DESPERTAR AL AMOR

lunes, 3 de abril de 2017

3 ABRIL: La luz, la dicha y la paz moran en mí.



AUDIOLIBRO

EJERCICIOS

LECCION 93


La luz, la dicha y la paz moran en mí.


1. Crees ser la morada del mal, de las tinieblas y del pecado. 2Piensas que si alguien pudiese ver la verdad acerca de ti sentiría tal repulsión que se alejaría de ti como si de una serpiente vene­nosa se tratase. 3Piensas que si la verdad acerca de ti te fuese revelada, te sobrecogería un horror tan grande que te apresura­rías de inmediato a quitarte la vida, pues sería imposible seguir viviendo después de haber contemplado semejante atrocidad.

2. Estas creencias están tan firmemente arraigadas en ti que resulta difícil hacerte entender que no tienen fundamento alguno. 2Que has cometido errores es obvio. 3Cierto es también, teniendo en cuenta lo que ahora crees, que has buscado la salvación por extra­ños caminos; que te has dejado engañar y que a tu vez has enga­ñado; que has tenido miedo de fantasías pueriles y de sueños crueles y que te has postrado ante ídolos de polvo.

3. Hoy vamos a poner en tela de juicio todo esto, no desde el punto de vista de lo que piensas, sino desde un punto de referen­cia muy distinto, desde el cual tales pensamientos vanos carecen de sentido. 2Esos pensamientos no concuerdan con la Voluntad de Dios. 3Él no comparte contigo estas extrañas creencias. 4Esto es suficiente para probarte que son erróneas, pero tú no te das cuenta de ello.

4. ¿Por qué no habrías de dar saltos de alegría cuando se te ase­gura que todo el mal que crees haber hecho nunca ocurrió; que todos tus pecados no son nada; que sigues siendo tan puro y santo como fuiste creado, y que la luz, la dicha y la paz moran en ti? 2La imagen que tienes de ti mismo no puede resistir la Volun­tad de Dios. 3Tú piensas que eso es la muerte, sin embargo, es la vida. 4Tú piensas que se te está destruyendo, sin embargo, se te está salvando.

5. El ser que tú fabricaste no es el Hijo de Dios. 2Por lo tanto, no existe en absoluto. 3Y todo lo que aparentemente hace o piensa carece de significado. 4No es bueno ni malo. 5Es simplemente irreal; nada más. 6No batalla con el Hijo de Dios. 7No le hace daño ni ataca su paz. 8No ha alterado la creación en absoluto, ni ha convertido la eterna impecabilidad en pecado, o el amor en odio. 9¿Qué poder puede poseer ese ser que tú fabricaste, cuando lo que hace es contradecir la Voluntad de Dios?

6. Tu impecabilidad está garantizada por Dios. 2Esto tiene que repetirse una y otra vez, hasta que se acepte. 3Es la verdad. 4Tu impecabilidad está garantizada por Dios. 5Nada puede afectarla, y nada puede cambiar lo que Dios creó eterno. 6El ser que tú fabri­caste, lleno de maldad y de pecado, no es nada. 7Tu impecabilidad está garantizada por Dios, y la luz, la dicha y la paz moran en ti.

7. La salvación requiere que aceptes un solo pensamiento: que eres tal como Dios te creó, y no lo que has hecho de ti mismo. 2Sea cual sea el mal que creas haber hecho, eres tal como Dios te creó. 3Sean cuales sean los errores que hayas cometido, la verdad con respecto a ti permanece inalterada. 4La creación es eterna e inalterable. 5Tu impecabilidad está garantizada por Dios. 6Eres, y siempre serás, exactamente como fuiste creado. 7La luz, la dicha y la paz moran en ti porque ahí las puso Dios.

8. En nuestras sesiones de práctica más largas de hoy, las cuales serían más provechosas si las llevases a cabo durante los prime­ros cinco minutos de cada hora de vigilia, comienza afirmando la verdad acerca de tu creación:

2La luz, la dicha y la paz moran en mí.
3Mi impecabilidad está garantizada por Dios.

4Luego deja a un lado las disparatadas imágenes que tienes de ti mismo, y pasa el resto de la sesión de práctica tratando de experi­mentar lo que Dios te ha dado, en lugar de lo que tú has decre­tado para ti mismo.

