DESPERTAR AL AMOR

sábado, 3 de junio de 2017

3 JUNIO: Me cuento entre los ministros de Dios.

AUDIOLIBRO 


 

EJERCICIOS



LECCION 154

Me cuento entre los ministros de Dios.


1. No seamos hoy ni arrogantes ni falsamente humildes. 2Ya hemos superado tales necedades. 3No podemos juzgarnos a no­sotros mismos, ni hace falta que lo hagamos. 4Eso no es sino apla­zar la decisión y posponer entregarnos de lleno al ejercicio de nuestra función. 5Nuestro papel no es juzgar nuestra valía, ni tampoco podríamos saber cuál es el mejor papel para nosotros o qué es lo que podemos hacer dentro de un plan más amplio que no podemos captar en su totalidad. 6Nuestro papel se nos asigna en el Cielo, no en el infierno. 7Y lo que pensamos que es debili­dad puede ser fortaleza, y lo que creemos que es nuestra forta­leza a menudo es arrogancia.

2. Sea cual sea el papel que se te haya asignado, fue seleccionado por la Voz que habla por Dios, Cuya función es asimismo hablar por ti. 2El Espíritu Santo escoge y acepta tu papel por ti, toda vez que ve tus puntos fuertes exactamente como son, y es igualmente consciente de dónde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito, a quién pueden ayudar y cuándo. 3Él no actúa sin tu consentimiento. 4Pero no se deja engañar con respecto a lo que eres, y escucha solamente Su Voz en ti.

3. Mediante esta capacidad Suya de oír una sola Voz, la Cual es la Suya Propia, es como tú por fin cobras conciencia de que en ti solo hay una Voz. 2Y esa sola Voz te asigna tu función, te la comu­nica, y te proporciona las fuerzas necesarias para poder entender lo que es, para poder llevar a cabo lo que requiere, así como para poder triunfar en todo lo que hagas que tenga que ver con ella. 3Dios se une a Su Hijo en esto, y Su Hijo se convierte de este modo en el mensajero de la unidad junto con Él.

4. Esta unión de Padre e Hijo, a través de la Voz que habla por Dios, es lo que hace que la salvación sea algo aparte del mundo. 2Ésta es la Voz que habla de leyes que el mundo no obedece, y la que promete salvarnos de todo pecado y abolir la culpabilidad de la mente que Dios creó libre de pecado. 3Ahora esta mente vuelve a cobrar conciencia de Aquel que la creó y de su eterna unión consigo misma. 4Y así, su Ser es la única realidad en la que su voluntad y la de Dios están unidas.

5. El mensajero no escribe el mensaje que transmite. 2Tampoco cuestiona el derecho del que lo escribe, ni pregunta por qué razón ha escogido aquellos que han de recibir el mensaje del que él es portador. 3Sólo necesita aceptarlo, llevárselo a quienes va destinado y cumplir con su cometido de entregarlo. 4Si trata de determinar cuáles deben ser los mensajes, cuál es su propósito o adónde se deben llevar, no estará desempeñando debidamente su papel de portador de la Palabra.

6. Hay una diferencia fundamental en el papel que desempeñan los mensajeros del Cielo que los distingue de los mensajeros del mundo. 2Los mensajes que transmiten van dirigidos en primer lugar a ellos mismos. 3Y es únicamente en la medida en que los pueden aceptar para sí que se vuelven capaces de llevarlos aún más lejos, y de transmitirlos allí donde se dispuso que fueran recibidos. 4Al igual que los mensajeros del mundo, ellos no escri­bieron los mensajes de los que son portadores, pero se convier­ten, en rigor, en los primeros que los reciben, a fin de prepararse para dar.

