DESPERTAR AL AMOR

viernes, 9 de junio de 2017

9 JUNIO: Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS



LECCION 160

Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí.


1. El miedo es un extraño en los caminos del amor. 2Identifícate con el miedo, y te vuelves un extraño ante tus propios ojos. 3Y de este modo, no te conocerás a ti mismo. 4Lo que tu Ser es sigue siendo algo ajeno para la parte de ti que cree que es real, aunque diferente de ti: 5¿Quién podría estar en su sano juicio en tales circunstancias? 6¿Quién sino un loco podría creer que él es lo que no es, y juzgar en contra de sí mismo?

2. Hay un extraño entre nosotros que procede de una idea tan ajena a la verdad que habla un idioma distinto, percibe un mundo que la verdad desconoce y entiende aquello que la ver­dad juzga como carente de sentido. 2Pero aún más extraño es el hecho de que no reconoce a aquel a quien visita, y sin embargo, sostiene que el hogar de éste es suyo, mientras que el que está en su hogar es el que es el extraño. 3No obstante, qué fácil sería decir: "Este es mi hogar. 4Aquí es donde me corresponde estar y no me iré porque un loco me diga que tengo que hacerlo".

3. ¿Qué razón hay para no decir esto? 2¿Cuál podría ser la razón sino que has invitado a ese extraño a ocupar tu lugar, y has per­mitido convertirte en un extraño ante tus propios ojos? 3Nadie se dejaría desahuciar tan innecesariamente a no ser que pensase que hay otro hogar que está más de acuerdo con sus gustos.

4. ¿Quién es el extraño? 2¿A quién no le corresponde estar en el hogar que Dios proveyó para Su Hijo, a ti o al miedo? 3¿Es acaso el miedo obra Suya, creado a Su semejanza? 4¿Es acaso el miedo lo que el amor completa y mediante lo cual se completa a sí mismo? 5No hay hogar que pueda darle cobijo al amor y al miedo, 6pues no pueden coexistir. 7Si tú eres real, el miedo no puede sino ser una ilusión. 8Mas si el miedo es real, entonces eres tú el que no existe.

5. ¡Qué fácilmente se puede resolver este dilema! 2Todo aquel que teme no ha hecho sino negar su verdadera identidad y decir: "Yo soy el extraño aquí. 3De modo que le cedo mi hogar a uno que es más como yo que yo mismo, y le doy todo cuanto pensé que era mío". 4Ahora se ha exilado por fuerza, sin saber quién es, inseguro de todo, menos de esto: que él no es él mismo, y que se le ha negado su hogar.

6. ¿En pos de qué va a ir ahora? 2¿Qué podría encontrar? 3Alguien que se ha convertido en un extraño ante sus propios ojos no puede encontrar un hogar no importa dónde lo busque, pues él mismo ha imposibilitado su regreso. 4Está perdido a menos que un milagro venga y le muestre que ya no es un extraño. 5El mila­gro vendrá. 6Pues su Ser sigue morando en su hogar. 7Y su Ser no ha invitado a ningún extraño ni se ha confundido a Sí Mismo con ningún pensamiento ajeno a Él. 8E invocará a lo que es Suyo a Sí Mismo en reconocimiento de lo que es Suyo.

7. ¿Quién es el extraño?. 2¿No es acaso aquel a quien tu Ser no invoca? 3Ahora eres incapaz de reconocer a ese extraño que mero­dea entre vosotros, pues le has cedido tu legítimo lugar. 4No obs­tante, tu Ser está tan seguro de lo que es Suyo como Dios lo está de Su Hijo. 5Dios no está confundido con respecto a la creación. 6Está seguro de lo que es Suyo. 7Ningún extraño se puede interpo­ner entre Su conocimiento y la realidad de Su Hijo. 8Él no sabe de extraños. 9Él está seguro de Su Hijo.

8. La certeza de Dios es suficiente. 2A aquel a quien Él reconoce como Su Hijo le corresponde estar allí donde Él estableció a Su Hijo para siempre. 3Él ha contestado tu pregunta: "¿Quién es el extraño?" 4Oye Su Voz asegurarte, con serenidad y certeza, que tú no eres un extraño  para tu Padre ni tu Creador se ha vuelto un extraño para ti. 5Aquel a quien Dios se ha unido es eternamente uno, pues está en su hogar en Él, y no es un extraño para Sí Mismo.

9. Hoy damos gracias de que Cristo haya venido a buscar en el mundo lo que es Suyo. 2Su visión no ve extraños, sino que con­templa a los Suyos y se une a ellos jubilosamente. 3Ellos lo ven como un extraño, pues no se reconocen a sí mismos. 4No obstante, a medida que le den la bienvenida, lo recordarán. 5Y Él los condu­cirá dulcemente de regreso a su hogar, donde les corresponde estar.

