DESPERTAR AL AMOR

martes, 30 de mayo de 2017

30 MAYO: CUARTO REPASO: Repaso de las lecciones 139 y 140

 
AUDIOLIBRO


 

EJERCICIOS


LECCION 150

Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.



(139) Aceptaré la Expiación para mí mismo.
(140) La salvación es lo único que cura.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Prepararnos para la segunda parte del Libro de Ejercicios (que no empieza hasta dentro de ochenta lecciones). El siguiente repaso (Quinto Repaso) habla de esta misma preparación. El Libro de Ejercicios parece dar por sentado que ya hemos pasado la peor parte (ver, por ejemplo, L.122.10:2), y que ahora, con mucha menos resistencia, podemos poner toda la atención en prepararnos para la cumbre del Libro de Ejercicios: la Segunda Parte.

Más largo: 2 (al principio y al final del día), durante siete minutos aproximadamente
.
Primero, pasa cinco minutos pensando en la idea central de este repaso: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. Acalla tu mente, y repite la idea una y otra vez, muy lentamente, poniendo toda tu atención en su significado. Deja que despeje y sustituya a toda tu habitual manera de pensar. Tus pensamientos habituales (como explican los párrafos 3 y 4) son realmente faltas de perdón disfrazadas. Puesto que estos pensamientos no son de Dios, ocultan la verdad de que tu mente alberga sólo lo que piensas con Dios. Al apartarlos y pensar sólo este pensamiento del Curso, entras en contacto con tu verdadero estado mental, en el que sólo piensa los Pensamientos de Dios. Esto te preparará para un día que refleja ese estado verdadero, en el que los pensamientos que se te ocurren proceden de Dios (ver 6:1-2).

Si tus pensamientos habituales intentan meterse por medio, elimínalos con el pensamiento central. Una sugerencia para estos momentos es usar las imágenes de 4:3. Imagina que tu mente es el océano. Poner uno de tus pensamientos habituales en tu mente es como un niño arrojando un palo al agua. ¿Cómo puede eso cambiar los grandes ritmos del océano (las mareas, el sol calentando el agua, la luna reflejándose sobre la superficie)? ¿Cómo puede eso cambiar los grandes pensamientos que compartes con Dios?
Después de estos cinco minutos, pasa a la segunda fase de la práctica. Lee las dos ideas del repaso, cierra los ojos, y repítelas mentalmente para tus adentros (muy, muy lentamente). Dios ha puesto un regalo dentro de cada palabra. Deja que tu mente reciba ese regalo. “Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado” (7:4). Recibe el pensamiento que Él ha puesto ahí para ti, pues ese recibir es el verdadero estado de tu mente.

El propósito de la primera fase de la práctica es prepararte para esta segunda fase. Al pasar cinco minutos con el pensamiento de Dios, te preparas a ti mismo para ver en las dos ideas únicamente el significado que Dios les ha dado.

Observaciones: Por la noche, repite la misma práctica. Date cuenta de que el pensamiento central ha hecho “de ese día una ocasión especial de bendición” (9:3), tanto para ti como para el mundo, debido a tu práctica llena de fe. Date cuenta también de que duermes rodeada con la gratitud de Dios por tu práctica. Pues ahora estás aprendiendo a reclamar la herencia que Dios te dio.

Más corto: Cada hora, durante un momento de silencio y quietud.
Esta es una pequeña versión de la práctica de la mañana y de la noche. Pasa un momento de quietud y silencio con el pensamiento central, y luego repite las dos ideas del repaso, lentamente, dándote tiempo para ver los preciosos regalos de significado que Dios ha puesto en ellas para ti.

Comentario


Tal como yo lo entiendo, aceptar la Expiación para mí mismo significa permitir a Dios que me libere de todas las clases de culpa. Abandonar todos mis juicios contra mí mismo, todas las valoraciones de mí mismo que me rebajan. Significa que no soy mis pensamientos y que, por encima de todo, no soy mi ego. No soy lo que he pensado que soy. No soy lo que temo que soy. Aceptar la Expiación para mí mismo significa que puedo contemplar mi ego sin condena, reconocerlo como un error tonto acerca de mí que puede ser corregido.

Cuando acepto la Expiación para mí mismo, dejo de medirme con medidas injustas y me acepto a mí mismo tal como soy. Puedo contemplarme a mí mismo con amor, verme con compasiva aceptación. En el instante santo acepto la Expiación, y para entrar en él no es necesario que no tenga pensamientos de ego, únicamente que no tenga pensamientos que quiera conservar (ver T.15.IV.9:1-2). Reconozco que he cometido errores, pero estoy dispuesto a que cada error sea corregido, y no acepto ninguna culpa por esos errores. No permito que mis errores me impidan el instante santo, porque el instante santo es el lugar donde esos errores pueden ser corregidos, y sus consecuencias deshechas.

