DESPERTAR AL AMOR

sábado, 10 de junio de 2017

10 JUNIO: Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.

AUDIOLIBRO
 



EJERCICIOS



LECCION 161

Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.



1. Hoy vamos a practicar de manera diferente, y a pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor. 2He aquí la salvación, en las simples palabras con las que practicamos la idea de hoy. 3He aquí la respuesta a toda tentación, pues jamás puede dejar de darle la bienvenida al Cristo allí donde antes imperaban la ira y el miedo. 4Aquí se consuma la Expiación, el mundo se transpone sin riesgo alguno y el Cielo queda restaurado. 5He aquí la respuesta que te da la Voz que habla por Dios.
                                                  
       
2. La condición natural de la mente es una de abstracción total. 2Mas una parte de ella se ha vuelto antinatural. 3No ve todo como si fuese uno solo, 4sino que ve únicamente fragmentos del todo, pues sólo de esa manera puede forjar el mundo parcial que tú ves. 5El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver. 6Todo lo que oyes le trae a la mente únicamente los sonidos que ésta desea oír.

3. Así fue como surgió lo concreto. 2Y ahora son las cosas concre­tas las que tenemos que usar en nuestras prácticas. 3Se las entre­gamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros les conferimos. 4Él sólo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo.

4. Un hermano es todos los hermanos. 2Y en cada mente se encuentran todas las mentes, pues todas las mentes son una. 3Ésta es la verdad. 4No obstante, ¿aclaran estos pensamientos el signifi­cado de la creación? 5¿Te brindan estas palabras perfecta claridad? 6¿Qué parecen ser sino sonidos huecos; bellos tal vez, correctos en el sentimiento que expresan aunque fundamentalmente incom­prendidos e incomprensibles? 7La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede aprehender la abstrac­ción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa. 8Necesitamos poder ver un poco para poder aprender mucho.

5. Nos parece que es el cuerpo el que coarta nuestra libertad, el que nos hace sufrir y el que finalmente acaba con nuestras vidas. 2Sin embargo, los cuerpos no son sino símbolos de una forma específica de miedo. 3El miedo desprovisto de símbolos no suscita respuesta alguna, pues los símbolos pueden representar lo que no tiene sentido. 4El amor, al ser verdad, no tiene necesidad de símbolos. 5Pero el miedo, al ser falso, se aferra a lo concreto.

6. Los cuerpos atacan; las mentes no. 2Este pensamiento nos hace pensar sin duda en el texto, en el que se subraya con frecuencia. 3Ésta es la razón por la que los cuerpos se convierten tan fácilmente en símbolos del miedo. 4Se te ha instado en innumerables ocasiones a que mires más allá del cuerpo, pues lo que éste ve es el símbolo del "enemigo" del amor que la visión de Cristo no ve. 5El cuerpo es el blanco del ataque, ya que nadie piensa que lo que odia sea una mente. 6Sin embargo, ¿qué otra cosa sino la mente le ordena al cuerpo a que ataque? 7¿Qué otra cosa podría ser la sede del miedo sino lo que piensa en el miedo?

7. El odio es algo concreto. 2Tiene que tener un blanco. 3Tiene que percibir un enemigo de tal forma que éste se pueda tocar, ver, oír y finalmente matar. 4Cuando el odio se posa sobre algo, exige su muerte tan inequívocamente como la Voz de Dios proclama que la muerte no existe. 5El miedo es insaciable  y consume todo cuanto sus ojos contemplan, y al verse a sí mismo en todo, se siente impulsado a volverse contra sí mismo y destruirse.

8. Quien ve a un hermano como un cuerpo lo está viendo como el símbolo del miedo. 2Y lo atacará, pues lo que contempla es su propio miedo proyectado fuera de sí mismo, listo para atacar, y pidiendo a gritos volver a unirse a él otra vez: 3No subestimes la intensidad de la furia que puede producir el miedo que ha sido proyectado. 4Chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo.

9. Esto es lo que contemplan los ojos del cuerpo en uno que el Cielo tiene en gran estima, los ángeles aman y Dios creó perfecto. 2Ésta es su realidad. 3Y en la visión de Cristo su hermosura se ve reflejada de una manera tan santa y tan bella que apenas podrías contener el impulso de arrodillarte a sus pies. 4Mas en lugar de ello tomarás su mano, pues tú eres semejante a él en la visión que lo ve así. 5El ataque que lanzas contra él es lo que es tu enemigo, pues te impide percibir que en sus manos está tu salvación. 6Pídele únicamente eso y él te la dará. 7No le pidas que sea el símbolo de tu miedo. 8¿Pedirías acaso que el amor se destruyese a si a mismo? 9¿O preferirías que te fuese revelado y que te liberase? 