10. Cristo no se olvida de nadie. 2No deja de darte ni uno solo de tus hermanos para que los recuerdes a todos, de manera que tu hogar pueda ser pleno y perfecto, tal como fue instituido. 3Él no se ha olvidado de ti. 4Mas tú no lo podrás recordar a Él hasta que contemples todo tal como Él lo hace. 5El que niega a su hermano lo está negando a Él, y, por lo tanto, se está negando a aceptar el don de la visión mediante el cual puede reconocer a su Ser claramente, recordar su hogar y alcanzar la salvación.



Instrucciones para la práctica

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Mi sugerencia: Empieza dándote cuenta de que la experiencia de miedo y la experiencia de hogar no pueden sentirse al mismo tiempo. Cuando verdaderamente te sientes en el hogar, tienes una sensación de refugio y seguridad, una sensación de unión y de pertenecer ahí, una sensación de comodidad y paz. Cuando sientes miedo, sientes la ausencia de todas esas cosas. Fundamentalmente, te sientes sin hogar.
Ahora pasa un tiempo intentando ponerte en contacto con ese estado. Primero, imagina sintiéndote completamente en el hogar dentro de ti mismo, pase lo que pase fuera de ti. Imagina que sabes quién eres, sintiéndote en el hogar contigo mismo. Imagina sintiéndote en el hogar con Dios, envuelto en Su Amor. Imagina al miedo siendo un pensamiento que acecha en la superficie de tu mente, intentando invadir la paz de este hogar interior, llamando a la puerta, dando golpes en la ventana, pero que no puede entrar.
Luego ponte en contacto con el estado de miedo, el estado en el que todos vivimos. Date cuenta de cómo en este estado, el miedo, la ansiedad y la preocupación son tus reacciones más naturales a los acontecimientos del mundo, tan naturales que son respuestas automáticas. Esto te hace sentir que no tienes un puerto seguro ni un refugio verdadero. Te sientes separado de Dios y alejado de ti mismo. Es como si estuvieses acechando fuera, mientras el miedo se sienta sin problemas en el trono de tu mente.
Ahora pregúntate a ti mismo con sinceridad: “¿Quién es el extraño?” ¿Es el miedo o tú? ¿Quién se sienta en el hogar de tu mente, y quién está fuera caminando sin hogar? ¿Es el miedo o tú? ¿Cuál de los estados por los que has pasado es la verdad y cuál es la mentira?
Ahora responde con estas palabras que Dios te ha dado: “Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí”. Date cuenta de que esta respuesta es verdad porque viene de Dios. Repítela una y otra vez. Intenta sentir la verdad que encierra.
Finalmente, deja que esta idea te lleve muy adentro en tu mente, al lugar donde estás en tu hogar y donde el miedo no tiene lugar. Siente la atracción del hogar llevándote muy dentro en tu interior. Sumérgete allí donde eres uno con tu Ser, en el hogar en tu Creador. Para renovar el centro de tu atención, de vez en cuando repite: “Yo estoy en mi hogar”. Y cuando un pensamiento se cuele en este santo hogar, di: “Yo estoy en mi hogar. Este pensamiento es el que es un extraño aquí”.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea, dejando que te lleve a un lugar en tu mente donde te sientes verdaderamente en el hogar. Dale gracias a tu Padre por las cartas desde el hogar que te ha enviado en la hora anterior, en forma de relaciones y cambios en la percepción. Y pregúntale que hacer en la hora a continuación.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a sentir miedo o a ver a un hermano como un extraño.
Cuando sientas la tentación del miedo, di: “Yo estoy en mi hogar. Este pensamiento de miedo es el que es un extraño aquí”. Mientras lo haces, imagínate a ti mismo en el hogar dentro de tu mente mientras que el pensamiento de miedo espera fuera, sin poder entrar.
Cuando sientas la tentación de ver a un hermano como un extraño, recuerda que él es parte de tu Ser. Puedes decirle mentalmente a este hermano: “Tú estás en el hogar conmigo. No hay extraños aquí.

Comentario

En esta lección el miedo es lo mismo que el “ego”. La imagen que aquí se da es que hemos invitado a nuestro hogar al miedo, personificado como un extraño, y el extraño se ha puesto al mando y ha declarado que él es nosotros. Ha absorbido nuestra identidad casi por completo. Y la parte demente de todo ello es que vamos con el extraño. Hemos aceptado que el extraño es realmente nosotros, y le hemos dejado nuestro hogar a él por completo. Nos ha despojado de todo.

¿Quién es el extraño? ¿Tú o el ego? Es tan fácil, cuando pensamientos de miedo invaden nuestra mente, creer que el miedo es nosotros. Que la ira es nosotros. Que la soledad es nosotros. Que la incapacidad es nosotros. Nos hemos acostumbrado a identificarnos con nuestros pensamientos y sentimientos de miedo, pensamos que ellos son nosotros. La fuerza de esta lección es que todas estas manifestaciones de miedo son un intruso, no una auténtica parte de nosotros en absoluto. Tú no eres el ego, el ego no es tú.

Stephen Levine, en varios de sus libros, habla acerca de relacionarnos con nuestro miedo en lugar de relacionarnos desde nuestro miedo. La diferencia que hace es entre identificarnos con el miedo (relacionarnos desde él) o diferenciar nuestro ser de él (relacionarnos con él). Cuando me relaciono desde el miedo, me tiene atrapado. Me dirige el miedo, el miedo es yo. Sin embargo, cuando me relaciono con mi miedo, puedo mirarlo con misericordia y sin confusión. Puedo reaccionar al miedo con compasión, y sanar en lugar de dejarme invadir por el pánico. Es la diferencia entre decir: “Tengo miedo” y decir: “Tengo pensamientos de miedo” o “Estoy sintiendo miedo”. Mis pensamientos no son yo. Yo soy el pensador que está pensando los pensamientos, pero yo no soy los pensamientos.

Cuando podemos separarnos del miedo que sentimos, ya nos hemos identificado con nuestro verdadero Ser. Nuestro Ser está seguro de Sí Mismo, y actúa para sanar nuestra mente, para llamarnos al hogar. Cuando damos la bienvenida en nuestra mente a este Ser, recordamos Quién somos.

Sin embargo, esta nueva visión de nosotros mismos incluye necesariamente a todos. Es como si Dios nos estuviera ofreciendo unas gafas y dijera: “Si te las pones, verás tu verdadero Ser”. Pero nos rebelamos, cuando descubrimos que al ponérnoslas no sólo nos vemos a nosotros en una nueva luz sino a todos. Queremos vernos a nosotros inocentes, pero no estamos dispuestos a ver a todos de ese modo. Si nos negamos a ver inocentes a todos a nuestro alrededor, nos quitaremos las gafas, rechazaremos la visión de Cristo, y no podremos reconocernos a nosotros mismos (10:5). “Mas tú no lo podrás recordar a Él (Dios) hasta que contemples todo tal como Él lo hace” (10:4).

Cuando pensamientos de miedo entren hoy en mi mente, que yo reconozca que ellos son los extraños, los intrusos, y que yo soy el que estoy en mi hogar, no el miedo. El miedo no pertenece aquí. No necesito aceptarlo en mi mente. Pero que no luche contra el miedo, que contemple a mis pensamientos de miedo con compasión y con comprensión, reconociéndolos como un simple error, y no como un pecado. No hay que sentirse culpable por sentir miedo, no hay necesidad de ello. Puedo abandonar estos pensamientos, puedo ir a mi Ser, y ver esos pensamientos como las ilusiones que son. Puedo contemplarme con amor. Y desde este mismo lugar de consciencia compasiva, veo a todos mis hermanos en la misma luz: atrapados por el miedo, confundiendo al miedo consigo mismos, y que necesitan no juicio ni ataque sino perdón, amabilidad y compasión.





TEXTO


IX. El reflejo de la santidad

 

1. La Expiación no te hace santo. 2Fuiste creado santo. 3La Expia­ción lleva simplemente lo que no es santo ante la santidad, o, en otras palabras, lo que inventaste ante lo que eres. 4Llevar ilusiones ante la verdad, o el ego ante Dios, es la única función del Espíritu Santo. 5No trates de ocultarle al Padre lo que has hecho, pues ocultarlo te ha costado no conocerte a ti mismo ni conocer a Dios. 6El conocimiento está a salvo, mas ¿qué seguridad tienes aparte de él? 7La invención del tiempo para que ocupase el lugar de lo eterno se basó en tu decisión de no ser como eres. 8De esta manera, la verdad pasó a ser el pasado, y el presente se consagró a las ilusiones. 9El pasado fue alterado también y se interpuso entre lo que siempre ha sido y el ahora. 10El pasado que tú recuerdas jamás tuvo lugar, y no representa sino la negación de lo que siem­pre ha sido.

2. Llevar el ego ante Dios no es sino llevar el error ante la verdad, donde queda corregido por ser lo opuesto a aquello con lo que se encuentra. 2Allí queda disuelto porque la contradicción no puede seguir en pie. 3¿Por cuánto tiempo puede seguir en pie la contra­dicción una vez que se ha expuesto su absoluta imposibilidad? 4Lo que desaparece en la luz no es atacado. 5Simplemente desapa­rece porque no es verdad. 6La idea de que hay diferentes realida­des no tiene sentido, pues la realidad es una sola. 7La realidad no cambia con el tiempo, el estado de ánimo la ocasión. 8Su natura­leza inmutable es lo que hace que sea real. 9Esto no se puede des­hacer. 10El proceso de des-hacimiento sólo es aplicable a la irrealidad. 11Y eso es lo que la realidad hará por ti.

3. La verdad, simplemente por ser lo que es te libera de todo lo que no es verdad. 2La Expiación es tan dulce que basta con que la llames con un leve susurro para que todo su poder acuda en tu ayuda y te preste apoyo. 3Con Dios a tu lado no puedes ser débil. 4Pero sin Él no eres nada. 5La Expiación te ofrece a Dios. 6El regalo que rechazaste Él lo conserva en ti. 7El Espíritu Santo lo salvaguarda ahí para ti. 8Dios no ha abandonado Su altar, aunque Sus devotos hayan entronado a otros  dioses en él. 9El templo sigue siendo santo, pues la Presencia que mora dentro de él es la santidad.

4. La santidad espera serenamente en el templo el regreso de aquellos que la aman. 2La Presencia sabe que ellos retornarán a la pureza y a la gracia. 3La misericordia de Dios los admitirá con gran ternura, desvaneciendo toda sensación de dolor y pérdida con la garantía inmortal del Amor de su Padre. 4Allí el miedo a la muerte será reemplazado por la alegría de vivir, 5pues Dios es Vida, y ellos moran en la Vida.. 6La Vida es tan santa como la Santidad mediante la que fue creada. 7La Presencia de la santidad vive en todo lo que vive, pues la santidad creó la vida y no puede abandonar lo que creó tan santo como ella misma.

5. En este mundo puedes convertirte en un espejo inmaculado en el que la santidad de tu Creador se refleje desde ti hacia todo lo que te rodea. 2Puedes ser el reflejo del Cielo aquí. 3Pero el espejo que desee reflejar a Dios no puede albergar imágenes de otros dioses que lo empañen. 4La tierra puede reflejar el Cielo o el infierno, a Dios o al ego. 5Lo  único que necesitas hacer es mante­ner el espejo limpio y libre de toda imagen en la que se oculta la oscuridad que jamás hayas superpuesto sobre él. 6Dios brillará en él por Su cuenta. 7Sólo el claro reflejo de Dios puede ser perci­bido en dicho espejo.

6. Los reflejos se ven en la luz. 2En las tinieblas es difícil verlos, y su significado parece encontrarse únicamente en interpretaciones cambiantes en lugar de en sí mismos. 3El reflejo de Dios no necesita interpretación. 4Es claro. 5Limpia el espejo, y no habrá nadie que no pueda entender el mensaje que refulge desde él para que todos lo vean. 6Ese mensaje es el que el Espíritu Santo pone frente al espejo que se encuentra en todos. 7Todos lo reconocen porque se les ha enseñado que tienen necesidad de él, pero no saben dónde buscar para encontrarlo. 8Deja, por lo tanto, que lo vean en ti y que lo compartan contigo.

7. Si pudieses darte cuenta, aunque sólo fuese por un instante, del poder curativo que el reflejo de Dios que brilla en ti puede brindar a todo el mundo, apenas podrías esperar a limpiar el espejo de tu mente a fin de que pudiese recibir la imagen de santidad que sana al mundo. 2La imagen de santidad que refulge en tu mente no se encuentra oculta ni jamás podrá cambiar. 3Su significado le resulta evidente a todo aquel que la contempla, pues todos la perciben de la misma manera. 4Todos llevan sus diferentes problemas ante su luz sanadora y allí todos quedan resueltos.

8. La respuesta de la santidad a cualquier forma de error es siem­pre la misma. 2No hay contradicción en lo que la santidad sus­cita. 3Sea cual fuere lo que se lleve ante ella su única respuesta es la curación. 4Aquellos que han aprendido a ofrecer únicamente curación, están por fin listos para alcanzar el Cielo debido a la santidad que se refleja en. ellos. 5En el Cielo la santidad no es un reflejo, sino la verdadera condición de lo que aquí no era más que un reflejo en ellos. 6Dios no es una imagen, y Sus creaciones en cuanto que parte de Él, lo contienen a Él dentro de ellas mismas. 7Ellas no reflejan simplemente la verdad, sino que son la verdad.


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