DESPERTAR AL AMOR

lunes, 9 de abril de 2018

9 ABRIL: La salvación es mi única función aquí.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCION 99

La salvación es mi única función aquí.



1. La salvación y el perdón son lo mismo. 2Ambas cosas implican que algo anda mal, algo de lo cual es necesario que se nos salve y se nos perdone; algo impropio que necesita corrección; algo aparte o diferente de la Voluntad de Dios. 3Ambos términos, por lo tanto, implican algo totalmente imposible, pero que, sin embargo, ha ocurrido, dando lugar a un estado de aparente con­flicto entre lo que es y lo que nunca podría ser.

2. La verdad y las ilusiones están ahora a la par, pues ambas han ocurrido. 2Lo imposible se convierte en aquello de lo que se te necesita salvar y perdonar. 3La salvación se convierte ahora en la zona fronteriza entre la verdad y las ilusiones. 4Refleja la verdad porque es el medio a través del cual puedes escaparte de las ilu­siones. 5No obstante, no es la verdad porque cancela lo que nunca ocurrió.

3. ¿Cómo podría haber un punto de encuentro en el que la tierra y el Cielo se pudiesen reconciliar dentro de una mente en la que ambos existen? 2La mente que ve ilusiones piensa que éstas son reales. 3Existen en cuanto que son pensamientos. 4Sin embargo, no son reales porque la mente que piensa estos pensamientos se encuentra separada de Dios.

4. ¿Qué podría unir a la mente y a los pensamientos separados con la Mente y el Pensamiento que están eternamente unidos? 2¿Qué plan podría reconocer las necesidades que plantean las ilu­siones y proponer medios con los que eliminarlas sin ataque o ápice alguno de dolor, y no violar la verdad? 3¿Qué podría ser este plan sino un Pensamiento de Dios mediante el cual se pasa por alto lo que nunca ocurrió y se olvidan los pecados que nunca fueron reales?

5. El Espíritu Santo conserva este plan de Dios en la Mente de Dios y en la tuya, exactamente como lo recibió de Él. 2Dicho plan no tiene nada que ver con el tiempo toda vez que su Fuente es intemporal. 3No obstante, opera dentro del tiempo debido a tu creencia de que el tiempo es real. 4El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como la aflicción, la separación y la pérdida. 5Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.

6. Éste es el Pensamiento que lleva las ilusiones a la verdad, donde las ve como apariencias tras las cuales se encuentra lo inmutable y lo seguro. 2Éste es el Pensamiento que salva y per­dona, pues no pone su fe en lo que no fue creado por la única Fuente que conoce. 3Éste es el Pensamiento cuya función es sal­var asignándote a ti su función. 4La salvación es tu función, junto con Aquel a Quien se le confió el plan. 5Ahora se te confía a ti junto con Él. 6Él tiene una respuesta para todas las apariencias sea cual sea la forma, el tamaño, el volumen o los atributos que parezcan tener, y es ésta:

7La salvación es mi única función aquí.
8Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.

7. Tú que aún has de obrar milagros, asegúrate de practicar bien la idea de hoy. 2Trata de percibir la fuerza de lo que dices, pues en esas palabras radica tu libertad. 3Tu Padre te ama. 4El mundo del dolor no es Su Voluntad. 5Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti. 6Deja entonces que el Pensa­miento con el que Él reemplazó todos tus errores se adentre en los sombríos lugares de tu mente que pensó los pensamientos que nunca fueron Su Voluntad.

8. Esa parte de tu mente le pertenece a Dios, al igual que el resto. 2Dicha parte no tiene pensamientos solitarios, ni los hace reales ocultándolos de Él. 3Deja pasar la luz, y ningún obstáculo te impe­dirá ver lo que Él dispone para ti. 4Pon al descubierto tus secretos ante Su benévola luz y observa cuán intenso es el fulgor con el que dicha luz todavía resplandece sobre ti.

