DESPERTAR AL AMOR

martes, 27 de enero de 2015

27 ENERO: Por encima de todo quiero ver.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 27

Por encima de todo quiero ver.

1. La idea de hoy expresa algo más fuerte que una simple resolu­ción. 2Le da prioridad a la visión por encima de todos tus demás deseos. 3Quizá te sientas indeciso con respecto a si usar esta idea o no, debido a que no estás seguro de si eso es lo que realmente quieres. 4Eso no importa. 5El propósito de los ejercicios de hoy es aproximar un poco más el momento en que esta idea sea comple­tamente verdadera para ti.

2. Puede que sientas una gran tentación de creer que se te está pidiendo algún tipo de sacrificio cuando dices que por encima de todo quieres ver. 2Si te sientes incómodo por la falta de reserva que esta idea entraña, añade:

3La visión no le cuesta nada a nadie.

4Si el temor a perder algo aún persiste, di además:

4Tan sólo puede bendecir.

3. Necesitas repetir la idea de hoy muchas veces para obtener el máximo beneficio. 2Se debe repetir por lo menos cada media hora, e incluso más si es posible. 3Puedes intentarlo cada quince o veinte minutos. 4Se recomienda que al despertarte o poco después, esta­blezcas un horario fijo según el cual vas a repetir la idea de hoy, y que trates de adherirte a él durante todo el día. 5No te será difícil hacerlo, aun si estás conversando u ocupado en otra cosa cuando llegue el momento de repetirla. 6Siempre se puede repetir una frase corta silenciosamente sin que ello interfiera en nada.

4. Lo que realmente importa es: ¿con qué frecuencia te vas a acor­dar? 2¿Hasta qué punto quieres que esa idea sea verdad? 3Si contestas una de estas preguntas habrás contestado la otra. 4Probablemente te saltarás algunas prácticas, o tal vez muchas. 5No dejes que eso te perturbe, pero sí trata de adherirte al horario establecido de ahí en adelante. 6Si sientes que una sola vez durante todo el día fuiste completamente sincero al repetir la idea de hoy, puedes estar seguro de que con ello te habrás aho­rrado muchos años de esfuerzo.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Acercar un poco más el día en que quieras la visión más que ninguna otra cosa.

Ejercicio: Por lo menos cada media hora (se sugiere 3 o 4 veces por hora).

Simplemente repite la idea. Puedes hacer esto incluso en medio de una conversación. No te preocupes si no lo sientes de todo corazón. Repítelo para acercar un poco más el día en que lo sientas de verdad. Si repetirlo provoca en ti miedo de que tengas que renunciar a algo, añade: “La visión no le cuesta nada a nadie”, y si todavía sientes miedo, di: “Tan sólo puede bendecir”.

Observaciones: Ésta es una lección muy importante, la segunda lección de prácticas frecuentes (la primera fue la Lección 20). Esta frecuencia es muy importante. Al principio del día se supone que tú establecerás los intervalos en los que la practicarás (por ejemplo, cada 20 o cada 30 minutos). Si todavía no lo has hecho, sería bueno que lo hicieras ahora. Luego, durante el resto del día, se te pide que te esfuerces al máximo para mantener la frecuencia que has elegido. El Curso se da cuenta de que probablemente no lo harás a la perfección. Cuando te olvides una práctica, no te enfades contigo mismo. Esto te haría abandonar finalmente (y es una treta del ego para lograrlo, ver L.95.7:3-5 y 10:1-2). Simplemente vuelve a tu práctica como si no hubiese pasado nada. Lo importante es no lamentar los fallos pasados en la práctica, sino hacer la práctica en el presente y en el futuro. Los beneficios de esto pueden ser enormes. Sólo una repetición sincera puede ahorrarte años en tu progreso.

Comentario

Esta lección nos recuerda a la Lección 20: “Estoy decidido a ver”, a la que se hace una sutil referencia en la primera línea: “La idea de hoy expresa algo más fuerte que una simple resolución”. Pone el deseo de ver en primer lugar, “por encima de todo”. Quiero ver más que lo que pueda querer ninguna otra cosa. Si lo decimos de corazón, elegiremos el camino que lleva a la visión todo el tiempo, no importa lo que puedan estar tentándonos otras metas de menor importancia.

