DESPERTAR AL AMOR

domingo, 1 de diciembre de 2019

1 DICIEMBRE: Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.

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EJERCICIOS


LECCIÓN 335


Elijo ver la impecabilidad de mi hermano.


1. Perdonar es una elección. 2Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. 3Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. 4A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos. 5Elijo lo que deseo contemplar, y eso, y sólo eso, es lo que veo. 6La impecabilidad de mi hermano me muestra que quiero contemplar la mía propia. 7Y la veré, puesto que he decidido ver a mi hermano en la santa luz de su inocencia.

2. ¿De qué otro modo podría restituírseme Tu recuerdo, sino viendo la inocencia de mi hermano? 2Su santidad me recuerda que él fue creado uno conmigo y semejante a mí. 3En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esto continúa el pensamiento de la lección de ayer acerca de decidir y elegir. Ayer leímos acerca de elegir seguir la Voz de Dios, y contemplar la inocencia de nuestros hermanos. Hoy leemos:

Perdonar es una elección. Nunca veo a mi hermano tal como es, pues eso está mucho más allá de la percepción. Lo que veo en él es simplemente lo que deseo ver, pues eso es lo que quiero que sea verdad. (1:1-3)

En otras palabras, lo que vemos procede de las elecciones que hemos hecho acerca de lo que queremos ver. El Texto habla de “La Decisión a favor de la Inocencia” (T.14.III). Dice (ver el párrafo 4 de esa sección) que tenemos que tomar la decisión de ver la inocencia y no la culpa. Si tomamos esa decisión, eso es lo que veremos.

Es sorprendente que se nos diga que nunca vemos a nuestros hermanos como son (1:2). Ver o percibir (que es una forma dualista de conocer, en la que uno se ve separado de lo que está viendo) no puede darse cuenta de la realidad de lo que somos. Lo que vemos siempre es un símbolo, una representación imperfecta. No es extraño que sea tal fácil que la percepción sea errónea.

La percepción errónea en cuanto a culpa e inocencia sucede así: Veo culpa en mí, quiero librarme de ella, así que la proyecto sobre mi hermano. Le veo culpable porque quiero y lo he elegido. Pienso que esto me liberará de la culpa.

La corrección de la percepción sucede a la inversa: Me doy cuenta de que no estoy en paz y, por lo tanto, debo haber decidido de manera equivocada. Decido ver la inocencia de mi hermano. Cuando he tomado esa decisión de verdad, veré su inocencia. Ésta es una ley: “ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté” (T.25.III.1:3). “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1).
Lo que vemos siempre es lo que elegimos ver porque queremos verlo. “A eso es a lo único que respondo, por mucho que parezca que es a los acontecimientos externos” (1:4). El Curso es consciente de que el modo en que describe la percepción no es como nos parece a nosotros. Estamos completamente convencidos de que estamos viendo lo que estamos viendo porque asI es como es. Creemos que son los acontecimientos de fuera de nosotros los que nos imponen esta percepción. Cuando vemos a alguien como culpable, no es porque estamos eligiendo verlo de ese modo, ¡es culpable! Pensamos que estamos viendo sólo lo que es verdad. El Curso oye nuestras protestas y responde: “Por mucho que te parezca así, estás equivocado, estás respondiendo únicamente a lo que quieres ver, no a lo que está ahí realmente.
“Perdonar es una elección” (1:1). Podemos ver a nuestro hermano como culpable o inocente, y la elección es 100% cosa tuya, no tiene nada que ver con lo que hizo o no.

Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente es señal de que estoy dispuesto a verme a mí mismo como inocente (1:6-7). Estar dispuesto a ver a mi hermano como inocente me demuestra que he empezado a abandonar la culpa en mi mente, que era lo que causaba mi deseo de verle como culpable.

Vernos unos a otros inocentes, vernos unos a otros sin pecado, nos trae el recuerdo de Dios (2:1). Hay una fórmula que está a lo largo de todo el Curso: Primero vemos el rostro de Cristo (la inocencia) unos en otros, luego recordamos a Dios. “En él encuentro mi Ser, y en Tu Hijo encuentro asimismo el recuerdo de Ti” (2:3). Por eso, si quiero recordar a Dios, ¿qué puedo hacer? Elegir ver a mi hermano como inocente en lugar de culpable. Encontramos el camino a Dios a través de nuestros hermanos.

¿Qué es el ego? (Parte 5)

L.pII.12.3:1-3

El Hijo de Dios no tiene ego. (3:1)

Esta es la diferencia entre el ego y el Hijo de Dios. El Hijo de Dios, que es lo que yo soy, ¡no tiene ego! El ego es señal de un ser separado y limitado. El Hijo de Dios no está limitado ni separado de Dios. El Hijo no tiene límites y es tan extenso como el Padre. En cualquier parte que está Dios, está el Hijo. Son Uno. No existe el ego ni ningún ser que esté separado o que sea distinto de Dios.

Nuestro verdadero Ser no sabe de la locura, la idea de la muerte de Dios (o victoria sobre Él) es inconcebible porque el Hijo vive (mora) en Él (3:2). Vive en la dicha eterna, y no conoce el dolor ni el sufrimiento.

La locura (Dios como enemigo) y el sufrimiento son consecuencias del engaño del ego. Son tan ilusorios e irreales como el ego mismo. Habiendo estado encerrados en este engaño de un ser separado por tanto tiempo, apenas podemos empezar a imaginar un estado mental en el que esto no existe. Sin embargo, ahí es adonde nos está llevando el Curso: más allá del ego, más allá de la locura, de regreso a la unidad que siempre ha sido y que siempre será. Éste es nuestro verdadero estado mental, y nos llama en nuestro aislamiento, atrayéndonos para regresar.




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