10. Hoy vamos a practicar de una manera que ya hemos intentado antes. 2Ya estás más preparado, y hoy te acercarás más a la visión de Cristo. 3Si te propones alcanzarla, hoy lo lograrás. 4Y una vez que la hayas alcanzado, no estarás dispuesto a aceptar los testi­gos que convocan los ojos del cuerpo. 5Lo que verás te traerá con su cántico el recuerdo de melodías ancestrales. 6El Cielo no se ha olvidado de ti. 7¿No te gustaría acordarte de él?.

11. Selecciona a un hermano para que sea el símbolo de los demás y pídele la salvación. 2Visualízalo primero tan claramente como puedas, de la misma manera en que estás acostumbrado a verlo. 3Observa su rostro, sus manos, sus pies, su ropa. 4Obsérvalo son­reír, y ve los gestos que le has visto hacer tan a menudo que ya te resultan familiares. 5Luego piensa en esto: lo que estás viendo ahora te impide ver a aquel que te puede perdonar todos tus pecados, arrancar con sus sagradas manos los clavos que atravie­san las tuyas y quitar de tu ensangrentada frente la corona de espinas que tú mismo te pusiste. 6Pídele lo siguiente para que él pueda liberarte:

7Dame tu bendición, santo Hijo de Dios.
8Quiero con­templarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad.

12. Y Aquel a Quien has invocado te responderá. 2Pues oirá en ti la Voz que habla por Dios y te responderá con la tuya. 3Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti. 4La idea de hoy es la manera de escaparte del miedo y de la ira. 5Cerciórate de repetirla inme­diatamente en caso de sentir la tentación de atacar a un hermano y de percibir en él el  símbolo de tu miedo. 6Y lo verás cambiar súbitamente de enemigo a salvador; de demonio al Cristo.





Instrucciones para la práctica

Propósito: “pronunciarnos en contra de nuestra ira” (1:1). Eliminar los miedos que hemos proyectado sobre nuestros hermanos y ver el salvador divino que son.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Elige un hermano en representación de todos los hermanos. Al perdonarle a él, perdonas a todos.
Contémplalo en tu mente tan claro como puedas: su rostro, manos, pies, su sonrisa, sus gestos. Al hacer esto te pones en contacto con todos los significados negativos que has proyectado sobre él. Como la lección ha dicho antes, el cuerpo de otro es una gran pantalla de proyección.
Luego date cuenta de que lo que estás viendo te impide la visión de tu salvador. Muy dentro de esta persona hay un ser santo que, como un gran maestro espiritual, puede iluminarte con su bendición y liberarte de las cadenas que te has puesto a ti mismo. Si le vieras tal como es, te sentirías impulsado a arrodillarte a sus pies.
Pídele a este santo ser que te libere. Dile: “Dame tu bendición, santo Hijo de Dios. Quiero con-templarte con los ojos de Cristo, y ver en ti mi perfecta impecabilidad”. Repite estas frases una y otra vez, con el corazón, tal como le pedirías su bendición a un maestro iluminado.
Has invocado al Cristo en él, y el Cristo en él te responderá. Se te caerán las vendas de los ojos y te darás cuenta de que has estado completamente equivocado acerca de quién es esta persona. “Contempla ahora a aquel que tan sólo habías visto como carne y hueso, y reconoce que Cristo ha venido a ti” (12:3), venido para revelarte al Cristo en ti.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea, quizá aplicándola a una persona determinada. Luego da gracias a Dios por las bendiciones que Él te ha dado en la hora que ha terminado. Y pídele Su dirección para la hora que comienza.

Respuesta a la tentación: Cada vez que sientas la tentación de atacar a un hermano.
Utiliza la idea inmediatamente. Déjala que te ayude a ver más allá de la apariencia de demonio (12:6), o de un animal salvaje ansioso por hacerte pedazos (8:2-4), a la realidad de que aquí delante de ti está el Cristo.

Comentario

(Los comentarios de hoy son algo que escribí hace unos años cuando estaba trabajando como especialista en ordenadores en Nueva Cork. En aquel día concreto, yo había esperado poder trabajar desde casa, a través del modem, pero mi cliente había insistido en que fuera a su oficina. Esto había echado por tierra mis planes de un largo “rato de quietud”. Los comentarios que siguen fueron los que me vinieron al leer la lección.)

“Hoy vamos a… pronunciarnos en contra de nuestra ira de modo que nuestros temores puedan desaparecer y darle cabida al amor” (1:1). ¡Qué casualidad que yo empiece esta lección con llamaradas de ira por tener que salir precipitadamente a trabajar! Cuando un hermano o una circunstancia parecen causar ira en mí, en lugar de escuchar al ego y estar de acuerdo con que la causa de mi ira es el hermano o la circunstancia, que yo vea que el hermano me está dando una bendición al mostrarme que estoy furioso y que me he soltado de la mano de Jesús.

Piensa en ello por un momento con lógica. Si estoy completamente conectado al Amor de Dios en mi corazón, nada podrá alterar mi paz. Si surge algo que (aparentemente) altera mi paz, algo tiene que haber sucedido antes. Primero tengo que haberme desconectado del Amor de Dios, para reaccionar de ese modo. Entonces, ese algo en lugar de causar mi disgusto simplemente me lo está mostrando. Por lo tanto, puedo ver la acción de mi hermano o la circunstancia como una bendición, un mensaje de Dios, una lección que Dios quiere que yo aprenda.

“La condición natural de la mente es una de abstracción total” (2:1). La abstracción se refiere al contenido, en lugar de a la forma. Separa las cualidades o propiedades de un objeto por sí mismo de la forma física de ese objeto. El estado natural de la mente considera al contenido “separado de la existencia concreta” (Diccionario Americano Heritage).

Aquí Jesús dice que parte de la mente se ha vuelto concreta y específica en lugar de abstracta. Ve pedazos del todo, en lugar de ver todo. Ésta es la única manera en que podríamos ver “el mundo”. “El propósito de la vista es mostrarte aquello que deseas ver” (2:5). Si estoy viendo algo que “me hace” enfadar o disgusta, es porque quiero verlo. La mente, que se dedica a lo abstracto, ya se ha separado del Amor de Dios (o piensa que lo ha hecho, o desea hacerlo, ya que la separación es imposible). Por lo tanto, divide la realidad, ve formas concretas que parecen justificar su separación, su ira y su disgusto. Inventa ilusiones que aparentemente dan razones válidas para estar disgustado.

Consigue esto sólo al ver pedazos en lugar del Todo. Nunca me disgustaría si pudiera ver todo el cuadro, tal como Dios lo ve, incluyendo cosas que ni siquiera puedo imaginarme desde mi limitada comprensión. Yo he inventado esas cosas concretas. Puesto que yo las he inventado, y estoy metido de lleno en esas cosas concretas que he inventado con el propósito de justificar mi separación de Dios, “ahora son las cosas concretas las que tenemos que usar en nuestras prácticas” (3:2). El Espíritu Santo tomará las circunstancias concretas que yo me he inventado como un ataque a Dios y Él las usará para llevarme de regreso. ¿Cómo?

Se las entregamos al Espíritu Santo, de manera que Él las pueda utilizar para un propósito diferente del que nosotros les dimos. Él sólo se puede valer, para instruirnos, de lo que nosotros hicimos, pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo. (3:3-4)

(En otras palabras, todo con lo que tenemos que trabajar son las cosas concretas que nos hemos inventado, para que Él las utilice)

…para instruirnos pero desde una perspectiva diferente, a fin de que podamos ver otro propósito en todo. (3:4)

“La mente que se enseñó a sí misma a pensar de manera concreta ya no puede captar la abstracción en el sentido del abarcamiento total que ésta representa” (4:7). Ideas como “todas las mentes están unidas” y “un hermano es todos los hermanos” ¡no significan absolutamente nada para nosotros! No podemos entenderlas. Estas afirmaciones abstractas sencillamente no nos ayudan, tan metidos como estamos en la ilusión.

Nos aferramos a las cosas concretas, a símbolos como el cuerpo, porque nuestro ego quiere miedo, y éste es el único modo en que el miedo puede parecer muy real. Así que ponemos toda nuestra atención en los símbolos, las cosas concretas, el cuerpo. Nos sentimos limitados por nuestro propio cuerpo, y por los cuerpos de otros, vemos a los cuerpos como si nos estuvieran atacando.

Cuando veo a un hermano como un cuerpo que me ataca, lo que veo es mi propio miedo como si estuviera afuera, listo para atacar (párrafo 8). Tendemos a pensar que cuando proyectamos miedo, vemos personas que tienen miedo; no es así, lo que vemos son personas que parecen hacer que tengamos miedo. Vemos un monstruo que “chilla de rabia y da zarpazos en el aire deseando frenéticamente echarle mano a su hacedor y devorarlo” (8:4). Cuando me disgusto y enfado con mi cliente por “obligarme” a ir a su oficina, esa situación externa concreta realmente me está mostrando ¡mi propio miedo al Amor de Dios! Me está dando la oportunidad de ver más allá del aparente ataque y de pedirle una bendición, para que me muestre mi propia perfecta inocencia.

Si Le permito al Espíritu Santo que me muestre a mi hermano como es, en lugar de verlo como mi miedo lo ha imaginado, lo que vea será tan impresionante que apenas podría contener el impulso de arrodillarme a sus pies (9:3). Y sin embargo, lo que él es, yo lo soy y seré; en lugar de arrodillarme tomaré su mano (9:4).

Invoco al Cristo en él (mi cliente) para que me bendiga. Únicamente estoy viendo un símbolo de mi propio miedo a Dios. Le traigo ese miedo al Espíritu Santo ahora. Y cuando lo hago, empiezo a sentir una chispa de verdadera gratitud a mi hermano por ofrecerme esta salvación del miedo. Siento que desaparece mi enfado por tener que viajar a la ciudad. Esto también es una lección, y muy buena. Gracias, Jesús, por esta lección. Y gracias a ti, mi hermano.

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