DESPERTAR AL AMOR

jueves, 8 de junio de 2017

8 JUNIO: Doy los milagros que he recibido.

AUDIOLIBRO




EJERCICIOS


LECCION 159

Doy los milagros que he recibido.


 
1. Nadie puede dar lo que no ha recibido. 2Para dar algo es pre­ciso poseerlo antes. 3En este punto las leyes del Cielo y las del mundo coinciden: 4Pero en este  punto difieren también. 5El  mundo cree que para poseer una cosa tiene que conservarla. 6La salvación enseña lo contrario. 7Al dar es como reconoces que has recibido. 8Es la prueba de que lo que tienes es tuyo.

2. Comprendes que estás sano cuando ofreces curación: 2Aceptas que el perdón se ha consumado en ti cuando perdonas. 3En tu hermano te reconoces a ti mismo, y así, te das cuenta de que eres pleno. 4No hay milagro que no puedas dar, pues todos te han sido dados. 5Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran y dándoselos al mundo.

3. La visión de Cristo es un milagro. 2Viene de mucho más allá de sí misma, pues refleja el Amor Eterno y el renacimiento de un amor que, aunque nunca muere, se ha mantenido velado. 3La visión de Cristo representa el Cielo, pues lo que ve es un mundo tan semejante al Cielo que lo que Dios creó perfecto puede verse reflejado en él. 4En el espejo tenebroso que el mundo presenta sólo se pueden ver imágenes distorsionadas y fragmentadas. 5El mundo real representa la pureza del Cielo.

4. La visión de Cristo es el milagro del que emanan todos los demás milagros. 2Es su fuente, y aunque permanece con cada milagro que das, sigue siendo tuya. 3Es el vínculo mediante el cual el que da y el que recibe se unen en el proceso de extensión aquí en la tierra, tal como son uno en el Cielo. 4Cristo no ve peca­dos en nadie. 5Y ante Su vista, los que son incapaces de pecar son todos uno. 6Su santidad les fue otorgada por Su Padre y por Cristo.

5. La visión de Cristo es el puente entre los dos mundos. 2Y tú puedes tener absoluta confianza de que su poder te sacará de este mundo y te llevará a otro que ha sido santificado por el perdón. 3Las cosas que aquí parecen completamente sólidas, allí son meras sombras, transparentes, apenas visibles, relegadas al olvido a veces e incapaces de poder opacar la luz que brilla más allá de ellas. 4A la visión se le ha restituido la santidad, y ahora los ciegos pueden ver.

6. Éste es el único regalo del Espíritu Santo, el tesoro al que pue­des recurrir con absoluta certeza para obtener todas las cosas que pueden contribuir a tu felicidad. 2Todas ellas ya se encuentran aquí, 3y se te dan sólo con que las pidas. 4Aquí las puertas no se cierran nunca, y a nadie se le niega la más mínima petición ni su necesidad más apremiante. 5No  hay enfermedad que no esté ya curada, carencia que no se haya suplido, ni necesidad que no haya sido satisfecha en éste, el áureo tesoro de Cristo.

7. Aquí es donde el mundo recuerda lo que perdió cuando fue construido. 2Pues aquí se lo repara y se le renueva, pecó bajo una nueva luz. 3Lo que estaba destinado a ser la morada del pecado se convierte ahora en el centro de la redención y en el hogar de la misericordia, donde se cura a todos los que sufren y donde se Ies da la bienvenida. 4A nadie se le niega la entrada a este nuevo hogar donde le aguarda su salvación. 5Nadie es un extraño aquí. 6Nadie le pide nada a otro salvo el regalo de aceptar la bienvenida que se le ofrece.

8. La visión de Cristo es la tierra santa donde las azucenas del perdón echan raíces. 2Ése es su hogar. 3Desde ahí se pueden llevar hasta el mundo pero jamás podrán crecer en sus tierras estériles y superficiales. 4Tienen necesidad de la luz y del calor, así como del amoroso cuidado que la caridad de Cristo les provee. 5Necesitan el amor con el que Él las contempla. 6Y se convierten en Sus emisarios, que dan tal como recibieron.

9. Toma lo que quieras de Su depósito, para que sus tesoros pue­dan multiplicarse. 2Las azucenas no abandonan su hogar cuando se traen al mundo. 3Sus raíces siguen aún allá. 4No abandonan su fuente, sino que llevan su beneficencia consigo, y convierten al mundo en un jardín como aquel del que vinieron, y, al que retornarán con una fragancia todavía mayor. 5Ahora son doblemente benditas. 6Han transmitido los mensajes de Cristo que traían y éstos les han sido devueltos. 7Y ellas se los llevan devuelta gustosamente a Él.

