DESPERTAR AL AMOR

domingo, 10 de septiembre de 2017

10 SEPTIEMBRE: Mi Ser es amo y señor del universo.

AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 253


Mi Ser es amo y señor del universo.

1. Es imposible que me pase algo sin yo mismo haberlo pedido. 2Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino. 3Lo que sucede es lo que deseo. 4Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. 5Tengo que aceptar esto. 6Pues de esta manera se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones -las criaturas de mi volun­tad- , las cuales moran en el Cielo junto con mi santo Ser y con Aquel que me creó.


2. Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo. 2Mi Ser, que es señor y amo del universo, no es sino la perfecta unión de Tu Voluntad con la mía, la cual no puede sino asentir gustosamente a la Tuya, de modo que pueda extenderse hasta Sí Misma. 


Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

La lección de hoy es quizá la más “escandalosa” a los ojos del ego. Hay una extraña contradicción acerca del ego. Queriendo ser el amo del universo, ve la afirmación de esa función como la mayor blasfemia. Afirmar que mi Ser es amo y señor del universo le corta las alas al ego y destruye todo sobre lo que se apoya. La idea de la proyección, de encontrar culpa en lo que está equivocado fuera de mí, acaba.

No me sucede nada que yo no haya pedido (1:1). Es “imposible”. Eso parece una verdad muy fuerte. Por si intentamos suavizarla, la lección inmediatamente añade: “Aun en este mundo, soy yo el que rige mi destino” (1:2). Nuestro miedo a esta verdad es que parece hacernos terriblemente culpables. El Curso siempre nos pide que aceptemos un cien por cien de responsabilidad con un cero por cien de culpa.

Lo que sucede es lo que deseo. Lo que no ocurre es lo que no deseo que suceda. (1:3-4)

No hay modo de escapar a la comprensión de lo que el Curso está diciendo aquí. El ego nos dice que nos hace culpables. En realidad, nos da completo poder sobre nuestra vida. Piensa en cuál es la alternativa a estas afirmaciones: “Las cosas me suceden sin que importe lo que yo quiera. No tengo control sobre lo que no sucede”. Este sistema de creencias, que todos tenemos, nos deja indefensos, víctimas sin esperanzas de cosas que no están bajo nuestro control. Es el sistema de creencias de la culpa, el intento de evitar la realidad de nuestro Ser, que todo lo puede. Es la voz del ego intentando echar la culpa a todo lo demás, a cualquier cosa excepto a nuestra propia mente.

“Mi Ser es amo y señor del universo”. En esto está mi libertad. “Tengo que aceptar esto” (1:5). Date cuenta de que esto no habla de mi “ser individual”, la ilusión de nosotros mismos que todos nos hemos inventado. Habla del Ser, con “S” mayúscula, el Ser que compartimos con toda la creación. De lo que hablamos es de nuestra Mente colectiva, la Mente de todos nosotros. Es responsabilidad individual de cada uno de nosotros elegir de manera diferente, darle la vuelta a la tendencia de la Mente de la Filiación (todos los Hijos de Dios). Desde este punto de vista, no hay nada sino Yo, el único Hijo de Dios. Cada uno de nosotros es el todo, pues el todo está en cada parte.
Tenemos que aceptar la verdad de la lección de hoy, es el único modo de escapar del infierno. Todo lo que no esté de acuerdo con esto es la negación de nuestra divinidad, la afirmación de la separación. Únicamente al aceptar esto “se me conduce más allá de este mundo a mis creaciones” (1:6).

En la oración final, dirigida a Dios, decimos: “Tú eres el Ser a Quien Tú creaste como el Hijo, el cual crea como Tú y es uno Contigo” (2:1). Dios Mismo es nuestro Ser. Somos Su extensión, somos de Él, somos como Él, somos uno con Él. Mi verdadero Ser es mi voluntad en perfecta unión con la de Dios, totalmente de acuerdo con la propia extensión de Dios en mí y a través de mí (2:2). Si Dios es mi Ser, y Dios es amo y señor del universo, también lo soy yo.

¿Qué significa esto en la práctica? Significa que tengo que empezar a aceptar que soy responsable de lo que veo, que elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar, y que todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí (T.21.II.2:3-5). Significa que veo, en cada instante, que es elección mía elegir sufrir o ser feliz. Significa que empiezo a negar el poder de todas las cosas de afectarme. Significa que acepto mi papel de amo y señor de mi propia mente. Empiezo a reconocer el poder de lo que yo quiero, y que “lo que es tan poderoso como para construir todo un mundo puede también abandonarlo” (T.21.II.4:10).

¿Qué es el pecado? (Parte 3)

L.pII.4.2:1-4

Como ya hemos visto, “El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma” (2:1). El propósito del cuerpo, tal como lo ve el ego, es “luchar” (2:2). Estar en conflicto y competir con otros cuerpos, a menudo por otros cuerpos. El cuerpo lucha, se forja su existencia de este mundo con el sudor de su frente y con el ataque a otros cuerpos. Su ley es la ley de la selva: “Mata o te matarán” (M.17.7:11).

¿Significa esto que el cuerpo es algo odioso y malvado, algo que hay que despreciar y someter? No. El propósito del cuerpo de luchar puede cambiar (2:3). En manos del ego, el propósito es la lucha sin fin. La lucha es lo que mantiene al ego. Pero en manos del Espíritu Santo, nuestra lucha toma el propósito de la verdad, en lugar de las mentiras.

El Espíritu Santo puede usar todo lo que el ego ha inventado para deshacer los propósitos del ego. Él puede utilizar nuestras relaciones especiales, nuestras palabras y pensamientos, el mundo, nuestro cuerpo, todo para servir al propósito de la verdad. La clave está en cambiar de propósito, el propósito que el cuerpo y todo lo relacionado con él sirve. Una relación especial se vuelve santa cuando se cambia su propósito del pecado a la santidad, de intentar encontrar lo que creemos que nos falta a intentar recordar que ya lo tenemos todo.

En palabras de una antigua canción cristiana, podemos decir:

Toma mi vida y conságrala a Ti, Señor.
Tomas mis momentos y mis días,
que fluyan en continua alabanza.
Toma mis manos y que se muevan
a impulsos de Tu Amor.
Toma mis pies, y que se llenen
de mensajes Tuyos,
rápidos y hermosos por Ti.
Toma mis labios, y que se llenen
de mensajes Tuyos,
Toma mi voz, y que cante
Únicamente a mi Rey.


(Frances Ridley Havergill)


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