AUDIOLIBRO
CUARTO REPASO. INTRODUCCIÓN
Si recuerdas, en la Introducción al Libro de Ejercicios se nos dijo: “El libro de ejercicios está dividido en dos secciones principales. La primera está dedicada a anular la manera en que ahora ves, y la segunda, a adquirir una percepción verdadera” (L.In.3:1). Aunque la segunda parte no empieza hasta dentro de ochenta lecciones, la Introducción al Cuarto Repaso anuncia que estamos entrando en una etapa de cambio en el Libro de Ejercicios, que nos estamos “preparando para la segunda parte del aprendizaje en la que se nos enseña cómo aplicar la verdad” (1:1). Las lecciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, si las miras, verás que ocupan media hoja, o menos. Se dan pocas instrucciones concretas para la práctica, y nos ofrecen mucha mayor libertad sobre cómo practicamos. Están pensadas para estudiantes que han empezado a hacer suyas las verdades del Curso, y que están preparados para aplicarlas por su cuenta. Este repaso nos da algunos ejercicios acerca de esa práctica independiente. En la Lección 153, poco después de terminar este repaso, habrá un cambio mayor en la práctica, como veremos, que establecerá el modelo para la práctica durante el resto de la primera parte del Libro de Ejercicios.
Por lo tanto, seguir las instrucciones de práctica para este repaso es muy importante, si queremos estar preparados para lo que está por venir. Te darás cuenta de que los repasos nos dan el pensamiento central para este repaso y las dos ideas de los temas que se están repasando, no hay comentarios añadidos. En cierto modo, se supone que nosotros pondremos ese comentario por nuestra cuenta. Se pretende que tomemos las ideas y dejemos que el Espíritu Santo explique el significado a nuestra mente, sin el apoyo de palabras escritas que nos ayuden. “Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado, tal como se te ha dado a ti a través de Su Voz” (7:4).
Quizá no te sientas preparado para esto. Confieso que la primera vez que hice el Libro de Ejercicios perdí bastante interés después de la primera parte, hacía las lecciones pero en realidad todo lo que hacía era leerlas, pensar en ellas durante un minuto o dos, y luego olvidarlas. Los repasos como éste me parecían inútiles. Dos o tres frases no eran suficiente para estimular mi mente, y aparentemente no estaba preparado para dejar que el Espíritu Santo “iluminase cada palabra en mi mente”. Puede que tú te encuentres en la misma situación. De todas formas, te digo: “intenta seguir las instrucciones”. Coge las pocas líneas que se dan para cada día y piensa en ellas. Piensa en ellas detenidamente. Piensa en lo que sabes acerca de su significado, y pide que se te enseñe más. Si te sirve, intenta empezar un diálogo con el Espíritu Santo sobre las ideas. Conviértelas en oraciones. Piensa en cómo puedes aplicarlas a tu vida. Guarda silencio delante de Dios y deja que el sentimiento de las ideas limpie tu mente. Haz cualquier cosa que te sea útil.
Quizá sientas que no lo estás haciendo muy bien, pero ¿cuál es el propósito de la práctica, sino aprender a hacer algo que no sabes hacer bien?
Fíjate en el pensamiento central para el repaso: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios” (2:2; 5:3). Las instrucciones nos dicen que pasemos cinco minutos dejando que este pensamiento, y sólo éste, ocupe nuestra mente y elimine todos los demás pensamientos. Lo que estamos haciendo es despejar el escenario, haciendo sitio para que el Espíritu Santo nos enseñe. Los cinco minutos pasados con esta idea cada día es nuestro periodo de preparación. Nos estamos preparando para recibir los pensamientos de Dios, a través de Su Espíritu Santo. Nos estamos preparando para tener la experiencia de unión con Dios.
Después de estos cinco minutos de preparación, se nos dice que tomemos los dos pensamientos del repaso, y que dejemos que su significado ilumine nuestra mente. Aquí no se da límite de tiempo, tenemos que repasarlos “lentamente” (7:2) y “sin prisa” (7:3). ¡Ciertamente esto necesita más que unos pocos segundos! Más bien varios minutos, como mínimo. Lo mejor es hacer este repaso sin preocupación por el tiempo, si son cinco minutos o veinticinco, no importa. Lo importante es que seamos uno con Dios, y dejar que Sus Pensamientos llenen nuestra mente. Como la lección dice de nuestras sesiones de repaso a cada hora, debemos hacerlas “con tiempo suficiente para que puedas ver los regalos que (las dos ideas) encierran para ti, y deja que se reciban allí donde se dispuso que fuesen recibidos” (8:2). El tiempo que dedicas se deja a tu elección.
AUDIOLIBRO
Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Prepararnos para la segunda parte del Libro de Ejercicios (que no empieza hasta dentro de ochenta lecciones). El siguiente repaso (Quinto Repaso) habla de esta misma preparación. El Libro de Ejercicios parece dar por sentado que ya hemos pasado la peor parte (ver, por ejemplo, L.122.10:2), y que ahora, con mucha menos resistencia, podemos poner toda la atención en prepararnos para la cumbre del Libro de Ejercicios: la Segunda Parte.
Más largo: 2 (al principio y al final del día), durante siete minutos aproximadamente
.
Primero, pasa cinco minutos pensando en la idea central de este repaso: “Mi mente alberga sólo lo que pienso con Dios”. Acalla tu mente, y repite la idea una y otra vez, muy lentamente, poniendo toda tu atención en su significado. Deja que despeje y sustituya a toda tu habitual manera de pensar. Tus pensamientos habituales (como explican los párrafos 3 y 4) son realmente faltas de perdón disfrazadas. Puesto que estos pensamientos no son de Dios, ocultan la verdad de que tu mente alberga sólo lo que piensas con Dios. Al apartarlos y pensar sólo este pensamiento del Curso, entras en contacto con tu verdadero estado mental, en el que sólo piensa los Pensamientos de Dios. Esto te preparará para un día que refleja ese estado verdadero, en el que los pensamientos que se te ocurren proceden de Dios (ver 6:1-2).
Si tus pensamientos habituales intentan meterse por medio, elimínalos con el pensamiento central. Una sugerencia para estos momentos es usar las imágenes de 4:3. Imagina que tu mente es el océano. Poner uno de tus pensamientos habituales en tu mente es como un niño arrojando un palo al agua. ¿Cómo puede eso cambiar los grandes ritmos del océano (las mareas, el sol calentando el agua, la luna reflejándose sobre la superficie)? ¿Cómo puede eso cambiar los grandes pensamientos que compartes con Dios?
Después de estos cinco minutos, pasa a la segunda fase de la práctica. Lee las dos ideas del repaso, cierra los ojos, y repítelas mentalmente para tus adentros (muy, muy lentamente). Dios ha puesto un regalo dentro de cada palabra. Deja que tu mente reciba ese regalo. “Deja que cada palabra refulja con el significado que Dios le ha dado” (7:4). Recibe el pensamiento que Él ha puesto ahí para ti, pues ese recibir es el verdadero estado de tu mente.
El propósito de la primera fase de la práctica es prepararte para esta segunda fase. Al pasar cinco minutos con el pensamiento de Dios, te preparas a ti mismo para ver en las dos ideas únicamente el significado que Dios les ha dado.
Observaciones: Por la noche, repite la misma práctica. Date cuenta de que el pensamiento central ha hecho “de ese día una ocasión especial de bendición” (9:3), tanto para ti como para el mundo, debido a tu práctica llena de fe. Date cuenta también de que duermes rodeada con la gratitud de Dios por tu práctica. Pues ahora estás aprendiendo a reclamar la herencia que Dios te dio.
Más corto: Cada hora, durante un momento de silencio y quietud.
Esta es una pequeña versión de la práctica de la mañana y de la noche. Pasa un momento de quietud y silencio con el pensamiento central, y luego repite las dos ideas del repaso, lentamente, dándote tiempo para ver los preciosos regalos de significado que Dios ha puesto en ellas para ti.
Comentario
El perdón realmente nos ofrece todo lo que queremos, y sin el verdadero perdón no es posible la felicidad. Puede que todavía no creamos esto completamente y conscientemente, pero nuestra mente recta lo cree, y siempre lo ha creído. El perdón tiene efectos no sólo sobre lo que yo creo que el mundo me ha hecho (en realidad no le ha hecho nada a mi Ser), sino también sobre lo que no ha hecho que yo quería que hiciera. Cuanto más viejo se hace uno, más desilusionado está uno con el mundo. Hablamos de personas “hartas del mundo”y cínicas cuando envejecen, porque a pesar de las grandes esperanzas que teníamos cuando éramos más jóvenes, a pesar de las brillantes promesas que el mundo parecía hacernos, nos ha desilusionado. No nos ha hecho felices. Descubrimos que el mundo no es justo, que las personas buenas no siempre triunfan, que no siempre tenemos lo que queremos. Y cuando logramos lo que queremos, no es tan bueno como habíamos esperado.
El perdón consiste en reconocer que somos nosotros los que hemos inventado esas esperanzas acerca del mundo, y somos nosotros los que hemos hecho que nos desilusione. Hemos pedido lo imposible, nada de este mundo me satisfará nunca ni me hará feliz. La felicidad tiene que buscarse y encontrarse únicamente en nuestro estado natural, es decir, en la unión con Dios y con todos mis hermanos. Perdonar al mundo significa dejar de molestarse por sus imperfecciones. No podemos culpar al mundo de nuestro sufrimiento, tampoco podemos culparlo por no hacernos felices. No podemos culparlo por nada en absoluto. Cuando por fin dejamos de crujir los dientes, relajamos los puños, y nuestra respiración se calma al liberar esos antiguos resentimientos, lo que descubrimos es nuestra felicidad natural, que ha estado ahí todo el tiempo, pero oculta por nuestra falta de perdón.
10. Alaba, pues, al Padre por la perfecta cordura de Su santísimo Hijo. 2Tu Padre sabe que no tienes necesidad de nada. 3Esto es así en el Cielo, pues, ¿qué podrías necesitar en la eternidad? 4En tu mundo ciertamente tienes necesidad de cosas. 5El mundo en el que te encuentras en un mundo de escasez porque estás necesitado. 6Sin embargo, ¿te podrías encontrar a ti mismo en un mundo así? 7Sin el Espíritu Santo la respuesta sería no. 8Pero debido a Él, la respuesta es un gozoso sí. 9Por ser el mediador entre los dos mundos, Él sabe lo que necesitas y lo que no te hará daño. 10El concepto de posesión es un concepto peligroso si se deja en tus manos. 11El ego quiere poseer cosas para salvarse, pues poseer es su ley. 12Poseer por poseer es el credo fundamental del ego y una de las piedras angulares de los templos que se erige a sí mismo. 13El ego exige que deposites en su altar todas las cosas que te ordena obtener, y no deja que halles gozo alguno en ellas.
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