DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 18 de diciembre de 2019

18 DICIEMBRE: Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, y del amor, la paz de Dios.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 352


Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, y del amor, la paz de Dios.


1. El perdón ve sólo impecabilidad, y no juzga. 2Ésta es la manera de llegar á Ti. 3Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. 4El amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que Tú me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz. 5Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. 6Tú no me has dejado desam­parado. 7Dentro de yace Tu recuerdo, así como Uno que me conduce hasta él. 8Padre, hoy quiero oír Tu Voz y encontrar Tu paz. 9Pues quiero amar mi propia Identidad y encontrar en Ella el recuerdo de Ti.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

En la Introducción al Texto, Jesús dice: “Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener opuestos” (T.In.1:8). Aquí nos dice que lo opuesto al amor es juicio. Si relajas la mente y dejas que haga asociaciones libres, fácilmente verás que juicio y miedo son lo mismo. Si juzgo algo como malo, peligroso o diabólico, tendré miedo de ello. Si temo algo, lo juzgaré como malo. En “Las Dos Emociones” (T.13.V), está claro que tanto el amor como el miedo son “una manera diferente de ver las cosas” y que “de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos” (T.13.V.10:3). El mismo pensamiento se expresa aquí acerca del juicio y del amor. Y en las secciones del Capítulo 13 está muy claro al renunciar al pasado, se nos pide que renunciemos a los juicios. Los mismos pensamientos se encuentran en ese capítulo y en esta lección.

Pienso que en esta lección, el Espíritu Santo está viendo dos actitudes o dos actividades en lugar de dos emociones. Lo importante es la actitud que tengo hacia otros, y como me extiendo a mí mismo a ellos. ¿Amo o juzgo? En lugar de cómo me afecta la otra persona, que es en lo que se centra la Sección “Las Dos Emociones”, aquí lo importante es qué efecto tengo yo en la otra persona. La diferencia está en la dirección del flujo de energía, aquí se considera que la dirección es de mí hacia la otra persona.

De los juicios procede todo el dolor del mundo (Título de la lección, segunda frase), no es de extrañar que el Curso nos pida que abandonemos los juicios. Amar es no juzgar, juzgar es no amar. El amor nos trae paz (Título de la lección, final de la segunda frase), juzgar sólo nos trae dolor. ¿Cómo se encuentra la paz? Dando amor.

El perdón ve sólo impecabilidad, y no juzga. Ésta es la manera de llegar á Ti. (1:1-2)

Perdonar significa no juzgar, ¿cómo puedes juzgar y perdonar al mismo tiempo? El perdón sólo ve inocencia, porque la inocencia es lo que somos (ver L.pII.14.1:6). Y por medio del perdón nos acercamos a Dios.

Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. El amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que Tú me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz. (1:3-4)

El Curso expone repetidas veces lo que se dice aquí con la frase: “El amor, que aquí se refleja en forma de perdón”. El amor puro es imposible en este mundo. “No hay amor en este mundo que esté exento de esta ambivalencia” (T.4.III.4:6). En este mundo lo que más se acerca al amor es el perdón. Por eso la diferencia aquí está verdaderamente entre el juicio y el perdón. Al elegir perdonar a mis hermanos en lugar de juzgarlos, encuentro mi propia paz de nuevo, la paz de Dios.

No es que perdamos la paz mediante el juicio, sino que el juicio nos ciega a la verdad. El Amor, que es perfecto únicamente en el Cielo, aquí se refleja perfectamente a través del perdón. Hay un modo de escaparnos de la ceguera, y es el perdón. El perdón afirma la irrealidad de nuestra percepción (interpretación) de pecado en todos y cada uno.

Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. Tú no me has dejado desamparado. Dentro de mí yace Tu recuerdo, así como Uno que me conduce hasta él. (1:5-7)

Estábamos perdidos, “vendidos” como esclavos por nuestra propia mano. Pero Dios no nos abandonó. Él nos dio dos cosas. Es interesante darse cuenta de la distinción aquí. Él nos dio (1) el recuerdo de Dios en nuestra mente, y (2) el Espíritu Santo que nos lleva a descubrir ese recuerdo. He oído a muchas personas decir que el Espíritu Santo es el recuerdo de Dios dentro de nosotros, no es así como aparece aquí. El recuerdo de Dios es algo que es verdaderamente mío, parte de mí, mi propia mente recta recuerda a Dios. El Espíritu Santo es el Guía que me lleva a descubrir de nuevo el tesoro escondido dentro de mi Ser.

Padre, hoy quiero oír Tu Voz y encontrar Tu paz. Pues quiero amar mi propia Identidad y encontrar en Ella el recuerdo de Ti. (1:8-9)

El recuerdo de Dios está en mi propia Identidad. Al recordar mi Ser, recuerdo a Dios. Que Su Voz me lleve a ese recuerdo, mientras me siento en silencio con Él hoy. Tengo una ayuda muy poderosa. Y donde esa ayuda me lleva es al punto de amar mi propia Identidad. No puedo amar lo que soy si no amo (si no perdono) a todo el mundo. Eso es así porque Lo Que soy es lo mismo que Lo Que todos son, todos somos el Hijo de Dios, el Cristo. Si juzgo a otros, me estoy juzgando a mí mismo, porque soy lo mismo que ellos.



¿Qué soy? (Parte 2)

L.pII.14.1:4-6

Soy el santo hogar de Dios Mismo. (1:4)

¡Caray! Dicho así, eso me impacta más que decir: “Dios está en mí”. Soy el hogar de Dios. Hogar no es sólo un lugar donde Dios está a veces, es donde Él mora, donde Él elige estar, donde Él se siente a gusto, por así decir. En el Salmo 132:14, se dice que Dios dijo de Sión, o Jerusalén: “Aquí está mi reposo para siempre, aquí moraré pues lo he querido”. Ahora, nosotros somos Su hogar. Ahora, Él te habla a ti, y a mí, diciendo que somos Su descanso para siempre, que morará en nosotros pues así lo ha querido. Ésa fue Su intención para siempre cuando nos creó.

Soy el Cielo donde Su Amor reside. (1:5)

Puede que ingenuamente hayamos creído que Dios vive en el Cielo y no en nosotros. Aquí vemos que sí, Dios mora o reside en el Cielo, pero nosotros somos el Cielo. ¡Eso es alucinante! Te apuesto a que la mayor parte de tu vida has pensado que si fueras lo bastante bueno, o lo bastante santo, o si tuvieras suficiente fe, lograrías ir al Cielo. Lo siento, no irás. No puedes ir al Cielo porque tú eres el Cielo, donde el Amor de Dios reside.

Soy Su santa Impecabilidad Misma, pues en mi pureza reside la Suya Propia. (1:6)

¿Te has dado cuenta de que estas tres frases utilizan palabras acerca del lugar de residencia de Dios? “… el santo hogar… donde Su Amor reside… en mi pureza reside la Suya Propia”. ¡Dios no está simplemente de paso! No está de visita. Él vive aquí, en mí, en ti; éste es Su hogar. Él mora (permanece, se queda) aquí, en nosotros.

Tengo que confesar que todavía no puedo hacerme a la idea de que soy Su santa Impecabilidad Misma. “Impecabilidad” parece una idea bastante abstracta, me cuesta un poco entender cómo puedo ser la impecabilidad. La segunda parte de la frase me ayuda un poco: “… pues en mi pureza reside la Suya Propia”.

Puedo casi entenderlo mediante una semejanza. Un padre que dedica su tiempo y su energía a criar a su hijo, enseñándole todo lo que sabe, encuentra su propia felicidad y éxito en la felicidad y el éxito de ese hijo. “La felicidad de mi hijo es la mía propia. El éxito de mi hijo es el mío propio”. Pienso que se parece a eso. Dios se extendió a Sí Mismo como nosotros. Lo que somos es Su extensión. Nuestra pureza es la Suya, si nosotros no somos inocentes, tampoco lo es Él. Somos lo que Él es, extendido hacia fuera. Si no soy puro, Él no lo es, pues nuestra naturaleza es la Suya. Si somos lo que Él es, entonces es también verdad a la inversa: Él es lo que nosotros somos. Por lo tanto, “Soy Su santa Impecabilidad Misma”.





TEXTO


Capítulo 31

  

LA VISIÓN FINAL




I. La simplicidad de la salvación


1. ¡Qué simple es la salvación! 2Tan sólo afirma que lo que nunca fue verdad no es verdad ahora ni lo será nunca. 3Lo imposible no ha ocurrido, ni puede tener efectos. 4Eso es todo. 5¿Podría ser esto difícil de aprender para aquel que quiere que sea verdad? 6Lo único que puede hacer que una lección tan fácil resulte difícil es no estar dispuesto a aprenderla. 7¿Cuán difícil puede ser recono­cer que lo falso no puede ser verdad, y que lo que es verdad no puede ser falso? 8Ya no puedes decir que no percibes ninguna diferencia entre lo falso y lo verdadero. 9Se te ha dicho exacta­mente cómo distinguir lo uno de lo otro, y lo que tienes que hacer si te confundes. 10¿Por qué, entonces, te empeñas en no aprender cosas tan sencillas como éstas?

2. Hay una razón. 2Pero no creas que es porque las cosas simples que la salvación te pide que aprendas sean difíciles, 3pues la salva­ción sólo enseña lo que es extremadamente obvio. 4La salvación simplemente procede de una aparente lección a la siguiente, mediante pasos muy sencillos que te llevan dulcemente de una a otra, sin ningún esfuerzo. 5Esto no puede crear confusión, y, sin embargo, estás confundido. 6Pues de alguna manera crees que es más fácil aprender y entender lo que es totalmente confuso. 7Lo que te has enseñado a ti mismo constituye una hazaña de aprendi­zaje tan gigantesca que es ciertamente increíble. 8Pero lo lograste porque ése era tu deseo, y no te detuviste a considerar si iba a ser difícil de aprender o tan complejo que no se pudiese entender.

3. Nadie que entienda lo que tú has aprendido, con cuánto esmero lo aprendiste, y los sacrificios que llevaste a cabo para practicar y repetir las lecciones una y otra vez, en toda forma concebible, podría jamás dudar del poder de tu capacidad para aprender. 2No hay un poder más grande en todo el mundo. 3El mundo se construyó mediante él, y aún ahora no depende de nada más. 4Las lecciones que te enseñaste a ti mismo las apren­diste con tanto esmero y se encuentran tan arraigadas en ti que se alzan como pesadas cortinas para nublar lo simple y lo obvio. 5No digas que no puedes aprender. 6Pues tu capacidad para aprender es tan grande que te ha enseñado cosas tan difíciles como que tu voluntad no es tu voluntad, que tus pensamientos no te pertenecen, e incluso, que no eres quien eres.

4. ¿Quién podría afirmar que lecciones como éstas son fáciles de aprender? 2Sin embargo, tú has aprendido eso y más. 3Por muy difícil que haya sido, has seguido dando cada paso sin quejarte, hasta construir un mundo de tu agrado. 4Y cada una de las leccio­nes que configuran al mundo procede del primer logro de tu aprendizaje, el cual fue de tal enormidad que, ante su magnitud, la Voz del Espíritu Santo parece débil e inaudible. 5El mundo comenzó con una extraña lección, lo suficientemente poderosa como para dejar a Dios relegado al olvido y a Su Hijo convertido en un extraño ante sus propios ojos, exiliado del hogar donde Dios Mismo lo había ubicado. 6Tú que te has enseñado a ti mismo que el Hijo de Dios es culpable, no digas que no puedes aprender las sencillas lecciones que la salvación te enseña.

5. Aprender es una capacidad que tú inventaste y te otorgaste a ti mismo. 2No fue concebida para hacer la Voluntad de Dios, sino para apoyar el deseo de que fuese posible oponerse a ella y para que una voluntad ajena fuese incluso más real. 3Y esto es lo que este aprendizaje ha intentado demostrar, y tú has aprendido lo que fue su propósito enseñar. 4Ahora tu viejo y remachado apren­dizaje se alza implacable ante la Voz de la verdad y te enseña que Sus lecciones no son verdad, que son demasiado difíciles de aprender y de entender, y que son diametralmente opuestas a lo que realmente es verdad. 5No obstante, las aprenderás, pues ése es el único propósito de tu capacidad para aprender que el Espí­ritu Santo ve en todo el mundo. 6Sus sencillas lecciones de perdón son mucho más poderosas que las tuyas, pues te llaman desde Dios y desde tu Ser.

6. ¿Es acaso ésta Vocecilla tan débil y queda que no puede alzarse por encima del insensato ruido de sonidos que no tienen sentido? 2La Voluntad de Dios no fue que Su Hijo se olvidara de Él, 3y el poder de Su Voluntad reside en la Voz que habla por Él. 4¿Qué lección vas a aprender? 5¿Qué desenlace es inevitable, es tan seguro como Dios y está más allá de cualquier duda e incertidum­bre? 6¿Cómo iba a poder oponerse tu mísero aprendizaje, que tan difícil fue de aprender y cuyas consecuencias son tan extrañas, a las sencillas lecciones que, desde los orígenes del tiempo y desde que la capacidad de aprender fue concebida, se te enseñan en cada momento del día?

7. Solamente se pueden aprender dos lecciones. 2Cada una de ellas da lugar a un mundo diferente. 3cada uno de esos mundos se deriva irremediablemente de su fuente. 4El mundo que ves es el resultado inevitable de la lección que enseña que el Hijo de Dios es culpable. 5Es un mundo de terror y desesperación. 6En él no hay la más mínima esperanza de hallar felicidad. 7Ningún plan que puedas idear para tu seguridad tendrá jamás éxito. 8No puedes buscar dicha en él y esperar encontrarla. 9Mas éste no es el único resultado que se puede derivar de lo que has aprendido. 10Por mucho que te hayas esforzado por aprender la tarea que elegiste, la lección que refleja el Amor de Dios es todavía más fuerte. 11Y aprenderás que el Hijo de Dios es inocente, y verás otro mundo.

8. En el mundo que resulta de la lección que afirma que el Hijo de Dios es inocente no hay miedo, la esperanza lo ilumina todo y una gran afabilidad refulge por todas partes. 2No hay nada en él que no te invite amorosamente a ser su amigo y a que le permitas unirse a ti. 3Ni una sola llamada deja jamás de oírse, se interpreta erróneamente o se queda sin contestar en el mismo lenguaje en que se hizo. 4Y entenderás que ésta es la llamada que todos los seres y todas las cosas en el mundo siempre habían hecho, pero que tú no habías percibido como tal. 5ahora te das cuenta de que estabas equivocado. 6Te habías dejado engañar por las for­mas que ocultaban la llamada. 7Por lo tanto, no la podías oír, y así, perdiste un amigo que siempre quiso ser parte de ti. 8La eterna y queda llamada de cada aspecto de la creación de Dios a la totalidad se oye por todo el mundo a la que esta otra lección da lugar.

9. No hay ninguna cosa viviente que no comparta la Voluntad universal de que goce de plenitud y de que tú no seas sordo a su llamada. 2Sin tu respuesta esta llamada se deja morir, de la misma manera en que se la salva de la muerte cuando tú oyes en ella la llamada ancestral a la vida y comprendes que es tu propia llamada. 3El Cristo en ti recuerda a Dios con la misma certeza con la que Él conoce Su Amor. 4Pero Dios sólo puede ser Amor si Su Hijo es inocente. 5Pues ciertamente sería miedo, si aquel a quien Él creó inocente pudiera ser esclavo de la culpabilidad. 6El Hijo perfecto de Dios recuerda su creación. 7Pero en su culpabilidad se ha olvidado de lo que realmente es.

10El temor a Dios es el resultado ineludible de la lección que afirma que Su Hijo es culpable, de la misma manera en que el Amor de Dios no puede sino recordarse cuando el Hijo reconoce su inocencia. 2Pues el odio no puede sino engendrar temor y con­siderar a su padre igual que a sí mismo. 3¡Cuán equivocado estás tú que no oyes la llamada cuyo eco resuena más allá de cada aparente invocación a la muerte, la llamada cuyo canto se oye tras cada ataque asesino, suplicando que el amor restaure el mundo moribundo! 4No comprendes Quién es el que te llama tras cada manifestación de odio, tras cada incitación a la pugna. 5Pero lo reconocerás cuando le contestes en el mismo lenguaje en que Él te llama. 6Él aparecerá cuando le hayas contestado, y por Él sabrás que Dios es Amor.

11. ¿Qué es la tentación, sino el deseo de tomar una decisión erró­nea con respecto a lo que quieres aprender, y obtener un resul­tado que no deseas? 2El reconocimiento de que ése es un estado mental indeseable se convierte en el medio por el que se vuelve a examinar la elección, viéndose entonces que hay otro resultado más deseable. 3Te engañas a ti mismo si crees que lo que quieres son desastres, desunión y dolor. 4No prestes oídos a esa llamada. 5Escucha más bien la llamada subyacente, que te exhorta a que seas feliz y a que estés en paz. 6Y el mundo entero te brindará paz y felicidad. 7Pues a lo que oigas es a lo que responderás! 8Y ¡oh, maravilla! 9Tu respuesta será la prueba de lo que has aprendido, 10y su resultado, el mundo que contemplarás.

12. Permanezcamos muy quedos por un instante y olvidémonos de todas las cosas que jamás hayamos aprendido, de todos los pensamientos que hayamos abrigado y de todas las ideas precon­cebidas que tengamos acerca de lo que las cosas significan y de cuál es su propósito. 2Olvidémonos de nuestras propias ideas acerca del propósito del mundo, 3pues no lo sabemos. 4Dejemos que toda imagen que tengamos acerca de cualquier persona se desprenda de nuestras mentes y desaparezca.

13. No abrigues ningún juicio, ni seas consciente de ningún pensa­miento, bueno o malo, que jamás haya cruzado tu mente con res­pecto a nadie. 2Ahora no lo conoces. 3Pero eres libre de conocerlo, y de conocerlo bajo una nueva luz. 4Ahora él renace para ti, y tú para él, sin el pasado que lo condenó a morir, y a ti junto con él. 5Ahora él es tan libre para vivir como lo eres tú porque una vieja lección que se había aprendido ha desaparecido, dejando un sitio donde la verdad puede renacer.

  














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