DESPERTAR AL AMOR

viernes, 3 de agosto de 2018

3 AGOSTO: SEXTO REPASO: Repaso de las lección 195

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCIÓN 215



No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.



1. (195) El Amor es el camino que recorro con gratitud.

2EI Espíritu Santo es mi único Guía. 3Él camina a mi lado con amor. 4Y le doy las gracias por mostrarme el camino que debo seguir.

5No soy un cuerpo. 6Soy libre.
7Pues aún soy tal como Dios me creó.



Instrucciones para la práctica


Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso


Comentario

El repaso de hoy añade una nueva nota a la lección. Recorro el camino del amor. Mientras camino, el Espíritu Santo camina conmigo (1:3-4), y me muestra el camino que debo seguir.
Recorrer el camino del amor no siempre es fácil. A menudo no es tan fácil ver qué es “lo más amoroso” que hay que hacer. Si alguien entra en mi casa a robar, y es arrestado, ¿presento cargos contra él, o le saco del atolladero? ¿Qué acción es la “amorosa”? O para ponerlo más sencillo: un amigo con tendencia a malgastar el dinero, me pide un préstamo. ¿Le doy el dinero o se lo niego? ¿Cuál es el camino del amor?

No lo sé. Aunque piense que lo sé, no lo sé. No puedo saber todos los factores. No puedo valorar la motivación del ego del otro. ¿Cómo podría hacerlo, cuando no conozco las motivaciones de mi propio ego? No puedo saber cuándo una persona está abierta a una acción misericordiosa, o cuándo lo más amoroso sería dejarles enfrentarse a las consecuencias de sus errores. Pero el Espíritu Santo conoce todas esas cosas. Él es mi único Guía. No importa lo extensas que hayan sido mis experiencias pasadas, nunca son suficiente para garantizarme un juicio perfecto. Sin embargo, el Espíritu Santo conoce cada detalle de cada situación. Conoce las repercusiones de cada resultado, y puede guiarme en la acción más amorosa que yo tengo que tomar.

¿Cómo distingo Su Voz? De nuevo, no hay un modo garantizado. Aprender a distinguir Su Voz es un proceso que dura toda la vida. Todo lo que tengo que hacer es entregarle a Él la situación, abandonarla en Sus manos de manera consciente, y luego actuar de la manera que mejor me parezca. Cada día en cada situación, renuevo mi decisión de no tomar decisiones por mi cuenta (con el ego). A veces sentiré un ligero toque interior hacia determinada dirección, sin ninguna razón que yo conozca. Quizá las circunstancias parezcan llevarme hacia determinada dirección. Pueden ocurrir coincidencias maravillosas que parecen señales, dirigiéndome. Otras veces, aparentemente se me dejará que decida por mi cuenta. El Curso nos promete que si cometemos un error, Él los corregirá si Le hemos entregado la situación a Él. Cometeremos errores, pero tenemos Su promesa de corregirlos.

Uno de los aspectos más importantes de escuchar Su Voz, que yo he aprendido, es abandonar cualquier inversión en un resultado determinado. El único resultado que busco es el resultado del perdón, el resultado del amor, el resultado de la paz mental para todos los relacionados con la situación. No puedo escoger qué circunstancias externas son más convenientes para este resultado, sólo el Espíritu Santo lo sabe. Un adolescente rebelde amenaza con abandonar su hogar o con dejar la escuela. Como padre o amigo puedo creer que lo mejor es que se quede en casa o que continúe en la escuela. Yo no lo sé. Quizá la lección que necesita aprender sólo puede encontrarla si se aleja durante un tiempo de su familia y amigos. Así que dejo la situación en manos del Espíritu Santo, y Le pido que me guíe acerca de lo que debo decir o hacer para que sea lo más amoroso. Luego, retiro mi control de la situación. Confío en que estoy siendo guiado, aunque las cosas parezcan ir en una dirección que no me gustan (en mi corta visión). Mi principal responsabilidad es sencillamente no interferir en Su tarea.

Que hoy recorra el camino del amor con gratitud, confiando en que el Espíritu Santo dirige cada palabra y cada acción. Que me recuerde a mí mismo que estoy aquí únicamente para ser verdaderamente útil, para representar a Aquel Que me envió, sabiendo que no tengo que preocuparme por lo que tengo que decir o hacer, pues Él me dirigirá (T.2.V(A).18:2-6).





TEXTO



Capítulo 19

LA CONSECUCIÓN DE LA PAZ




I. La curación y la fe



1. Dijimos anteriormente que cuando una situación se ha dedi­cado completamente a la verdad, la paz es inevitable. 2La consecución de ésta es el criterio por medio del cual se puede determinar con seguridad si dicha dedicación fue total. 3Mas dijimos también que es imposible alcanzar la paz sin tener fe, pues lo que se le entrega a la verdad para que ésta sea su único objetivo, se lleva a la verdad mediante la fe. 4Esta fe abarca a todo aquel que esté invo­lucrado en la situación, pues sólo de esta manera se percibe la situación como significativa y como un todo. 5todo el mundo tiene que estar involucrado, pues, de lo contrario, ello implicaría que tu fe es limitada y que tu dedicación no es total.

2. Toda situación que se perciba correctamente se convierte en una oportunidad para sanar al Hijo de Dios. 2éste se cura porque tú tuviste fe en él, al entregárselo al Espíritu Santo y liberarlo de cualquier exigencia que tu ego hubiese querido imponerle. 3Ves, por consiguiente, que es libre, y el Espíritu Santo comparte esa visión contigo. 4puesto que la comparte, la ha dado, y así, Él cura a través de ti. 5Unirse a Él en un propósito unificado es lo que hace que ese propósito sea real, porque tú lo completas. 6esto es curación. 7El cuerpo se cura porque viniste sin él y te uniste a la Mente en la que reside toda curación.

3. El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfer­medades a sí mismo. 2No tiene necesidad de que se le cure. 3El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo. 4Es obvio que un segmento de la mente puede verse a sí mismo separado del Propósito Universal. 5Cuando esto ocurre, el cuerpo se convierte en su arma, que usa contra ese Propósito para demostrar el "hecho" de que la separación ha tenido lugar. 6De este modo, el cuerpo se convierte en el instru­mento de lo ilusorio, actuando en conformidad con ello: viendo lo que no está ahí, oyendo lo que la verdad nunca dijo y compor­tándose de forma demente, al estar aprisionado por la demencia. 

4. No pases por alto nuestra afirmación anterior de que la falta de fe conduce directamente a las ilusiones. 2Pues percibir a un hermano como si fuese un cuerpo es falta de fe, y el cuerpo no puede ser usado para alcanzar la unión. 3Si ves a tu hermano como un cuerpo, habrás dado lugar a una condición en la que unirse a él es imposible. 4Tu falta de fe en él te ha separado de él y ha impedido vuestra curación. 5De este modo, tu falta de fe se ha opuesto al propósito del Espíritu Santo y ha dado lugar a que se interpongan entre vosotros ilusiones centradas en el cuerpo. 6Y el cuerpo parecerá estar enfermo, pues lo habrás convertido en un "enemigo" de la curación y en lo opuesto a la verdad.

5. No puede ser difícil darse cuenta de que la fe tiene que ser lo opuesto a la falta de fe. 2Mas la diferencia en cómo ambas operan no es tan obvia, aunque se deriva directamente de la diferencia fundamental que existe entre ellas. 3La falta de fe siempre limita y ataca; la fe desvanece toda limitación y brinda plenitud. 4La falta de fe siempre destruye y separa; la fe siempre une y sana. 5La falta de fe interpone ilusiones entre el Hijo de Dios y su Crea­dor; la fe elimina todos los obstáculos que parecen interponerse entre ellos. 6La falta de fe está totalmente dedicada a las ilusiones; la fe, totalmente a la verdad. 7Una dedicación parcial es imposi­ble. 8La verdad es la ausencia de ilusiones, las ilusiones, la ausen­cia de la verdad. 9Ambas no pueden coexistir ni percibirse en el mismo lugar. 10Dedicarte a ambas es establecer un objetivo por siempre inalcanzable, pues parte de él se intenta alcanzar a través del cuerpo, al que se considera el medio por el que se procura encontrar la realidad mediante el ataque. 11La otra parte quiere sanar y, por lo tanto, apela a la mente y no al cuerpo.

6. La transigencia que inevitablemente se hace es creer que el cuerpo, y no la mente, es el que tiene que ser curado. 2Pues este objetivo dividido ha otorgado la misma realidad a ambos, lo cual sería posible sólo si la mente estuviese limitada al cuerpo y divi­dida en pequeñas partes que aparentan ser íntegras, pero que no están conectadas entre sí. 3Esto no le hará daño al cuerpo, pero mantendrá intacto en la mente el sistema de pensamiento ilusorio. 4La mente, pues, es la que tiene necesidad de curación. 5en ella es donde se encuentra. 6Pues Dios no concedió la curación como algo aparte de la enfermedad, ni estableció el remedio donde la enfermedad no puede estar. 7La enfermedad y el remedio se encuentran en el mismo lugar, y cuando se ven uno al lado del otro, reconoces que todo intento de mantener a la verdad y a la ilusión en la mente, donde ambas necesariamente están, es estar dedicado a las ilusiones. aMas cuando éstas se llevan ante la ver­dad y se ve que desde cualquier punto de vista son completa­mente irreconciliables con ella, se abandonan.












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