DESPERTAR AL AMOR

jueves, 19 de abril de 2018

19 ABRIL: Descanso en Dios.


AUDIOLIBRO





EJERCICIOS


LECCION 109

Descanso en Dios.


1. Hoy pedimos descanso; y una quietud que las apariencias del mundo no puedan perturbar. 2Pedimos paz y tranquilidad en medio de todo el torbellino nacido de sueños conflictivos. 3Pedi­mos seguridad y felicidad, aunque lo que parece que vemos es peligro e infortunio. 4Y disponemos del pensamiento que respon­derá a nuestra petición con lo que pedimos.

2. "Descanso en Dios." 2Este pensamiento te brindará el descanso y el sosiego, la paz y la quietud, así como la seguridad y felicidad que buscas. 3"Descanso en Dios." 4Este pensamiento tiene el poder de despertar la verdad durmiente en ti que posees la visión que ve más allá de las apariencias hasta esa misma verdad en todo el mundo y en todo lo que existe. 5He aquí el fin del sufrimiento para el mundo entero y para todo aquel que jamás haya venido o haya de venir para estar aquí por algún tiempo. 6He aquí el pensa­miento mediante el cual el Hijo de Dios nace de nuevo para reco­nocerse a sí mismo.

3. "Descanso en Dios." 2Completamente impávido, este pensa­miento te sacará adelante a través de tormentas y luchas, más allá del infortunio y del dolor, de la pérdida y de la muerte, y te llevará a la certeza de Dios. 3No hay sufrimiento que no pueda sanar. 4No hay problema que no pueda resolver. 5Y no hay apa­riencia que no se convierta en la verdad ante los ojos de vosotros que descansáis en Dios.

4. Éste es el día de la paz. 2Descansas en Dios, y mientras los vientos del odio dividen el mundo, tu descanso permanece im­perturbable. 3Tuyo es el descanso de la verdad. 4Las apariencias no te pueden perturbar. 5Exhortas a todos tus hermanos a que se unan a ti en tu descanso, y ellos te oirán y vendrán a ti porque descansas en Dios. 6No oirán ninguna otra voz excepto la tuya porque tú le entregaste tu voz a Dios, y ahora descansas en Él y dejas que Él hable a través de ti.

5. En Él no tienes inquietudes, preocupaciones, agobios, ansieda­des o dolor, ni miedo al futuro ni remordimientos por el pasado. 2Descansas en la intemporalidad, mientras que el tiempo pasa de largo sin dejar marca sobre ti, pues nada puede jamás alterar tu descanso en modo alguno. 3Descansa hoy. 4Y según cierras los ojos, sumérgete en la quietud. 5Permite que estos períodos de descanso y respiro le aseguren a tu mente que todas sus frenéti­cas fantasías no eran sino los sueños de un delirio febril que ya pasó. 6Deja que tu mente se aquiete y acepte con agradecimiento su curación. 7Ahora que descansas en Dios ya no vendrán a ron­darte sueños de terror. 8Dedica tiempo hoy a ir más allá de los sueños, hasta llegar a la paz.

6. En los descansos que hoy tomas cada hora, una mente fatigada de repente se alegrará, un pájaro con las alas rotas romperá a cantar y un arroyo por largo tiempo seco manará de nuevo. 2El mundo renace cada vez que descansas y recuerdas cada hora, que viniste a brindarle la paz de Dios al mundo a fin de que pudiese descansar junto contigo.

7. Cada vez que hoy descansas cinco minutos el mundo se acerca más a su despertar. 2Y el momento en que lo único que haya sea descanso se acerca más a todas las mentes cansadas y exhaustas, demasiado agotadas ahora como para poder seguir adelante solas. 3Y estas mentes oirán al pájaro cantar otra vez y verán el manantial manar de nuevo, y con renacida esperanza y renovado vigor marcharán con paso ligero por la senda que de súbito parece más fácil de recorrer según siguen adelante.

8. Hoy descansas en la paz de Dios, y desde tu descanso exhortas a tus hermanos a que encuentren el suyo y descansen junto a ti. 2Hoy serás fiel a tu cometido, al no olvidarte de nadie e incluir a todos en el infinito círculo de tu paz, el sagrado santuario donde reposas. 3Abre las puertas del templo y deja que tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos vengan desde los mas remo­tos lugares del mundo, así como desde los más cercanos; invíta­los a todos a entrar y a descansar contigo.