7. Un mensajero terrenal cumple su misión transmitiendo todos los mensajes de que es portador. 2Los mensajeros de Dios desem­peñan su papel aceptando Sus mensajes como si fuesen para ellos mismos, y demuestran que han entendido los mensajes al trans­mitírselos a otros. 3No eligen ningún papel que no les haya sido asignado por Su autoridad. 4Y de esta forma, se benefician con cada mensaje que transmiten.

8. ¿Queréis recibir los mensajes de Dios? 2Pues así es como os convertís en Sus mensajeros. 3Sois nombrados ahora. 4Sin embargo, os demoráis en transmitir los mensajes que habéis reci­bido. 5Y de esta forma, no os dais cuenta de que son para vosotros, y así, no los reconocéis. 6Nadie puede recibir, y comprender qué ha recibido, hasta que no dé. 7Pues sólo al dar puede aceptar que ha recibido.

9. Vosotros que sois ahora los mensajeros de Dios, recibid Sus mensajes. 2Pues eso es parte de la función que se os asignó. 3Dios no ha dejado de ofreceros lo que necesitáis, ni ello ha dejado de aceptarse. 4No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha señalado que todavía tiene que llevarse a cabo. 5Aquel que reci­bió los mensajes de Dios por vosotros quisiera que vosotros tam­bién los recibierais. 6Pues de esta manera os identificáis con Él y reivindicáis lo que es vuestro.

10.   Esta unión es lo que nos proponemos reconocer hoy. 2No trata­remos de mantener nuestras mentes separadas de Aquel que habla por nosotros, pues es nuestra propia voz la que oímos cuando le prestamos atención a Él. 3Únicamente Él puede hablar­nos a nosotros y hablar por nosotros, uniendo en una sola Voz el recibir y el dar de la Palabra de Dios; el dar y el recibir de Su Voluntad.

11. Nuestra práctica de hoy consiste en darle a Él lo que es Su Voluntad tener, de manera que podamos reconocer los dones que nos hace. 2Él necesita nuestra voz para poder hablar a través de nosotros. 3Necesita nuestras manos para que acepten Sus mensa­jes y se los lleven a quienes Él nos indique. 4Necesita nuestros pies para que éstos nos conduzcan allí donde Su Voluntad dis­pone que vayamos, de forma que aquellos que esperan acongoja­dos puedan por fin liberarse. 5Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya, para que podamos ser los verdaderos receptores de los dones que Él otorga.

12. Aprendamos sólo esta lección el día de hoy: que no reconoce­remos lo que hemos recibido hasta que no lo demos. 2Has oído esto cientos de veces y de cien maneras diferentes, y, sin embargo, todavía no lo crees. 3Mas ten por seguro esto: hasta que no lo creas, recibirás miles y miles de milagros, pero no sabrás que Dios Mismo no se ha quedado con ningún regalo que tú ya no poseas, ni le ha negado a Su Hijo la más mínima bendición. 4¿Qué significado puede tener esto para ti a no ser que te hayas identificado con el Hijo y con lo que es suyo?

13. Nuestra lección de hoy reza así:

2Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cua­les puedo llegar a reconocer que soy libre.

14. El mundo retrocederá a medida que iluminemos nuestras men­tes y reconozcamos la veracidad de estas santas palabras. 2Pues constituyen el mensaje que hoy nos envía nuestro Creador. 3Ahora demostraremos cómo han cambiado lo que pensábamos de noso­tros mismos y de lo que nuestra función era. 4Pues al demostrar que no aceptamos ninguna voluntad que no sea la que comparti­mos, los numerosos dones que nuestro Creador nos otorga apare­cerán de inmediato ante nuestra vista y llegarán a nuestras manos, y así reconoceremos lo que hemos recibido.