9. Practica con Su Pensamiento hoy, y deja que Su luz busque e ilumine todo rincón tenebroso, y que al brillar a través de ellos los una al resto. 2La Voluntad de Dios es que tu mente sea una con la Suya. 3La Voluntad de Dios es tener solamente un Hijo. 4La Voluntad de Dios es que Su único Hijo eres tú. 5Reflexiona sobre estas cosas durante las prácticas de hoy, y da comienzo a la lec­ción que vamos a aprender hoy con estas instrucciones relativas a la verdad:

6La salvación es mi única función aquí.
7La salvación y el perdón son lo mismo.

8Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto en ti.

10. Perdona todo pensamiento que se oponga a la verdad de tu compleción, unidad y paz. 2No puedes perder los regalos que tu Padre te dio. 3No es tu deseo ser otro ser. 4No tienes ninguna función que no, sea de Dios. 5Perdónate a ti mismo la que crees haber inventado. 6El perdón y la salvación son lo mismo. 7Per­dona lo que inventaste y te habrás salvado.

11. Hay un mensaje especial para hoy que tiene el poder de elimi­nar para siempre de tu mente cualquier forma de duda o de temor. 2Si te asalta la tentación de creer que son reales, recuerda que las apariencias no pueden resistirse a la verdad que encie­rran estas poderosas palabras:

3La salvación es mi única función aquí.
4Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.

12. La única función que tienes te dice que eres uno. 2Recuérdate esto a ti mismo durante los intervalos de tiempo que transcurren entre los períodos en que das cinco minutos para compartirlos con Aquel que comparte el plan de Dios contigo. 3Recuérdate a ti mismo lo siguiente:

4La salvación es mi única función aquí.

5De esta manera, depositas el perdón en tu mente y dejas que todo temor sea suavemente descartado, para que el amor pueda encon­trar el lugar donde le corresponde estar en ti y mostrarte que tú eres el Hijo de Dios.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Llevar a cabo tu función al dejar que tus pensamientos tenebrosos sean sacados del lugar donde se esconden y se encuentren con el Pensamiento de la luz de Dios, para que tu obscuridad sea reemplazada con Su luz.

Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacerlo, al menos haz el alternativo). 
  • Di: “La salvación es mi única función aquí. La salvación y el perdón son lo mismo”. Luego invita al Espíritu Santo a tu mente y pídele que busque en los rincones obscuros y secretos de tu mente los pensamientos, creencias, y objetivos que quieres mantener ocultos de ti mismo o de otros. Cuando uno salga a la luz, repite el Pensamiento: “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. 
  • Deja que la luz en este pensamiento limpie tu pensamiento tenebroso, deja que esa luz te ofrezca el perdón de ese pensamiento. De este modo, se iluminará ese lugar obscuro de tu mente. Luego empieza el proceso de nuevo: Deja que el Espíritu Santo busque otro pensamiento tenebroso escondido. Luego repite de nuevo: “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”, y deja que este Pensamiento perdone y limpie la obscuridad, reemplazándola con luz.

Mientras continúas con este proceso, de vez en cuando piensa en el significado de “Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. Significa que este mundo de dolor no es Su Voluntad. Significa que Dios quiere que tú seas Su Hijo, uno con Él.

Recordatorios frecuentes: Entre las sesiones de práctica de cada hora.
Repite la idea, comprendiendo que al hacerlo estás invitando a que el perdón reemplace a todos tus miedos e invitando al amor a tu mente, que te mostrará que tú eres Hijo de Dios.
Respuesta a la tentación: Cada vez que una apariencia te tiente a caer en el miedo y en la duda.

Di: “La salvación es mi única función aquí. Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad”. Date cuenta de que este mensaje especial “tiene el poder de eliminar para siempre de tu mente cualquier forma de duda o de temor… Recuerda que las apariencias no pueden resistirse a la verdad que encierran estas poderosas palabras” (11:1-2).

Comentario

Hoy sólo comentaremos unas pocas ideas de la lección.