9. Pues o bien eres lo que Dios creó, o bien lo que tú mismo has hecho de ti. 2Un Ser es real; el otro no existe. 3Trata de experimen­tar la unidad de tu único Ser. 4Trata de apreciar Su santidad y el Amor del que fue creado. 5Trata de no ser un obstáculo para el Ser que Dios creó como lo que tú eres, ocultando Su majestad tras los insignificantes ídolos de maldad y de pecado que has inven­tado para reemplazarlo. 6Permítele venir ahí donde le corres­ponde estar. 7Ahí estás tú; Eso es lo que eres. 8Y la luz, la dicha y la paz moran en ti porque esto es así.

10. Tal vez no estés dispuesto o no puedas dedicar los primeros cinco minutos de cada hora a hacer estos ejercicios. 2Trata, no obstante, de hacerlos cuando puedas. 3Acuérdate por lo menos de repetir estos pensamientos cada hora:

4La luz, la dicha y la paz moran en mí.
5Mi impecabilidad está garantizada por Dios.

6Trata luego de dedicar un minuto más o menos, con los ojos cerrados, a cobrar conciencia de que se trata de una afirmación de la verdad acerca de ti.

11. Si surge alguna situación que parezca perturbarte, desvanece la ilusión de miedo de inmediato, repitiendo de nuevo estos pen­samientos. 2Si te sientes tentado de enfadarte con alguien, dile silenciosamente:

3La luz, la dicha y la paz moran en ti.
4Tu impecabilidad está garantizada por Dios.

5Hoy puedes hacer mucho por la salvación del mundo. 6Hoy pue­des hacer mucho por desempeñar más fielmente el papel que Dios te ha asignado en la salvación. 7Y hoy puedes asimismo hacer mucho por convencer a tu mente de que la idea de hoy es en efecto la verdad.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dejar de lado tu creencia de que eres pecador y malvado, y experimentar la inocencia de tu Ser tal como Dios te creó.

Ejercicios más largos: Cada hora, a la horas en punto, durante cinco minutos. 
  • Repite: “La luz, la dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por Dios.” Me resulta útil hacer una breve pausa después de cada cualidad (“Luz… dicha… paz…”) de modo que puedo agradecer cada una por separado. 
  • El resto es una meditación corta, en la que intentas dejar el falso ser que te has inventado, que incluye todo tu sentido de ser y todas tus imágenes falsas acerca de ti. Llega muy dentro a tu Ser tal como Dios te creó, lleno de luz y dicha y paz. Intenta experimentar Su unidad y agradecer Su santidad y Amor.”Permítele venir ahí donde le corresponde estar” (9:6). Recuerda tener una actitud de confianza, deseo y determinación, y expulsar los pensamientos que distraen por medio de repetir la idea.

Alternativo: a la hora en punto, durante al menos un minuto.
Intenta hacer cada hora los cinco minutos siempre que puedas. Cuando no puedas o no estés dispuesto, por lo menos haz el ejercicio alternativo: 
  • Di: “La luz, la dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por Dios.” 
  • Cierra los ojos e intenta darte cuenta de que esto es la verdad acerca de ti.

Respuesta a la tentación: Cada vez que una situación o persona te tiente a estar disgustado.
1. Si una situación te altera, di rápidamente: “La luz, la dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por Dios.”
2. Si una persona parece enfadarte, dile en silencio: “La luz, la dicha y la paz moran en ti. Tu impecabilidad está garantizada por Dios.”

Apoyo a la práctica: Hoy es el comienzo de una serie de lecciones en las que se te pide que practiques cinco minutos cada hora. Para ayudarte a mejorar en este reto, estas lecciones contienen una enorme cantidad de ánimo para la práctica. Puedes ver ese aliento al final de las frases de esta lección, que te dicen que al hacer la práctica de hoy puedes ayudar a la salvación del mundo, acercar más tu propio papel en esa salvación, y ganar la seguridad de que la luz, la dicha y la paz verdaderamente moran en ti.

Comentario

El pensamiento del encabezamiento es muy positivo y refleja la verdad acerca de mí; pero el primer párrafo de la lección es bastante sombrío y refleja lo que el ego me ha enseñado acerca de mí, y me lo ha enseñado muy bien. Creo que yo soy “la morada del mal, de las tinieblas y del pecado” (1:1). A decir verdad, no muchos de nosotros somos conscientes de que pensamos esto de nosotros, y cuando surgen esos pensamientos los olvidamos rápidamente. Pero el modo en que me respondo a mí mismo, ciertamente, muestra que así es como pienso de mí mismo. De otro modo, ¿por qué protejo tanto mis “pensamientos privados”, por ejemplo? ¿Por qué tengo tanto miedo a examinarme a mí mismo y a mis motivaciones internas? ¿Por qué tengo miedo de abandonar el cuerpo y aparecer ante Dios, cuando esa posibilidad cruza mi mente? Tengo profundamente arraigadas dudas acerca de mi propia bondad y valía.

