EJERCICIOS
Soy tal como Dios me creó.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Aceptar la perfecta santidad que es tu derecho, reconocer al Hijo de Dios en ti. Y así llevar esta aceptación y reconocimiento a todos.
Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Mi sugerencia: Pasa este tiempo en profunda meditación. Deja que el poder de estas palabras sagradas (“Soy tal como Dios me creó”) te lleve al lugar de tu mente donde sientes el Ser que Dios creó como tú. Puedes empezar esta meditación repasando las diferentes imágenes que tienes de ti mismo, afirmando cada una como “Me veo a mí mismo como…” y abandonando cada una al afirmar: “Pero soy tal como Dios me creó”.
Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Concéntrate en la idea y deja que lleve tu mente a la quietud. Luego dale gracias a tu Padre por Sus regalos en la hora que ha terminado. Y pídele Su dirección para esta hora que comienza.
Observaciones generales: Recomiendo tomar una decisión consciente de empapar tu mente en estas palabras hoy. Empieza el día con ellas, termina el día con ellas, e intenta mantenerlas contigo todo el tiempo entre medias. Si lo haces así, sentirás su poder de elevar tu estado. Pueden transformar tu mente en el almacén de tesoros en el que se guardan todos los regalos de Dios, listos para que tú los repartas al mundo. La lección de hoy da por sentado que tu comprensión de esta idea se ha metido muy adentro, pues mientras que en las anteriores apariciones de esta idea (Lecciones 94 y 110) se te dieron frases añadidas a repetir, esta lección dice que no se necesitan pensamientos adicionales para entender su significado (4:2).
Comentario
Por tercera vez encontramos como el pensamiento principal de una lección lo que es el pensamiento más repetido en el Curso. (Las primeras dos lecciones fueron la 94 y la 110, la idea ya apareció también en la 93). La frase “como Dios me creó” aparece 105 veces en el Curso. La veremos como el centro de atención de nuestro repaso en el Libro de Ejercicios en otras veinte lecciones: 201-220.
¿Por qué es tan importante y se repite tan a menudo esta idea? “Sólo con que mantuvieses este pensamiento fijo en la mente, el mundo se salvaría” (1:1). En el Texto, todo nuestro viaje espiritual se describe como esta idea: “No haces sino emerger de una ilusión de lo que eres a la aceptación de ti mismo tal como Dios te creó” (T.24.II.14:5). Si estas afirmaciones son verdad, es motivo suficiente para aprender esta idea de memoria y repetirla una y otra vez hasta que se convierta en parte de nuestro sistema de pensamiento. Podemos decir que todo el Curso no tiene otro objetivo, ni más ni menos, que llevarnos al punto en el que mantenemos firmemente este pensamiento en nuestra mente.
En el párrafo 4 se describe nuestra práctica del día de una manera muy sencilla. Todo lo que necesitamos son las palabras de la idea principal: “no necesitan pensamientos adicionales para poder producir un cambio en la mente de aquel que las utiliza” (4:2). El cambio de mente que el Curso pretende es sencillamente la aceptación de nosotros mismos tal como Dios nos creó. Al poner toda nuestra atención en este pensamiento, meditarlo, repetirlo, y darle vueltas en nuestra mente, aceleramos este cambio de mente. “Y así aprendes a pensar con Dios. La visión de Cristo ha restaurado tu vista al haber rescatado tu mente” (4:4-5).
En la Lección 93, había unas palabras añadidas, que a mí me ayudaron a aclarar su significado:
La salvación requiere que aceptes un solo pensamiento: que eres tal como Dios te creó, y no lo que has hecho de ti mismo. Sea cual sea el mal que creas haber hecho, eres tal como Dios te creó. Sean cuales sean los errores que hayas cometido, la verdad con respecto a ti permanece inalterada. La creación es eterna e inalterable. (L.93.7:1-4)
No somos lo que hemos imaginado de nosotros mismos. Nuestros errores no han cambiado la verdad acerca de nosotros. Eso es lo que significa aceptar esta idea: el reconocimiento de que nada que hayamos hecho ha podido alterar nuestra relación con Dios en lo más mínimo, ni cambiar nuestra naturaleza, que Dios nos dio en nuestra creación. Nuestros actos más vergonzosos, los pensamientos que nunca mostraríamos al mundo, no han cambiado la creación de Dios en lo más mínimo. No hay razón para la culpa, no hay motivo para alejarnos de Dios con miedo, nuestros imaginados “pecados” no han tenido ningún efecto. Todavía estamos a salvo, y completos, y sanos, y nada nos falta.
¿Cómo tenemos que usar estos pensamientos? “Santo es en verdad aquel que hace suyas estas palabras; que se levanta con ellas en su mente, las recuerda a lo largo del día, y por la noche se las lleva consigo al irse a dormir” (3:1). Me recuerda a las palabras escritas acerca de Dios en el Antiguo Testamento: “Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de viaje, así como acostado o levantado” (Deuteronomio 6:7). En otras palabras, haz de ellas parte de toda tu vida, especialmente al levantarte por la mañana y cuando te vas a dormir.
Reconocer que “Soy tal como Dios me creó” es reconocer al Hijo de Dios. Es estar libre de culpa. Es conocer la inocencia de cada cosa viviente. Es reconocer a Dios como el Creador perfecto. Es liberar el pasado. Es perdonar al mundo. Todo lo que necesitamos está en estas palabras: “Soy tal como Dios me creó”.
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