DESPERTAR AL AMOR

martes, 10 de julio de 2018

10 JULIO: Soy el santo Hijo de Dios Mismo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 191


Soy el santo Hijo de Dios Mismo.


1. He aquí la declaración de tu liberación de las cadenas del mundo. 2Y he aquí asimismo la liberación del mundo entero. 3No te das cuenta de lo que has hecho al asignarle al mundo el papel de carcelero del Hijo de Dios. 4¿Qué podría ser entonces sino un mundo depravado y temeroso, amedrentado por las sombras, vengativo y salvaje, desprovisto de razón, ciego y enajenado por el odio?

2. ¿Qué has hecho para que éste sea tu mundo? 2¿Qué has hecho para que sea eso lo que ves? 3Niega tu Identidad, y ése es el resul­tado. 4Contemplas el caos y proclamas que eso es lo que tú eres. 5No ves nada que no dé testimonio de ello. 6No hay sonido que no te hable de la flaqueza que hay dentro y fuera de ti; ni aliento que respires que no parezca acercarte más a la muerte; ni esperanza que alientes que no haya de acabar en llanto.

3. Niega tu verdadera Identidad y no podrás escaparte de la locura que dio lugar a este extraño, antinatural y fantasmal pensa­miento que se burla de la creación y se ríe de Dios. 2Niega tu verdadera Identidad, y te enfrentas al universo solo, sin un amigo: una diminuta mota de polvo contra legiones de enemigos. 3Niega tu verdadera Identidad y contemplarás la maldad, el pecado y la muerte, y verás la desesperanza arrebatarte de las manos todo vestigio de esperanza, dejándote solamente con ansias de morir. 

4. Sin embargo, ¿qué podría ser esto sino un juego en el que pue­des negar tu Identidad? 2Eres tal como Dios te creó. 3Creer cual­quier otra cosa es absurdo. 4Con este solo pensamiento todo el mundo se libera. 5Con esta sola verdad desaparecen todas las ilu­siones. 6Con este solo hecho se proclama que la impecabilidad es eternamente parte integral de todo, el núcleo central de su exis­tencia y la garantía de su inmortalidad.

5. Deja que la idea de hoy encuentre un lugar entre tus pensa­mientos, y te habrás elevado muy por encima del mundo, así como por encima de todos los pensamientos mundanos que lo mantienen prisionero. 2Y desde este lugar de seguridad y escape retornarás a él y lo liberarás. 3Pues aquel que puede aceptar su verdadera Identidad realmente se salva. 4Y su salvación es el regalo que les hace a todos, como muestra de gratitud hacia Aquel que le mostró el camino a la felicidad que cambió toda su perspec­tiva acerca del mundo.

6. Basta con un solo pensamiento santo como éste para liberarte: tú eres el santo Hijo de Dios Mismo. 2Y con este pensamiento santo comprendes asimismo que has liberado al mundo. 3No tie­nes necesidad de usarlo cruelmente, y luego percibir esa misma necesidad en él. 4Lo liberas de tu aprisionamiento. 5No verás una imagen devastadora de ti mismo vagando por el mundo llena de terror, mientras que éste se retuerce en agonía porque tus miedos han dejado impreso en su corazón el sello de la muerte.

7. Alégrate hoy de cuán fácilmente desaparece el infierno. 2No necesitas más que decirte a ti mismo:

3Soy el santo Hijo de Dios Mismo. 4No puedo sufrir ni sentir dolor; no puedo sufrir pérdidas ni dejar de hacer todo lo que la salvación me pida.

5Y con ese pensamiento todo lo que contemples cambiará por completo.

8. Un milagro ha iluminado todas las lúgubres y viejas cavernas en las que los ritos de la muerte reverberaban desde los orígenes del tiempo: 2Pues el tiempo ya no tiene dominio sobre el mundo. 3El Hijo de Dios ha venido radiante de gloria a redimir a los que estaban perdidos, a salvar a los desvalidos y a darle al mundo el regalo de su perdón. 4¿Quién podría ver el mundo como un lugar siniestro y pecaminoso cuando el Hijo de Dios ha venido por fin a liberarlo nuevamente?