La lección reconoce que puede que la idea no sea completamente verdad para nosotros todavía. Puesto que el deseo determina la visión, si fuera completamente verdad ya verías, y por lo tanto ¡no necesitarías la lección! Así que trabajar con esta lección no es hipócrita, es un ejercicio pensado para quienes todavía no aceptan la idea completamente. Por supuesto, lo importante es lograr que la aceptemos, está pensada para acercarnos al día en que la aceptemos.

La expresión “por encima de todo” puede traernos la idea de sacrificio. “¡La visión a cualquier precio!” Por eso, la lección sugiere que si nos sentimos incómodos acerca de comprometernos completamente con la visión, deberíamos añadir este pensamiento: “La visión no le cuesta nada a nadie” (2:3). Si eso no es suficiente, añade: “Tan sólo puede bendecir” (2:5). Pon las tres líneas de la práctica de hoy juntas: “Por encima de todo quiero ver. La visión no le cuesta nada a nadie. Tan sólo puede bendecir”.

Estas líneas señalan a una idea manifestada claramente en el Curso: este camino no cree en el sacrificio. Dice que únicamente se nos pide que sacrifiquemos las ilusiones, y que en realidad ésta es sólo una ilusión de sacrificio. “Nada real puede ser amenazado” (T.In.2:2).

Con todo, la lección nos lleva hacia esta decisión firme y sin dudas de alcanzar la verdadera visión. Necesitamos estar decididos a poner la visión por encima de cualquier cosa que parezca competir con ella. A veces puede parecer que se nos pide que renunciemos a cosas, y puede que verdaderamente tengamos que renunciar a ellas; pero cuando lo hagamos, nos daremos cuenta de que no hemos renunciado a nada que quisiéramos de verdad. El proceso completo es perfectamente seguro, y no supone ninguna pérdida real de ningún tipo.


En esta lección los requisitos de la práctica son mucho mayores: repite la lección “al menos cada media hora” (3:2). Nos dice al menos cada media hora, “e incluso más si es posible”. Puedes intentarlo cada quince o veinte minutos” (3:2-3). (Las cosas serán más fáciles de nuevo mañana). Se recomienda una estructura muy concreta, con un horario fijado. Todo lo que se nos pide hacer en cada periodo de práctica es repetirnos la frase: “Por encima de todo quiero ver”. No es mucho. No hay ninguna razón para no hacerlo, incluso en mitad de una conversación, si queremos, si estamos decididos.

Lo que realmente importa es: ¿con qué frecuencia te vas a acordar? ¿Hasta qué punto quieres que esa idea sea verdad? Si contestas una de estas preguntas, habrás contestado la otra. (4:1-3).

La frecuencia en recordarlo será la medida de cuánto queremos la visión de verdad. ¡Éste será un día revelador!

Fíjate en cómo se nos indica que tratemos el hecho de que probablemente nos olvidaremos y no nos acercaremos al ideal de cada quince minutos. Dice mucho sobre cómo el Libro de Ejercicios considera este asunto de la “práctica”. Básicamente dice: “No dejes que tu „fallo‟ te perturbe, pero sí trata de adherirte al horario establecido inmediatamente”. Todo lo que se necesita para ahorrar “muchos años de esfuerzo” (4:6) es, sólo una vez durante el día, repetir la idea con perfecta sinceridad. Para lograrlo una sola vez se precisa un montón de prácticas. Simplemente hazlo lo mejor que puedas, pero que sea lo mejor que puedas.







TEXTO

VI. Los juicios y el problema de la autoridad


1. Hemos hablado ya del juicio Final, aunque no con gran detalle. 2Después del juicio Final no habrá ningún otro. 3Dicho juicio es simbólico porque más allá de la percepción no hay juicios. 4Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgas la realidad de otros no podrás evitar juzgar la tuya propia.

2. La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. 2Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento. 3He hecho referencia a esto ante­riormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. 4Los juicios siempre entrañan rechazo. 5Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. 6Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. 7Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. 8Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. 9Obvia­mente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. 10En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, 11pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. 12Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.

3. No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. 2Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. 3De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. 4Toda incerti­dumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. 5No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. 6En presencia del conocimiento todo juicio queda, automáticamente suspendido, y éste es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción.