10. Contempla el caudal de milagros desplegados ante ti para que los des. 2¿No eres acaso merecedor de ésos mismos regalos cuando Dios Mismo dispuso que se te concediesen? 3No juzgues al Hijo de Dios, sino sigue el camino que Dios ha señalado, 4Cristo ha soñado el sueño de un mundo perdonado. 5Ese es Su regalo, a través del cual puede tener lugar una dulce transición de la muerte a la vida, de la desesperación a la esperanza., 6Permi­támonos por un instante soñar con Él. 7Su sueño nos despierta a la verdad. 8Su visión nos provee de los medios por los que regresar a nuestra santidad eterna en Dios, la cual nunca perdimos.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Abrir el almacén de tesoros de Cristo, en lo más profundo de tu mente, recoger azucenas de perdón allí, y luego dárselas a tus hermanos. Únicamente al darlas, reconocerás que las has recibido.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Como es habitual en esta etapa, no se nos dan instrucciones acerca de qué hacer durante nuestras sesiones de práctica. Así que lo que viene a continuación es una sugerencia basada en el contenido de la lección.

Cierra los ojos, repite la idea, y sumérgete en lo más profundo de tu mente. Cuando te acercas al centro de quietud en tu mente, ves un almacén de tesoros, una estructura hermosa y brillante que extiende una sensación de santidad. Te acercas a esta enorme entrada, preguntándote si podrás entrar. Sin embargo la lección nos recuerda: “A nadie se le niega la entrada a este nuevo hogar donde le aguarda su salvación” (7:4). La puerta se abre silenciosamente delante de ti, y al entrar contemplas el tesoro almacenado en este lugar. En lugar de oro y plata, ves un sagrado jardín con las más sorprendentes azucenas que has visto. Literalmente brillan con santidad. A su alrededor oyes en el aire el suave canto de coros celestiales. Te das cuenta de que éstas son las azucenas del perdón. Son los milagros. También te das cuenta de que es en la visión de Cristo donde crecen, “el milagro del que emanan todos los demás milagros” (4:1).

Estás aquí para recoger estos milagros y llevarlos contigo de vuelta al mundo. Así que camina por el jardín y empieza a recoger las azucenas. No seas tímido, para eso es para lo que están. Al recoger cada una, date cuenta de que en su lugar florecen dos más. Ahora, con un montón de azucenas, estás listo para salir a lo que tengas que hacer ese día, listo para dar esos milagros a todos con los que te encuentres.

Después de este periodo de práctica, cuando continúas con las actividades del día, imagina que estás dando una de estas azucenas a cada persona con la que te encuentras. Tu azucena es el reconocimiento de que esa persona es el Cristo, totalmente limpio de su pasado, listo para levantarse de la tumba de sus pecados, y así nacer de nuevo. Así que cuando le das la azucena, puedes decirle mentalmente: “Estás perdonado. Ésta es tu Pascua Florida”.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Sugiero repetir la idea y entonces elegir una persona. Luego imagina darle una azucena a esa persona, mientras le dices mentalmente: “Estás perdonado. Ésta es tu Pascua Florida”. Después pregúntale a Dios qué azucenas quiere que des en la hora siguiente, y dale gracias por las azucenas que Él ha dado a través de ti en la hora que ha pasado.

Comentario

Fíjate en que el título de la lección de hoy es casi el mismo que el de la lección de ayer: “Hoy aprendo a dar tal como recibo”. Hay un pensamiento en común en estas dos lecciones, incluso extendiéndose a dos lecciones anteriores. Todas ellas hablan de la visión de Cristo. Todas ellas nos presentan la idea del instante santo como una parte fundamental de nuestra práctica espiritual, aunque no se habla de ello concretamente en cada una de estas lecciones.

La idea general que se presenta es la de nuestra continua práctica espiritual. Es ésta: Entramos en el instante santo a menudo. Ahí, experimentamos un toque de eternidad o del Cielo, un atisbo del conocimiento de la verdad. Mientras que la experiencia no podemos traerla con nosotros al mundo, podemos traer cómo es esa experiencia traducida a la percepción, a esto se le llama “la visión de Cristo”, que se manifiesta en el perdón.

En esta lección, el instante santo se da a entender con frases como: “Permitámonos por un instante soñar con Él” (10:6), o “Recíbelos ahora abriendo el almacén de tu mente donde se encuentran” (2:5). El Instante Santo es el “almacén” al que venimos, el lugar en el que recibimos los regalos de la visión de Cristo. Tenemos que recibir antes de que podamos dar.

Pero no podemos reconocer, o hacernos conscientes por completo de lo que hemos recibido hasta que lo demos: “Al dar es como reconoces que has recibido. Es la prueba de que lo que tienes es tuyo” (1:7-8). Extender la visión de Cristo es una parte esencial del plan de salvación que presenta el Curso. Es lo que nos trae seguridad. Esto es muy parecido al principio que enseña Alcohólicos Anónimos de que te mantienes sobrio ayudando a otro a mantenerse sobrio. Aquí se enseña:

Comprendes que estás sano cuando ofreces curación: Aceptas que el perdón se ha consumado en ti cuando perdonas”. (2:1-2)

Es únicamente cuando traemos las “azucenas” del perdón del instante santo, donde las recibimos, y las damos al mundo, cuando verdaderamente sabemos que estamos perdonados. Al dar los milagros cuando los recibimos.

