DESPERTAR AL AMOR

jueves, 14 de marzo de 2019

14 MARZO: Mi voluntad es que haya luz.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCION 73


Mi voluntad es que haya luz.

1. Hoy vamos a examinar la voluntad que compartes con Dios. 2Dicha voluntad no es lo mismo que los vanos deseos del ego, de los cuales emanan las tinieblas y la nada. 3La voluntad que com­partes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación. 4Los vanos deseos del ego no se pueden compartir y, por lo tanto, no tienen poder alguno. 5Sus deseos no son infructuosos en el sentido de que pueden dar lugar a un mundo de ilusiones en el cual puedes llegar a creer ciegamente. 6Desde el punto de vista de la creación, no obstante, son ciertamente infructuosos, pues no dan lugar a nada que sea real.

2. Los vanos deseos y los resentimientos son socios o co-fabrican­tes del mundo tal como lo ves. 2Los deseos del ego dieron lugar al mundo, y la necesidad del ego de abrigar resentimientos -los cuales son indispensables para sustentar este mundo- lo pue­blan de figuras que parecen atacarte y hacer que tus juicios estén "justificados". 3Estas figuras se convierten en los intermediarios que el ego emplea en el tráfico de resentimientos. 4Se interponen entre tu conciencia y la realidad de tus hermanos. 5Al contemplar dichas figuras, no puedes conocer a tus hermanos ni a tu Ser. 

3. Pierdes conciencia de tu voluntad en esta extraña transacción en la que la culpabilidad se trueca una y otra vez, y los resenti­mientos aumentan con cada intercambio. 2¿Cómo iba a haber podido crear la Voluntad que el Hijo de Dios comparte con su Padre semejante mundo? 3¿Acaso creó Dios desastres para Su Hijo? 4La creación es la Voluntad conjunta de Ambos. 5¿Cómo iba Dios a crear un mundo que pudiese destruirlo a Él?

4. Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está acorde con tu voluntad. 2La luz está en él porque no se opone a la Voluntad de Dios. 3No es el Cielo, pero la luz del Cielo resplandece sobre él. 4Las tinieblas han desaparecido, al igual que los vanos deseos del ego. 5Sin embargo, la luz que res­plandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. 6Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos.

5. Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. 2Ni la fuente de la luz ni la de la oscuridad pueden encon­trarse fuera de ti. 3Tus resentimientos nublan tu mente, y, como consecuencia de ello, contemplas un mundo tenebroso. 4El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contem­plar un mundo de luz. 5Hemos subrayado repetidas veces que es fácil salvar la barrera de los resentimientos, y que ésta no puede interponerse entre tu salvación y tú. 6La razón es muy simple. 7¿Quieres realmente estar en el infierno? 8¿Quieres realmente gemir, sufrir y morir?

6. Olvídate de los argumentos del ego que tratan de probar que todo eso es realmente el Cielo. 2Tú bien sabes que no lo es. 3Eso no puede ser lo que tú deseas para ti mismo. 4Hay un punto más allá del cual las ilusiones no pueden pasar. 5El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas. 6Eso es lo que en verdad es tu voluntad. 7Y por ende, la salvación es asimismo tu voluntad. 8Tú quieres tener éxito en lo que nos proponemos hacer hoy. 9Así que lo emprendemos con tu bendición y grata conformidad.

7. Tendremos éxito hoy si recuerdas que lo que quieres para ti es la salvación. 2Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de él. 3No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo. 4La salva­ción es para ti. 5Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. 6Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. 7Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella.

8. Abordaremos los ejercicios de hoy, por lo tanto, con entusiasmo y confianza, seguros de que encontraremos lo que es tu voluntad encontrar y de que recordaremos lo que es tu voluntad recordar. 2Ningún deseo vano puede detenernos ni engañarnos con ilusio­nes de fuerza. 3Deja que hoy se haga tu voluntad, y pon fin de una vez por todas a la absurda creencia de que prefieres el infierno al Cielo.

9. Comenzaremos nuestras sesiones de práctica más largas reco­nociendo que el plan de Dios para la salvación, y sólo el Suyo, es el que está en completo acuerdo con tu voluntad. 2No es el propó­sito de un poder extraño que se te impone en contra de tu volun­tad. 3Es el único propósito aquí con el que tú y tu Padre estáis perfectamente de acuerdo. 4Triunfarás hoy: la hora señalada para la emancipación del Hijo de Dios del infierno y de todos los deseos vanos. 5Su voluntad queda ahora reinstaurada en su con­ciencia. 6Él está dispuesto hoy mismo a contemplar la luz que mora en él y a salvarse.

