar muy diferente al de otros objetos físicos. Si alguien pisara un CD que nos pertenece, podríamos decirle: “¡Eh! Estás rompiendo mi CD”. Pero si nos pisaran un dedo del pie (parte del cuerpo), le diríamos: “¡Eh! Me estás pisando”. Es parte de nuestra consciencia. “Yo” estoy donde mi cuerpo está. Decimos: “Estoy comiendo. Yo estaba dormido. Estoy en el coche. Estoy enfermo”. Y todos esos “Yo” se refieren al cuerpo. Aunque hayamos sido estudiantes del Curso durante diez o quince años, probablemente todavía decimos esas mismas cosas, y por costumbre todavía pensamos en el cuerpo como nuestro propio ser.

El ego ha gastado miles de años de esfuerzos en programar mentalmente la identidad del “yo” y del cuerpo en la mente. No es algo que la mente vaya a abandonar fácilmente, es un hábito de pensamiento que necesitará muchísima programación en contra para desaprenderlo. Por eso se nos ruega que hagamos de ello una parte de nuestra práctica diaria. Nuestra propia identidad como un cuerpo no desaparecerá con unas pocas repeticiones. Todos creemos en ello todavía. Como dijo Ken Wapnick: “Si dudas si todavía sigues creyendo en la identidad del cuerpo con el ser, intenta simplemente contener el aliento durante diez minutos”.

¿Qué tenemos que hacer al darnos cuenta de que todavía conservamos esta falsa creencia acerca de nosotros mismos? La lección nos dice: “No te preocupes” (3:2). Como el corredor que intenta romper el récord de correr la milla en cuatro minutos, es preciso que no nos preocupemos por no haberlo logrado todavía. Sólo necesitamos continuar practicando, haciendo lo que sea necesario para lograr ese propósito. Nuestra meta es darnos cuenta de que somos una “mente… (que) deja de verse a sí misma como que está dentro de un cuerpo, firmemente atada a él y amparada por su presencia” (1:4). Ése es el estado mental en el que se encuentra la libertad total. Cuando hayamos entrado en ese estado mental, estaremos en nuestra mente recta y en el mundo real. Ahora nuestro único interés es movernos en esa dirección.

El instante santo nos ofrece un anticipo de ese estado mental. El cuerpo desaparece de nuestra consciencia en el instante santo, y de lo que somos conscientes es de la Unidad, algo tan extenso que ningún cuerpo o conjunto de cuerpos podría contener jamás. Cuando experimentamos este estado cada vez más, llegará a predominar en nuestra consciencia. Todavía tenemos un cuerpo, pero nos damos cuenta de que no estamos limitados a él. Se convierte simplemente en:

… una forma útil para lo que la mente tiene que hacer. De este modo se convierte en un vehículo de ayuda para que el perdón se extienda hasta la meta todo-abarcadora que debe alcanzar, de acuerdo con el plan de Dios. (4:4-5)

Sorprendentemente, cuanto más separamos la mente del cuerpo, más perfecto se vuelve el cuerpo. “Y su capacidad de servir un objetivo indiviso se vuelve perfecta” (6:4). Si nuestro propósito es perfeccionar el cuerpo, nunca lo lograremos; el cuerpo encontrará la plenitud sólo cuando nuestra meta se unifica con el Espíritu Santo para buscar el perdón a todos y a todas las cosas, lo que pone al cuerpo en el lugar que le corresponde. Intentar conservar el cuerpo lo destruye, abandonar ese propósito le devuelve la salud.

El cuerpo no es el hogar de la mente, El espíritu Santo sí lo es (6:1). Nuestro propósito en las prácticas, en cada instante santo que tomamos, es liberar al cuerpo de su relación con el cuerpo, y darle nuestra mente al Espíritu Santo para Sus propósitos. Nuestra energía entonces no está dirigida a adquirir comida o ropa, o alojamiento, o bienestar físico, sino a traer el perdón al mundo. Si hacemos esto, el Espíritu Santo promete que Él se hará cargo del resto. Como Jesús dice en la Biblia: “Buscad primero el Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mateo 6:33).

O como dice el Curso: “Una vez que aceptes Su plan como la única función que quieres desempeñar, no habrá nada de lo que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin ningún esfuerzo por tu parte” (T.20.IV.8:4).





TEXTO



VI. Cómo fijar la meta




1. La aplicación práctica del propósito del Espíritu Santo es extremadamente simple, aunque inequívoca. 2De hecho, para poder ser simple tiene que ser inequívoca. 3Lo simple es sólo lo que se entiende fácilmente, y para ello, es evidente que debe ser claro. 4El objetivo del Espíritu Santo opera dentro de un marco general, pero Él te ayudará a hacerlo específico, porque la apli­cación práctica es específica. 6El Espíritu Santo provee ciertas directrices muy concretas que se pueden aplicar en cualquier situación, pero recuerda que tú aún no te has dado cuenta de que su aplicación es universal. 7A estas alturas, por lo tanto, es esen­cial utilizarlas en toda situación separadamente, hasta que pue­das ver más allá de cada situación con mayor seguridad, y con un entendimiento mucho más amplio del que ahora posees.

2. En cualquier situación en que no sepas qué hacer, lo primero que tienes que considerar es sencillamente esto: "¿Qué es lo que quiero que resulte de esta situación? 2¿Qué propósito tiene?" 3El objetivo debe definirse al principio, pues eso es lo que determi­nará el resultado. 4El ego procede a la inversa. 5La situación se convierte en lo que determina el resultado, que puede ser cual­quier cosa. 6La razón de este enfoque desorganizado es evidente. 7El ego no sabe qué es lo que quiere que resulte de la situación. 8Es consciente de lo que no quiere, pero sólo de eso. 9No tiene ningún objetivo constructivo en absoluto.

3. Sin un objetivo constructivo, establecido de antemano y clara­mente definido, la situación simplemente parece ocurrir al azar y no tiene ningún sentido hasta que ya ha ocurrido. 2Entonces miras en retrospectiva, y tratas de reconstruirla para ver qué sentido tuvo. 3no podrás sino equivocarte. 4No sólo porque tus juicios están vinculados al pasado, sino porque tampoco tienes idea de lo que debió haber ocurrido. 5No se estableció ningún objetivo con el que armonizar los medios. 6Y ahora el único dictamen que puede hacerse es si al ego le gusta lo que pasó o no, si es aceptable para él o si clama por venganza. 7La ausencia de un criterio establecido de antemano que determine el resultado final, hace que sea du­doso el que se pueda entender y que sea imposible evaluarlo.

4. El valor de decidir de antemano lo que quieres que ocurra es simplemente que ello te permite percibir la situación como un medio para hacer que tu objetivo se logre. 2Haces, por lo tanto, todo lo posible por pasar por alto todo lo que interferiría en su logro, y te concentras sólo en lo que te ayuda a conseguirlo. 3Es obvio que este enfoque ha hecho que la manera en que distingues lo verdadero de lo falso sea más parecida a la del Espíritu Santo. 4Lo verdadero viene a ser lo que se puede utilizar para lograr el objetivo, 5lo falso, lo inútil desde ese punto de vista. 6La situa­ción tiene ahora sentido, pero sólo porque el objetivo ha hecho que lo tenga.

5. Tener a la verdad por objetivo tiene otras ventajas prácticas. 2Si la situación se usa en favor de la verdad y la cordura, su desen­lace no puede ser otro que la paz. 3Y esto es así independiente de cuál sea el desenlace. 4Si la paz es la condición de la verdad y la cordura, y no puede existir sin ellas, allí donde hay paz tienen que estar también la verdad y la cordura. 5La verdad viene por su propia iniciativa. 6Si experimentas paz, es porque la verdad ha venido a ti, y así, no podrás sino ver el desenlace correctamente, pues el engaño no puede prevalecer contra ti. 7Podrás reconocer el desenlace precisamente porque estás en paz. 8En esto se puede ver una vez más lo opuesto a la manera de ver del ego, pues el ego cree que es la situación la que da lugar a la experiencia. 9El Espíritu Santo sabe que la situación es tal como el objetivo la determina, y que se experimenta de acuerdo con ese objetivo.

6. Tener a la verdad por objetivo requiere fe. 2La fe está implícita en la aceptación del propósito del Espíritu Santo, y esta fe lo abarca todo. 3Allí donde se ha establecido el objetivo de la verdad, allí tiene que estar la fe. 4El Espíritu Santo ve la situación como un todo. 5El objetivo establece el hecho de que todo aquel que esté involucrado en la situación desempeñará el papel que le corres­ponde en la consecución del mismo. 6Esto es inevitable. 7Nadie fracasará en su cometido. 8Esto parece requerir mucha más fe de la que tú tienes ahora, y mucha más de la que tú puedes dar. 9Esto es así, no obstante, sólo desde el punto de vista del ego, pues el ego cree que la manera de "resolver" los conflictos es fragmentán­dolos, y, así, no percibe la situación como un todo. 10El ego, por consiguiente, intenta dividir la situación en segmentos y lidiar con cada uno de ellos por separado, pues tiene fe en la separación y no en la unidad.



7. Cuando el ego se enfrenta a un aspecto de la situación que parece ser difícil, trata de trasladarlo a otro lugar y resolverlo allí. 2parecerá tener éxito, salvo que ese intento entra en conflicto con la unidad, y no puede por menos que enturbiar el objetivo de la verdad. 3Y no se podrá experimentar paz, salvo en fantasías. 4La verdad no ha venido porque la fe ha sido negada, al no haberse depositado donde por derecho propio le corresponde estar. 5De este modo pierdes el entendimiento de la situación que el objetivo de la verdad te brindaría. 6Pues las soluciones que proceden de fantasías no aportan sino una experiencia ilusoria, y una paz ilusoria no es la condición que le permite la entrada a la verdad.






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