4. Tienes miedo de todo aquello que has percibido y te has negado a aceptar. 2Crees que por haberte negado a aceptarlo has perdido control sobre ello. 3Por eso es por lo que lo ves en pesadillas, o disfrazado bajo apariencias agradables en lo que parecen ser tus sueños más felices. 4Nada que te hayas negado a aceptar puede ser llevado a la conciencia. 5De por sí, no es peligroso, pero tú has hecho que a ti te parezca que lo es.

5. Cuando te sientes cansado es porque te has juzgado a ti mismo como capaz de estar cansado. 2Cuando te ríes de alguien es por­que has juzgado a esa persona como alguien que no vale nada. 3Cuando te ríes de ti mismo no puedes por menos que reírte de los demás, aunque sólo sea porque no puedes tolerar la idea de ser menos que ellos. 4Todo esto hace que te sientas cansado, ya que es algo básicamente descorazonador. 5No eres realmente capaz de estar cansado, pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. 6La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable. 7Es curioso que una habilidad tan debili­tante goce de tanta popularidad. 8No obstante, si deseas ser el autor de la realidad, te empeñarás en aferrarte a los juicios. 9También les tendrás miedo, y creerás que algún día serán usados con­tra ti. 10Sin embargo, esta creencia sólo puede existir en la medida en que creas en la eficacia de los juicios como un arma para defender tu propia autoridad.

6. Dios ofrece únicamente misericordia. 2Tus palabras deben reflejar sólo misericordia porque eso es lo que has recibido y eso es lo que deberías dar. 3La justicia es un expediente temporal, o un intento de enseñarte el significado de la misericordia. 4Es juz­gadora únicamente porque tú eres capaz de cometer injusticias. 

7. He hablado de distintos síntomas, y, a ese nivel, la variedad de los mismos es casi infinita. 2Todos ellos tienen, no obstante, una sola causa: el problema de la autoridad. 3Ésta es "la raíz de todo mal". 4Cada síntoma que el ego inventa es una contradicción debido a que la mente está dividida entre el ego y el Espíritu Santo, de tal modo que cualquier cosa que el ego haga es parcial y contradictoria. 5Esta posición insostenible es el resultado del problema de la autoridad que, al aceptar como premisa el único pensamiento inconcebible, sólo puede producir ideas que a su vez son inconcebibles.

8. El problema de la autoridad es en realidad una cuestión de autoría. 2Cuando tienes un problema de autoridad, es siempre porque crees ser tu propio autor y proyectas ese engaño sobre los demás. 3Percibes entonces la situación como una en que los demás están literalmente luchando contigo para arrebatarte tu autoría. 4Éste es el error fundamental de todos aquellos que creen haber usurpado el poder de Dios. 5Esta creencia les resulta aterradora, pero a Dios ni siquiera le inquieta. 6Él está deseoso, no obstante, por erradicarla, no como un castigo para Sus Hijos, sino tan sólo porque sabe que les produce infelicidad. 7Las creaciones de Dios disponen de la verdadera Autoría, mas tú prefieres permanecer anónimo cuando eliges separarte de tu Autor. 8Al no tener certeza con respecto a Quién es tu verdadero Autor, crees que tu creación fue anónima. 9Esto te pone en una situación en la que lo único que parece tener sentido es creer que tú te creaste a ti mismo. 10La disputa acerca de quién es tu autor ha dejado a tu mente en tal estado de incertidumbre que ésta puede incluso llegar a dudar de que tú realmente existas.

9. Sólo los que abandonan todo deseo de rechazar pueden saber que es imposible que ellos puedan ser rechazados. 2No has usur­pado el poder de Dios, pero lo has perdido. 3Afortunadamente, perder algo no significa que haya desaparecido. 4Significa simple­mente que no recuerdas dónde está. 5Su existencia no depende de que puedas identificarlo, o incluso localizarlo. 6Es posible contem­plar la realidad sin juzgar y simplemente saber que está ahí.