9. Hoy descansas en la paz de Dios, tranquilo y sin miedo. 2Cada uno de tus hermanos viene a descansar y a ofrecerte a ti su des­canso. 3Descansamos juntos aquí, pues así es como nuestro des­canso es total, y lo que hoy damos ya lo hemos recibido. 4El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. 5Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mente en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. 6Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos decimos a nosotros mismos: "Descanso en Dios”



Instrucciones para la práctica

Propósito: Descansar en Dios, sin que nos afecten las tormentas del mundo.

Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacer esto, al menos haz el alternativo).
Este ejercicio es una meditación en la que te sumerges en la quietud usando la frase: “Descanso en Dios”. Deja que esta frase te lleve a un descanso en el que “no tienes inquietudes, preocupaciones, agobios, ansiedades o dolor” (5:1), y en el que la agitación del mundo exterior no puede tocarte. Mientras estás en este estado, invita a todos “tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos” (8:3), y dales la bienvenida al templo santo dentro del cual descansas con Dios. Date cuenta de que su descanso aumentará y completará el tuyo.

Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea, comprendiendo que no sólo te estás recordando a ti mismo tu lugar de descanso sino que les estás recordando a todos los Hijos de Dios su lugar de descanso, incluyendo a aquellos que ya no están en el cuerpo y a aquellos que aún no han nacido. Repite ahora la idea teniendo en la mente la sensación de que “les estoy recordando a todas las mentes su verdadero lugar de descanso”.

Respuesta a la tentación: Cada vez que te enfrentes a un problema o sientas sufrimiento.
Repite la idea, sabiendo que tiene poder para sanar todo sufrimiento, solucionar todos los problemas, y llevarte más allá de todas las tormentas y luchas a la paz de Dios.

Apoyo a la práctica: Se le da un poder increíble a la idea de tu práctica de hoy (lee especialmente los tres primeros párrafos), no sólo para ti sino para todo el mundo. Repetir la idea de hoy tiene el poder de invitar a todas las mentes a descansar contigo, incluyendo a todas las que vinieron en el pasado o que todavía no han venido (lee 2:5 y 9:5). Los párrafos 6 y 7 describen un escenario inspirador. Tus cinco minutos llevan sanación a un pájaro herido y a un arroyo seco. Luego, una mente cansada, tan agotada que no está segura de poder continuar en la vida, oye al pájaro empezar a cantar y ve el manantial manar de nuevo. Y ver este renacimiento le da a esa mente la fuerza y la esperanza de continuar. Pensemos o no que este escenario tendrá lugar, necesitamos comprender que nuestra práctica tiene el poder de producir efectos como estos.

Comentario

Esta lección representa lo que tantas lecciones intentan que yo haga: simplemente tomar un poco de mi tiempo durante el día para descansar en Dios. Aquietarme. Estar en paz. Sentir la quietud en lo profundo de mi ser, puesta allí por Dios en mi creación. Hacer esto no sólo una vez por la mañana sino a menudo durante el día, recordarme a mí mismo constantemente que esta paz, esta serenidad del ser, es mi estado natural; y que las frenéticas distracciones, el ir y venir de pensamientos opuestos que habitualmente llenan mi mente, no es lo natural. Lo que hasta ahora me ha parecido “normal” no ha sido nada sino “frenéticas fantasías (que) no eran sino los sueños de un delirio febril que ya pasó” (5:5).

Hay un lugar en ti en el que este mundo en su totalidad ha sido olvidado, y en el que no quedan memorias de pecado ni de ilusiones. Hay un lugar en ti donde el tiempo ha desaparecido y donde se oyen ecos de la eternidad. Hay un lugar de descanso donde el silencio es tan absoluto que no se oye ningún sonido, excepto un himno que se eleva hasta el Cielo para brindar júbilo a Dios el Padre y al Hijo. Allí donde Ambos moran, allí Ambos son recordados. (T.29.V.1:1-4)

La inmutabilidad del Cielo se encuentra tan profundamente dentro de ti, que todas las cosas de este mundo no hacen sino pasar de largo, sin notarse ni verse. La sosegada infinitud de la paz eterna te envuelve dulcemente en su tierno abrazo, tan fuerte y serena, tan tranquila en la omnipotencia de su Creador, que nada puede perturbar al sagrado Hijo de Dios que se encuentra en tu interior. (T.29.V.2:3-4)

Y aquí “descanso en Dios”. Aquí respiro el aire del Cielo. Aquí puedo recordar lo que soy.