TEXTO

IV. Tu papel en la Expiación

 

1. Cuando aceptas la inocencia de un hermano ves la Expiación en él. 2Pues al proclamarla en él haces que sea tuya y ves lo que buscabas. 3Mas no verás el símbolo de la inocencia de tu hermano refulgiendo en él mientras todavía creas que no se encuentra en él. 4Su inocencia es tu Expiación. 5Concédesela, y te darás cuenta de la verdad de lo que has reconocido. 6No obstante, para que la verdad pueda ser recibida, tiene primero que ofrecerse, del mismo modo en que Dios se la dio primero a Su Hijo. 7El primero en el tiempo no significa nada, pero el Primero en la eternidad es Dios el Padre, Quien es a la vez Primero y Uno. 8Más allá del Primero no hay ningún otro, pues no hay ninguna secuencia, ni segundo ni tercero, ni nada excepto el Primero.

2. Tú que perteneces a la Primera Causa, que fuiste creado por Él a Su Semejanza y como parte de Él, eres mucho más que simple­mente inocente. 2El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la mente pertur­bada que pensó que sí estaba ahí. 3Ese estado, y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar, con Dios a tu lado. 4Pues hasta que no lo alcances, seguirás creyendo que estás separado de Él. 5Tal vez sientas Su Presencia a tu lado, pero no podrás saber que eres uno con Él. 6Esto no se puede enseñar. 7El aprendizaje se ocupa única­mente de la condición en la que ello ocurre por su cuenta.

3. Cuando hayas permitido que todo lo que empaña a la verdad en tu santísima mente sea des-hecho y, consecuentemente, te alces en gracia ante tu Padre, Él se dará a Sí Mismo a ti como siempre lo ha hecho. 2Darse a Sí Mismo es lo único que Él sabe, y así, todo conocimiento consiste en eso. 3Pues lo que Él desconoce no existe, y, por consiguiente, no se puede dar. 4No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. 5Pide, más bien, cómo aprender a per­donar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. 6La Expiación se vuelve real y visible para los que la ponen en práctica. 7Esa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. 8Hasta que no lo aprendas te sentirás culpable, 9pues en última instancia y sea cual fuere la forma en que tu culpabilidad se manifieste, ésta procede de no llevar a cabo tu función en la Mente de Dios con toda tu mente. 10¿Cómo ibas a poder escapar de esa culpabilidad si dejas de cumplir tu función aquí?

4. No tienes que comprender lo que es la creación para hacerlo que tienes que hacer antes de que ese conocimiento cobre sentido para ti. 2Dios no rompe barreras, pues no las creó. 3Cuando las abandonas, desaparecen. 4Dios no puede fracasar, pues jamás ha fracasado en nada. 5Decide que Dios está en lo cierto con respecto a ti, y que eres tú el que está equivocado. 6Él te creó de Sí Mismo, si bien, dentro de Sí Mismo. 7Él sabe lo que eres. 8Recuerda que no hay alternativa a Él. 9No puede haber nadie, por lo tanto, que no goce de Su Santidad, ni nadie que no merezca Su perfecto Amor. 10No dejes de llevar a cabo tu función de amar en un lugar falto de amor que fue engendrado de las tinieblas y el engaño, pues así es como se deshacen las tinieblas y el engaño. 11No te falles a ti mismo, antes bien, ofrécele a Dios y a ti mismo Su irreprochable Hijo. 12A cambio de este pequeño regalo de aprecio por Su Amor, Dios Mismo intercambiará tu regalo por el Suyo.

5. Antes de tomar cualquier decisión por tu cuenta, recuerda que ya has decidido ir en contra de tu función en el Cielo, y luego reflexiona detenidamente acerca de si quieres tomar decisiones aquí. 2Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes. 3¿Cómo ibas a poder, entonces, decidir qué es lo que debes hacer? 4Deja todas las decisiones en manos de Uno que habla por Dios y a favor de tu función tal como Él la conoce. 5De este modo, Él te enseñará a eliminar la tremenda carga que te has echado encima al no amar al Hijo de Dios y al tratar de enseñarle culpabilidad en vez de amor. 6Abandona ese frenético y demente afán que te priva del gozo de vivir con tu Dios y Padre, y de despertar felizmente a Su Amor y a Su Santidad, las cuales, conjuntamente, constituyen lo que es verdad en ti y hacen que seas uno con Él.