10. Después que te hayas recordado esto a ti mismo y hayas resuel­to mantener tu voluntad claramente en tu mente, repite para tus adentros estas palabras con templada determinación y tranquila certeza: 

2Mi voluntad es que haya luz.
3Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía.

4Deja entonces que tu voluntad se afirme a sí misma, unida al poder de Dios y en unión con tu Ser. 5Pon el resto de la sesión de práctica bajo Su dirección. 6Únete a Ellos que te señalan el camino. 

11. En las sesiones de práctica más cortas, declara nuevamente lo que realmente deseas. 2Di:

3Mi voluntad es que haya luz. 4La oscuridad no es mi voluntad. 

5Debes repetir esto varias veces por hora. 6Es de suma importan­cia, no obstante, que apliques esta idea de inmediato si te sientes tentado de abrigar cualquier clase de resentimiento. 7Esto te ayu­dará a desprenderte de todos ellos en lugar de seguir abrigándo­los y ocultándolos en la oscuridad.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Otro intento de llegar a la luz en ti, que te mostrará el mundo real.

Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.

  • Veo esta lección muy parecida a la Lección 69, donde pasaste una primera fase pensando en lo mucho que quieres encontrar la luz en ti y luego, en la fase final, entraste en meditación en la que verdaderamente intentabas llegar a esa luz. 
  • Pasa varios minutos pensando en que la salvación es tu verdadera voluntad, lo que quieres de verdad. (Para prepararte, te recomiendo que vuelvas a leer 6-9, poniendo a menudo tu nombre mientras lo haces). Piensa en que la salvación es tu voluntad, no un propósito extraño que se te impone. Puesto que llegar a la luz es tu voluntad, puedes tener confianza en tu intento de encontrarla hoy. Durante tu meditación lleva esta actitud de “alcanzar la luz es mi voluntad”.
  • Luego, “con templada determinación y tranquila certeza” (10:1), dite a ti mismo: “Mi voluntad es que haya luz. Quiero contemplar la luz que refleja la Voluntad de Dios y la mía”. El resto del periodo de práctica es una meditación en la que intentas llegar a la luz en ti. Mantén tu verdadera voluntad en la mente y déjala que, unida a Dios y a tu Ser, te lleve a la resplandeciente luz en el centro de tu mente. Recuerda responder a las distracciones con la idea y, sobre todo, recuerda mantenerte en contacto con tu voluntad de experimentar la luz.

Recordatorios frecuentes: Varios cada hora.
Di: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”.Si lo dices como una auténtica “declaración de lo que realmente deseas” (11:1), obtendrás más de ello.

Respuesta a la tentación: Siempre que te sientas tentado a albergar un resentimiento.
Es importante decir: “Mi voluntad es que haya luz. La obscuridad no es mi voluntad”. Recordar que no es tu voluntad guardar resentimientos te liberará de aferrarte a ellos.

Comentario

Ésta es una lección sobre nuestra voluntad: “la voluntad que compartes con Dios” (1:1). Me gustaría centrarme sólo en lo que en esta lección se dice sobre nuestra voluntad.
Primero, es una voluntad que compartimos con Dios. Es decir, el Curso dice que nuestra voluntad es idéntica a la Voluntad de Dios. Queremos lo mismo que Dios quiere para nosotros, porque fuimos creados como extensiones de Su Voluntad; ¿qué otra cosa puede ser nuestra voluntad sino la misma que la Suya?

“Tu paternidad y tu Padre son uno. La Voluntad de Dios es crear, y tu voluntad es la Suya. De ello se deduce, pues, que tu voluntad es crear, toda vez que tu voluntad procede de la Suya. Y al ser tu voluntad una extensión de la Suya tiene que ser, por lo tanto, idéntica a la de Él” (T.11.I.7:6-9).

Nuestra “verdadera” voluntad (que según la definición del Curso es nuestra única voluntad) no es lo mismo que los deseos del ego: la enorme variedad de pensamientos que parecen estar en conflicto con la Voluntad de Dios y con la de todos. Desde el punto de vista del Curso éstos no son nuestra voluntad, únicamente son deseos del ego. Un deseo de atacar, no importa cuánto podamos identificarnos con él, no puede ser nuestra voluntad; sólo puede ser un vano deseo del ego. Nuestra voluntad representa a nuestro Ser tal como Dios nos creó, cualquier cosa que parezca venir de una fuente diferente no es voluntad sino deseo. Concretamente lo que esto significa es que los pensamientos de nuestro ego no son parte de nuestro verdadero Ser, y que en realidad no los queremos.

“La voluntad que compartes con Dios encierra dentro de sí todo el poder de la creación” (1:3). Por lo tanto, nuestra voluntad tiene que cumplirse, nada puede oponerse a ella. Tendremos lo que de verdad queremos porque nuestra voluntad tiene todo el poder de la creación, mientras que los deseos del ego no tienen ningún poder en absoluto. Creemos en la ilusión de que los deseos de nuestro ego lo pueden casi todo, y lo que pensamos de nuestra más elevada voluntad a menudo parece débil en comparación. Esto no es verdad. Únicamente puede parecer que es verdad durante un tiempo limitado; finalmente, la voluntad de nuestro Ser debe hacerse inevitablemente.

“Pierdes conciencia de tu voluntad en este extraño intercambio” (3:1). Nuestra consciencia no está en contacto con la voluntad de nuestro Ser. La necesidad de resentimientos de nuestro ego ha fabricado figuras en nuestra mente, “figuras que parecen atacarte” (2:2), imágenes del pasado que ponemos sobre nuestras percepciones en el presente, así podemos reaccionar a las personas en el presente como si fuesen las figuras de nuestro pasado. Este tráfico de resentimientos ha ocultado de nuestra consciencia nuestra verdadera voluntad, cubriéndola con los deseos del ego haciendo que esos deseos parezcan nuestra voluntad. Y ya no somos conscientes de qué es lo que queremos de verdad.

“¿Iba a crear la Voluntad que el Hijo comparte con su Padre semejante mundo?” (3:2). La respuesta es “No”. ¿Cómo podríamos haber querido un mundo de ataque y de juicios? Está claro que esto no es algo que pueda desear nadie. El mundo que vemos refleja los deseos del ego, no nuestra voluntad.
“Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está de acuerdo con tu voluntad” (4:1). Éste es el “mundo real”, tal como el Curso lo define. Hay un mundo que está de acuerdo con nuestra voluntad. No lo vemos ahora, pero podemos verlo.

“Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos” (4:5-6). El mundo real refleja nuestra verdadera voluntad, lo que verdaderamente queremos en nuestro Ser eterno. La luz que brilla sobre el mundo está en nosotros, y podemos encontrar ese mundo buscando la luz dentro de nosotros.

“El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz” (5:4). El perdón permite que abandonemos los resentimientos, eliminando así los puntos obscuros en nuestra mente que estamos proyectando como manchas obscuras sobre el mundo, al igual que una mota de polvo en un proyector de películas proyecta una mancha negra sobre la pantalla. El perdón nos permite ver el mundo tal como nuestro Ser quiere verlo de verdad, el perdón reafirma nuestra voluntad.

“El sufrimiento no es felicidad, y la felicidad es lo que realmente deseas” (6:5). Parece tonto decir algo como “el sufrimiento no es felicidad”, y sin embargo a menudo lo tratamos como si fuese felicidad. Parecemos preferir nuestro dolor a arriesgarnos a algo nuevo; por lo menos sabemos cómo sufrir, y por raro que perezca tenemos miedo de que no sabremos cómo actuar si somos felices. Pero en realidad no queremos sufrir, ¿cómo vamos a quererlo? ¿Cómo va a quererlo alguien? En realidad, nuestra voluntad es la felicidad.

“Y, por lo tanto, la salvación es asimismo tu voluntad” (6:7). Si queremos felicidad, queremos la salvación, porque la salvación es felicidad. Salvación significa felicidad. Queremos liberarnos del sufrimiento, queremos ser felices.

A veces me sorprende lo poderoso que puede ser este mensaje. La mayor parte del tiempo parece como si yo tuviera una mente dividida: parte de mí quiere ser feliz, y parte de mí estropea mis esfuerzos. ¿No es extraño lo habitual que es este pensamiento: “Es demasiado bueno para durar”? O ¿“Nada dura para siempre”? O ¿“En toda vida tiene que caer un poco de lluvia”? Algo en nosotros nos dice que no podemos ser felices todo el tiempo, que no nos lo merecemos, o incluso que no podríamos soportarlo. ¡Ideas ridículas! La voluntad de nuestro verdadero Ser, con todo el poder de la creación apoyándole, es que seamos felices. Por lo tanto, lo seremos. Tiene que ser así.

“Quieres aceptar el plan de Dios porque eres parte integrante de Él. No tienes ninguna voluntad que realmente se pueda oponer a ese plan, ni tampoco es ése tu deseo” (7:2-3)

¡Realmente quiero la Voluntad de Dios, mi voluntad es la misma que la Suya! Quiero aceptar la salvación. No hay ninguna parte de mi voluntad que se oponga a ello; únicamente los vanos y míseros deseos del ego parecen oponerse. Así que no puedo perder; no puedo fracasar. Mi voluntad no es diferente de la de Dios.

“Por encima de todo, quieres tener la libertad de recordar quién eres realmente. Hoy es el ego el que se encuentra impotente ante tu voluntad. Tu voluntad es libre, y nada puede prevalecer contra ella” (7:5-7)

El poder de tu voluntad y de la mía puede traer luz a este mundo si elegimos reclamarla. Sencillamente nos damos cuenta de lo que queremos y decimos: “Mi voluntad es que haya luz”. Y habrá luz. Tal como Dios dijo: “Hágase la luz”, y hubo luz. Porque nuestra voluntad es creativa como la Suya.






TEXTO


X. La confusión entre dicha y dolor



1. El Reino, al igual que este mundo, es el resultado de ciertas premisas. 2Puede que hayas llevado el razonamiento del ego a su conclusión lógica, que es una confusión total con respecto a todo. 3Si realmente vieses lo que resulta de ese razonamiento, lo repu­diarías. 4La única razón por la que pudieras desear algún aspecto de lo que resulta de ese razonamiento es que no alcanzas a ver su totalidad. 5Estás dispuesto examinar las premisas del ego, pero no su conclusión lógica. 6¿No sería posible que hubieses hecho lo mismo con las premisas de Dios? 7Tus creaciones son la conclu­sión lógica de Sus premisas 8EI Pensamiento de Dios las ha esta­blecido para ti. 9Se encuentran exactamente donde les corresponde estar. 10Y donde les corresponde estar es en tu mente, como parte de tu identificación con la Suya. aSin embargo, tu estado mental, así como el reconocimiento por tu parte de lo que se encuentra en tu mente, dependen de lo que crees acerca de ella. 11Sean cuales sean estas creencias, constituyen las premisas que habrán de determinar lo que aceptes en tu mente.

2. No cabe duda de que puedes aceptar en tu mente lo que no se encuentra en ella, así como también negar lo que sí se encuentra en ella. 2Sin embargo, aunque puedes negar la función que Dios Mismo le encomendó a tu mente a través de la Suya, no puedes evitar su expresión. 3Esa función es la conclusión lógica de lo que eres. 4La capacidad para ver la conclusión lógica de algo depende de que estés dispuesto a verla, pero la verdad de esa conclusión no tiene nada que ver con que estés dispuesto. 5La verdad es la Voluntad de Dios. 6Comparte Su Voluntad y estarás compar­tiendo Su conocimiento. 7Niega que Su Voluntad sea la tuya, y estarás negando Su Reino y el tuyo.

3. El Espíritu Santo te dirigirá sólo a fin de evitarte dolor. 2Obviamente nadie se opondría a este objetivo si lo reconociese. 3Mas el problema no estriba en si lo que el Espíritu Santo dice es verdad o no, sino en si quieres escucharle o no. 4No puedes reconocer lo que es doloroso, de la misma manera en que tampoco sabes lo que es dichoso, y, de hecho, eres muy propenso a confundir ambas cosas. 5La función primordial del Espíritu Santo es enseñarte a distinguir entre una y otra. 6Lo que a ti te hace dichoso le causa dolor al ego, y mientras tengas dudas con respecto a lo que eres, seguirás confundiendo la dicha con el dolor. 7Esta confusión es la causa del concepto de sacrificio. 8Obedece al Espíritu Santo, y estarás renunciando al ego. 9Pero no estarás sacrificando nada. 10Al contrario, estarás ganándolo todo. 11Si creyeses esto, no ten­drías conflictos.

4. Por eso es por lo que tienes que demostrarte a ti mismo lo obvio. 2Para ti no es obvio. 3Crees que hacer lo opuesto a la Volun­tad de Dios va ser más beneficioso para ti. 4Crees también que es posible hacer lo opuesto a la Voluntad de Dios. 5Por lo tanto, crees que tienes ante ti una elección imposible, la cual es a la vez temi­ble y deseable. 6Sin embargo, Dios dispone, 7no desea. 8Tu volun­tad es tan poderosa como la Suya porque es la Suya. 9Los deseos del ego no significan nada porque el ego desea lo imposible. 10Puedes desear lo imposible, pero sólo puedes ejercer tu voluntad en armonía con la de Dios. 11En eso estriba la debilidad del ego, así como tu fortaleza.

5. El Espíritu Santo siempre se pone de tu parte y de parte de tu fortaleza. 2Mientras en una u otra forma rehúses seguir las direc­trices que te da, es que quieres ser débil. 3Mas la debilidad es atemorizante: 4¿Qué otra cosa, entonces, podría significar esta decisión, excepto que quieres estar atemorizado? 5El Espíritu Santo nunca exige sacrificios, el ego, en cambio, siempre los exige: 6Cuando estás confundido con respecto a la diferencia entre ésas dos motivaciones, ello sólo puede deberse a la proyección. 7La proyección es una confusión de motivaciones, y, dada esta confu­sión, tener confianza se vuelve imposible. 8Nadie obedece de buen grado a un guía en el que no confía, pero eso no quiere decir que el guía no sea digno de confianza. 9En este caso, siempre significa que el seguidor es el que no lo es. 10Sin embargo, esto también depende de sus propias creencias. 11Al creer que puede traicionar, cree que todo lo puede traicionar a él. 12Mas esto sólo se debe a que eligió un falso consejo. 13Incapaz de seguir ese consejo sin miedo, asocia el miedo con el consejo y se niega a seguir cualquier tipo de consejo. 14No es sorprendente que lo que resulta de esta decisión sea confusión.

6. El Espíritu Santo, al igual que tú, es digno de toda confianza. 2Dios Mismo confía en ti, por lo tanto, el hecho de que eres digno de toda confianza es incuestionable. 3Será siempre incuestionable, no importa cuánto dudes de ello. 4Dije antes que tú eres la Voluntad de Dios. 5Su Voluntad no es un deseo trivial, y tu iden­tificación con Su Voluntad no es algo optativo, puesto que es lo que tú eres. 6Compartir Su Voluntad conmigo no es optativo tam­poco, aunque parezca serlo. 7La separación radica precisamente en este error. 8La única manera de escaparse del error es deci­diendo que no tienes nada que decidir. 9Se te dio todo porque así lo dispuso Dios. 10Ésa es Su Voluntad, y tú no puedes revocar lo que Él dispone. 

7. Ni siquiera el abandono de la falsa prerrogativa de tomar deci­siones -que con tanto celo guarda el ego- se puede lograr de­seándolo. 2La Voluntad de Dios, Quien nunca te dejó desampa­rado, lo logró por ti. 3Su Voz te enseñará a distinguir entre el dolor y la dicha, y te librará de la confusión a la que has dado lugar. 4No hay, confusión alguna en la mente de un Hijo de Dios cuya volun­tad no puede sino ser la Voluntad del Padre, toda vez que la Voluntad del Padre es Su Hijo.

8. Los milagros están en armonía con la Voluntad de Dios, la cual tú no conoces porque estás confundido con respecto a lo que tú dispones. 2Esto significa que estás confundido con respecto a lo que eres. 3Si eres la Voluntad de Dios, y no aceptas Su Voluntad, estás negando la dicha. 4El milagro es, por lo tanto, una lección acerca de lo que es la dicha. 5Por tratarse de una lección acerca de cómo compartir es una lección de amor, que es a su vez dicha. 6Todo milagro es, pues, una lección acerca de lo que es la verdad, y al ofrecer lo que es verdad estás aprendiendo a distinguir entre la dicha y el dolor.














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