DESPERTAR AL AMOR

sábado, 24 de marzo de 2018

24 MARZO: SEGUNDO REPASO Repaso de lecciones 65 a 66

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCION 83


Hoy repasamos estas ideas:


1. (65) Mi única función es la que Dios me dio.
2No tengo otra función salvo la que Dios me dio. 3Este reconoci­miento me libera de todo conflicto porque significa que no puedo tener metas conflictivas. 4Al tener un solo propósito, siempre estoy seguro de lo que debo hacer, de lo que debo decir y de lo que debo pensar. 5Toda duda no puede sino desaparecer cuando reconozco que mi única función es la que Dios me dio.

2. Las aplicaciones más concretas de esta idea podrían hacerse con las siguientes variaciones:

2Mi percepción de esto no altera mi función.
3Esto no me confiere una función distinta de la que Dios me dio.
4No me valdré de esto para justificar una función que Dios no me dio.

3. (66) Mi función y mi felicidad son una.
2Todas las cosas que proceden de Dios son una 3Proceden de la Unicidad* y tienen que ser recibidas cual una sola. 4Desempeñar mi función es mi felicidad porque ambas cosas proceden de la misma Fuente. 5Y debo aprender a reconocer lo que me hace feliz, si es que he de encontrar la felicidad.

4. Algunas variaciones útiles para aplicar concretamente esta idea podrían ser:

2Esto no puede separar mi felicidad de mi función.
3La unidad que existe entre mi felicidad y mi función no se ve afectada en modo alguno por esto.
4Nada, incluido esto, puede justificar la ilusión de que puedo ser feliz si dejo de cumplir mi función.





Instrucciones para la práctica

Ejercicios más largos: 2 veces (una para cada idea), durante quince minutos. 

  • Durante tres o cuatro minutos, lee lentamente la idea y los comentarios (si quieres varias veces) y piensa en ellas. 
  • Cierra los ojos y pasa el resto del periodo de práctica escuchando el mensaje que el Espíritu Santo tiene para ti. Podemos considerar a este tiempo de escuchar como que tiene los siguientes componentes:
  1. Escucha “sosegadamente aunque con mucha atención” (3:1), escucha en quietud y con toda tu atención.
  2. Mantén una actitud de confianza (“este mensaje me pertenece”), deseo (“yo quiero este mensaje”), y determinación (“estoy decidido a tener éxito”).
  3. Escuchar durante diez minutos puede ser una gran invitación a que la mente se distraiga, por eso la mayor parte de las instrucciones para este ejercicio tratan de este asunto. Si la mente se distrae sin control, regresa a la primera fase y repítela. Para las distracciones menores de la mente, date cuenta de que los pensamientos que te distraen no tienen poder, y que tu voluntad tiene todo el poder, y luego reemplaza los pensamientos con tu voluntad de tener éxito. Haz esto con firmeza. “No permitas que tu intención vacile” (4:1). “No dejes que… te desvíe de tu propósito” (5:2).

Esto no se menciona en las instrucciones pero te puede ser útil para preguntar el mensaje de verdad, al comienzo y luego de vez en cuando a lo largo de la práctica. Puedes decir, por ejemplo: “¿Cuál es Tu mensaje para mí hoy?” Incluso puedes usar esta petición como el medio para despejar los pensamientos que te distraen.

Recordatorios frecuentes: Muy a menudo.
Repite la idea como un medio de reafirmar tu determinación a triunfar. Primera mitad del día: la primera lección. Segunda mitad del día: la segunda lección.

Respuesta a la tentación: Cada vez que te sientas tentado a disgustarte.
Repite alguna variación de la idea, modificada para aplicarla a ese disgusto concreto. Puedes usar una de las tres “aplicaciones concretas” (L.rII.In.6:1) que se sugieren después de cada lección. Date cuenta que se refieren a un disgusto concreto. Cada una está dirigida a “esto” que te molesta o a un “nombre” que te molesta. O puedes utilizar tus propias palabras usando una variación de la práctica de dejar que surjan pensamientos relacionados. Simplemente relájate y deja que tu mente te traiga una frase que aplique la esencia de la idea a tu disgusto actual. 

Comentario

Estar sin metas conflictivas en la vida es una bendición maravillosa. La mayor parte del tiempo, me siento estresado con metas conflictivas. Quiero hacer ejercicio pero tengo una fecha tope que cumplir en el trabajo. Quiero estar con mis amigos pero dan mi programa favorito en la televisión. Y así sucesivamente. Cuando soy capaz de darme cuenta de que mi única función es la que Dios me dio, el perdón, o simplemente ser feliz en lugar de enfadarme o disgustarme, todo se vuelve maravillosamente claro. Mi meta se convierte en estar en paz, ser feliz, estar en calma y sin que me altere nada de mi alrededor. “Lo que debo hacer, lo que debo decir y lo que debo pensar” (1:4) sencillamente me viene. Quizá me doy cuenta de que no importa si hago ejercicio o escribo. Quizá me doy cuenta de que uno u otro pueden esperar. Recordar mi única y verdadera meta soluciona todo lo demás de un modo u otro.

Solía pensar que cuando tenía un conflicto, la única manera de estar en paz de nuevo era tomar una decisión para solucionar el conflicto. Muy raras veces funcionó. Generalmente, cuando tomaba la decisión, sentía cierta angustia por lo que no había hecho, o alguna pérdida por no haber tomado la otra decisión (por ejemplo: ver la tele o estar con mis amigos, uno u otro tenía que ser “sacrificado”). Últimamente he empezado a darme cuenta de que si en el primer lugar de la lista pongo estar en paz, si primero elijo estar en paz antes de tomar mi decisión (quizá tomar un minuto para cerrar los ojos y aquietarme, recordando Quién está conmigo), la decisión se vuelve sencilla, y no hay sensación de sacrificio. Cuando pongo la paz en primer lugar, sé lo que tengo que hacer.

Ésta es la manera de ser feliz. Mi función es una con mi felicidad. Si puedo estar en paz, abandonando los resentimientos y las pequeñas exigencias que constantemente le hago a mi vida, soy feliz. Al igual que el perdón, la felicidad es una elección que puedo tomar en cualquier momento.

Hoy me doy cuenta de que los ejemplos que se dan de los diferentes modos de aplicar las ideas a situaciones concretas parecen hacer hincapié en la negación. Destacan que la situación, o el modo en que la percibimos, no pueden afectarnos si así lo elegimos. El modo de percibir esto no cambia mi función, ni me da una función diferente, ni justifica que elija una meta distinta a la que Dios me dio. No importa lo que yo vea, no importa lo que suceda, nada cambiará el hecho de que el único modo de encontrar la felicidad es cumplir mi función de perdonar, bendecir, y estar en paz. No hay felicidad aparte de mi función, y me dejo engañar por una ilusión cuando pienso que la hay. ¿Espero encontrar la felicidad permitiéndome estar preocupado, o justificando mi enfado, o permitiéndome mis apetitos, o dándole vueltas a mis heridas de dolor? Nunca sucederá. Sólo en el perdón, sólo liberando a todos y a todo de mis exigencias y expectativas, sólo en la pacífica quietud de mi mente, encontraré la felicidad. 




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