La lección me habla de cosas maravillosas que me llegan por estar dispuesto a tomarme estos momentos de descanso. Estos momentos de quietud no son únicamente para mí. Son mi misión para el mundo, por medio de ellos le llevo paz a todas las mentes. Nuestros periodos de práctica no son una pequeñez para saltárselos sin hacer, el autor les da una enorme importancia: 

  • Dice que traen el final del sufrimiento a todo el mundo (2:5). 
  • Nos dice que no hay sufrimiento ni problema que no puedan solucionar (3:3-4). 
  • A través de estos momentos llamamos a todo el mundo a que se una a nosotros en nuestro descanso (4:5-6). 
  • Cada vez que descansamos, sanamos al mundo: alegramos a una mente cansada, hacemos que cante un pájaro herido, y le damos agua a un manantial seco (6:1-2).


Vine a llevar la paz de Dios al mundo. Éste es mi “cometido” (8:2), mi misión sagrada, mi razón de ser. Jesús me pide: “Abre las puertas del templo y deja que tus hermanos distantes y tus amigos más íntimos vengan desde los mas remotos lugares del mundo, así como desde los más cercanos; invítalos a todos a entrar y a descansar contigo” (8:3). Esto es lo que hago cada vez que paro el parloteo mental, me siento, y en la quietud “descanso en Dios”. Soy como Buda, extendiendo su compasión sobre el mundo. Soy Buda, soy Cristo.

Me veo a mí mismo como una célula en un cuerpo cósmico, un cuerpo que ha sido invadido por un virus mortal: el virus de la enemistad, de la falta de armonía, del odio, de la envidia y de la lucha, el virus de la amargura, del sufrimiento y del dolor, el virus de la desesperación, de la depresión y de la muerte. Cuando tomo mi tiempo de descanso, es como si la pequeña célula hubiera descubierto cómo producir la antitoxina, el remedio para el virus: la paz de Dios. Y la naturaleza de nuestros pensamientos compartidos, que se comunican, es la circulación de la sangre que lleva esta sustancia sanadora a otras células, que la absorben y a su vez empiezan a producirla. La paz mental, la sustancia sanadora para el mundo.

Para esto es para lo que he nacido. Por esto estoy aquí, y por nada más. A través de estas sencillas prácticas, llevamos la sanación a todo tiempo: pasado y futuro:

“El tiempo no es el guardián de lo que damos hoy. Damos a los que aún no han nacido y a los que ya partieron, a todo Pensamiento de Dios, y a la Mente en la que estos Pensamientos nacieron y en donde descansan. Y les recordamos su lugar de descanso cada vez que nos decimos a nosotros mismos: "Descanso en Dios”. (9:4-6)






TEXTO

IV. La herencia del Hijo de Dios

1. Nunca olvides que la Filiación es tu salvación, pues la Filiación es tu Ser. 2Al ser la creación de Dios, es tuya, y al pertenecerte a ti, es Suya. 3Tu Ser no necesita salvación, pero tu mente necesita aprender lo que es la salvación. 4No se te salva de nada, sino que se te salva para la gloria. 5La gloria es tu herencia, que tu Creador te dio para que la extendieras. 6No obstante, si odias cualquier parte de tu Ser pierdes todo tu entendimiento porque estás con­templando lo que Dios creó como lo que eres, sin amor. 7Y puesto que lo que Él creó forma parte de Él, le estás negando el lugar que le corresponde en Su Propio altar.

2. ¿Cómo ibas a poder saber que estás en tu hogar si tratas de echar a Dios del Suyo? 2¿Cómo podría el Hijo negar al Padre sin creer que el Padre lo ha negado a él? 3Las leyes de Dios existen para tu protección, y no existen en vano. 4Lo que experimentas cuando niegas a tu Padre sigue siendo para tu protección, pues el poder de tu voluntad no puede ser reducido a menos que Dios intervenga contra él, y cualquier limitación de tu poder no es la Voluntad de Dios. 5Recurre, por lo tanto, únicamente al poder que Dios te dio para salvarte, recordando que es tuyo porque es Suyo, y únete a tus hermanos en Su paz.