“El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como la aflicción, la separación y la pérdida. Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.” (5:4-5)

Vemos pecado, dolor y muerte. Vemos sufrimiento, separación y pérdida. Pensamos que estas cosas son reales. Lo que es peor, creemos que todas ellas son la Voluntad de Dios. Si creemos que este mundo y su creación son obra de Dios, entonces todo lo que vemos es Su Voluntad, Él las creó (eso es lo que creemos, aunque la creencia no sea consciente). Al menos, creemos que Él voluntariamente creó la posibilidad de todo este sufrimiento y pérdida, y que de algún modo planeó que pasáramos por todo ello.

Mucha de la enseñanza cristiana se ve muy clara en todas estas creencias. Un ser amado muere antes de tiempo. Nos invade la agonía, el sufrimiento y la pérdida; y algún amigo con buenas intenciones intenta consolarnos con el pensamiento: “Es la Voluntad de Dios”. ¿Qué consuelo es ése? ¿Qué hace eso sino echarle la culpa de nuestra agonía a Dios? ¿Qué otra cosa puede hacer sino convertirle a Dios en un monstruo, objeto de nuestro miedo e incluso de nuestro odio?

El pecado, el dolor, la muerte, el sufrimiento, la separación y la pérdida no son la Voluntad de Dios. Tal creencia procede de la creencia escondida de que Dios la tiene tomada contra nosotros, que Él nos está castigando por nuestros pecados. Para albergar tal creencia debemos también creer que nos merecemos esta experiencia horrible. Éste es el instante de nuestra creencia en la separación de Dios representada en el escenario del mundo.
Tú y yo hemos creído que Dios quería esto para nosotros. Él quería que estuviésemos en este mundo de dolor. A veces hemos estado de acuerdo con lo que pensábamos de Él, de acuerdo en que merecíamos sufrir. A veces, con enfado, hemos negado que lo mereciésemos, y Le hemos acusado de ser injusto. A menudo nos hemos sentido desconcertados, preguntándonos con pena por nosotros mismos qué habíamos hecho para merecer todo esto; seguros de haber hecho algo pero sin la menor idea de lo que podía ser.
Nunca se nos ha ocurrido tener en cuenta este pensamiento:

“El mundo del dolor no es Su Voluntad. Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti.” (7:4-5)

La razón de nuestra angustia es el pensamiento de que Dios quiere todo eso para nosotros. Lo que nos hiere en lo más profundo es la oculta creencia de que Dios es la fuente de este dolor. Aquél que mi corazón ama, y que ama apasionadamente, quiere esto para mí. Es mi Padre el que me impone este dolor.

Nos encogemos de sufrimiento y pena, sin esperanza y perdidos, porque pensamos que es la Voluntad de Dios.

“Ésta no es Su Voluntad”, nos dice Jesús. “Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti” (7:5).

¿Cómo pudimos pensar esto de Dios? ¿Cómo pudimos creer que es tan vengativo? Todavía no nos damos cuenta de que es este pensamiento acerca de Dios el que le da al dolor todo su poder sobre nosotros, sin embargo lo descubriremos si nos concedemos a nosotros mismos este perdón. Cuando el dolor nos rasga por dentro, cuando el miedo nos atenaza, o cuando una profunda sensación de pérdida parece deshacer nuestra alma, si nos volvemos al Espíritu Santo y Le oímos decir: “Ésta no es Su Voluntad. Dios no quiere esto para ti”, nos parecerá posible perdonarnos a nosotros mismos por pensar que sí lo era. En el momento que lo hagamos, la fuerza del dolor se elimina. “Dios no quiere esto para mí. Esto no procede de Él”. El dolor se transforma en algo diferente
.
No es Dios Quien quiere este dolor para nosotros. Somos nosotros. Creemos que Dios nos castiga porque creemos que merecemos el castigo. Experimentamos la vida como dolor porque inconscientemente nos estamos castigando a nosotros mismos.

No estamos hablando aquí del acontecimiento que pensamos que ha causado nuestro dolor: la muerte de un ser amado, la aparente pérdida de amor, el sufrimiento físico. Estamos hablando principalmente del estado mental y emocional en el que lo vivimos. Esto es una cosa interna. Esta angustia, esta profunda pena, este terror, todo esto no es la Voluntad de Dios para ti. Sufrimos tan increíblemente porque, sin darnos cuenta, aceptamos la mayor parte de la vida como un castigo. Un escarmiento. Parte del precio a pagar por ser la cosa horrible que pensamos que somos.

A causa de que creemos que lo penetrante del dolor es Su Voluntad, no podemos llevárselo a Él en busca de consuelo. Pensamos que Él es su Causa, así que huimos de Él. Nos negamos a nosotros mismos el alivio de Su Presencia amorosa. En esa Presencia podemos encontrar a nuestro Ser. Podemos mirar a nuestra propia esencia y “ningún obstáculo te impedirá ver lo que Él dispone para ti” (8:3).

“Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto en ti.” (9:8)

“Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti” (7:5). Lleva tu dolor ante Jesús. El dolor no es la Voluntad de Dios para ti. La experiencia por la que estás atravesando puede ser el camino que lleva a tu infinita libertad si abandonas tus defensas en contra de Dios. Su Presencia puede transformar tu experiencia de dolor en una experiencia de alegría. Puede ser el camino a conocer tu Ser como Amor. Tal cosa nos parece imposible a nosotros, pero los milagros siempre parecen imposibles.

Abandona tus defensas. Dios no está enfadado. Él no quiere este sufrimiento para ti. Libérate de tu miedo de Él. No tengas miedo de Su toque. Perdónate el pensamiento de que Él te impuso esto. Permite que Él te muestre tu Ser tal como Él lo ve, y ábrete a Su Amor sanador.




TEXTO


VIII. La grandeza en contraposición a la grandiosidad


1. La grandeza es de Dios y sólo de Él. 2Por lo tanto, se encuentra en ti. 3Siempre que te vuelves consciente de ella, por vagamente que sea, abandonas al ego automáticamente, ya que en presencia de la grandeza de Dios la insignificancia del ego resulta perfecta­mente evidente. 4Cuando esto ocurre, el ego cree -a pesar de que no lo entiende- que su "enemigo" lo ha atacado, e intenta ofre­certe regalos para inducirte a que vuelvas a ponerte bajo su "pro­tección". 5El auto-engrandecimiento es la única ofrenda que puede hacer. 6La grandiosidad del ego es la alternativa que él ofrece a la grandeza de Dios. 7¿Por cuál de estas dos alternativas te vas a decidir?

2. El propósito de la grandiosidad es siempre encubrir la desespe­ración. 2No hay esperanzas de que pueda hacerlo porque no es real. 3Es un intento de contrarrestar tu sensación de pequeñez, basado en la creencia de que la pequeñez es real. 4Sin esta creencia la grandiosidad no tendría sentido y no la desearías en absoluto. 5La esencia de la grandiosidad es la competencia porque la grandiosidad siempre implica ataque. 6Es un intento ilusorio de eclip­sar pero no de deshacer. 7Dijimos anteriormente que el ego oscila entre la sospecha y la perversidad. 8Permanece receloso mientras te desesperes contigo mismo. 9Pasa a la perversidad cuando deci­des no tolerar más tu auto-degradación e ir en busca de ayuda. 10Entonces te ofrece como "solución" la ilusión del ataque.

3. El ego no entiende la diferencia que hay entre la grandeza y la grandiosidad porque no ve la diferencia que hay entre los impul­sos milagrosos y las extrañas creencias del ego que él mismo ha inventado. 2Te dije que el ego es consciente de que su existencia está amenazada,  pero no hace distinciones entre estos dos tipos de amenaza tan diferentes. 3Su profunda sensación de vulnerabi­lidad le impide juzgar, excepto con ataques. 4Cuando el ego se siente amenazado, su única elección estriba en si atacar ahora o retirarse para atacar más tarde. 5Si aceptas su oferta de grandiosi­dad atacará inmediatamente. 6Si no, esperará.

4. El ego queda inmovilizado en presencia de la grandeza de Dios porque Su grandeza establece tu libertad. 2Aun la más leve indica­ción de tu realidad expulsa literalmente al ego de tu mente ya que deja de interesarte por completo. 3La grandeza está totalmente desprovista de ilusiones y, puesto que es real, es extremadamente convincente. 4Mas la convicción de que es real te abandonará a menos que no permitas que el ego la ataque. 5El ego no escatimará esfuerzo alguno por rehacerse y movilizar sus recursos en contra de tu liberación. 6Te dirá que estás loco, y alegará que la grandeza no puede ser realmente parte de ti debido a la pequeñez en la que él cree. 7Pero tu grandeza no es ilusoria porque no fue invención tuya. 8lnventaste la grandiosidad y le tienes miedo porque es una forma de ataque, pero tu grandeza es de Dios, Quien la creó como expresión de Su Amor.

5. Desde tu grandeza tan sólo puedes bendecir porque tu gran­deza es tu abundancia. 2Al bendecir la conservas en tu mente, protegiéndola así de las ilusiones y manteniéndote a ti mismo en la Mente de Dios. 3Recuerda siempre que no puedes estar en nin­guna otra parte, excepto en la Mente de Dios. 4Cuando te olvidas de esto, te desesperas y atacas.

6. El ego depende exclusivamente de que estés dispuesto a tole­rarlo. 2Si estuvieses dispuesto a contemplar tu grandeza no podrías desesperarte, y, por lo tanto, no podrías desear al ego. 3Tu grandeza es la respuesta de Dios al ego porque es verdad. 4La pequeñez y la grandeza no pueden coexistir, ni tampoco pueden sucederse alternadamente. 5La pequeñez y la grandiosidad, por otra parte, no tan sólo pueden, sino que se ven obligadas a alter­nar, puesto que ninguna de las dos es verdad y se encuentran, por lo tanto, en el mismo nivel. 6Al ser éste el nivel de los cam­bios, se experimenta como un constante alternar, siendo los extre­mos su característica principal.

7. La verdad y la pequeñez se niegan mutuamente porque la grandeza es verdad. 2La verdad no cambia, siempre es verdad. 3Cuando pierdes la conciencia de tu grandeza es que la has reem­plazado con algo que tú mismo inventaste. 4Quizá con la creencia en la pequeñez, quizá con la creencia en la grandiosidad. 5Mas cualquiera de ellas no puede sino ser demente porque no es ver­dad. 6Tu grandeza nunca te engañará, pero tus ilusiones siempre lo harán. 7Las ilusiones son engaños. 8No puedes triunfar, pero estás exaltado. 9Y en tu estado de exaltación buscas a otros que son como tú y te regocijas con ellos.

8. Es fácil distinguir la grandeza de la grandiosidad, pues el amor puede ser correspondido, pero el orgullo no. 2El orgullo no pro­ducirá milagros, y te privará, por lo tanto, de los verdaderos testi­gos de tu realidad. 3La verdad no está velada ni oculta, pero el que sea evidente para ti depende del gozo que lleves a sus testigos, que son quienes te la mostrarán. 4Ellos dan testimonio de tu gran­deza, pero no pueden dar testimonio del orgullo porque el orgullo no se puede compartir. 5Dios quiere que contemples lo que Él creó porque lo que Él creó es Su gozo.

9. ¿Cómo puede ser que tu grandeza sea arrogancia cuando Dios Mismo da testimonio de ella? 2¿Y puede lo que no tiene testigos ser real? 3¿Qué beneficio se podría derivar de ello? 4Si no se puede derivar ninguno, el Espíritu Santo no puede usarlo. 5Lo que Él no puede transformar en la Voluntad de Dios no existe en absoluto. 6La grandiosidad es algo ilusorio porque su propósito es reempla­zar a tu grandeza. 7Pero lo que Dios ha creado no puede ser reem­plazado. 8Dios está incompleto sin ti porque Su grandeza es total, y tú no puedes estar excluido de ella.

10. Tú eres absolutamente irreemplazable en la Mente de Dios. 2Nadie más puede ocupar tu lugar en ella, y mientras lo dejes desocupado, tu eterno puesto aguardará simplemente tu regreso. 3Dios te recuerda esto a través de Su Voz, y Él Mismo mantiene a salvo tus extensiones dentro de Su Mente. 4Mas no las conocerás hasta que regreses a ellas. 5No puedes reemplazar al Reino, ni puedes reemplazarte a ti mismo. 6Dios, que conoce tu valía, no lo permitiría, y, por lo tanto, no puede suceder. 7Tu valía se encuen­tra en la Mente de Dios y, por consiguiente, no sólo en la tuya. 8Aceptarte a ti mismo tal como Dios te creó no puede ser arrogan­cia porque es la negación de la arrogancia. 9Aceptar tu pequeñez es arrogancia porque significa que crees que tu evaluación de ti mismo es más acertada que la de Dios.

11. Sin embargo, si la verdad es indivisible, tu evaluación de ti mismo tiene que ser la misma que la de Dios. 2Tú no estableciste tu valía, y ésta no necesita defensa. 3Nada puede atacarla ni pre­valecer contra ella. No varía. 5Simplemente es. 6Pregúntale al Espíritu Santo cuál es tu valía y Él te lo dirá, pero no tengas miedo de Su respuesta, pues procede de Dios. 7Es una respuesta exaltada por razón de su Origen, y como el Origen es verdad, la respuesta lo es también. 8Escucha y no pongas en duda lo que oigas, pues Dios nunca engaña. 9Él quiere que reemplaces la creencia del ego en la pequeñez por Su Propia Respuesta exal­tada a lo que tú eres, de modo que puedas dejar de ponerla en duda y la conozcas tal como es.





TEXTO

VII. Las dos evaluaciones

1. La Voluntad de Dios es que tú encuentres la salvación. 2¿Cómo, entonces, no te iba a haber proporcionado los medios para encon­trarla? 3Si Su Voluntad es que te salves, tiene que haber dispuesto que alcanzar la salvación fuese posible y fácil. 4Tienes hermanos por todas partes. 5No tienes que buscar la salvación en parajes remotos. 6Cada minuto y cada segundo te brinda una oportuni­dad más para salvarte. 7No dejes pasar esas oportunidades, no porque no vayan a repetirse, sino porque demorar la dicha es innecesario. 8La Voluntad de Dios es que seas completamente feliz ahora. 9¿Cómo podría ser que ésa no fuese también tu voluntad? 10¿Y sería posible asimismo que ésa no fuese también la voluntad de tus hermanos?

2. Ten presente, pues, que sólo en esa voluntad conjunta, y sólo en ella, os encontráis unidos. 2Podrá haber desacuerdo en todo lo demás, pero no en esto. 3Ahí, pues, es donde mora la paz. 4Y tú moras en paz cuando así lo decides. 5Pero no puedes morar en paz a menos que aceptes la Expiación porque la Expiación es el camino que conduce a la paz. 6La razón de ello es muy simple, y tan obvia que a menudo se pasa por alto. 7El ego le tiene miedo a lo obvio porque lo obvio es la característica esencial de la reali­dad. 8No obstante, tú no puedes pasarla por alto a menos que no estés mirando.

3. Es perfectamente obvio que si el Espíritu Santo contempla con amor todo lo que percibe, también te contempla a ti con amor. 2La evaluación que Él hace de ti se basa en Su conocimiento de lo que eres, y es, por lo tanto, una evaluación correcta. 3Y esta evalua­ción tiene que estar en tu mente porque Él lo está. 4El ego está también en tu mente porque aceptaste que estuviese ahí. 5La eva­luación que él hace de ti, no obstante, es exactamente la opuesta a la del Espíritu Santo, pues el ego no te ama. 6No es consciente de lo que eres, y desconfía totalmente de todo lo que percibe debido a que sus percepciones son tan variables. 7El ego, por lo tanto, es capaz de ser desconfiado en el mejor de los casos, y cruel en el peor. 8Ésa es la gama de sus posibilidades. 9No puede excederla debido a su incertidumbre. 10Y no puede ir más allá de ella por­que nunca puede estar seguro de nada.

4. Tienes, pues, dos evaluaciones conflictivas de ti mismo en tu mente, y ambas no pueden ser ciertas. 2Todavía no te has dado cuenta de cuán extremadamente diferentes son porque no entiendes cuán elevada es realmente la percepción que el Espíritu Santo tiene de ti. 3El Espíritu Santo no se engaña con respecto a nada de lo que haces, porque nunca se olvida de lo que eres. 4El ego se engaña con respecto a todo lo que haces, especialmente cuando respondes al Espíritu Santo, ya que en esos momentos su confu­sión aumenta. 5Es muy probable, por lo tanto, que el ego te ataque cuando reaccionas amorosamente, ya que te ha evaluado como incapaz de ser amoroso y estás contradiciendo su juicio. 6El ego atacará tus motivos tan pronto como éstos dejen de estar clara­mente de acuerdo con la percepción que él tiene de ti. 7En ese caso es cuando pasa súbitamente de la sospecha a la perversidad, ya que su incertidumbre habrá aumentado. 8Es evidente, no obs­tante, que no tiene objeto devolverle el ataque. 9Pues ¿qué podría significar eso, sino que estás de acuerdo con su evaluación acerca de lo que eres?

5. Si eliges considerarte a ti mismo como incapaz de ser amoroso no podrás ser feliz. 2Te estarás auto-condenando y no podrás por menos que considerarte inadecuado. 3¿Acudirías entonces al ego para que te ayudase a escapar de la sensación de insuficiencia que él mismo ha provocado y que tiene que preservar para proteger su existencia? 4¿Cómo ibas a poder escaparte de su evaluación valiéndote de los mismos métodos que él utiliza para conservar esa imagen intacta?

6. No puedes evaluar un sistema de creencias demente desde su interior. 2Su campo de acción impide esa posibilidad. 3Lo único que puedes hacer es salirte de él, examinarlo desde una perspec­tiva de cordura y notar la diferencia. 4Sólo mediante este contraste puede la demencia ser juzgada como demente. 5Aunque dispones de la grandeza de Dios, has elegido ser insignificante y lamentarte de tu pequeñez. 6Dentro del sistema que impuso esta elección, lamentarse es inevitable. 7En él tu pequeñez se da por sentada y no te detienes a preguntar: "¿Quién lo decidió así?" 8La pregunta no tiene ningún sentido dentro del sistema de pensamiento del ego, ya que pondría en entredicho todo el sistema en sí.

7. He dicho que el ego no sabe lo que es una verdadera pregunta. 2La falta de conocimiento, de la clase que sea, está siempre aso­ciada con una renuencia a saber, y esto da lugar a una completa ausencia de conocimiento simplemente porque el conocimiento es total. 3No cuestionar tu pequeñez, por lo tanto, es negar todo conocimiento y mantener intacto todo el sistema de pensamiento del ego. 4No puedes conservar sólo una parte de un sistema de pensamiento, ya que éste únicamente se puede poner en duda cuestionando sus cimientos. 5esto se debe hacer desde fuera de él, porque dentro, sus cimientos se mantienen firmes. 6El Espíritu Santo juzga contra la realidad del sistema de pensamiento del ego simplemente porque sabe que sus cimientos son falsos. 7Por lo tanto, nada que procede de él significa nada. 8El Espíritu Santo juzga cualquier creencia que tengas de acuerdo con su proceden­cia. 9Si procede de Dios, sabe que es verdadera. 10Si no procede de Él, sabe que no significa nada.

8. Siempre que pongas en duda tu valor, di:

2Dios Mismo está incompleto sin mí.

3Recuerda esto cuando el ego te hable, y no le oirás. 4La verdad acerca de ti es tan sublime que nada que sea indigno de Dios puede ser digno de ti. 5Decide, pues, lo que deseas desde este punto de vista, y no aceptes nada que no sea digno de ser ofre­cido a Dios. 6No deseas nada más. 7Devuélvele tu parte, y Él te dará la totalidad de Sí Mismo a cambio de la devolución de lo que es Suyo y de lo que le restaura Su plenitud.


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