DESPERTAR AL AMOR

lunes, 2 de diciembre de 2019

2 DICIEMBRE: El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 336


El perdón me enseña que todas las mentes están unidas.


1. El perdón es el medio a través del cual a la percepción le llega su fin. 2El conocimiento es restituido una vez que la percepción ha sido transformada y ha dado paso enteramente a lo que por siempre ha de estar más allá de su más elevado alcance. 3Pues las imágenes y los sonidos tan sólo pueden servir, en el mejor de los casos, para evocar el recuerdo que yace tras todos ellos. 4El per­dón elimina las distorsiones y revela el altar a la verdad que se hallaba oculto. 5Sus blancas azucenas refulgen en la mente, y la instan a regresar y a mirar en su interior para encontrar lo que en vano ha buscado afuera. 6Pues ahí, y sólo ahí, se restaura la paz interior, al ser la morada de Dios Mismo.

2. Que el perdón elimine en la quietud mis sueños de separación y de pecado. 2Y que entonces pueda mirar, Padre, en mi interior y descubrir que Tu promesa de que en mí no hay pecado es verdad; que Tu Palabra permanece inalterada en mi mente y que Tu Amor reside todavía en mi corazón.

Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En el Texto, el Curso habla de que la idea de que las mentes están unidas es algo que se experimenta en una relación santa, en la que dos personas se han unido en un propósito común, lo que llama “un estado mental común” (T.22.III.9:7). En una relación santa sana, los miembros de esa relación practican el perdón uno con otro a menudo. El resultado se expresa así:

Esa es la función de tu relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el Creador y Su Hijo. (T.22.VI.14:1-5)

La idea de que el perdón está relacionado con la experiencia de las mentes unidas no está clara de manera intuitiva. Sin embargo, un pequeño reflejo parece aclarármelo mejor. Si no perdono a alguien, sin duda hay una barrera entre nuestras mentes. Mentalmente estoy rechazando a esa persona y no tengo ningún deseo de unirme mentalmente a ella. Mi juicio es un firme “No” a los pensamientos de esa persona. Cuando perdono, mi mente se abre a sus pensamientos. El perdón me enseña que todas las mentes están unidas. Abre el camino para que yo entienda que esto es verdad.

Nuestras percepciones nos dicen, de miles de maneras, que somos seres separados. El perdón abre el camino a una experiencia que está más allá de nuestra percepción, y nos muestra la unidad que existe y que la percepción no puede ver. El perdón “revela el altar a la verdad” (1:4). Dentro de nuestra mente encontramos “la morada de Dios Mismo” (1:6). “El perdón elimina mis sueños de separación y de pecado” (2:1). En la experiencia de unión con otro ser humano, empezamos a recordar nuestra unión con Dios y con toda la creación.

¿Qué es el ego? (Parte 6)

L.pII.12.3:4

A diferencia del ego, nuestro verdadero Ser, el Hijo de Dios, está rodeado de paz eterna. Donde el ego se ve a sí mismo en guerra con el universo y tiembla constantemente por miedo al ataque de cada figura de sus sueños, el Hijo de Dios está eternamente “libre de todo conflicto”. El Hijo descansa eternamente “imperturbable… en la tranquilidad y silencio más profundos” (3:4).

Cuando empezamos a ponernos en comunicación con nuestro Ser, experimentamos el sabor de esa profunda y callada paz. Ésa es una de las características del instante santo. Hay una paz en el instante santo que no se puede describir.

Hay un silencio que el mundo no puede perturbar. Hay una paz ancestral que llevas en tu corazón y que no has perdido. Hay en ti una sensación de santidad que el pensamiento de pecado jamás ha mancillado. (L.164.4:1-3)

El ego, separado del universo, no puede conocer esta paz. Viene únicamente de dentro de nuestro Ser, ya que es una cualidad de Quien somos. No tiene nada que ver con ninguna circunstancia externa, y ninguna circunstancia externa puede alterarla. Es parte de lo que todos juntos somos.



TEXTO


VI. El perdón y el final del tiempo



1. ¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? 2¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? 3Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. 4En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesi­nato, así como de aflicción y pérdida. 5Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y, a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz.

2. ¡No jures morir, santo Hijo de Dios! 2Pues eso es hacer un trato que no puedes cumplir. 3Al Hijo de la Vida no se le puede des­truir. 4Es inmortal como su Padre. 5Lo que él es no puede ser alterado. 6Él es lo único en todo el universo que necesariamente es uno sólo. 7A todo lo que parece eterno le llegará su fin. 8Las estrellas desaparecerán, y la noche y el día dejarán de ser. 9Todas las cosas que van y vienen, la marea, las estaciones del año y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y que florecen y se marchitan, se irán para no volver jamás. 10Lo eterno no se encuentra allí donde el tiempo ha fijado un final para todo. 11El Hijo de Dios jamás puede cambiar por razón de lo que los hombres han hecho de él. 12Será como siempre ha sido y como es, pues el tiempo no fijó su destino, ni marcó la hora de su nacimiento ni la de su muerte. 13El perdón no lo cambiará. 14No obstante, el tiempo sólo está a la espera del perdón para que las cosas del tiempo puedan desaparecer, ya que no son de ninguna utilidad.

3. Nada sobrevive a su propósito. 2Si algo fue concebido para morir, morirá, a no ser que se niegue a aceptar ese propósito como propio. 3El cambio es lo único que se puede convertir en una bendición aquí, donde ningún propósito es fijo por muy inmutable que parezca ser. 4No creas que puedes fijar un objetivo que no concuerde con el propósito que Dios te encomendó, y hacer que sea inmutable y eterno. 5Puedes adjudicarte un propó­sito que no te corresponde a ti, 6pero no puedes deshacerte del poder de cambiar de parecer y establecer otro propósito en tu mente.

4. Poder cambiar es el mayor regalo que Dios le dio a todo lo que tú quisieras hacer eterno, para asegurarse de que el Cielo fuese lo único que no desapareciese. 2No naciste para morir. 3Y no puedes cambiar, ya que tu función la fijó Dios. 4Todos los demás objeti­vos, excepto uno, operan en el tiempo y cambian de manera que éste se pueda perpetuar. 5Pues el perdón no se propone conservar el tiempo, sino abolirlo una vez que deja de ser de utilidad. 6una vez que deja de ser útil, desaparece. 7Y ahí donde una vez parecía reinar, se restaura ahora a plena conciencia la función que Dios le encomendó a Su Hijo. 8El tiempo no puede fijar un final para el cumplimiento de esta función ni para su inmutabili­dad. 9La muerte no existe porque todo lo que vive comparte la función que su Creador le asignó. 10La función de la vida no puede ser morir. 11Tiene que ser la extensión de la vida, para que sea eternamente una para siempre y sin final.

5. Éste mundo te atará de pies y manos y destruirá tu cuerpo únicamente si piensas que se construyó para crucificar al Hijo de Dios. 2Pues aunque el mundo sea un sueño de muerte, no tienes por qué dejar que sea eso para ti. 3Deja que esto cambie, y todas las cosas en el mundo no podrán sino cambiar también. 4Pues aquí todo se define en función del propósito que tú le asignas.


6¡Qué bello es el mundo cuyo propósito es perdonar al Hijo de Dios! 2¡Cuán libre de miedo está, y cuán repleto de bendiciones y felicidad! 3¡Y qué dicha es morar por un tiempo en un lugar tan feliz! 4Mas no debemos olvidarnos de que en un mundo así, no transcurre mucho tiempo antes de que la intemporalidad venga calladamente a ocupar el lugar del tiempo.





TEXTO

 

VIII. El anti-Cristo



1. ¿Qué es un ídolo? 2¿Crees saberlo? 3Pues los ídolos no se reco­nocen como tales y nunca se ven como realmente son. 4Ése es su único poder. 5Su propósito es turbio, y son a la vez temidos y venerados porque no sabes para qué son, ni para qué se concibie­ron. 6Un ídolo es una imagen de tu hermano a la que atribuyes más valor que a él. 7Sea cual sea la forma de los ídolos, los inven­tas para reemplazar a tu hermano. 8Y esto es lo que nunca se percibe o se reconoce. 9Mas así es, trátese de un cuerpo o de una cosa; de un lugar o de una situación; de una circunstancia o de un objeto que se posea o se desee; de un derecho que se exija o de uno que ya se tenga.

2. No dejes que las formas que adoptan te engañen, 2pues los ídolos no son sino sustitutos de tu realidad. 3De alguna manera crees que completan tu pequeño yo, ofreciéndote así seguridad en un mundo que percibes como peligroso, y en el que hay fuer­zas que se han aglutinado a fin de quebrantar tu confianza y destruir tu paz. 4Crees que los ídolos tienen el poder de remediar tus deficiencias y de proporcionarte la valía que no tienes. 5Todo aquel que cree en ellos se convierte en esclavo de la pequeñez y de la pérdida. 6Y así, tiene que buscar más allá de su pequeño yo la fuerza necesaria para levantar la cabeza y emanciparse de todo el sufrimiento que el mundo refleja. 7Ésta es la sanción que pagas por no buscar en tu interior la certeza y la tranquilidad que te libera del mundo y que te permite alzarte por encima de él, en quietud y en paz.

3. Un ídolo es una falsa impresión o una creencia falsa; alguna forma de anti-Cristo que constituye una brecha entre el Cristo y lo que tú ves. 2Un ídolo es un deseo hecho tangible al que se le ha dado forma, que se percibe entonces como real y se ve como algo externo a la mente. 3No obstante, sigue siendo un pensamiento y no puede abandonar la mente de la que procede. 4Ni tampoco su forma es algo separado de la idea que representa. 5Toda forma de anti-Cristo se opone a Cristo. 6pende ante Su faz como un os­curo velo que parece separarte de Él, dejándote solo y desampa­rado en las tinieblas. 7La luz, sin embargo, está ahí. 8Una nube no puede apagar el sol. 9Ni un velo puede hacer desaparecer aquello que parece dividir, ni atenuar en lo más mínimo la luz misma.

4. Este mundo de ídolos es un velo que cubre la faz de Cristo porque su propósito es separarte de tu hermano. 2Es un propó­sito tenebroso y temible, y, sin embargo, es un pensamiento que ni siquiera tiene el poder de cambiar una brizna de hierba de algo vivo a un signo de muerte. 3Su forma no está en ninguna parte, pues su fuente está en aquella parte de tu mente de la que Dios está ausente. 4¿Dónde se encuentra este lugar del que se ha excluido y se ha mantenido aparte lo que está en todas partes? 5¿Qué mano podría alzarse y obstruir los designios de Dios? 6¿De quién es la voz que podría exigir que Él no entrase? 7Lo que se cree "más-que-todo" no es algo que deba hacerte temblar o que deba acobardarte. 8El enemigo de Cristo no está en ninguna parte. 9No puede adoptar ninguna forma en la que jamás pueda ser real.

5. ¿Qué es un ídolo? 2¡Un ídolo no es nada! 3Se necesita creer en él para que parezca cobrar vida, y se le tiene que dotar de poder para que pueda ser temido. 4Su vida y su poder son el regalo que le da el que cree en él, y esto es lo que el milagro restituye a lo que sí tiene vida y poder dignos del don del Cielo y de la paz eterna. 5El milagro no restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. 6Simplemente descorre el velo, y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. 7La verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada, y, por lo tanto, es.

6. Un ídolo se establece creyendo en él, y cuando la creencia se abandona, el ídolo "muere". 2Esto es lo que es el anti-Cristo: la extraña idea de que hay un poder más allá de la omnipotencia, un lugar más allá del infinito y un tiempo que transciende lo eterno. 3Ahí el mundo de los ídolos ha sido establecido por la idea de que ese poder, lugar y tiempo tienen forma, y de que configuran el mundo en el que lo imposible ha ocurrido. 4Ahí lo inmortal viene a morir, lo que todo lo abarca a sufrir pérdidas y lo eterno a convertirse en esclavo del tiempo. 5Ahí lo inmutable cambia, y la paz de Dios, que Él otorgó para siempre a toda cosa viviente, da paso al caos. 6Y el Hijo de Dios, tan perfecto, impeca­ble* y amoroso como su Padre, viene a odiar por un tiempo, a padecer y finalmente a morir.

7. ¿Dónde están los ídolos? 2¡En ninguna parte! 3¿ Podría haber brechas en lo que es infinito? a¿Podría haber un lugar en el que el tiempo pudiese interrumpir la eternidad? 4Un paraje de oscuri­dad allí donde todo es luz o un sombrío nicho dentro de lo que es infinito no tiene un lugar donde poder existir. 5Los ídolos están más allá de donde Dios ha establecido todas las cosas para siem­pre, y donde no dejó cabida para nada, excepto Su Voluntad. 6Un ídolo no es nada, ni se encuentra en ninguna parte, mientras que Dios lo es todo y se encuentra en todas partes.

8¿Cuál es, entonces, el propósito de los ídolos? 2¿Cuál es su fina­lidad? 3Ésta es la única pregunta para la que hay muchas respues­tas, dependiendo de a quién se le haya preguntado. 4El mundo cree en ídolos. 5Nadie viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. 6Todo idólatra abriga la esperanza de que sus deidades especiales le han de dar más de lo que otras personas poseen. 7Tiene que ser más. 8No importa realmente de qué se trate: más belleza, más inteligencia, más riqueza o incluso más aflicción o dolor. 9Pero para eso es un ídolo, para darte más de algo. 10Y cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda conseguir más de otra cosa. 11No te dejes engañar por las formas en que esa "otra cosa" se manifiesta. 12Un ídolo es un medio para obtener más de algo. 13Y eso es lo que va en contra de la Voluntad de Dios.

9. Dios no tiene muchos hijos, sino uno sólo. 2¿A cuál de ellos se le puede dar más y a cuál menos? 3En el Cielo el Hijo de Dios no podría por menos que reírse de la idea de que un ídolo pudiese interrumpir su paz. 4El Espíritu Santo habla en nombre de ese Hijo, y te dice que los ídolos no tienen ningún propósito aquí. 5Pues más que el Cielo jamás podrás tener. 6si el Cielo se encuen­tra en ti, ¿por qué ir en pos de ídolos que lo menoscabarían, cre­yendo que te van a dar más de lo que Dios os otorgó a tu hermano y a ti, en cuanto que uno con Él? 7Dios te dio todo lo que existe. 8Y para asegurarse de que no lo pudieses perder, se lo dio también a toda cosa viviente. 9Y así, toda cosa viviente es parte de ti, así como de Él. 10Ningún ídolo puede hacer que seas más que Dios. 11Mas nunca estarás satisfecho siendo menos.

  






 








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