Padre, ayúdame hoy a darme cuenta de que soy rico. El almacén de mi mente está lleno de milagros. Puedo venir a este almacén y, en este instante santo, recibirlos. Me los confiaste para que yo los diera. Que hoy me detenga a menudo, para encontrarme aquí Contigo, y luego lleve estos tesoros para ofrecérselos al mundo. Éste es mi único propósito en la vida, ésta es la razón por la que estoy aquí.




TEXTO

VIII. El santo lugar de encuentro

 

1. Has escondido en las tinieblas, la gloria que Dios te dio, así como el poder con que Él dotó a Su inocente Hijo. 2Todo ello yace oculto en cada rincón tenebroso, envuelto en culpabilidad y en la oscura negación de la inocencia. 3Detrás de las sombrías puertas que has cerrado no hay nada porque no hay nada que pueda opacar el regalo de Dios. 4El que las hayas cerrado es lo que te impide reconocer el poder de Dios que refulge en ti. 5No destie­rres el poder de tu mente, sino permite que todo lo que oculta tu gloria sea llevado ante el juicio del Espíritu Santo para que allí quede disuelto. 6Todo aquel a quien Él quiere salvar para la gloria es salvado para ella. 7El le prometió al Padre que tú serías liberado de la pequeñez y llevado a la gloria a través Suyo. 8Él es completamente fiel a lo que le prometió a Dios, pues comparte con Él la promesa que se le dio para que la compartiese contigo.

2. Él aún la comparte, para tu beneficio. 2Cualquier otra cosa que te prometa algo diferente, sea grande o pequeño, de mucho o poco valor, Él lo reemplazará con la única promesa que se le dio para que la depositara sobre el altar a tu Padre y a Su Hijo. 3No hay ningún altar a Dios que no incluya a Su Hijo. 4cualquier cosa que se lleve ante dicho altar que no sea igualmente digna de Ambos, será reemplazada por regalos que sean completamente aceptables tanto para el Padre como para el Hijo. 5¿Puedes acaso ofrecerle culpabilidad a Dios? 6No puedes, entonces, ofrecérsela a Su Hijo. 7Pues Ellos no están separados, y los regalos que se le hacen a uno, se le hacen al otro. 8No conoces a Dios porque des­conoces esto. 9Y, sin embargo, conoces a Dios y también sabes esto. 10Todo ello se encuentra a salvo dentro de ti, allí donde refulge el Espíritu Santo. 11Y Él no refulge donde hay división, sino en el lugar de encuentro donde Dios, unido a Su Hijo le habla a Su Hijo a través de Él. 12La comunicación entre lo que no puede ser divido no puede cesar. 13En ti y en el Espíritu Santo reside el santo lugar de encuentro del Padre y del Hijo, Quienes jamás han estado separados. 14Ahí no es posible ninguna clase de interferencia en la comunicación que Dios Mismo ha dispuesto tener con Su Hijo. 15El amor fluye constantemente entre Padre e Hijo sin interrupciones ni hiatos tal como Ambos disponen que sea. 16por lo tanto, así es.

3. No dejes que tu mente vague por corredores sombríos, lejos del centro de la luz. 2Tú y tu hermano podéis elegir extraviaros, pero sólo os podéis volver a unir a través del Guía que se os ha proporcionado. 3Él te conducirá sin duda alguna allí donde Dios y Su Hijo esperan tu reconocimiento de Ellos. 4Ellos están unidos en el propósito de darte el regalo de unidad ante el cual toda separación desaparece. 5Únete a lo que eres. 6No puedes unirte a nada, excepto a la realidad. 7La gloria de Dios y de Su Hijo es ciertamente tuya. 8Ellos no tienen opuesto, y no hay nada más que puedas otorgarte a ti mismo.

4. No existe substituto para la verdad. 2la verdad hará que esto resulte evidente para ti a medida que se te conduzca al lugar donde has de encontrarte con ella. 3se te conducirá allí mediante una dulce comprensión que no te puede conducir a ninguna otra parte. 4Donde Dios está, allí estás tú. 5Ésa es la verdad. 6Nada puede convertir el conocimiento que Dios te dio en falta de cono­cimiento. 7Todo lo que Dios creó conoce a su Creador. 8Pues así es como el Creador y Sus creaciones crean la creación. 9En el santo lugar de encuentro el Padre y Sus creaciones están unidos, y junto con ellos lo están también las creaciones de Su Hijo. 10Hay un solo eslabón que los une a todos y los mantiene en la unidad desde la cual tiene lugar la creación.

5. El eslabón a través del que el Padre se une a quienes Él da el poder de crear jamás puede ser destruido. 2El Cielo en sí es la unión de toda la creación consigo misma, y con su único Creador. 3Y el Cielo sigue siendo lo que la Voluntad de Dios dispone para ti. 4No deposites ninguna otra ofrenda sobre tus altares, pues no hay nada que pueda coexistir con el Cielo. 5Ahí tus insignificantes ofrendas se depositan junto al regalo de Dios, y sólo lo que es digno del Padre es aceptado por el Hijo, a quien va destinado. 6A quien Dios se da a Sí Mismo, Dios se ha dado. 7Tus insignificantes ofrendas desaparecerán del altar donde Él ha depositado la Suya Propia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario