DESPERTAR AL AMOR

lunes, 30 de julio de 2018

30 JULIO: SEXTO REPASO: Repaso de las lección 191

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS


LECCIÓN 211


No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó.


1. (191) Soy el santo Hijo de Dios Mismo.

2En silencio y con verdadera humildad busco la gloria de Dios a fin de contemplarla en el Hijo que Él creó como mi Ser.

3No soy un cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy tal como Dios me creó.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica del Sexto Repaso

Comentario

Buscar la gloria de Dios en mi Ser, eso suena un poco pretencioso. Sin embargo, la lección dice que busquemos esta gloria “con verdadera humildad”. Por supuesto, el Curso está hablando de el Ser, y no de mi ser. “Pero no nos referimos aquí al interés propio del ser del que el mundo habla” (M.4.VII.2:2). Cuando alguien dice: “La gloria de Dios está en mí” o “Soy el santo Hijo de Dios Mismo”, hay una gran diferencia según a que “mí” o “yo” se refiere. Si es el ser que creo que existe separado de los billones de otros seres de este mundo, no estamos hablando de la verdad. Estamos siendo pretenciosos. Si se refiere al Ser que es compartido por todos esos billones, el Ser del que mi pequeña consciencia es sólo un trozo, es la Verdad que me hace libre.

La gloria de Dios no está en el pequeño ser, sino que mora en el Ser. Y contemplar esa gloria “en el Hijo que Él creó como mi Ser” no lleva a falsas ilusiones de grandiosidad, sino a la verdadera grandeza, a la grandeza que se percibe y se comparte al instante con todas las cosas vivientes. No existe una posición mía por encima de otros, pues la gloria en ellos es la mía propia.

Estas lecciones finales del repaso, antes de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, se refieren mucho a cosas como el silencio, y contemplar la gloria de Dios. En estos momentos de práctica, busquemos abrirnos a esa clase de experiencia, a un ver que no es con los ojos, a una consciencia de la realidad de nuestro Ser, el Hijo de Dios. Que mis insignificantes pensamientos se acallen, y que yo oiga la Voz de Dios hablando dentro de mí, hablando a mi ser de mi Ser, atrayéndome a regresar en armonía con ese inmenso Ser al que yo pertenezco, reuniendo juntos los aparentes trozos de la Filiación en una Totalidad armoniosa. Ciertamente, soy tal como Dios me creó. No un simple cuerpo, ni limitado por el cuerpo, ni caracterizado por el cuerpo, sino “libre de toda limitación, a salvo, sano y pleno” (L.97.7:2). Soy lo que Dios creó, el santo Hijo de Dios Mismo.






TEXTO


VI. Más allá del cuerpo

 

1. No hay nada externo a ti. 2Esto es lo que finalmente tienes que aprender, pues es el reconocimiento de que el Reino de los Cielos te ha sido restaurado. 3Pues eso fue lo único que Dios creó, y Él no lo abandonó ni se separó a Sí Mismo de él. 4El Reino de los Cielos es la morada del Hijo de Dios, quien no abandonó a su Padre ni mora separado de Él. 5El Cielo no es un lugar ni tam­poco una condición. 6Es simplemente la conciencia de la perfecta unicidad * y el conocimiento de que no hay nada más: nada fuera de esta unicidad, ni nada adentro.

2. ¿Qué otra cosa podría dar Dios, sino el conocimiento de Sí Mismo? 2¿Hay algo más que se pueda dar? 3La creencia de que puedes dar u obtener otra cosa -algo externo a ti- te ha costado la conciencia del Cielo y la de tu Identidad. 4has hecho algo todavía más extraño, de lo cual ni siquiera te has percatado: 5Has transferido la culpabilidad de tu mente a tu cuerpo. 6El cuerpo, no obstante, no puede ser culpable, pues no puede hacer nada por su cuenta. 7Tú que crees odiar a tu cuerpo, no haces sino engañarte a ti mismo. 8Odias a tu mente, pues la culpabilidad se ha adentrado en ella, y procura mantenerse separada de la mente de tu hermano, lo cual no puede hacer.

3. Las mentes están unidas, los cuerpos no. 2Sólo al atribuirle a la mente las propiedades del cuerpo parece posible la separación. 3Y es la mente la que parece ser algo privado, y estar fragmen­tada y sola. 4Proyecta su culpabilidad, que es lo que la mantiene separada, sobre el cuerpo, el cual sufre y muere porque se le ataca a fin de mantener viva la separación en la mente e impedir que conozca su Identidad. 5La mente no puede atacar, pero puede forjar fantasías y ordenarle al cuerpo que las exteriorice. 6Mas lo que el cuerpo hace nunca parece satisfacer a la mente. 7A menos que la mente crea que el cuerpo está realmente exteriori­zando sus fantasías, lo atacará proyectando aún más culpabili­dad sobre él.

4. En esto la mente está claramente engañada. 2No puede atacar, pero sostiene que sí puede, y para probarlo, se vale de lo que hace para hacerle daño al cuerpo. 3La mente no puede atacar, pero puede engañarse a sí misma. 4Y eso es todo lo que hace cuando cree que ha atacado al cuerpo. 5Puede proyectar su cul­pabilidad, pero no puede deshacerse de ella proyectándola. 6aunque es obvio que puede percibir la función del cuerpo erróne­amente, no puede cambiar la función que el Espíritu Santo le asignó a éste. 7El cuerpo no es el fruto del amor. 8Aun así, el amor no lo condena y puede emplearlo amorosamente, respetando lo que el Hijo de Dios engendró y utilizándolo para salvar al Hijo de sus propias ilusiones.

5. ¿No te gustaría que los medios de la separación fueran reinter­pretados como medios de salvación y se usasen para los fines del amor? 2¿No le darías la bienvenida y le prestarías tu apoyo a este intercambio de fantasías de venganza por tu liberación de ellas? 3La percepción que tienes del cuerpo puede ser ciertamente enfermiza, pero no debes proyectar eso sobre él. 4Pues tu deseo de hacer que lo que no tiene la capacidad de destruir sea destruc­tivo, no puede tener ningún efecto real. 5Lo que Dios creó sólo puede ser como Él quiere que sea, pues así lo dispone Su Volun­tad. 6Tú no puedes hacer que Su Voluntad sea destructiva. 7Pue­des, no obstante, forjar fantasías en las que tu voluntad entra en conflicto con la Suya, pero eso es todo.

6. Es una locura usar el cuerpo como chivo expiatorio sobre el que descargar tu culpabilidad, dirigiendo sus ataques y culpándolo luego por lo que tú mismo quisiste que hiciese. 2Es imposible exte­riorizar fantasías, 3pues éstas siguen siendo lo que tú deseas y no tienen nada que ver con lo que el cuerpo hace. 4El cuerpo no sueña con ellas, y lo único que éstas hacen es convertirlo en un lastre en vez de en algo útil. 5Pues las fantasías han hecho de tu cuerpo tu "enemigo"; algo débil, vulnerable y traicionero, merecedor del odio que le tienes. 6¿De qué te ha servido todo esto? 7Te has identi­ficado con eso que odias, el instrumento de venganza y la apa­rente fuente de tu culpabilidad. 8Le has hecho esto a algo que no tiene significado, proclamándolo la morada del Hijo de Dios y haciendo luego que se vuelva contra él.

7. Éste es el anfitrión de Dios que tú has engendrado. 2ni Dios ni Su santísimo Hijo pueden hospedarse en una morada donde reina el odio, y donde tú has sembrado semillas de venganza, violencia y muerte. 3Esa cosa que engendraste para que estuviese al servicio de tu culpabilidad se interpone entre ti y otras mentes. 4Las mentes están unidas, pero tú no te identificas con ellas. 5Te ves a ti mismo encerrado en una celda aparte, aislado e inaccesible, y tan incapaz de establecer contacto con otros como de que otros lo establezcan contigo. 6Odias esta prisión que has cons­truido, y procuras destruirla. 7Pero no quieres escaparte de ella ni dejarla indemne y libre de toda culpa.

8. Sin embargo, ésa es la única manera de escapar. 2La morada de la venganza no es tu hogar. aEl lugar que reservaste para que albergase a tu odio no es una prisión, sino una ilusión de ti mismo. 3El cuerpo es un límite que se le impone a la comunicación universal, la cual es un atributo eterno de la mente. 4Mas la comu­nicación es algo interno. 5La mente se extiende hasta sí misma. 6No se compone de diferentes partes que se extienden hasta otras. 7No sale afuera. 8Dentro de sí misma es ilimitada, y no hay nada externo a ella. 9Lo abarca todo. 10Te abarca completamente: tú te encuentras dentro de ella y ella dentro de ti. 11No hay nada más en ninguna parte ni jamás lo habrá.

9. El cuerpo es algo externo a ti, y sólo da la impresión de rodear­te, de aislarte de los demás y de mantenerte separado de ellos y a ellos de ti. 2Pero el cuerpo no existe. 3No hay ninguna barrera entre Dios y Su Hijo, y Su Hijo no puede estar separado de Sí Mismo, salvo en ilusiones. 4Ésa no puede ser su realidad, aunque él crea que lo es. 5Sólo podría serlo si Dios se hubiese equivo­cado. 6Dios habría tenido que crear de modo diferente y haberse separado de Su Hijo para que eso fuese posible. 7Él habría tenido que crear diferentes cosas, y establecer diferentes órdenes de rea­lidad, de los que sólo algunos fuesen amor. 8Pero el amor tiene que ser eternamente igual a sí mismo, sin alternativas e inmuta­ble para siempre. 9Y, por lo tanto, así es. 10Tú no puedes poner una barrera a tu alrededor porque Dios no puso ninguna entre tú y Él.

10. Puedes alzar la mano y tocar el Cielo. 2Tú, cuya mano se encuentra asida a la de tu hermano, has comenzado a extenderte más allá del cuerpo, pero no fuera de ti mismo, para alcanzar juntos la Identidad que compartís. 3¿Cómo iba a encontrarse dicha Identidad fuera de vosotros donde Dios no está? 4¿Acaso es Él un cuerpo? 5¿E iba a haberte creado diferente de Sí Mismo y donde Él no podría morar? 6Él es lo único que te rodea. 7¿Qué limitaciones puedes tener tú a quien Él abarca?

11. Todo el mundo ha experimentado lo que podría describirse cómo una sensación de ser transportado más allá de sí mismo. 2Esta sensación de liberación va mucho más allá del sueño de libertad que a veces se espera encontrar en las relaciones especia­les. 3Es una sensación de habernos escapado realmente de toda limitación. 4Si examinases lo que esa sensación de ser "transpor­tado" realmente supone, te darías cuenta de que es una súbita pérdida de la conciencia corporal, y una experiencia de unión con otra cosa en la que tu mente se expande para abarcaría. 5Esa otra cosa pasa a formar parte de ti al tú unirte a ella. 6tanto tú como ella os completáis, y ninguno se percibe entonces como separado. 7Lo que realmente sucede es que has renunciado a la ilusión de una conciencia limitada y has dejado de tenerle miedo a la unión. 8El amor que instantáneamente reemplaza a ese miedo se extiende hasta lo que te ha liberado y se une a ello. 9Y mientras esto dura no tienes ninguna duda acerca de tu Identidad ni deseas limitarla. 10Te has escapado del miedo y has alcanzado la paz, no cuestio­nando la realidad, sino simplemente aceptándola. 11Has aceptado esto en lugar del cuerpo, y te has permitido a ti mismo ser uno con algo que se encuentra más allá de éste, al simplemente no permitir que tu mente esté limitada por él.

12. Esto puede ocurrir independientemente de la distancia física que parezca haber entre ti y aquello a lo que te unes; indepen­dientemente de vuestras respectivas posiciones en el espacio o de vuestras diferencias de tamaño y aparente calidad. 2El tiempo es irrelevante: la unión puede ocurrir con algo pasado, presente o con algo que se prevé. 3Ese "algo" puede ser cualquier cosa y estar en cualquier parte; puede ser un sonido, algo que se ve, un pensamiento, un recuerdo, o incluso una idea cualquiera sin nin­guna referencia concreta. 4Mas siempre te unes a ello sin reservas porque lo amas y quieres estar a su lado. 5Por eso te apresuras a ir a su encuentro, dejando que tus limitaciones se desvanezcan, aboliendo todas las "leyes" que tu cuerpo obedece y apartándote serenamente de ellas.

13. No hay violencia alguna en este escape. 2No se ataca al cuerpo, sino simplemente se le percibe correctamente. 3El cuerpo no puede limitarte, ya que ésa no es tu voluntad. 4En realidad no se te "saca" de él, ya que no puede contenerte. 5Te diriges hacia donde realmente quieres estar, adquiriendo, no perdiendo, una sensación de Ser. 6En estos instantes en que te liberas de toda restricción física, experimentas mucho de lo que sucede en el ins­tante santo: un levantamiento de las barreras del tiempo y del espacio, una súbita experiencia de paz y alegría. aMas por encima de todo, pierdes toda conciencia del cuerpo y dejas de dudar acerca de si todo esto es posible o no.

14. Es posible porque tú lo deseas. 2En la súbita expansión de con­ciencia que tiene lugar sólo con que tú lo desees reside el irresisti­ble atractivo del instante santo. 3Te exhorta a que seas tú mismo, en la seguridad de su abrazo. 4Ahí se te libera de todas las leyes de la limitación y se te da la bienvenida a la mentalidad receptiva y a la libertad. 5Ven a este lugar de refugio, donde puedes ser tú mismo en paz. 6No mediante la destrucción ni mediante un escape, sino simplemente mediante una serena fusión. 7Pues la paz se unirá a ti allí sencillamente porque has estado dispuesto a abandonar los límites que le habías impuesto al amor, y porque te uniste a él allí donde mora y adonde te condujo, en respuesta a su dulce llamada a que estés en paz.






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