Supón que tuviera que encontrarme con alguien que pudiera leer mi mente y conocer cada uno de mis pensamientos. ¿Me sentiría cómodo con esa persona? Imagínate que tuviera que llevar puesto un casco con una pantalla de vídeo encima de mi frente y que reflejase mis pensamientos para que todos los viesen. ¿Cómo me sentiría? No tengo ninguna duda de que me sentiría muy, muy incómodo y quizá aterrorizado, porque hay muchos pensamientos que cruzan mi mente todo el tiempo que no me gustaría que los viese todo el mundo.

Incluso cuando estoy bastante seguro de lo inofensivo de mis intenciones, siempre hay algo escondido debajo de mis motivaciones y que desprecio. A veces mis actos más bondadosos están mezclados con cierto resentimiento o sensación de sacrificio y con motivos ocultos. A veces soy muy consciente de no confiar en mí mismo en ciertas situaciones. En el cuadro que describe el Curso, cada uno de nosotros tiene esta duda básica acerca de sí mismo. Secretamente sospechamos, o incluso conscientemente creemos, que no somos completamente merecedores de confianza ni completamente buenos y amorosos. Y como dice la lección, es “difícil” (2:1) sacar estas creencias acerca de nosotros mismos, sin embargo de eso es de lo que trata el Curso: despejar estos obstáculos que nos impiden darnos cuenta de la presencia del amor, que es nuestra herencia natural (ver T.In.1:7).

La verdad es que en lo más profundo de mi Ser, soy completamente amoroso y digno de ser amado (T.1.III.2:3-4). La luz, la dicha y la paz moran en mí, yo soy su hogar, y permanecen conmigo para siempre como creación de Dios. Para empezar a dudar de mis fuertes creencias negativas acerca de mí (que es un modo de definir lo que el Curso llama “culpa”), y para empezar a verme tal como Dios me creó, necesito “un punto de referencia muy distinto” (3:1). Necesito alcanzar un estado mental diferente. Eso es lo que el Espíritu Santo hace por mí, eso es lo que sucede en el instante santo.

La verdad acerca de mí es “que todo el mal que crees haber hecho nunca ocurrió; que todos tus pecados no son nada; que sigues siendo tan puro y santo como fuiste creado, y que la luz, la dicha y la paz moran en ti” (4:1). Negamos este mensaje constantemente, aunque es completamente ilógico hacerlo. Como dice Spot en Star Trek: los seres humanos no siempre son lógicos. Nuestra mente automáticamente inventa argumentos en contra para negar nuestra propia inocencia. O simplemente lo descartamos como absurdo, como “Poliana” sin siquiera considerarlo seriamente. ¿Por qué? Porque pensamos que admitir la verdad de nuestra inocencia es la muerte. Estamos tan identificados con esta imagen culpable de nosotros que amenazarla es amenazar nuestra propia existencia, o así lo parece. “Sin embargo, es la vida” (4:3), no la muerte. Cuando el Espíritu Santo nos presenta una imagen de nuestra inocencia nos aterroriza porque pone nuestro mundo patas arriba y rompe nuestro marco de referencia, basado en los juicios que hemos hecho. Da miedo pensar que hemos estado tan completamente equivocados acerca de nosotros, incluso aunque el error haya sido condenarnos y la verdad que desconocemos es nuestra propia inocencia.

Un método que la lección usa para ayudarnos a romper la vieja imagen de culpa acerca de nosotros es repetir una y otra vez: “Tu impecabilidad está garantizada por Dios” (6:1, y seis veces más en la lección). La repetición frecuente es un modo excelente de reprogramar la mente, por eso se nos pide que pasemos cinco minutos de cada hora (si podemos) repitiendo estas ideas y pensando en ellas, aceptando que son la verdad acerca de nosotros: “La luz, la dicha y la paz moran en mí. Mi impecabilidad está garantizada por Dios” (8:2-3; 10:4-5).

Cuando dice esto, la lección no quiere decir que Dios garantiza que nos cogerá a nosotros, pobres criaturas pecadoras, y que nos hará sin pecado. Eso no es necesario porque para empezar fuimos creados sin pecado y conservamos esa cualidad. Nunca he pecado, eso es lo que me dice la lección. Pienso que he pecado (¡y eso piensan los que me conocen!), creo que lo he hecho, estoy completamente convencido de que lo he hecho, pero nunca he pecado. Errores, sí; pero no pecados, porque no existe el pecado. “Pecar supondría violar la realidad, y lograrlo” (T.19.II.2:2), y eso simplemente no es posible.