6. Una vez que has aprendido a decidir con Dios, tomar decisio­nes se vuelve algo tan fácil y natural como respirar. 2No requiere ningún esfuerzo, y se te conducirá tan tiernamente como si te es tuviesen llevando en brazos por un plácido sendero en un día de verano. 3Decidir parece ser algo difícil debido únicamente a tu propia volición. 4El Espíritu Santo no se demorará en contestar cada pregunta que le hagas con respecto lo que debes hacer. 5Él lo sabe. 6El te lo dirá y luego lo hará por ti, 7Y tú, que estás can­sado, verás que ello es más reparador que dormir, 8pues puedes llevar tu culpabilidad a tus sueños, pero no ahí.

7. A menos que seas inocente no puedes conocer a Dios, cuya Voluntad es que lo conozcas. 2Por lo tanto, tienes que ser inocente. 3Mas si no aceptas las condiciones necesarias para saberlo, es que has negado a Dios y no lo reconoces, si bien, te rodea por todas partes. 4A Dios no se le puede conocer sin Su Hijo, cuya inocencia es la condición en la que se le puede conocer. 5Aceptar que Su Hijo es culpable es una negación del Padre tan absoluta que impide que el conocimiento pueda ser reconocido por la misma mente en la que Dios Mismo lo depositó. 6¡Si tan sólo escuchases y te dieses cuenta de cuán absolutamente imposible es esto! 7No dotes a Dios de atributos que tú comprendes. 8Tú no lo creaste, y cualquier cosa que comprendas no forma parte de Él.

8. Tu tarea no es construir la realidad. 2La realidad está aquí sin que tú la hayas tenido que construir, pero no sin ti. 3Tú que has tratado de renunciar a ti mismo y que tan poco has valorado Dios, escúchame hablar en favor de ti y de É: 4No puedes com­prender cuánto te ama tu Padre, pues en tu experiencia mundana no hay paralelo que te pueda ayudar a comprenderlo. 5En la tie­rra no hay nada comparable, ni nada que jamás hayas sentido aparte de Él se parece en lo más mínimo a Su Amor. 6Tú no pue­des ni siquiera dar una bendición con perfecta dulzura. 7¿No te gustaría conocer a Uno que da para siempre, y que lo único que sabe es dar?        

9. Los Hijos del Cielo viven en la luz de la bendición de su Padre, pues saben que están libres de pecado. 2La Expiación fue estable­cida como un medio de restaurar la inocencia en las mentes que la habían negado, y que, por lo tanto, se habían negado el Cielo sí mismas. 3La Expiación te muestra la verdadera condición del Hijo de Dios. 4No te enseña lo que eres, o lo que tu Padre es5El Espí­ritu Santo, que lo recuerda por ti, te enseña sencillamente a elimi­nar los obstáculos que se interponen entre ti y lo que sabes. 6Su memoria es tuya. 7Si recuerdas lo que has fabricado estarás recordando lo que no es nada. 8El recuerdo de la realidad se encuentra en Él, y, por lo tanto, en ti.

