DESPERTAR AL AMOR

viernes, 31 de agosto de 2018

31 AGOSTO: Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 243

Hoy no juzgaré nada de lo que ocurra.


1. Hoy seré honesto conmigo mismo. 2No pensaré que ya sé lo que no puede sino estar más allá de mi presente entendimiento. 3No pensaré que entiendo la totalidad basándome en unos cuan­tos fragmentos de mi percepción, que es lo único que puedo ver. 4Hoy reconozco esto. 5Y así quedo eximido de tener que emitir juicios que en realidad no puedo hacer. 6De esta manera, me libero a mí mismo y a todo lo que veo, de modo que pueda estar en paz tal como Dios nos creó.

2. Padre, hoy dejo que la creación sea lo que es. 2Honro todos sus aspec­tos, entre los que me cuento. 3Somos uno porque cada aspecto alberga Tu recuerdo, y la verdad sólo puede derramar su luz sobre todos nosotros cual uno solo.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.





Comentario

Intentar la práctica de hoy me mostrará que mi mente está juzgando constantemente. Por supuesto, el objetivo final es abandonar todo juicio y permitir al Espíritu Santo que juzgue por nosotros. Abandonar todo juicio es un factor muy importante para dejar el ego de lado: “El ego no puede sobrevivir sin hacer juicios, y, por consiguiente, se le abandona” (T.4.II.10:3).

“Hoy seré honesto conmigo mismo” (1:1). El Curso nos enseña que abandonar todo juicio es ser honestos con nosotros mismos. Esta lección también se expone en el Manual:

Es necesario que el maestro de Dios se dé cuenta, no de que no debe juzgar, sino de que no puede. Al renunciar a los juicios, renuncia simplemente a lo que nunca tuvo. Renuncia a una ilusión; o mejor dicho, tiene la ilusión de renunciar a algo. En realidad, simplemente se ha vuelto más honesto. AI reconocer que nunca le fue posible juzgar, deja de intentarlo” (M.10.2:1-5).

Por eso abandonar los juicios es simplemente ser honesto acerca del hecho de que no puedo juzgar. Para juzgar con exactitud tendría que saber muchas cosas que están “más allá de mi presente entendimiento” (1:2). Tendría que conocer “la totalidad” de lo que mi limitada percepción me está diciendo. Y no puedo conocer eso. Así que cualquier juicio que yo haga tiene que ser una ilusión, no más válida que una simple adivinación.

A pesar de ello, ¡obsérvate a ti mismo haciéndolo! Nuestra mente cataloga a cada persona que vemos de manera automática. Examinamos su ropa, si está bien arreglada, su atractivo sexual, lo apropiado de su comportamiento, la manera de andar, y así sucesivamente. Nos levantamos, vemos el sol en el cielo y decimos: “¡Qué día más estupendo!”, o vemos la lluvia y decimos: “¡Qué día más horrible!”. Leemos un libro y le decimos a un amigo: “¡Es un libro maravilloso!”. Le damos el primer mordisco a un alimento y al instante lo juzgamos. La mente ego parece que no hace otra cosa que juzgar. Sólo obsérvate a ti mismo.

Eso no va a parar de la noche a la mañana, si es que alguna vez lo abandona. Sin embargo, lo que podemos hacer es darnos cuenta de estos juicios que están sucediendo constantemente y darnos cuenta de que no significan nada. Podemos decirle al ego: “Gracias por compartir”, y elegir que no queremos saber lo que algo significa o cómo reaccionar a ello, a pesar de lo que nos diga el ego. En lugar de eso, podemos volvernos a nuestro Guía interno. Podemos dejar “que la creación sea lo que es” (2:1) sin nuestra continua interferencia. Podemos llevar nuestros juicios al Espíritu Santo y pedirle que sane nuestra mente. Y, quizá lo más importante de todo, podemos desear que ese juicio sea deshecho. A fin de cuentas, ese deseo es todo lo que se necesita:

La visión no sería necesaria si no se hubiese concebido la idea de juzgar. Desea ahora que ésta sea eliminada completamente y así se hará. (T.20.VIII.1:5-6)

Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. (T.21.II.8:5)

No te preocupes por cómo pueden ser deshechos tus juicios. Únicamente desea que sean deshechos, dale la bienvenida al deshacimiento. Eso es todo, y el Espíritu Santo lo hará por ti.