“El Hijo de Dios puede estar equivocado, engañarse a sí mismo e incluso usar el poder de su mente contra sí mismo. Pero no puede pecar. No puede hacer nada que en modo alguno altere su realidad, o que haga que realmente sea culpable” (T.19.II.3:1-3).

Mi impecabilidad está garantizada porque no puedo pecar; eso es pura lógica. Si algo es imposible para mí, es una apuesta muy segura que nunca lo haré y que nunca lo he hecho.
Los ejercicios de hoy son intentos de sentir este único Ser, esta realidad tal como Dios la creó. Se necesita abandonar el otro “ser”. Abrirnos a la inmensidad del Amor que está dentro de nosotros, flotar en Él, ser rodeados por Él, abrazados por Él. Y luego el pensamiento más sorprendente: “Ahí estás tú; Eso es lo que eres” (9:7). ¡Eso eres tú! Si puedes, piensa en la experiencia más directa y dramática que hayas tenido de la Presencia de Dios, o de la presencia del amor, y dite a ti mismo: “Eso que experimenté en aquel momento, Eso soy Yo. Eso es lo que yo soy”.




TEXTO


II. La respuesta a la oración


1. Todo aquel que haya tratado alguna vez de usar la oración para pedir algo ha experimentado lo que aparentemente es un fracaso. 2Esto es cierto no sólo en relación con cosas específicas que pudie­ran ser perjudiciales, sino también en relación con peticiones que están completamente de acuerdo con lo que este curso postula. 3Esto último, en particular, puede interpretarse incorrectamente como una prueba de que el curso no es sincero en lo que afirma. 4Tienes que recordar, no obstante, que el curso afirma, y repetidamente, que su propósito es ayudarte a escapar del miedo.

2. Supongamos, pues, que lo que le pides al Espíritu Santo es lo que realmente deseas, pero aún tienes miedo de ello. 2Si ese fuese el caso, obtenerlo ya no sería lo que deseas. 3Por eso es por lo que algunas formas específicas de curación no se logran, aun cuando se haya logrado el estado de curación. 4Un individuo puede pedir ser curado físicamente porque tiene miedo del daño corporal. 5Al mismo tiempo, si fuese curado físicamente, la amenaza que ello representaría para su sistema de pensamiento podría causarle mucho más miedo que la manifestación física de su aflicción. 6En ese caso no estaría pidiendo realmente que se le liberase del miedo, sino de un síntoma que él mismo eligió. 7Por lo tanto, no estaría pidiendo realmente ser curado.

3. La Biblia subraya que toda oración recibirá respuesta, y esto es absolutamente cierto. 2El hecho mismo de que se le haya pedido algo al Espíritu Santo garantiza una respuesta. 3Es igualmente cierto, no obstante, que ninguna de las respuestas que Él dé incrementará el miedo. 4Es posible que Su respuesta no sea oída. 5Es imposible, sin embargo, que se pierda. 6Hay muchas respues­tas que ya has recibido pero que todavía no has oído. 7Yo te ase­guro que te están esperando.

4. Si quieres tener la certeza de que tus oraciones son contestadas, nunca dudes de un Hijo de Dios. 2No pongas en duda su palabra ni lo confundas, pues la fe que tienes en él es la fe que tienes en ti mismo. 3Si quieres conocer a Dios y Su Respuesta, cree en mí cuya fe en ti es inquebrantable. 4¿Cómo ibas a poder pedirle algo al Espíritu Santo sinceramente, y al mismo tiempo dudar de tu her­mano? 5Cree en la veracidad de sus palabras por razón de la ver­dad que mora en él. 6Te unirás a la verdad en él, y sus palabras serán verdaderas. 7Al oírlo a él me oirás a mí. 8Escuchar la verdad es la única manera de poder oírla ahora y de finalmente conocerla.

5. El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. 2¿Qué te está diciendo? 3¿Qué desearías que te dijese? 4Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje qué recibes. 5Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su Voz te habla a través de él. 6¿Qué podría decirte un hermano tan santo, excepto la verdad? 7Mas ¿le escuchas? 8Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe. 9El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad  a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. 10Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti. 11¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta?

6. No puedes rezar sólo para ti, de la misma manera en que no puedes encontrar dicha sólo para ti. 2La oración es la re-afirma­ción de la inclusión, dirigida por el Espíritu Santo de acuerdo con las leyes de Dios. 3En tu hermano reside tu salvación. 4El Espíritu Santo se extiende desde tu mente a la suya, y te contesta. 5No puedes oír la Voz que habla por Dios sólo en ti, porque no estás solo. 6Su respuesta va dirigida únicamente a lo que eres. 7No podrás saber la confianza que tengo en ti a no ser que la extien­das. 8No tendrás confianza en la dirección que te ofrece el Espí­ritu Santo, o no creerás que es para ti, a menos que la oigas en otros. 9Tiene que ser para tu hermano por el hecho de que es para ti. 10¿Habría acaso creado Dios una Voz que fuese sólo para ti? 11¿Cómo podrías oír Su respuesta, excepto cuando el Espíritu Santo responde a todos los Hijos de Dios? 12Oye de tu hermano lo que quisieras que yo oyese de ti, pues tú no querrías que yo fuese engañado.

7. Al igual que Dios, yo te quiero por razón de la verdad que mora en ti. 2Tal vez tus engaños te engañen a ti, pero a mí no me pueden engañar. 3Puesto que sé lo que eres, no puedo dudar de ti. 4Oigo sólo al Espíritu Santo en ti, Quien me habla través de ti. 5Si me quieres oír, oye a mis hermanos en quienes la Voz que habla por Dios se expresa. 6La respuesta a todas tus oraciones reside en ellos. 7Recibirás la respuesta a medida que la oigas en todos tus hermanos. 8No escuches nada más, pues, de lo contra­rio, no estarás oyendo correctamente.

8. Cree en tus hermanos porque yo creo en ti, y aprenderás que está justificado que yo crea en ti. 2Cree en mí creyendo en ellos, en virtud de lo que Dios les dio. 3Te contestarán si aprendes a pedir­les solamente la verdad. 4No pidas bendiciones sin bendecirlos, pues sólo de esta manera puedes aprender cuán bendito eres. 5Al seguir este camino estarás buscando la verdad en ti. 6Esto no es ir más allá de ti mismo, sino hacia ti mismo. 7Oye únicamente la Respuesta de Dios en Sus Hijos, y se te habrá contestado.

9. No creer es estar en contra, o atacar. 2Creer es aceptar, y tam­bién ponerse de parte de aquello que aceptas. 3Creer no es ser crédulo, sino aceptar y apreciar. 4No puedes apreciar aquello en lo que no crees ni puedes sentirte agradecido por algo a lo que no le atribuyes valor. 5Por juzgar se tiene que pagar un precio porque juzgar es fijar un precio. 6Y el precio que fijes es el que pagarás.

10. Si pagar se equipara con obtener, fijarás el precio bajo, pero exigirás un alto rendimiento. 2Te habrás olvidado de que poner precio es evaluar, de tal modo que el rendimiento que recibes es directamente proporcional al valor atribuido. 3Por otra parte, si pagar se asocia con dar no se puede percibir como una pérdida, y la relación recíproca entre dar y recibir se reconoce. 4En este caso se fija un precio alto debido al valor del rendimiento. 5Por obtener hay que pagar un precio: se pierde de vista lo que tiene valor, haciendo inevitable el que no estimes lo que recibes. 6Al atribuirle poco valor, no lo apreciarás ni lo desearás.

11. Nunca te olvides, por consiguiente, de que eres tú el que deter­mina el valor de lo que recibes, y el que fija el precio de acuerdo con lo que das. 2Creer que es posible obtener mucho a cambio de poco es creer que puedes regatear con Dios. 3Las leyes de Dios son siempre justas y perfectamente consistentes. 4Al dar, recibes. 5Pero recibir es aceptar, no tratar de obtener algo. 6Es imposible no tener, pero es posible que no sepas que tienes. 7Estar dispuesto a dar es reconocer que tienes, y sólo estando dispuesto a dar puedes reconocer lo que tienes. 8Lo que das, por lo tanto, equivale al valor que le has adjudicado a lo que tienes, al ser la medida exacta del valor que le adjudicas. 9Y esto, a su vez, es la medida de cuánto lo deseas.

12. Así pues, sólo puedes pedirle algo al Espíritu Santo dándole algo, y sólo puedes darle algo allí donde lo reconoces. 2Si recono­ces al Espíritu Santo en todos, imagínate cuánto le estarás pidiendo y cuánto habrás de recibir. 3Él no te negará nada porque tú no le habrás negado nada a Él, y de este modo podrás compartirlo todo. 4Ésta es la manera, y la única manera, de disponer de Su respuesta porque Su respuesta es lo único que puedes pedir y lo único que puedes desear. 5Dile, pues, a todo el mundo:

6Puesto que mi voluntad es conocerme a mí
mismo, te veo a ti como el Hijo de Dios y como
mi hermano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario