DESPERTAR AL AMOR

martes, 10 de abril de 2018

10 ABRIL: Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.


AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCION 100

Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.


1. Del mismo modo en que el Hijo de Dios completa a su Padre, así también tu papel en el plan de tu Padre completa dicho plan. 2La salvación tiene que invertir la descabellada creencia en pensa­mientos y cuerpos separados, que viven vidas separadas y reco­rren caminos separados. 3Cuando mentes separadas comparten una sola función, se unen en un solo propósito, pues cada una de ellas es igualmente esencial para todas las demás.

2. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad. 2¿Por qué habrías de querer ir en contra de Su Voluntad? 3El papel que Él ha reservado para ti en el desarrollo de Su plan se te da para que puedas ser restituido a lo que Él dispone. 4Este papel es tan esen­cial para Su plan como para tu felicidad. 5Tu dicha tiene que ser total para que aquellos a los que Él te envía puedan entender Su plan. 6Ellos verán su función en tu radiante faz, y en tu risa feliz oirán a Dios llamándoles.

3. Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. 2Sin tu dicha, la Suya no es total. 3Sin tu sonrisa, el mundo no se puede salvar. 4Mientras la tristeza se abata sobre ti, la luz que el Propio Dios designó como el medio para salvar al mundo se atenúa y pierde su fulgor, y nadie ríe porque toda risa no es sino el eco de la tuya.

4. Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. 2Del mismo modo en que tu luz aumenta el fulgor de todas las luces que brillan en el Cielo, así también tu dicha en la tierra exhorta a todas las men­tes a abandonar sus pesares y a ocupar su puesto junto a ti en el plan de Dios. 3Los mensajeros de Dios rebosan de dicha, y su júbilo sana todo pesar y desesperación. 4Ellos son la prueba de que lo que la Voluntad de Dios dispone para todos los que acep­tan los regalos de su Padre como propios es perfecta felicidad.

5. Hoy no permitiremos que la tristeza se abata sobre nosotros. 2Pues en tal caso, no estaríamos asumiendo el papel que tan esen­cial es para el plan de Dios y para nuestra visión. 3La tristeza es señal de que prefieres desempeñar otro papel en lugar del que Dios te ha encomendado. 4Y así, no le muestras al mundo cuán grande es la felicidad que Él dispone para ti, y, por consiguiente, no reconoces que ya dispones de ella.

6. Hoy trataremos de comprender que la dicha es nuestra función aquí. 2Si te dejas abatir por la tristeza, no sólo no estarás cum­pliendo tu función, sino que estarás privándote a ti mismo de dicha y al mundo también. 3Dios te pide que seas feliz para que el mundo pueda ver cuánto ama Él a Su Hijo y que Su Voluntad es que ningún pesar menoscabe su dicha ni que ningún miedo lo acose y perturbe su paz. 4Tú eres hoy el mensajero de Dios. 5Brindas Su felicidad a todo aquel que contemplas y Su paz a todo aquel que al contemplarte ve Su mensaje en tu feliz semblante.

7. Hoy nos prepararemos para esto durante las sesiones de prác­tica de cinco minutos, dejando que la felicidad brote en nosotros tal como dispone la Voluntad de nuestro Padre y la nuestra. 2Comienza los ejercicios con el pensamiento que la idea de hoy presenta. 3Luego comprende que tu papel es ser feliz. 4Esto es lo único que se te pide a ti o a cualquiera que desee ocupar el lugar que le corresponde entre los mensajeros de Dios. 5Piensa en lo que esto significa. 6Estabas ciertamente equivocado al creer que se te estaba exigiendo algún sacrificio. 7De acuerdo con el plan de Dios tan solo puedes recibir, sin jamás perder nada, hacer sacrificio alguno o morir.

8. Tratemos ahora de encontrar esa dicha que nos demuestra a nosotros, así como a todo el mundo, lo que la Voluntad de Dios dispone para nosotros. 2Tu función es encontrarla aquí, y encontrarla ahora. 3Para eso viniste. 4¡Ojalá que hoy sea el día en que lo logres! 5Busca en lo profundo de tu ser, sin dejarte desanimar por los pensamientos pueriles y metas absurdas que pasas de largo a medida que asciendes para encontrarte con el Cristo en ti.

9. Él estará allí. 2Y tú puedes llegar a Él ahora. 3¿Qué otra cosa preferirías contemplar en lugar de Aquel que aguarda para que tú lo contemples? 4¿Qué pensamiento pueril podría detenerte? 5¿Qué meta absurda podría impedirte triunfar cuando es Dios Mismo Quien te llama?

10. Él estará allí. 2Eres esencial en Su plan. 3Hoy eres Su mensajero. 4Y tienes que encontrar lo que Él quiere que des. 5No te olvides de la idea de hoy entre las sesiones de práctica de cada hora. 6Es tu Ser Quien te llama hoy. 7Y es a Él a Quien respondes cada vez que te dices a ti mismo que eres esencial en el plan de Dios para la salvación del mundo.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Experimentar la felicidad que es la Voluntad de Dios para ti, comprender que contagiar tu felicidad a otros es el modo en que llevas a cabo tu parte en el plan global de la salvación.

Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacer esto, al menos haz el alternativo). 

  • Repite la idea. “Luego comprende que tu papel es ser feliz” (7:3), y no hacer nobles sacrificios, únicamente ser feliz. 
  • El resto es una meditación en la que intentas encontrar la alegría que Dios puso en ti. Busca muy dentro de ti. Sumérgete hacia abajo y adentro para encontrar el Cristo en ti, la fuente de tu alegría. Mientras te sumerges, deja de lado “los pensamientos pueriles y metas absurdas” (8:5). No dejes que te retrasen. Incluso puedes preguntarte a ti mismo: “¿Qué pensamiento pueril tiene poder para detenerme?” O puedes simplemente recordar que tu única intención es llegar a ese inagotable pozo de alegría en el centro de tu ser, tu única intención es llegar al Cristo en ti. Búscale con confianza, “Él estará allí. Y tú puedes llegar a Él ahora” (9:1-2). Durante todo el ejercicio continúa buscando dentro de ti ese pozo de alegría sin fin.

Recordatorios frecuentes: Entre las sesiones de práctica de cada hora.
Repite la idea, recordando que al hacerlo estás contestando a la llamada de tu Ser. Como siempre, recomiendo repetirlo de este modo ahora, para que puedas sentir los beneficios que te ofrece.

Comentario

Dios no tiene “un plan para mi vida”. Él tiene Su plan, y yo soy una parte de ese plan. No hay miles de millones de planes separados para miles de millones de individuos separados. Sólo existe la Voluntad única de Dios, y cada uno de nosotros tiene una parte esencial en ella. Parte de lo que la salvación está deshaciendo es “la descabellada creencia en pensamientos y cuerpos separados, que viven vidas separadas y recorren caminos separados” (1:2). Cada uno de nosotros tiene el mismo propósito, la misma función, y en eso estamos unidos.

Parte de la sanación de mi propia mente es el reconocimiento de que la otra persona ciertamente comparte el mismo propósito conmigo, y en su realidad quiere lo mismo que yo. Si miro a su ego, veo intereses separados, y eso puede ser todo lo que él o ella ve. Pero cuando abandono mi interpretación y permito que el Espíritu Santo lo interprete por mí, veo que el miedo de la otra persona, que se manifiesta como ataque, en realidad es una petición de amor y es un testigo de la creencia en el amor dentro de su mente. El resultado de esto es que veo que la otra persona no necesita cambiar para ser uno conmigo, ¡ya es uno conmigo! Tengo un aliado secreto en su mente. Tengo su propio consentimiento conmigo en una meta común.

La parte que Dios “ha reservado para mí” (2:1) en Su plan está planeado para devolverme la felicidad, porque Su Voluntad para mí es felicidad. Hay algo en nosotros (¡el ego, por supuesto!) que me dice que está mal querer perfecta felicidad. Pero si la Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad, entonces ¡pensar que no me la merezco es oponerse a la Voluntad de Dios!

Para que la Voluntad de Dios sea completa, mi alegría debe ser completa, pues ¡Su Voluntad es perfecta alegría para todos! Si cada uno con quien me encuentro ve una cara radiante de alegría, oirá la llamada de Dios en mi risa feliz (2:6).

Soy esencial para el plan de Dios, mi alegría es esencial para Su plan (3:1). Así pues, que hoy elija la alegría de Dios en lugar del dolor. “Sin tu sonrisa, el mundo no se puede salvar… toda risa no es sino el eco de la tuya” (3:3-4).

Así que mi tarea hoy, y todos los días, es ser feliz. No puedo ser feliz si ataco, o juzgo, o culpo, o condeno. Tal como el Curso enseña, no puedo ser feliz a menos que acepte, a menos que perdone, no prestando atención a las ilusiones del ego, para ver la feliz verdad en cada uno: quieren amor al igual que yo.

Enseñamos a través de nuestra felicidad. Pedimos a todas las mentes que abandonen sus sufrimientos con nuestra “dicha en la tierra” (4:2). Está claro que esto es acerca de la alegría que se ve, visible en tu cara a través de la sonrisa y de la risa feliz. “Los mensajeros de Dios rebosan de dicha, y su júbilo sana todo pesar y desesperación” (4:3).

Una buena afirmación para el día podría ser: “Mi alegría cura”.

La parte que todos tenemos en el plan de Dios es demostrar, a través de nuestra alegría, que Dios quiere perfecta felicidad para todos los que quieren aceptarla como Su regalo.

La tristeza es una elección, una decisión de “desempeñar otro papel en lugar del que Dios te ha dado” (5:3). La tristeza es el loco deseo del ego de ser independiente de cualquier poder excepto del suyo. Cuando me opongo a mi felicidad dejo de mostrar el mundo que Dios quiere para todos nosotros, y de este modo no puedo reconocer la felicidad que ya es mía, siempre mía.

“Hoy trataremos de comprender que la dicha es nuestra función aquí” (6:1). Nada tiene que cambiar para que esto sea posible. Puedo ser perfectamente feliz ahora mismo, porque la felicidad no depende de nada fuera de mi mente. Disgustarse con algo o alguien no lo cambia; únicamente la felicidad cura. Únicamente la felicidad trae un cambio duradero.

A veces pensamos equivocadamente que nuestra felicidad permite de algún modo el error y el pecado de otros. Si alguien está siendo cruel y yo continúo siendo feliz, parece que apruebo la crueldad. Sin embargo, disgustarse por la crueldad no la sana, la hace real. Es mucho más gozoso y mucho más sanador, ver en la crueldad un miedo infundado que oculta una petición de ayuda; eso muestra que dentro de esa persona existe un vivo deseo que comparte conmigo, un ardiente deseo de Dios, un vehemente deseo de Su regalo de felicidad. Mi felicidad ante la crueldad enseña que no hay motivos para la crueldad. No ataca el síntoma de la crueldad, deshace la causa de la crueldad. Ser feliz no es salir perdiendo, ni sacrificar, ni morir (7:7). Es vivir eternamente.
Son nuestros pensamientos pueriles y metas absurdas los que nos impiden ser felices (9:3-5). Nuestra mente ha elegido hacer algo más importante que ser feliz, y lo que eso significa en términos metafísicos profundos es que hemos inventado algo más importante que Cristo o que Dios. Si buscamos, Él está en nosotros. “Él estará allí”, (este pensamiento se repite dos veces 9:1; 10:1). El Cristo está en mí, esperando que yo lo reconozca como mi Ser. Ésa es la única fuente de verdadera de felicidad, y todos Le tenemos ya.


Mi tarea hoy es ser Su mensajero, y “encontrar lo que Él quiere que des” (10:4). Encontrar la felicidad en mí mismo y dar mi felicidad a otros: ésa es la razón por la que estoy aquí, ésa es la razón por la que este día existe para mí. Soy esencial en el plan de Dios para la salvación del mundo. Sin mi sonrisa, el mundo no se puede salvar (3:3).




TEXTO


Capítulo 10

LOS ÍDOLOS DE LA ENFERMEDAD


Introducción

1. Nada externo a ti puede hacerte temer o amar porque no hay nada externo a ti. 2Tanto el tiempo como la eternidad se encuen­tran en tu mente, y estarán en conflicto hasta que percibas el tiempo exclusivamente como un medio para recuperar la eterni­dad. 3No podrás hacer esto mientras sigas creyendo que la causa de todo lo que te ocurre se encuentra en factores externos a ti. 4Tienes que aprender que el tiempo sólo existe para que hagas uso de él, y que nada en el mundo puede eximirte de esa responsabili­dad. 5Puedes violar las leyes de Dios en tu imaginación, pero no puedes escaparte de ellas. 6Fueron promulgadas para tu protec­ción y son tan inviolables como tu seguridad.

2. Dios no creó nada a excepción de ti, y nada a excepción de ti existe, pues tú formas parte de Él. 2¿Qué puede existir excepto Él? 3Nada puede tener lugar aparte de Él porque nada excepto Él es real. 4Tus creaciones, al igual que tú, representan una aporta­ción para Él, pero ni tú ni ellas le aportan nada que sea diferente porque todo ha existido siempre. 5¿Qué otra cosa puede alterarte salvo lo efímero, y cómo puede ser lo efímero real si tú eres la única creación de Dios y Él te creó eterno? 6Tu santa mente deter­mina todo lo que te ocurre. 7La respuesta que das a todo lo que percibes depende de ti porque es tu mente la que determina tu percepción de ello.

3. Dios no cambia de parecer con respecto a ti, pues Él no duda de Sí Mismo. 2Y lo que Él conoce se puede conocer porque no se lo reserva sólo para Sí Mismo. 3Te creó para Sí Mismo, pero te dio el poder de crear para ti mismo a fin de que fueses como Él. 4Por eso es por lo que tu mente es santa. 5¿Qué podría haber que fuese más grande que el Amor de Dios? 6¿Qué podría haber, entonces, que fuese más grande que tu voluntad? 7Nada externo a tu voluntad te puede afectar porque, al estar en Dios, lo abarcas todo. 8Cree esto, y te darás cuenta de hasta qué punto todo depende de ti. 9Cuando tu paz mental se vea amenazada por algo, pregúntate, "¿Ha cambiado Dios de parecer con respecto a mí?" 10Acepta luego Su decisión, que es ciertamente inmutable, y niégate a cambiar de parecer con respecto a ti mismo. 11Dios nunca decidirá contra ti, pues si lo hiciese, estaría decidiendo contra Él Mismo.



I. En Dios estás en tu hogar


1. No conoces tus creaciones simplemente porque mientras tu mente siga estando dividida decidirás contra ellas, y es imposible atacar lo que has creado. 2Pero recuerda que a Dios le resulta igual­mente imposible. 3La ley de la creación consiste en que ames a tus creaciones como a ti mismo, por ser éstas parte de ti. 4Todo lo que fue creado se encuentra, por lo tanto, perfectamente a salvo por­que las leyes de Dios lo protegen con Su Amor. 5Cualquier parte de tu mente que no sepa esto se ha desterrado a sí misma del conocimiento, al no haber satisfecho sus condiciones. 6¿Quién sino tú pudo haber hecho eso? 7Reconócelo gustosamente, pues en ese reconocimiento radica tu entendimiento de  que tu destie­rro es algo ajeno a Dios, y, por lo tanto, no existe.

2. En Dios estás en tu hogar, soñando con el exilio, pero siendo perfectamente capaz de despertar a la realidad: 2¿Deseas real­mente hacerlo? 3Reconoces por experiencia propia que lo que ves en sueños lo consideras real mientras duermes. 4Mas en el ins­tante en que te despiertas te das cuenta de que todo lo que parecía ocurrir en el sueño en realidad no había ocurrido. 5Esto no te parece extraño, si bien todas las leyes de aquello a lo que despier­tas fueron violadas mientras dormías. 6¿No será que simplemente pasaste de un sueño a otro sin haber despertado realmente?

3. ¿Te molestarías en reconciliar lo que ocurrió en dos sueños con­flictivos, o simplemente descartarías los dos si descubrieses que la realidad no coincide con ninguno de ellos? 2No recuerdas estar despierto. 3Cuando oyes al Espíritu Santo tal vez te sientes mejor porque entonces te parece que es posible amar, pero todavía no recuerdas que una vez fue así. 4Mas cuando lo recuerdes, sabrás que puede volver a ser así de nuevo. 5Lo que es posible no se ha logrado todavía. 6Sin embargo, lo que una vez fue, aún es, si es que es eterno. 7Cuando recuerdes sabrás que lo que recuerdas es eterno, y, por lo tanto, que se encuentra aquí ahora.

4. Recordarás todo en el instante en que lo desees de todo cora­zón, pues si desear de todo corazón es crear, tu voluntad habrá dispuesto el fin de la separación, y simultáneamente le habrás devuelto tu mente a tu Creador y a tus creaciones. 2Al conocerlos, ya no tendrás deseos de dormir, sino sólo el deseo de despertar y regocijarte. 3Soñar será imposible porque sólo desearás la verdad, y al ser ésa por fin tu voluntad, dispondrás de ella.


II. La decisión de olvidar

1. A menos que primero conozcas algo no puedes disociarte de ello. 2El conocimiento, entonces, debe preceder a la disociación, de modo que ésta no es otra cosa que la decisión de olvidar. 3Lo que se ha olvidado parece entonces temible, pero únicamente porque la disociación es un ataque contra la verdad. 4Sientes miedo porque la has olvidado. 5has reemplazado tu conocimiento por una con­ciencia de sueños, ya que tienes miedo de la disociación y no de aquello de lo que te disociaste. 6Cuando aceptas aquello de lo que te disociaste, deja de ser temible.

2. Sin embargo, renunciar a tu disociación de la realidad trae consigo más que una mera ausencia de miedo. 2En esa decisión radica la dicha, la paz y la gloria de la creación. 3Ofrécele al Espí­ritu Santo únicamente tu voluntad de estar dispuesto a recordar, pues Él ha conservado para ti el conocimiento de Dios y de ti mismo, y sólo espera a que lo aceptes. 4Abandona gustosamente todo aquello que pueda demorar la llegada de ese recuerdo, pues Dios se encuentra en tu memoria. 5Su Voz te dirá que eres parte de Él cuando estés dispuesto a recordarle y a conocer de nuevo tu realidad. 6No permitas que nada en este mundo demore el que recuerdes a Dios, pues en ese recordar radica el conocimiento de ti mismo.

3. Recordar es simplemente restituir en tu mente lo que ya se encuentra allí. 2Tú no eres el autor de aquello que recuerdas, sino que sencillamente vuelves a aceptar lo que ya se encuentra allí, pero había sido rechazado. 3La capacidad de aceptar la verdad en este mundo es la contrapartida perceptual de lo que en el Reino es crear. 4Dios cumplirá con Su cometido si tu cumples con el tuyo, y a cambio del tuyo Su recompensa será el intercambio de la percepción por el conocimiento. 5Nada está más allá de lo que Su Voluntad dispone para ti. 6Pero expresa tu deseo de recor­darle, y ¡oh maravilla!, 7Él te dará todo sólo con que se lo pidas.

4. Cuando atacas te estás negando a ti mismo. 2Te estás enseñando específicamente que no eres lo que eres. 3Tu negación de la realidad te impide aceptar el regalo de Dios, puesto que has aceptado otra cosa en su lugar 4Si entendieses que esto siempre constituye un ataque contra la verdad, y que Dios es la verdad, comprende­rías por qué esto siempre da miedo. 5Si además reconocieses que formas parte de Dios, entenderías por qué razón siempre te atacas a ti mismo primero.

5. Todo ataque es un ataque contra uno mismo. 2No puede ser otra cosa. 3Al proceder de tu propia decisión de no ser quien eres, es un ataque contra tu identidad. 4Atacar es, por lo tanto, la manera en que pierdes conciencia de tu identidad, pues cuando atacas es señal inequívoca de que has olvidado quién eres. 5si tu realidad es la de Dios, cuando atacas no te estás acordando de Él. 6Esto no se debe a que Él se haya marchado, sino a que tú estás eligiendo conscientemente no recordarlo.

6. Si te dieses cuenta de los estragos que esto le ocasiona a tu paz mental no podrías tomar una decisión tan descabellada. 2La tomas únicamente porque todavía crees que puede proporcionarte algo que deseas. 3De esto se deduce, por consiguiente, que lo que quie­res no es paz mental sino otra cosa, pero no te has detenido a considerar lo que esa otra cosa pueda ser. 4Aun así, el resultado lógico de tu decisión es perfectamente evidente, sólo con que lo observes. 5Al decidir contra tu realidad, has decidido mantenerte alerta contra Dios y Su Reino. 6Y es este estado de alerta lo que hace que tengas miedo de recordarle.















No hay comentarios:

Publicar un comentario