¿Qué es el mundo? (Parte 3)

L.pII.3.2:1-3

“El mundo se fabricó como un acto de agresión contra Dios” (2:1). Ésta es probablemente una de las afirmaciones más fuertes de Un Curso de Milagros. Manda a paseo cualquier idea de que el mundo fue, al menos en parte, creado por Dios; Dios no pudo crear un ataque contra Sí Mismo. El mundo es el intento del ego de sustituir y expulsar a Dios, y proporcionarnos otra satisfacción diferente.

En el Capítulo 23, Sección II, el Texto habla de “Las Leyes del Caos”, las leyes del ego. Nos dice que estas leyes son las que hacen que el mundo parezca real, dice: “Estos son los principios que hacen que el suelo que pisas parezca firme” (T.23.II.13:5). Las leyes del ego son las que inventaron el mundo.

¿Y qué hay de la belleza del mundo? ¿Y el brillo de las estrellas, la belleza frágil de una flor, la majestuosidad de un águila volando? Nada más que un destello, una superficie brillante que oculta la putrefacción de la muerte que hay debajo de todo ello. “O matas o te matan” es la ley de este mundo. Debajo de la hermosa superficie brillante del océano hay un mundo de dientes afilados, engaño cruel y guerra constante, donde la vida consiste en comer unas cosas y evitar ser comido por otras.

¿Puedes acaso darle vida a un esqueleto pintando sus labios de color rosado, vistiéndolo de punta en blanco, acariciándolo y mimándolo? (T.23.II.18:8)

Fuera del Cielo no hay vida. (T.23.II.19:1)

El mundo es el símbolo del miedo, que es la ausencia de amor. “El mundo, por lo tanto, se fabricó con la intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su Hijo pudiese estar separado de Él” (2:4). El ego fabricó el mundo como un lugar para esconderse de Dios, para escapar de Él. Sí, podemos encontrar símbolos de Dios en la naturaleza, y deberíamos; la percepción verdadera ve únicamente amor en todas las cosas. Pero eso significa que Le vemos en los tornados y terremotos así como en las flores y pájaros. Significa que Le vemos en todo porque Él está en nuestra mente. Pero en sus cimientos, este mundo es “un lugar en el que Dios no está”. Por eso lo inventó el ego. Ése es nuestro propósito al venir aquí como egos. Y nosotros, como egos, hicimos un buen trabajo, durante miles de años la gente ha estado intentando “demostrar” la existencia de Dios dentro del contexto de este mundo, y nadie lo ha conseguido excepto para unos pocos que estaban dispuestos a creerlo. Encontrar a Dios en el mundo es toda una hazaña. El mundo hace un mejor trabajo en ocultar a Dios que en demostrarle.

¿Cuál es el mensaje de todo esto para nosotros? Recuerda: “El mundo es una percepción falsa” (1:1). No es la verdad. La imagen del mundo es el símbolo del miedo y del ataque, es la representación de los pensamientos del ego. “Nació de un error” (1:2). Este mundo no es lo que queremos. No podemos aferrarnos a su “mejor” parte y olvidar el horror a nuestro alrededor. O lo tomamos por completo o lo soltamos por completo. Y así, podemos aprender a contemplar al mundo con amor, a contemplar a todo con amor. Amarlo es el único valor que tiene (T.12.VI.3:1-3). Mediante el perdón, pasamos de largo los mensajes de odio y miedo que constantemente intenta enviarnos, y vemos ahí y en los aspectos más “agradables” la llamada universal al amor.


Tú no deseas el mundo. Lo único de valor en él son aquellos aspectos que contemplas con amor. Eso le confiere la única realidad que jamás tendrá. Su valía no reside en sí mismo, pero la tuya se encuentra en ti. De la misma forma en que tu propia estima procede de extenderte a ti mismo, de igual modo la percepción de tu propia estima procede de extender pensamientos amorosos hacia el exterior. Haz que el mundo real sea real para ti, pues el mundo real es el regalo del Espíritu Santo, por lo tanto, te pertenece. (T.12.VI.3:1-6)




TEXTO


II. Somos responsables de lo que vemos.


1. Hemos repetido cuán poco se te pide para que aprendas este curso. 2Es la misma pequeña dosis de buena voluntad que necesi­tas para que toda tu relación se transforme en dicha; el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo a cambio del cual Él te da todo, lo poco sobre lo que se basa la salvación, el pequeño cambio de mentalidad por el que la crucifixión se transforma en resurrec­ción. 3puesto que es cierto, es tan simple que es imposible que no se entienda perfectamente. 4Puede ser rechazado, pero no es ambiguo.. 5Y si decides oponerte a ello, no es porque sea incom­prensible, sino más bien porque ese pequeño costo parece ser, a tu juicio, un precio demasiado alto para pagar por la paz.

2. Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del pecado. 2Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación:

3Soy responsable de lo que veo.
4Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
5todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí.

6No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. 7Reconoce únicamente que estabas equi­vocado, y todos los efectos de tus errores desaparecerán.

3. Es imposible que el Hijo de Dios pueda ser controlado por sucesos externos a él. 2Es imposible que él mismo no haya ele­gido las cosas que le suceden. 3Su poder de decisión es lo que determina cada situación en la que parece encontrarse, ya sea por casualidad o por coincidencia. 4ni las coincidencias ni las casualidades son posibles en el universo tal como Dios lo creó, fuera del cual no existe nada. 5Si sufres es porque decidiste que tu meta era el pecado. 6Si eres feliz, es porque pusiste tu poder de decisión en manos de Aquel que no puede sino decidir a favor de Dios por ti. 7Éste es el pequeño regalo que le ofreces al Espíritu Santo, y hasta esto Él te da para que te lo des a ti mismo. 8Pues mediante este regalo se te concede el poder de liberar a tu salva­dor para que él a su vez te pueda dar la salvación a ti.

4. No resientas tener que dar esta pequeña ofrenda, 2pues si no la das seguirás viendo el mundo tal como lo ves ahora. 3Mas si la das, todo lo que ves desaparecerá junto con él. 4Nunca se dio tanto a cambio de tan poco. 5Este intercambio se efectúa y se conserva en el instante santo. 6Ahí, el mundo que no deseas se lleva ante el que sí deseas. 7Y el mundo que sí deseas se te con­cede, puesto que lo deseas. 8Mas para que esto tenga lugar, debes primero reconocer el poder de tu deseo. 9Tienes que aceptar su fuerza, no su debilidad. 10Tienes que percibir que lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo, y puede asimismo aceptar corrección si está dis­puesto a reconocer que estaba equivocado.

5. El mundo que ves no es sino el testigo fútil de que tenías razón. 2Es un testigo demente. 3Tú le enseñaste cuál tenía que ser su testimonio, y cuando te lo repitió, lo escuchaste y te conven­ciste a ti mismo de que lo que decía haber visto era verdad. 4Has sido tú quien se ha causado todo esto a sí mismo. 5Sólo con que comprendieses esto, comprenderías también cuán circular es el razonamiento en que se basa tu "visión". 6Eso no fue algo que se te dio. 7Ése fue el regalo que tú te hiciste a ti mismo y que le hiciste a tu hermano. 8Accede, entonces, a que se le quite y a que sea reemplazado por la verdad. 9Y a medida que observes el cam­bio que tiene lugar en él, se te concederá poder verlo en ti mismo. 

6. Tal vez no veas la necesidad de hacer esta pequeña ofrenda. 2Si ése es el caso, examina más detenidamente lo que dicha ofrenda representa. 3Y no veas en ella otra cosa que el absoluto intercam­bio de la separación por la salvación. 4El ego no es más que la idea de que es posible que al Hijo de Dios le puedan suceder cosas en contra de su voluntad, y, por ende, en contra de la Voluntad de su Creador, la cual no puede estar separada de la suya. 5Con esta idea fue con lo que el Hijo de Dios reemplazó su voluntad, en rebelión demente contra lo que no puede sino ser eterno. 6Dicha idea es la declaración de que él puede privar a Dios de Su poder y quedarse con él para sí mismo, privándose de este modo de lo que Dios dispuso para él. 7Y es esta descabellada idea la que has entronado en tus altares y a la que rindes culto. 8Y todo lo que supone una amenaza para ella parece atacar tu fe, pues en ella es donde la has depositado. 9No pienses que te falta fe, pues tu creencia y confianza en dicha idea son ciertamente firmes.

7. El Espíritu Santo puede hacer que tengas fe en la santidad, y darte visión para que la puedas ver fácilmente. 2Mas no has dejado libre y despejado el altar donde a estos dones les corres­ponde estar. 3Y donde ellos debieran estar has colocado tus ído­los, los cuales has consagrado a otra cosa. 4A esa otra "voluntad" que parece decirte lo que ha de ocurrir, le confieres realidad. 5Por lo tanto, aquello que te demostraría lo contrario no puede por menos que parecerte irreal. 6Lo único que se te pide es que le hagas sitio a la verdad. 7No se te pide que inventes o que hagas lo que está más allá de tu entendimiento. 8Lo único que se te pide es que dejes entrar a la verdad, que ceses de interferir en lo que ha de acontecer de por sí y que reconozcas nuevamente la presencia de lo que creíste haber desechado.

8. Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver lo que realmente se encuentra allí. 2El instante santo no es un instante de creación, sino de reconocimiento. 3Pues el reconoci­miento procede de la visión y de la suspensión de todo juicio. 4Sólo entonces es posible mirar dentro de uno mismo y ver lo que no puede sino estar allí, claramente a la vista y completamente independiente de cualquier inferencia o juicio. 5Deshacer no es tu función, pero sí depende de ti el que le des la bienvenida o no. 6La fe y el deseo van de la mano, pues todo el mundo cree en lo que desea.

9. Ya hemos dicho que hacerse ilusiones es la manera en que el ego lidia con lo que desea para tratar de convertirlo en realidad. 2No hay mejor demostración del poder del deseo, y, por ende, de la fe, para hacer, que sus objetivos parezcan reales y posibles. 3La fe en lo irreal conduce a que se tengan que hacer ajustes en la realidad. para que se amolde al objetivo de la locura. 4El objetivo del pecado induce a la percepción de un mundo temible para justificar su propósito. 5Verás aquello que desees ver. 6si la rea­lidad de lo que ves es falsa, lo defenderás no dándote cuenta de todos los ajustes que has tenido que hacer para que ello sea como lo ves.

10. Cuando se niega la visión, la confusión entre causa y efecto es inevitable. 2El propósito ahora es mantener la causa oculta del efecto y hacer que el efecto parezca ser la causa. 3Esta aparente autonomía del efecto permite que se le considere algo inde­pendiente, y capaz de ser la causa de los sucesos y sentimientos que su hacedor cree que el efecto suscita. 4Anteriormente habla­mos de tu deseo de crear a tu propio creador, y de ser el padre y no el hijo de él. 5Éste es el mismo deseo. 6El Hijo es el efecto que quiere negar a su Causa. 7Y así, él parece ser la causa y producir efectos reales. 8Pero lo cierto es que no puede haber efectos sin causa, y confundir ambas cosas es simplemente no entender nin­guna de las dos.

11. Es tan esencial que reconozcas que tú has fabricado el mundo que ves, como que reconozcas que tú no te creaste a ti mismo. 2Pues se trata del mismo error. 3Nada que tu Creador no haya crea­do puede ejercer influencia alguna sobre ti. :4Y si crees que lo que hiciste puede dictarte lo que debes ver y sentir, y tienes fe en que puede hacerlo, estás negando a tu Creador y creyendo que tú te hiciste a ti mismo. 5Pues si crees que el mundo que construiste tiene el poder de hacer de ti lo que se le antoje, estás confun­diendo Padre e Hijo, Fuente y efecto.

12. Las creaciones del Hijo son semejantes a las de su Padre. 2Mas al crearlas, el Hijo no se engaña a sí mismo pensando que él es independiente de su Fuente. 3Su unión con Ella es la Fuente de su capacidad para crear. 4Aparte de esto no tiene poder para crear, y lo que hace no significa nada, 5no altera nada en la creación, depende enteramente de la locura de su hacedor y ni siquiera podría servir para justificarla. 6Tu hermano cree que él fabricó el mundo junto contigo. 7De este modo, niega la creación, 8y cree, al igual que tú, que el mundo que fabricó lo engendró a él. 9De éste modo, niega haberlo fabricado.



13. Mas la verdad es que tanto tú como él fuisteis creados por un Padre amoroso, que os creó juntos y como uno solo. 2Ve lo que "prueba" lo contrario, y estarás negando toda tu realidad. 3Reco­noce en cambio que fuiste tú quien fabricó todo lo que aparente­mente se interpone entre tú y tu hermano y os mantiene separados al uno del otro, y a los dos de vuestro Padre, y tu instante de liberación habrá llegado. 4Todos los efectos de eso que hiciste desaparecerán porque su fuente se habrá puesto al descubierto. 5La aparente autonomía de su fuente es lo que te mantiene prisionero. 6Ése es el mismo error que pensar que eres inde­pendiente de la Fuente mediante la cual fuiste creado, y que nunca has abandonado.






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