Esto es la salvación. Esto es el deshacimiento de los errores, la corrección de los errores.

La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. Al no prestarles apoyo, deja que simplemente se conviertan en polvo. (L.pII.2.3:1-3)

Esto es lo único que cura. Cualquier cosa menos que esto es un simple alivio de los síntomas, un simple cambio de forma sin cambiar el contenido. La causa de la culpa debe ser deshecha. “El Espíritu Santo sabe que la salvación es escapar de la culpabilidad” (T.14.III.13:4).

Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es escapar de la culpa. Saber que mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios es la salvación y verdaderamente cura mis males. La Expiación es la respuesta de Dios a todo lo que hay en mi mente que parece ser diferente de Dios. Borra cada pensamiento que se opone a la verdad y me deja con la verdad limpia y pura de mi inocencia. Puedo traer cada pensamiento de ego, cada pensamiento no digno, cada pensamiento de aislamiento y separación, cada pensamiento de dolor y venganza y desesperación a este milagroso lugar de la Expiación, dejarlo allí sobre el altar de mi mente, y verlo desaparecer:

Éste es el cambio que brinda la percepción verdadera: lo que antes se había proyectado afuera, ahora se ve adentro, y ahí el perdón deja que desaparezca. Ahí se establece el altar al Hijo, y ahí se recuerda a su Padre. Ahí se llevan todas las ilusiones ante la verdad y se depositan ante el altar. Lo que se ve como que está afuera no puede sino estar más allá del alcance del perdón, pues parece ser por siempre pecaminoso. ¿Qué esperanza puede haber mientras se siga viendo el pecado como algo externo? ¿Qué remedio puede haber para la culpabilidad? Mas al ver a la culpabilidad y al perdón dentro de tu mente, éstos se encuentran juntos por un instante, uno al lado del otro, ante un solo altar. Ahí, por fin, la enfermedad y su único remedio se unen en un destello de luz curativa. Dios ha venido a reclamar lo que es Suyo. El perdón se ha consumado. (C.4.6:1-10)





TEXTO


II. El alumno feliz

 

1. El Espíritu Santo necesita un alumno feliz en quien Su misión pueda llevarse a cabo felizmente. 2Tú que eres tan partidario de la aflicción, debes reconocer en primer lugar que eres infeliz y desdichado. 3El Espíritu Santo no puede enseñar sin este con­traste, pues tú crees que la aflicción es felicidad. 4Esto te ha confundido tanto, que te has empeñado en aprender a hacer lo que nunca podrás hacer, creyendo que si no aprendes a hacerlo no serás feliz. 5No te das cuenta de que los cimientos sobre los que se basa este objetivo de aprendizaje tan extraño no tienen ningún sentido. 6No obstante, puede que aún tengan sentido para ti. 7Si tienes fe en lo que no es nada, encontrarás el "tesoro" que buscas. 8Pero habrás agregado una carga más a tu ya sobrecargada mente. 9Creerás que lo que no es nada es valioso y lo apreciarás. 10Para ti, un trocito de vidrio, una mota de polvo, un cuerpo o una guerra son todos una misma cosa. 11Pues si valoras una sola cosa que esté hecha de lo que no es nada, habrás creído que lo que no es nada puede ser valioso y que puedes aprender a hacer que lo que no es verdad lo sea.

2. El Espíritu Santo, que ve donde te encuentras, pero sabe que realmente te encuentras en otra parte, comienza Su lección de simplicidad con la enseñanza fundamental de que la verdad es verdad. 2Ésta es la lección más difícil que jamás tendrás que aprender y, al fin y al cabo, la única. 3La simplicidad es algo muy difícil para las mentes retorcidas. 4Observa todas las distorsiones que has hecho de lo que no es nada; todas las extrañas manifestaciones, sentimientos, acciones y reacciones que has urdido de ello. 5Nada te es tan ajeno como la simple verdad, ni hay nada que estés menos inclinado a escuchar. 6El contraste entre lo que es verdad y lo que no lo es, es perfectamente evidente, sin embargo, tú no lo ves. 7Lo que es simple y obvio no es evidente para los que desean fabricar palacios y ropajes regios de la nada, creyendo que éstos les convierten en reyes de áurea.

3. El Espíritu Santo ve esto y enseña simplemente que nada de ello es verdad. 2A esos infelices alumnos que quieren enseñarse a sí mismos lo que no es nada y que se engañan creyendo que es algo, el Espíritu Santo les dice con perfecta serenidad:

3La verdad es verdad. 4Es lo único que importa, lo único que es real y lo único que existe. 5Permíteme hacer por ti la única distinción que tú no puedes hacer, pero que necesitas aprender. 6La fe que tienes en lo que no es nada te está engañando. 7Deposítala en mí, y yo, a mi vez, la depositaré delicadamente en el santo lugar donde le corresponde estar. 8Allí no encontrarás engaño, sino únicamente la simple ver­dad. 9Y la amarás porque la comprenderás.

4. Al igual que tú, el Espíritu Santo no creó la verdad. 2Al igual que Dios, Él sabe que la verdad es verdad. 3El Espíritu Santo lleva la luz de la verdad a las tinieblas y deja que resplandezca sobre ti. 4Y a medida que resplandece en ti, tus hermanos la ven, y al darse cuenta de que esta luz no es obra tuya, ven en ti mucho más de lo que tú mismo ves. 5Ellos serán los felices alumnos de la lección que esa luz les muestra porque les enseña a liberarse de lo que no es nada y de todas las obras de lo que no es nada. 6No podrán ver que las pesadas cadenas que parecen atarlos a la des­esperación no son nada hasta que tú les lleves la luz. 7Se darán cuenta entonces de que las cadenas han desaparecido y de que, por lo tanto, no podían haber sido nada. 8Y tú te darás cuenta de esto junto con ellos. 9Y puesto que les enseñaste lo que es la felicidad y la liberación, ellos se convertirán en tus maestros de libera­ción y felicidad.

5. Cuando le enseñas a alguien que la verdad es verdad, lo apren­des con él. 2Y así aprendes que lo que parecía ser lo más difícil de entender es lo más fácil. 3Aprende a ser un alumno feliz, 4pues jamás aprenderás cómo hacer que lo que no es nada sea todo. 5Pero date cuenta de que ésa ha sido tu meta, y reconoce cuán descabellada ha sido 6Alégrate de que haya sido des-hecha, pues cuando la examinas honestamente, queda des-hecha. 7Dije ante­riormente: "No te conformes con lo que no es nada", pues has creído que lo que no es nada podía hacerte feliz. 8Mas eso no es verdad.

6. Si quieres ser un alumno feliz tienes que entregarle al Espíritu Santo todo lo que has aprendido para así desaprenderlo. 2Y luego empezar a aprender las gozosas lecciones que se suceden rápida­mente sobre los sólidos cimientos de que la verdad, es verdad. 3Pues lo que se construye sobre ellos es verdad, y está basado en la verdad. 4Todo un universo de aprendizaje se revelará ante ti en toda su maravillosa simplicidad. 5Y puesto que tendrás la verdad ante ti, no desearás volver la vista atrás.

7. El alumno feliz satisface las condiciones del aprendizaje en este mundo, de la misma forma en que satisface las condiciones del conocimiento en el Reino. 2Todo ello se basa en el plan del Espíritu Santo para liberarte del pasado y revelarte el camino hacia la libertad. 3Pues la. verdad es verdad. 4¿Qué otra cosa podía o pudo jamás serlo? 5En esta simple lección se encuentra la llave de la lóbrega puerta que crees está cerrada para siempre. 6Construiste esa puerta de la nada, y detrás de ella no hay nada. 7La llave no es más que la luz que con su resplandor desvanece las siluetas, for­mas y temores de lo que no es nada. 8Acepta de las manos de Cristo esta llave que abre la puerta de la libertad para que puedas unirte a Él en la santa misión de difundir la luz. 9Pues, al igual que tus hermanos, no te das cuenta de que la luz ha llegado y de que te ha liberado del sueño de las tinieblas.



8. Ve a tus hermanos libres, y aprende de ellos cómo liberarte de las tinieblas. 2La luz que refulge en ti los despertará, y ellos no dejarán que sigas durmiendo. 3La visión de Cristo se otorga en el mismo instante en que se percibe. 4Allí donde todo es claro, todo es santidad. 5La quietud de su simplicidad es tan irresistible que te darás cuenta de que es imposible negar la simple verdad, pues no hay nada más. 6Dios está en todas partes y Su Hijo mora en Él junto con todo lo demás. 7¿Cómo puede entonar cantos fúnebres cuando esto es cierto?

No hay comentarios:

Publicar un comentario