9. Tú que te percibes a ti mismo como débil y frágil, lleno de vanas esperanzas y de anhelos frustrados; nacido sólo para morir, llorar y padecer, escucha esto: se te ha dado todo poder en la tierra y en el Cielo. 2No hay nada que no puedas hacer. 3Juegas el juego de la muerte, el de ser impotente, el de estar lamentablemente encadenado a la disolución en un mundo que no tiene misericor­dia contigo. 4No obstante, cuándo tengas misericordia con él, su misericordia resplandecerá sobre ti.

10. Deja entonces que el Hijo de Dios despierte de su sueño, y que al abrir sus ojos santos, regrese para bendecir el mundo que él fabricó. 2Éste nació de un error, pero acabará en el reflejo de la santidad del Hijo de Dios. 3Y éste dejará de dormir y de soñar con la muerte. 4Únete a mí hoy. 5Tu gloria es la luz que salva al mundo. 6No sigas negándote a conceder la salvación. 7Contempla el mundo que te rodea, y observa el sufrimiento que se abate sobre él. 8¿No está acaso dispuesto tu corazón a llevarles descanso a tus fatigados hermanos?

11. Ellos tienen que esperar hasta que tú te liberes. 2Permanecen encadenados hasta que tú seas libre. 3No pueden ver la misericor­dia del mundo hasta que tú la encuentres en ti mismo. 4Sufren hasta que tú niegues que el dolor te atenaza. 5Mueren hasta que tú aceptes tu propia vida eterna. 6Eres el santo Hijo de Dios Mismo. 7Recuerda esto, y el mundo entero se libera. 8Recuerda esto, y la tierra y el Cielo son uno.


RESUMEN DE LA PRÁCTICA

Instrucciones para la práctica: Tiempo de quietud por la mañana/ noche, recordatorios cada hora, Respuesta a la tentación. Ver la Lección 153.

Propósito: Abandonar las ideas acerca de ti como un ser débil, frágil, y a merced de un mundo terrible, y recordar que tú eres el santo Hijo de Dios Mismo. Esto intensificará tu motivación y fortalecerá tu compromiso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más. (Sugerencia) 

  • Empieza diciendo: “Soy el santo Hijo de Dios Mismo. No puedo sufrir ni sentir dolor; no puedo sufrir pérdidas ni dejar de hacer todo lo que la salvación me pida”. 
  • Luego intenta dejar de lado todas tus imágenes acerca de ti mismo como débil, frágil, inútil, que has sido atacado, y recuerda que tú eres el santo Hijo de Dios, dotado de todo poder en la tierra y en el Cielo.


Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).

Respuesta a la tentación: Siempre que sea necesario.
Repite la idea.

Comentario

Una vez más el Curso hace sonar su nota principal: Tú eres tal como Dios te creó. Todo lo que Dios crea es como Él Mismo: santo, sin pecado, sin culpa, un pozo de Amor sin fin, e inmortal. Para darle un giro a un dicho popular, no somos seres humanos que buscan una experiencia espiritual, somos seres espirituales que piensan que estamos teniendo una experiencia humana. No empezamos a vivir en el momento del nacimiento, y no dejamos de existir cuando el cuerpo deja de funcionar. Somos aspectos de un ser inmortal, que existe fuera del tiempo. “Soy el santo Hijo de Dios Mismo”.

La manera en que nos vemos a nosotros mismos determina la manera en que vemos al mundo. Es posible que no se vea claro al principio, pero si nos vemos a nosotros mismos como algo distinto al Hijo de Dios, le estamos asignando “al mundo el papel de carcelero del Hijo de Dios” (1:3). Si nos vemos a nosotros como seres separados y aislados, nos damos el papel de víctimas. Somos una mota de polvo dentro de un huracán, dando vueltas por el universo sin ninguna consideración por nuestro bienestar (3:2).

El mundo entonces toma una apariencia que refleja esta identidad equivocada que hemos aceptado. El mundo entero da testimonio de nuestra fragilidad, toda nuestra experiencia aquí parece ser la prueba de que la muerte es segura y la pérdida inevitable (2:5-6). Eso es lo que hace la proyección. El mundo se convierte en nuestro carcelero, el que nos hace sus víctimas. Si negamos nuestra identidad como el santo Hijo de Dios, tal como Dios nos creó, hacemos del mundo un lugar de caos, de maldad, de pecado y de muerte. Luego nos enfadamos con el mundo por ello, ¡aunque nosotros le hemos dado este papel al mundo!” Hoy mientras contemplo al mundo, que me pregunte a mí mismo: “¿Qué he hecho para que éste sea mi mundo?” Y que luego me responda a mí mismo: “He negado mi identidad como Hijo de Dios”. De este modo, aceptar mi Identidad es perdonar al mundo por lo que no me ha hecho.

Si corregimos ese único error, hemos cambiado el mundo que vemos. El mundo no puede ser tal como lo vemos, porque la Identidad no se puede negar. Nuestra imaginada identidad como que no-somos-el-Hijo-de-Dios no es más que un juego tonto, que no tiene ningún efecto real ni consecuencias reales. Si podemos empezar a aceptar nuestra Identidad, todas las ilusiones que proceden de ese error desaparecen (4:1-6).

De nuevo se nos pide que “practiquemos” reconocer nuestra Identidad en el instante santo. Durante un momento, dejamos que la idea de hoy encuentre un lugar entre nuestros pensamientos” (5:1). En ese instante santo nos elevamos muy por encima del mundo (5:1) a un lugar de seguridad, donde reconocemos que es imposible que seamos víctimas del mundo, porque vemos nuestra naturaleza eterna, que no puede ser atacada. Y desde este lugar de seguridad y escape retornarás a él y lo liberarás (5:2). Fíjate en la semejanza de esta descripción con la de la Lección 184 (párrafo 10). En el instante santo aceptamos la Expiación para nosotros mismos, reconocemos nuestra verdadera Identidad. Y luego regresamos para traer a todo el mundo el mensaje de esta Identidad compartida, para que se libere junto con nosotros.

Darnos cuenta de nuestra Identidad es suficiente para liberarnos de todos los problemas para siempre, y para liberar al mundo junto con nosotros. Apegarnos a nuestra pequeña identidad individual es continuar con “una imagen devastadora de ti mismo vagando por el mundo llena de terror, mientras que éste se retuerce en agonía porque tus miedos han dejado impreso en su corazón el sello de la muerte” (6:5). ¿De verdad quiero seguir jugando a este juego trágico y tonto? ¿Quiero continuar manteniendo al mundo prisionero porque no ha satisfecho mis necesidades y que me ha negado lo que es mi derecho? ¿O estoy dispuesto hoy a reconocer que yo he hecho esto, que he negado a mi Ser y he culpado al mundo por ello?

El final de esta lección habla de manera elogiosa de que “El Hijo de Dios ha venido radiante de gloria a redimir a los que estaban perdidos” (8:3). ¿Quién es este “Hijo de Dios”? No habla de Jesús. Está hablando de ti y de mí. Nos pide que nos demos cuenta de que nuestra gloria salva al mundo, y nos pide que no la neguemos ni ocultemos (10:5-6). Nos pide que veamos el sufrimiento del mundo (no que lo apartemos diciendo: “¡Es sólo una ilusión!”), y que busquemos en nuestro corazón cómo responder a él (10:7-8).

¿Cómo podemos liberar a nuestros hermanos del sufrimiento? Aceptando nuestra propia liberación, encontrando nuestra verdadera Identidad (11:1-5).

Eres el santo Hijo de Dios Mismo. Recuerda esto, y el mundo entero se libera. Recuerda esto, y la tierra y el Cielo son uno. (11:6-8)




TEXTO


II. El mundo perdonado

 

1. ¡Imagínate cuán hermosos te parecerán todos aquellos a quie­nes hayas perdonado! 2En ninguna fantasía habrás visto nunca nada tan bello. 3Nada de lo que ves aquí, ya sea en sueños o des­pierto, puede compararse con semejante belleza. 4Y no habrá nada que valores tanto como esto ni nada que tengas en tanta estima. 5Nada que recuerdes que en alguna ocasión hiciera cantar a tu corazón de alegría te brindó ni una mínima parte de la felicidad que esta visión ha de brindarte. 6Pues gracias a ella podrás ver al Hijo de Dios. 
7Contemplarás la belleza que el Espíritu Santo adora contemplar, y por la que le da gracias al Padre. 8Él fue creado para ver esto por ti hasta que tú aprendas a verlo por tu cuenta. 9Y todas Sus enseñanzas conducen a esa visión y a dar gracias con Él 

2. Esta belleza no es una fantasía. 2Es el mundo real, resplande­ciente, puro y nuevo, en el que todo refulge bajo la luz del sol. 3No hay nada oculto aquí, pues todo ha sido perdonado y ya no que­dan fantasías que oculten la verdad. 4El puente entre ese mundo y éste es tan corto y tan fácil de cruzar, que nunca te hubieses podido imaginar que fuese el punto de encuentro de mundos tan dispares. 5Mas este corto puente es la cosa más poderosa conec­tada a este mundo. 6Este ínfimo paso, tan pequeño que ni siquiera has reparado en él, es un  salto que te lleva a través del tiempo hasta la eternidad, y te conduce más allá de toda fealdad hacia una belleza que te subyugará y que nunca cesará de maravillarte con su perfección.

3. Este paso, el más corto que jamás se haya dado, sigue siendo el mayor logro en el plan de Dios para la Expiación. 2Todo lo demás se aprende, pero esto es algo que se nos da, y que es completo en sí mismo y absolutamente perfecto. 3Nadie, excepto Aquel que planeó la salvación, podría completarlo tan perfectamente. 4El mundo real, en toda su belleza, es algo que se aprende a alcanzar. 5Todas las fantasías se desvanecen y nada ni nadie continúa siendo prisionero de ellas, y gracias a tu propio perdón ahora puedes ver. 6Lo que ves, sin embargo, es únicamente lo que inven­taste, excepto que ahora la bendición de tu perdón descansa sobre ello. 7Y con esta última bendición que el Hijo de Dios se da a sí mismo, la percepción real, nacida de la nueva perspectiva que ha aprendido, habrá cumplido su propósito.

4. Las estrellas se desvanecerán en la luz, y el sol que iluminó al mundo para que su belleza se pudiese apreciar desaparecerá. 2La percepción no tendrá razón de ser cuando haya sido perfeccio­nada, pues nada que haya sido utilizado para el aprendizaje ten­drá función alguna. 3Nada cambiará jamás; y las fluctuaciones y los matices, así como las diferencias y contrastes que hacían que la percepción fuese posible cesarán. 4La percepción del mundo real será tan fugaz que apenas tendrás tiempo de dar gracias a Dios por él. 5Pues una vez que hayas alcanzado el mundo real y estés listo para recibir a Dios, Él dará de inmediato el último paso.

5. El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar. 2El Gran Transformador de la percepción emprenderá contigo un examen minucioso de la mente que dio lugar a ese mundo, y te revelará las aparentes razones por las que lo construiste. 3A la luz de la auténtica razón que le caracteriza te darás cuenta, a medida que lo sigas, de que ese mundo está totalmente desprovisto de razón. 4Cada punto que Su razón toque florecerá con belleza, y lo que parecía feo en la oscuridad de tu falta de razón, se verá transformado de repente en algo hermoso. 5Ni siquiera lo que el Hijo de Dios inventó en su demencia podría no tener oculto den­tro de sí una chispa de belleza que la dulzura no pudiese liberar. 

6. Esta belleza brotará para bendecir todo cuanto veas, conforme contemples al mundo con los ojos del perdón. 2Pues el perdón transforma literalmente la visión, y te permite ver el mundo real alzarse por encima del caos y envolverlo dulce y calladamente, eliminando todas las ilusiones que habían tergiversado tu percepción y que la mantenían anclada en el pasado. 3La hoja más insignificante se convierte en algo maravilloso, y las briznas de hierba en símbolos de la perfección de Dios.

7. Desde el mundo perdonado el Hijo de Dios es elevado fácil­mente hasta su hogar. 2una vez en él sabrá que siempre había descansado allí en paz. 3Incluso la salvación se convertirá en un sueño y desaparecerá de su mente. 4Pues la salvación es el final de los sueños, y dejará de tener sentido cuando el sueño finalice. 5¿Y quién, una vez despierto en el Cielo, podría soñar que aún pueda haber necesidad de salvación?


8¿Cuánto deseas la salvación? 2Pues ella te dará el mundo real, el cual está esperando ansiosamente ese momento. 3Las ansias del Espíritu Santo por dártelo son tan intensas que Él no quisiera esperar, si bien espera pacientemente. 4Une Su paciencia a tu impaciencia para que tu encuentro con Él no se demore más. 5Ve gustosamente a encontrarte con tu Redentor, y con absoluta con­fianza abandona con Él este mundo y entra al mundo real de belleza y perdón.






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