DESPERTAR AL AMOR

jueves, 23 de agosto de 2018

23 AGOSTO: Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 235



Dios, en Su misericordia, dispone que yo me salve.



1. Tan sólo necesito contemplar todo aquello que parece herirme, y con absoluta certeza decirme a mí mismo: "La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto", para que de inmediato lo vea desaparecer. 2Tan sólo necesito tener presente que la Voluntad de mi Padre para mí es felicidad, para darme cuenta de que lo único que se me ha dado es felicidad. 3Tan sólo necesito recordar que el Amor de Dios rodea a Su Hijo y mantiene su inocencia eterna­mente perfecta, para estar seguro de que me he salvado y de que me encuentro para siempre a salvo en Sus Brazos. 4Yo soy el Hijo que Él ama. 5Y me he salvado porque Dios en Su misericordia así lo dispuso.

2. Padre, Tu Santidad es la mía. 2Tu Amor me creó e hizo que mi ino­cencia fuese parte de Ti para siempre. 3No hay culpabilidad o pecado en mí, puesto que no los hay en Ti.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario


Si miramos a nuestros propios pensamientos honestamente, podremos ver las muchas maneras en que creemos lo contrario de la lección de hoy. Pensamos: “Dios, en su enfado, dispone que yo sea castigado”. En algún lugar dentro de cada uno de nosotros hay una voz negativa que nos dice que merecemos el sufrimiento que tenemos, o que la felicidad que tenemos puede desaparecer porque no nos la merecemos.

A aquellos que tienen una lista de todas sus quejas acerca del mundo y del modo en que los trata injustamente, el Curso tiene un consejo definitivo: “¡Abandona esos pensamientos tan necios!” (M.15.3:1). Tengo el poder de deshacer todas esas cosas. Todo lo que tengo que hacer es asegurarme a mí mismo: “La Voluntad de Dios es que yo me salve de esto” (1:1). Dios no quiere mi sufrimiento, ni mi tristeza, ni mi soledad. Cambiando la manera en que pienso de todo esto, puedo cambiar al mundo.

Pensamos que es el mundo el que nos causa nuestro sufrimiento y tristeza, el Curso nos enseña justo lo contrario. Nuestra creencia en el Dios de la ira es lo que nos trae el sufrimiento, nuestra creencia en Su misericordia y Su Amor puede transformar nuestra vida. Lo que necesita cambiar no es el mundo externo, sino lo que hay dentro de mi mente. Que hoy recuerde, Padre, que “me he salvado y que me encuentro para siempre a salvo en Tus Brazos” (L.235.1:3). Que el pensamiento de que Tú quieres mi felicidad llene hoy mi mente. Si Tú eres Amor, si Tú me amas, ¿qué más puedo querer?


¿Qué es la salvación? (Parte 5)

L.pII.2.3:1-3

La salvación es un des-hacer en el sentido de que no hace nada, al no apoyar el mundo de sueños y de malicia. De esta manera, las ilusiones desaparecen. (3:1-2)

Tomar parte en la salvación no es añadir una nueva actividad, sino abandonar nuestra antigua tragedia de sueños de maldad. Salvarse es dejar de apoyar nuestras ilusiones, dejar de añadirle leña al fuego de la ira, del ataque y de la culpa, que ha arrasado nuestra mente durante miles de años. La salvación no consiste en hacer, sino en no hacer. Es poner fin a nuestra resistencia para que el amor fluya sin obstáculos, tanto el Amor de Dios a nosotros como el nuestro a Dios y a nuestros hermanos. La salvación significa que dejamos de inventarnos excusas para no amar. Significa que dejamos de inventar razones de que no nos lo merecemos.

“El ego no tiene realmente ningún poder para distraerte a menos que tú se lo confieras” (T.8.I.2:1). El único poder que el ego tiene es el que nosotros le damos y utiliza nuestro propio poder contra nosotros. Todas las ilusiones del ego están alimentadas por nuestra inversión en ellas (por creer en ellas). Cuando le retiramos ese poder y dejamos de apoyar las ilusiones del ego, “deja que sim-plemente se conviertan en polvo” (3:3). ¿Cómo se deshace el ego? Por nuestra decisión de ya no apoyarlo nunca más.

El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. (T.27.VIII.10:1)




TEXTO


IV. La entrada al arca


1. Nada puede herirte a no ser que le confieras ese poder. 2Mas tú confieres poder según las leyes de este mundo interpretan lo que es dar: al dar, pierdes. 3No obstante, no es a ti a quien corres­ponde conferir poder a nada. 4Todo poder es de Dios; Él lo otorga, y el Espíritu Santo, que sabe que al dar no puedes sino ganar, lo revive. 5Él no le confiere poder alguno al pecado, que, por consi­guiente, no tiene ninguno; tampoco le confiere poder a sus resul­tados tal como el mundo los ve: la enfermedad, la muerte, la aflicción y el dolor. 6Ninguna de estas cosas ha ocurrido porque el Espíritu Santo no las ve ni le otorga poder a su aparente fuente. 7Así es como te mantiene a salvo de ellas. 8Al no tener ninguna ilusión acerca de lo que eres, el Espíritu Santo sencillamente pone todo en Manos de Dios, Quien ya ha dado y recibido todo lo que es verdad. 9Lo que no es verdad Él ni lo ha recibido ni lo ha dado.

2. El pecado no tiene cabida en el Cielo, donde sus resultados serían algo ajeno a éste y donde ni ellos ni su fuente podrían tener acceso. 2en esto reside tu necesidad de no ver pecado en tu hermano. 3El Cielo se encuentra en él. 4Si ves pecado en él, pierdes de vista el Cielo. 5Contémplalo tal como es, no obstante, y lo que es tuyo irradiará desde él hasta ti. 6Tu salvador te ofrece sólo amor, pero lo que recibes de él depende de ti. 7Él tiene el poder de pasar por alto todos tus errores, y en ello reside su propia salvación. 8Y lo mismo sucede con la tuya. 9La salvación es una lección en dar, tal como la interpreta el Espíritu Santo. 10La salvación es el re-despertar de las leyes de Dios en mentes que han promulgado otras leyes a las que han otorgado el poder de poner en vigor lo que Dios no creó.

3. Tus desquiciadas leyes fueron promulgadas para garantizar que cometieses errores y que éstos tuviesen poder sobre ti al aceptar sus consecuencias como tu justo merecido. 2¿Qué puede ser esto sino una locura? 3¿Y es esto acaso lo que quieres ver en aquel que te puede salvar de la demencia? 4Él está tan libre de ello como tú, y en la libertad que ves en él ves la tuya. 5Pues la libertad es algo que compartís. 6Lo que Dios ha dado obedece Sus leyes y sólo Sus leyes. 7Es imposible que aquellos que las obede­cen puedan sufrir las consecuencias de cualquier otra causa.

4. Los que eligen la libertad experimentarán únicamente sus resultados. 2Pues el poder del que gozan procede de Dios, y sólo le otorgarán ese poder a lo que Dios ha dado, a fin de compartirlo con ellos. 3Nada excepto esto puede afectarles, pues es lo único que ven, y comparten su poder con ello de acuerdo con la Volun­tad de Dios. 4de esta manera es como se establece se mantiene vigente su libertad, 5la cual prevalece por encima de cualquier tentación de querer aprisionar a otros de ser aprisionados. 6Debes preguntar qué es la libertad a aquellos que han aprendido lo que es. 7No le preguntes a un gorrión cómo se eleva el águila pues los alicortos no han aceptado para sí mismos el poder que pueden compartir contigo.

5. Los que son incapaces de pecar dan tal como han recibido. 2Ve en tu hermano, pues, el poder de la impecabilidad *, y comparte con él el poder que le has concedido para que se libere del pecado. 3A todo el que camina por la tierra, en aparente soledad se le ha dado un salvador, cuya función especial aquí es liberarlo, para así liberarse él a sí mismo. 4En el mundo de la separación se le asigna esa función a cada uno por separado, aunque todos ellos son uno solo. 5Pero los que saben que todos ellos son uno solo no tienen necesidad de salvación. 6cada uno encuentra a su salvador cuando está listo para contemplar la faz de Cristo y ver que Éste está libre de pecado.

6. No es éste un plan que tú hayas elaborado; y no tienes que hacer nada, salvo aprender el papel que se te encomendó. 2Pues Aquel que conoce todo lo demás se ocupará de ello sin tu ayuda. 3Pero no pienses que Él no tiene necesidad del papel que te co­rresponde desempeñar para que lo asista a Él en lo demás. 4Pues de tu papel depende todo el plan, y ningún papel está completo sin tu  papel, ni tampoco puede lo que es todo estar completo sin él. 5Al arca de la paz se entra de dos en dos. aSin embargo, el comienzo de otro mundo los acompaña. 6Toda relación santa tiene que entrar aquí para aprender la función especial que le corresponde desempeñar en el plan del Espíritu Santo ahora que com­parte Su propósito. 7Y a medida que ese propósito se alcanza, surge un nuevo mundo en el que el pecado no tiene cabida, y donde el Hijo de Dios puede entrar sin miedo y descansar por un rato para olvidar su esclavitud y recordar su libertad. 8Mas ¿cómo iba a poder entrar a descansar y a recordar si tú no le acompañas? 9A menos que estés allí, él no está completo. 10Y es su compleción lo que él recuerda allí.

7. Éste es el propósito que se te encomendó. 2No pienses que per­donar a tu hermano os beneficia sólo a vosotros dos. 3Pues el nuevo mundo en su totalidad descansa en las manos de cada dos seres que entren allí a descansar. 4Y mientras descansan, la faz de Cristo refulge sobre ellos, y ellos recuerdan las leyes de Dios, olvidándose de todo lo demás y anhelando únicamente que Sus leyes se cumplan perfectamente en ellos y en todos sus herma­nos. 5¿Crees que podrías descansar sin ellos una vez que esto se haya realizado? 6No podrías dejar ni a uno solo afuera tal como yo tampoco podría dejarte a ti afuera, y olvidarme así de una parte de mí mismo.


8Tal vez te preguntes cómo vas a poder estar en paz si, mientras estés en el tiempo, aún queda tanto por hacer antes de que el camino que lleva a la paz esté libre y despejado. 2Quizá te parezca que esto es imposible. 3Pero pregúntate si es posible que Dios hubiese podido elaborar un plan para tu salvación que pudiese fracasar. 4Una vez que aceptes Su plan como la única función que quieres desempeñar, no habrá nada de lo que el Espíritu Santo no se haga cargo por ti sin ningún esfuerzo por tu parte. 5Él irá delante de ti despejando el camino, y no dejará escollos en los que puedas tropezar ni obstáculos que pudiesen obstruir tu paso. 6Se te dará todo lo que necesites. 7Toda aparente dificultad sim­plemente se desvanecerá antes de que llegues a ella. 8No tienes que preocuparte por nada, sino, más bien, desentenderte de todo, salvo del único propósito que quieres alcanzar. 9De la misma ma­nera en que éste te fue dado, asimismo su consecución se llevará a cabo por ti. 10La promesa de Dios se mantendrá firme contra todo obstáculo, pues descansa sobre la certeza, no sobre la con­tingencia. 11Descansa en ti. 12¿Y que puede haber que goce de más certeza que un Hijo de Dios?








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