10. La paz es el patrimonio natural del espíritu. 2Todo el mundo es libre de rechazar su herencia, pero no de establecer lo que ésta es. 3El problema que todos tienen que resolver es la cuestión funda­mental de la autoría. 4Todo miedo procede en última instancia, y a veces por rutas muy tortuosas, de negar la verdadera Autoría. 5La ofensa no es nunca contra Dios, sino contra aquellos que lo niegan. 6Negar Su Autoría es negarte a ti mismo la razón de tu paz, de modo que sólo te puedes ver a ti mismo fragmentado. 7Esta extraña percepción es el problema de la autoridad.

11.  No hay nadie que de una manera u otra no se sienta aprisio­nado. 2Si ése es el resultado de su libre albedrío, tiene, por ende, que considerar que su voluntad no es libre, o, de lo contrario, el razonamiento circular de esta premisa sería evidente. 3El libre albedrío no puede sino conducir a la libertad. 4Los juicios siempre aprisionan, ya que fragmentan la realidad con las inestables balanzas del deseo. 5Los deseos no son hechos. 6Desear implica que ejercer la voluntad no es suficiente. 7Sin embargo, nadie que esté en su mente recta podría creer que lo que desea es tan real como lo que su voluntad dispone. 8En vez de "Busca primero el Reino de los Cielos" di: "Que tu voluntad sea antes que nada alcan­zar el Reino de los Cielos" y habrás dicho: "Sé lo que soy y acepto mi herencia”.





TEXTO

VI. Los juicios y el problema de la autoridad


1. Hemos hablado ya del juicio Final, aunque no con gran detalle. 2Después del juicio Final no habrá ningún otro. 3Dicho juicio es simbólico porque más allá de la percepción no hay juicios. 4Cuando la Biblia dice "No juzguéis y no seréis juzgados" lo que quiere decir es que si juzgas la realidad de otros no podrás evitar juzgar la tuya propia.

2. La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. 2Juzgar es el proceso en el que se basa la percep­ción, pero no el conocimiento. 3He hecho referencia a esto ante­riormente al hablar de la naturaleza selectiva de la percepción, y he señalado que la evaluación es obviamente su requisito previo. 4Los juicios siempre entrañan rechazo. 5Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. 6Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. 7Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. 8Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. 9Obvia­mente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. 10En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, 11pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. 12Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca.

3. No tienes idea del tremendo alivio y de la profunda paz que resultan de estar con tus hermanos o contigo mismo sin emitir juicios de ninguna clase. 2Cuando reconozcas lo que eres y lo que tus hermanos son, te darás cuenta de que juzgarlos de cualquier forma que sea no tiene sentido. 3De hecho, pierdes el significado de lo que ellos son precisamente porque los juzgas. 4Toda incerti­dumbre procede de la creencia de que es imprescindible juzgar. 5No tienes que juzgar para organizar tu vida, y definitivamente no tienes que hacerlo para organizarte a ti mismo. 6En presencia del conocimiento todo juicio queda, automáticamente suspendido, y éste es el proceso que le permite al conocimiento reemplazar a la percepción.

4. Tienes miedo de todo aquello que has percibido y te has negado a aceptar. 2Crees que por haberte negado a aceptarlo has perdido control sobre ello. 3Por eso es por lo que lo ves en pesadillas, o disfrazado bajo apariencias agradables en lo que parecen ser tus sueños más felices. 4Nada que te hayas negado a aceptar puede ser llevado a la conciencia. 5De por sí, no es peligroso, pero tú has hecho que a ti te parezca que lo es.

5. Cuando te sientes cansado es porque te has juzgado a ti mismo como capaz de estar cansado. 2Cuando te ríes de alguien es por­que has juzgado a esa persona como alguien que no vale nada. 3Cuando te ríes de ti mismo no puedes por menos que reírte de los demás, aunque sólo sea porque no puedes tolerar la idea de ser menos que ellos. 4Todo esto hace que te sientas cansado, ya que es algo básicamente descorazonador. 5No eres realmente capaz de estar cansado, pero eres muy capaz de agotarte a ti mismo. 6La fatiga que produce el juzgar continuamente es algo realmente intolerable. 7Es curioso que una habilidad tan debili­tante goce de tanta popularidad. 8No obstante, si deseas ser el autor de la realidad, te empeñarás en aferrarte a los juicios. 9También les tendrás miedo, y creerás que algún día serán usados con­tra ti. 10Sin embargo, esta creencia sólo puede existir en la medida en que creas en la eficacia de los juicios como un arma para defender tu propia autoridad.

6. Dios ofrece únicamente misericordia. 2Tus palabras deben reflejar sólo misericordia porque eso es lo que has recibido y eso es lo que deberías dar. 3La justicia es un expediente temporal, o un intento de enseñarte el significado de la misericordia. 4Es juz­gadora únicamente porque tú eres capaz de cometer injusticias. 

7. He hablado de distintos síntomas, y, a ese nivel, la variedad de los mismos es casi infinita. 2Todos ellos tienen, no obstante, una sola causa: el problema de la autoridad. 3Ésta es "la raíz de todo mal". 4Cada síntoma que el ego inventa es una contradicción debido a que la mente está dividida entre el ego y el Espíritu Santo, de tal modo que cualquier cosa que el ego haga es parcial y contradictoria. 5Esta posición insostenible es el resultado del problema de la autoridad que, al aceptar como premisa el único pensamiento inconcebible, sólo puede producir ideas que a su vez son inconcebibles.

8. El problema de la autoridad es en realidad una cuestión de autoría. 2Cuando tienes un problema de autoridad, es siempre porque crees ser tu propio autor y proyectas ese engaño sobre los demás. 3Percibes entonces la situación como una en que los demás están literalmente luchando contigo para arrebatarte tu autoría. 4Éste es el error fundamental de todos aquellos que creen haber usurpado el poder de Dios. 5Esta creencia les resulta aterradora, pero a Dios ni siquiera le inquieta. 6Él está deseoso, no obstante, por erradicarla, no como un castigo para Sus Hijos, sino tan sólo porque sabe que les produce infelicidad. 7Las creaciones de Dios disponen de la verdadera Autoría, mas tú prefieres permanecer anónimo cuando eliges separarte de tu Autor. 8Al no tener certeza con respecto a Quién es tu verdadero Autor, crees que tu creación fue anónima. 9Esto te pone en una situación en la que lo único que parece tener sentido es creer que tú te creaste a ti mismo. 10La disputa acerca de quién es tu autor ha dejado a tu mente en tal estado de incertidumbre que ésta puede incluso llegar a dudar de que tú realmente existas.

9. Sólo los que abandonan todo deseo de rechazar pueden saber que es imposible que ellos puedan ser rechazados. 2No has usur­pado el poder de Dios, pero lo has perdido. 3Afortunadamente, perder algo no significa que haya desaparecido. 4Significa simple­mente que no recuerdas dónde está. 5Su existencia no depende de que puedas identificarlo, o incluso localizarlo. 6Es posible contem­plar la realidad sin juzgar y simplemente saber que está ahí.

10. La paz es el patrimonio natural del espíritu. 2Todo el mundo es libre de rechazar su herencia, pero no de establecer lo que ésta es. 3El problema que todos tienen que resolver es la cuestión funda­mental de la autoría. 4Todo miedo procede en última instancia, y a veces por rutas muy tortuosas, de negar la verdadera Autoría. 5La ofensa no es nunca contra Dios, sino contra aquellos que lo niegan. 6Negar Su Autoría es negarte a ti mismo la razón de tu paz, de modo que sólo te puedes ver a ti mismo fragmentado. 7Esta extraña percepción es el problema de la autoridad.

11.  No hay nadie que de una manera u otra no se sienta aprisio­nado. 2Si ése es el resultado de su libre albedrío, tiene, por ende, que considerar que su voluntad no es libre, o, de lo contrario, el razonamiento circular de esta premisa sería evidente. 3El libre albedrío no puede sino conducir a la libertad. 4Los juicios siempre aprisionan, ya que fragmentan la realidad con las inestables balanzas del deseo. 5Los deseos no son hechos. 6Desear implica que ejercer la voluntad no es suficiente. 7Sin embargo, nadie que esté en su mente recta podría creer que lo que desea es tan real como lo que su voluntad dispone. 8En vez de "Busca primero el Reino de los Cielos" di: "Que tu voluntad sea antes que nada alcan­zar el Reino de los Cielos" y habrás dicho: "Sé lo que soy y acepto mi herencia”.




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