10. Los culpables y los inocentes son totalmente incapaces de entenderse entre sí. 2Cada uno percibe al otro diferente de como se percibe sí mismo, lo cual impide que pueda haber comunica­ción entre ellos, pues cada uno ve al otro de modo distinto de como se ve a sí mismo. 3Dios sólo se puede comunicar con el Espíritu Santo en tu mente porque sólo Él comparte el conoci­miento de lo que tú eres con Dios. 4sólo el Espíritu Santo puede contestarle a Dios por ti porque sólo Él sabe lo que es Dios. 5Todo lo demás que has puesto dentro de tu mente no existe, pues, lo que no está en comunicación con la Mente de Dios jamás ha exis­tido. 6La  comunicación con Dios es vida. 7Sin ella nada puede existir en absoluto.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Ser ministro de Dios en este mundo, ofrecerle a Él nuestra Voz, manos y pies. Por medio de esto nos unimos a Su Voluntad y con todos los regalos contenidos en Su Voluntad.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Por lo menos cinco minutos; lo ideal es treinta minutos o más.
Repite: “Me cuento entre los ministros de Dios, y me siento agradecido de disponer de los medios a través de los cuales puedo llegar a reconocer que soy libre”. “Los medios” se refiere a dar los mensajes de Dios a tus hermanos. Pasa el periodo de práctica dejando que la verdad de estas palabras se adentre en tu mente. Deja que el mundo se pierda de vista mientras concentras toda tu atención en estas palabras. Déjalas que iluminen tu mente, déjalas que cambien tu mente. Haz esto en cualquier modo que te sirva.
El propósito de este periodo de práctica es prepararte para usar esos “medios” (salir y atender a tus hermanos). A diferencia de otras lecciones, el punto principal de esta lección está en lo que harás después de la sesión de práctica. Durante el día, demuestra que has entendido las palabras que has practicado al ofrecerle a Dios tu voz, para que Él pueda hablar palabras de amor a tus hermanos a través de ti. Ofrécele a Él tus manos, para que Él pueda usarlas para entregar mensajes de amor a tus hermanos. Ofrécele a Él tus pies, para que Él pueda dirigirlos allí donde alguien esté necesitado.
Al hacer esto, estás uniendo tu voluntad a la Voluntad de Dios. Y cuando Su Voluntad sea la tuya, todos los regalos contenidos en Su Voluntad serán tuyos también. Al ser Su instrumento ganarás Sus tesoros.

Recordatorios cada hora: Uno o dos minutos, a la hora en punto, (menos si las circunstancias no lo permiten).
Repite la idea y luego siéntate en quietud y silencio, y espera a Dios. Pregúntale cómo quiere que atiendas a tus hermanos en la hora que va a comenzar, y luego escucha atentamente la respuesta de Su Voz.

Comentario

Tal como la veo, esta lección me dice dos cosas importantes: 

  • Mi función en la tierra es ser un ministro (o mensajero) de Dios, y la forma concreta que esa función tiene ya está determinada, no por mí, sino por el Espíritu Santo.
  • Como mensajero, mi función es recibir los mensajes de Dios para mí mismo, y luego darlos como me dirija el Espíritu Santo. Al dar los mensajes, reconoceré y entenderé los mensajes que he recibido.

El Espíritu Santo me conoce hasta lo más profundo. Él conoce mis puntos fuertes y débiles; Él conoce el “plan más amplio” (1:5) que yo no conozco; Él sabe cómo utilizar mejor mis puntos fuertes, “dónde se puede hacer mejor uso de ellos, con qué propósito, a quién pueden ayudar y cuándo” (2:2). Por lo tanto, es poco sensato intentar valorarme a mí mismo o dirigir cómo debo cumplir mi función en este mundo, y es mucho más acertado ponerme en Sus manos. Por esto, “no elijo ningún papel que no me haya sido asignado por Su autoridad” (7:3). Él elige mi función por mí, me dice cuál es, me da fuerza para llevarla a cabo y para tener éxito en todo lo que esté relacionado con ella (3:2).

Una parte importante del programa de entrenamiento del Libro de Ejercicios es aprender a escuchar Su Voz y aceptar Su autoridad. Aprender a escuchar Su Voz no es algo que viene sin esfuerzo. Ciertamente, se precisa esfuerzo y un gran deseo de aprender (T.5.II.3:9-10). Al principio puedo sentir que no sé como escuchar Su Voz, pero por eso es precisamente por lo que necesito esta práctica. Cuando empiezo, no sé cómo distinguir la Voz del Espíritu Santo de la voz de mi propio ego; necesito entrenamiento para distinguirlas, y se aprende equivocándose. Pero si sigo las instrucciones de este libro, aprenderé.

El segundo punto es realmente animarme a aceptar la función que Dios me ha dado, que es ser Su mensajero:

Él necesita nuestra voz para poder hablar a través de nosotros. Necesita nuestras manos para que acepten Sus mensajes y se los lleven a quienes Él nos indique. Necesita nuestros pies para que éstos nos conduzcan allí donde Su Voluntad dispone que vayamos, de forma que aquellos que esperan acongojados puedan por fin liberarse. Y necesita que nuestra voluntad se una a la Suya, para que podamos ser los verdaderos receptores de los dones que Él otorga. (11:2-5)

Está claro que Él me dirige concretamente, eligiendo dónde voy físicamente, a quién hablo, y lo que digo. Sin embargo, lo importante es que yo acepte esta función general de “mensajero” para mi vida; si la acepto, los detalles vendrán.

Hay un proceso de tres pasos claramente definidos en esta lección: 1) recibir, 2) dar, y 3) reconocer.


  • Primero, yo recibo el mensaje para mí mismo, lo acepto, y lo aplico a mi propia vida. Acepto la Expiación para mí mismo, viendo que la apariencia de culpa dentro de mí es una ilusión, y reconociendo la inocencia que oculta. Acepto con Dios mi aceptación. Abandono mis ideas falsas y de culpa acerca de mí mismo.
  • Segundo, doy el mensaje a todos los que el Espíritu Santo me envía. Esto puede ser con palabras, con acciones, o simplemente con la actitud de compasión y aceptación que muestro a aquellos con los que me encuentro. Doy el mensaje que he recibido. Les muestro la misericordia que Dios me ha demostrado. Veo en ellos lo que he empezado a ver en mí mismo.
  • Tercero, como resultado de dar, reconozco la realidad de lo que he recibido. “Nadie puede recibir, y comprender qué ha recibido, hasta que no dé” (8:6). Dar el mensaje lo fortalece y le da validez en mi propia mente. “No reconoceremos lo que hemos recibido hasta que no lo demos” (12:1).

El segundo paso es una parte fundamental de todo el proceso. Sin dar el mensaje, el proceso no puede completarse; mi propio reconocimiento de la salvación no puede completarse. No es suficiente recibir los mensajes de Dios. “No obstante, hay otra parte de la tarea que se os ha señalado que todavía tiene que llevarse a cabo” (9:4). Los mensajes deben darse, compartirse, para ser recibidos completamente. Debo aceptar mi función como mensajero de Dios si quiero entender lo que he recibido.

Date cuenta de que las instrucciones para la práctica están adaptadas de la Lección 153, donde se nos dijo: “Hoy practicamos siguiendo un formato que vamos a utilizar por algún tiempo” (L.153.15:1). Estas instrucciones seguirán hasta que se den nuevas en la Lección 171 (Quinto Repaso), y se aplicarán a las Lecciones 181-200 también.





TEXTO

IV. Tu papel en la Expiación

 

1. Cuando aceptas la inocencia de un hermano ves la Expiación en él. 2Pues al proclamarla en él haces que sea tuya y ves lo que buscabas. 3Mas no verás el símbolo de la inocencia de tu hermano refulgiendo en él mientras todavía creas que no se encuentra en él. 4Su inocencia es tu Expiación. 5Concédesela, y te darás cuenta de la verdad de lo que has reconocido. 6No obstante, para que la verdad pueda ser recibida, tiene primero que ofrecerse, del mismo modo en que Dios se la dio primero a Su Hijo. 7El primero en el tiempo no significa nada, pero el Primero en la eternidad es Dios el Padre, Quien es a la vez Primero y Uno. 8Más allá del Primero no hay ningún otro, pues no hay ninguna secuencia, ni segundo ni tercero, ni nada excepto el Primero.

2. Tú que perteneces a la Primera Causa, que fuiste creado por Él a Su Semejanza y como parte de Él, eres mucho más que simple­mente inocente. 2El estado de inocencia es sólo la condición en la que lo que nunca estuvo ahí ha sido eliminado de la mente pertur­bada que pensó que sí estaba ahí. 3Ese estado, y sólo ese estado, es lo que tienes que alcanzar, con Dios a tu lado. 4Pues hasta que no lo alcances, seguirás creyendo que estás separado de Él. 5Tal vez sientas Su Presencia a tu lado, pero no podrás saber que eres uno con Él. 6Esto no se puede enseñar. 7El aprendizaje se ocupa única­mente de la condición en la que ello ocurre por su cuenta.

3. Cuando hayas permitido que todo lo que empaña a la verdad en tu santísima mente sea des-hecho y, consecuentemente, te alces en gracia ante tu Padre, Él se dará a Sí Mismo a ti como siempre lo ha hecho. 2Darse a Sí Mismo es lo único que Él sabe, y así, todo conocimiento consiste en eso. 3Pues lo que Él desconoce no existe, y, por consiguiente, no se puede dar. 4No pidas ser perdonado, pues eso ya se te concedió. 5Pide, más bien, cómo aprender a per­donar y a restituir en tu mente inmisericorde lo que siempre ha sido. 6La Expiación se vuelve real y visible para los que la ponen en práctica. 7Esa es tu única función en la tierra, y debes aprender que eso es lo único que te interesa aprender. 8Hasta que no lo aprendas te sentirás culpable, 9pues en última instancia y sea cual fuere la forma en que tu culpabilidad se manifieste, ésta procede de no llevar a cabo tu función en la Mente de Dios con toda tu mente. 10¿Cómo ibas a poder escapar de esa culpabilidad si dejas de cumplir tu función aquí?

4. No tienes que comprender lo que es la creación para hacerlo que tienes que hacer antes de que ese conocimiento cobre sentido para ti. 2Dios no rompe barreras, pues no las creó. 3Cuando las abandonas, desaparecen. 4Dios no puede fracasar, pues jamás ha fracasado en nada. 5Decide que Dios está en lo cierto con respecto a ti, y que eres tú el que está equivocado. 6Él te creó de Sí Mismo, si bien, dentro de Sí Mismo. 7Él sabe lo que eres. 8Recuerda que no hay alternativa a Él. 9No puede haber nadie, por lo tanto, que no goce de Su Santidad, ni nadie que no merezca Su perfecto Amor. 10No dejes de llevar a cabo tu función de amar en un lugar falto de amor que fue engendrado de las tinieblas y el engaño, pues así es como se deshacen las tinieblas y el engaño. 11No te falles a ti mismo, antes bien, ofrécele a Dios y a ti mismo Su irreprochable Hijo. 12A cambio de este pequeño regalo de aprecio por Su Amor, Dios Mismo intercambiará tu regalo por el Suyo.

5. Antes de tomar cualquier decisión por tu cuenta, recuerda que ya has decidido ir en contra de tu función en el Cielo, y luego reflexiona detenidamente acerca de si quieres tomar decisiones aquí. 2Tu única función aquí es decidir en contra de decidir qué es lo que quieres, reconociendo que no lo sabes. 3¿Cómo ibas a poder, entonces, decidir qué es lo que debes hacer? 4Deja todas las decisiones en manos de Uno que habla por Dios y a favor de tu función tal como Él la conoce. 5De este modo, Él te enseñará a eliminar la tremenda carga que te has echado encima al no amar al Hijo de Dios y al tratar de enseñarle culpabilidad en vez de amor. 6Abandona ese frenético y demente afán que te priva del gozo de vivir con tu Dios y Padre, y de despertar felizmente a Su Amor y a Su Santidad, las cuales, conjuntamente, constituyen lo que es verdad en ti y hacen que seas uno con Él.

6. Una vez que has aprendido a decidir con Dios, tomar decisio­nes se vuelve algo tan fácil y natural como respirar. 2No requiere ningún esfuerzo, y se te conducirá tan tiernamente como si te es tuviesen llevando en brazos por un plácido sendero en un día de verano. 3Decidir parece ser algo difícil debido únicamente a tu propia volición. 4El Espíritu Santo no se demorará en contestar cada pregunta que le hagas con respecto lo que debes hacer. 5Él lo sabe. 6El te lo dirá y luego lo hará por ti, 7Y tú, que estás can­sado, verás que ello es más reparador que dormir, 8pues puedes llevar tu culpabilidad a tus sueños, pero no ahí.

7. A menos que seas inocente no puedes conocer a Dios, cuya Voluntad es que lo conozcas. 2Por lo tanto, tienes que ser inocente. 3Mas si no aceptas las condiciones necesarias para saberlo, es que has negado a Dios y no lo reconoces, si bien, te rodea por todas partes. 4A Dios no se le puede conocer sin Su Hijo, cuya inocencia es la condición en la que se le puede conocer. 5Aceptar que Su Hijo es culpable es una negación del Padre tan absoluta que impide que el conocimiento pueda ser reconocido por la misma mente en la que Dios Mismo lo depositó. 6¡Si tan sólo escuchases y te dieses cuenta de cuán absolutamente imposible es esto! 7No dotes a Dios de atributos que tú comprendes. 8Tú no lo creaste, y cualquier cosa que comprendas no forma parte de Él.

8. Tu tarea no es construir la realidad. 2La realidad está aquí sin que tú la hayas tenido que construir, pero no sin ti. 3Tú que has tratado de renunciar a ti mismo y que tan poco has valorado Dios, escúchame hablar en favor de ti y de É: 4No puedes com­prender cuánto te ama tu Padre, pues en tu experiencia mundana no hay paralelo que te pueda ayudar a comprenderlo. 5En la tie­rra no hay nada comparable, ni nada que jamás hayas sentido aparte de Él se parece en lo más mínimo a Su Amor. 6Tú no pue­des ni siquiera dar una bendición con perfecta dulzura. 7¿No te gustaría conocer a Uno que da para siempre, y que lo único que sabe es dar?        

9. Los Hijos del Cielo viven en la luz de la bendición de su Padre, pues saben que están libres de pecado. 2La Expiación fue estable­cida como un medio de restaurar la inocencia en las mentes que la habían negado, y que, por lo tanto, se habían negado el Cielo sí mismas. 3La Expiación te muestra la verdadera condición del Hijo de Dios. 4No te enseña lo que eres, o lo que tu Padre es5El Espí­ritu Santo, que lo recuerda por ti, te enseña sencillamente a elimi­nar los obstáculos que se interponen entre ti y lo que sabes. 6Su memoria es tuya. 7Si recuerdas lo que has fabricado estarás recordando lo que no es nada. 8El recuerdo de la realidad se encuentra en Él, y, por lo tanto, en ti.

10. Los culpables y los inocentes son totalmente incapaces de entenderse entre sí. 2Cada uno percibe al otro diferente de como se percibe sí mismo, lo cual impide que pueda haber comunica­ción entre ellos, pues cada uno ve al otro de modo distinto de como se ve a sí mismo. 3Dios sólo se puede comunicar con el Espíritu Santo en tu mente porque sólo Él comparte el conoci­miento de lo que tú eres con Dios. 4sólo el Espíritu Santo puede contestarle a Dios por ti porque sólo Él sabe lo que es Dios. 5Todo lo demás que has puesto dentro de tu mente no existe, pues, lo que no está en comunicación con la Mente de Dios jamás ha exis­tido. 6La  comunicación con Dios es vida. 7Sin ella nada puede existir en absoluto.






No hay comentarios:

Publicar un comentario