3. Tu paz reside en el hecho de que Su paz es ilimitada. 2Limita la paz que compartes con Él, y tu Ser se vuelve necesariamente un extraño para ti. 3Todo altar a Dios forma parte de ti porque la luz que Él creó es una con Él. 4¿Le negarías a un hermano la luz que posees? 5No lo harías si te dieses cuenta de que con ello sólo podrías nublar tu propia mente. 6En la medida en que lo traes de regreso, regresas también tú. 7Ésa es la ley de Dios para la protec­ción de la plenitud de Su Hijo.

4. Sólo tú puedes privarte a ti mismo de algo. 2No resistas este hecho, pues es en verdad el comienzo de la iluminación. 3Recuerda tam­bién que la negación de este simple hecho adopta muchas formas, y que debes aprender a reconocerlas y a oponerte a ellas sin excepción y con firmeza. 4Éste es un paso crucial en el proceso de re-despertar. 5Las fases iniciales de esta inversión son con fre­cuencia bastante dolorosas, pues al dejar de echarle la culpa a lo que se encuentra afuera, existe una marcada tendencia a alber­garla adentro. 6Al principio es difícil darse cuenta de que esto es exactamente lo mismo, pues no hay diferencia entre lo que se encuentra adentro y lo que se encuentra afuera.

5. Si tus hermanos forman parte de ti y los culpas por tu privación, te estás culpando a ti mismo. 2no puedes culparte a ti mismo sin culparlos a ellos. 3Por eso es por lo que la culpa tiene que ser des-hecha, no verse en otra parte. 4Échate a ti mismo la culpa y no te podrás conocer, pues sólo el ego culpa. 5Culparse uno a sí mismo es, por lo tanto, identificarse con el ego, y es una de sus defensas tal como culpar a los demás lo es. 6No puedes llegar a estar en Presencia de Dios si atacas a Su Hijo. 7Cuando Su Hijo alce su voz en alabanza de su Creador, oirá la Voz que habla por su Padre. 8Mas el Creador no puede ser alabado sin Su Hijo, pues Ambos comparten la gloria y a Ambos se les glorifica juntos.

6. Cristo está en el altar de Dios, esperando para darle la bienve­nida al Hijo de Dios. 2Pero ven sin ninguna condenación, pues, de lo contrario, creerás que la puerta está atrancada y que no puedes entrar. 3La puerta no está atrancada, y es imposible que no puedas entrar allí donde Dios quiere que estés. 4Pero ámate a ti mismo con el Amor de Cristo, pues así es como te ama tu Padre. 5Puedes negarte a entrar, pero no pueden atrancar la puerta que Cristo mantiene abierta. 6Ven a mí que la mantengo abierta para ti, pues mientras yo viva no podrá cerrarse, y yo viviré eternamente. 7Dios es mi vida y la tuya, y Él no le niega nada a Su Hijo.

7. En el altar de Dios Cristo espera Su propia reinstauración en ti. 2Dios sabe que Su Hijo es tan irreprochable como Él Mismo, y la forma de llegar a Él es apreciando a Su Hijo. 3Cristo espera a que lo aceptes como lo que tú eres, y a que aceptes Su Plenitud como la tuya propia. 4Pues Cristo es el Hijo de Dios, que vive en Su Creador y refulge con Su gloria. 5Cristo es la extensión del Amor y de la belleza de Dios, tan perfecto como Su Creador y en paz con Él.

8. Bendito es el Hijo de Dios cuyo resplandor es el de su Padre, y cuya gloria él quiere compartir tal como su Padre la comparte con él. 2No hay condenación en el Hijo, puesto que no hay conde­nación en el Padre. 3Dado que el Hijo comparte el perfecto Amor del Padre, no puede sino compartir todo lo que le pertenece a Él, pues de otra manera, no podría conocer ni al Padre ni al Hijo. 4¡Que la paz sea contigo que descansas en Dios, y en quien toda la Filiación descansa!












No hay comentarios:

Publicar un comentario