DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 13 de septiembre de 2017

13 SEPTIEMBRE: Dios es mi único objetivo hoy.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 256


Dios es mi único objetivo hoy.


1. La única manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. 2No hay otra manera. 3Si la mente no le hubiese concedido tanto valor al pecado, ¿qué necesidad habría habido de encontrar el camino que conduce a donde ya te encuentras? 4¿Quién tendría aún incertidumbre? 5¿Quién podría estar inseguro de lo que es? 6¿Y quién podría seguir durmiendo entre espesas nubes de duda con respecto a la santidad de aquel que Dios creó libre de pecado? 7Aquí sólo podemos soñar. 8Pero podemos soñar que hemos perdonado a aquel en quien todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy. 9Dios es nuestro objetivo, y el perdón, el medio por el que nuestras mentes por fin regresan a Él.

2. Y así es, Padre nuestro, como queremos llegar a ti por el camino que Tú has señalado. 2No tenemos otro objetivo que oír Tu Voz y hallar el camino que Tu sagrada Palabra nos ha señalado.



Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

El título de la lección habla de nuestro objetivo. Las dos primeras frases tratan de los medios para lograr el objetivo:

La única manera de llegar a Dios aquí es mediante el perdón. No hay otra manera. (1:1-2)
Hablamos de medios y objetivo. Justo el otro día leí la sección del Texto “La Correspondencia entre Medios y Fin” (T.20.VII), en la que se explicaba cómo, si aceptamos el objetivo, tenemos que aceptar los medios para llegar allí.

El medio es el perdón, y el Curso continuamente insiste en que el perdón no es difícil ni puede serlo, porque todo lo que pide es que reconozcamos que lo que no existe no ha ocurrido, y sólo la verdad es verdad. ¿Cómo puede ser difícil ser lo que ya eres? Si sentimos que el perdón es difícil, sólo puede haber una razón: no queremos el medio porque todavía no queremos el objetivo.

En otras palabras, cualquier dificultad no procede del perdón en sí mismo, sino de que yo no lo quiero. Me señala a lo que estoy eligiendo, me indica que siempre tengo exactamente lo que quiero. El perdón parece difícil porque quiero que parezca difícil, y quiero que el medio parezca difícil para poder proyectar mi falta de voluntad sobre el medio que Dios me ha dado, culpando a ese medio en lugar de reconocer que yo soy la causa del problema.

“No hay otra manera” (1:2). Si el problema es únicamente la idea de pecado, la única solución tiene que ser el perdón. “Si la mente no le hubiese concedido tanto valor al pecado, ¿qué necesidad habría habido de encontrar el camino que conduce a donde ya te encuentras?” (1:3). Estamos intentando encontrar nuestro camino a Dios y ¡ya estamos ahí! No habría necesidad de nada si no hubiésemos “dado tanta importancia” al pecado. Al escuchar los pensamientos de nuestro ego, queríamos encontrar un motivo para la separación, y el pecado junto con la culpa y el miedo proporcionaron el motivo. Todo lo inventamos, y tenemos que ser los que los abandonemos.

Si despertásemos, el sueño de pecado desaparecería. Pero tenemos demasiado miedo para despertar, y el sueño de pecado y de culpa aparentemente se alimenta a sí mismo. Parece que no hay escapatoria. “Aquí sólo podemos soñar” (1:7). Pero (y este es un gran “pero”) “podemos soñar que hemos perdonado a aquel en quien todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy” (1:8).

Así que paso mis días dándome cuenta del sueño de pecado y perdonándolo, una y otra vez, cada vez más, hasta que no quede nada que perdonar. En ese momento mi miedo a Dios habrá desaparecido, y despertaré.

Cuando hoy me dé cuenta de miedo o de culpa, o de pensamientos con juicios sobre los que me rodean, voy a mirarlos y reconocer que son insignificantes, que no significan nada. No voy a dejar que me molesten, y voy a saber que mi paz sigue sin ser alterada. Que entienda que nada de ello importa, y que todavía descanso en Dios. No son esos pensamientos lo que quiero, escuchar la Voz de Dios es mi único objetivo hoy.

¿Qué es el pecado? (Parte 6)

L.pII.4.3:3-4

Si el “pecado” es algo real, lo que supone es enorme. Y completamente imposible. ¿Qué es lo que parece demostrar la realidad del pecado? “El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intemporalidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte” (3:3). Si el Hijo que Dios creó ha pecado de verdad, entonces el Hijo de Dios debe ser malvado. ¿Es posible eso? Si el Hijo de Dios es malvado, entonces lo que fue creado eterno debe terminar, el eterno Hijo de Dios debe morir. La “justicia” lo pediría. ¿Es posible que algo eterno termine, que algo eterno muera? Por supuesto que no, esto es absurdo. No puede ser.

El pecado también demuestra que “Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrupción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre” (3:4). El pensamiento de que Dios pierda lo que ama, siempre me ha parecido imposible, la idea del infierno y de la condenación eterna no tienen ninguna explicación. Yo solía pensar: “Si voy al Cielo, y mi padre” (que no creía en Dios) “va al infierno, ¿cómo puedo ser eternamente feliz, sabiendo que mi padre está sufriendo en el infierno? Si no soy feliz, ¿cómo podría estar en el Cielo? Y si yo no soy feliz, ¿cómo puede serlo Dios?

Si el pecado es real, el Hijo que Dios creó para que lo completase sería malvado, y Dios sólo tendría la maldad para completarlo. Su Voluntad ha fallado completamente. La maldad gana. Nunca más puede haber paz.

Por lo tanto, el pecado no puede ser real. La culpa y el miedo siguen al pecado dentro de la irrealidad. Si no hay pecado, no hay culpa. Si no hay culpa, no hay miedo. ¿De qué otro modo podría existir la paz? “El pecado es demencia” (1:1). Si Dios es Dios, si Su Voluntad se hace, si la creación es eterna, el pecado no puede existir. Esto es lo que el perdón nos muestra:

Todo pecado sigue siendo imposible, y esto es lo que elegimos soñar hoy. Dios es nuestro objetivo, y el perdón, el medio por el que nuestras mentes por fin regresan a Él. (L.256.1:8-9)





TEXTO


I. El mensaje de la relación santa


1. Deja que la razón dé otro paso. 2Si atacas a quien Dios quiere sanar y odias a quien Él ama, entonces tú y tu Creador tenéis voluntades diferentes. 3Pero si tú eres Su Voluntad, entonces debes creer que tú no eres quien eres. 4Puedes ciertamente creer esto y, de hecho, lo crees. 5tienes fe en ello y encuentras muchas pruebas a su favor. 6¿Y de dónde procede, te preguntas, tu extraño desasosiego, tu sensación de estar desconectado y tu constante temor de que tú no signifiques nada? 7Es como si hubieses llegado hasta aquí a la deriva, sin ningún plan, excepto el de seguir vagando, pues sólo eso parece seguro.

2. Sin embargo, hemos oído una descripción muy similar ante­riormente, pero no se refería a ti. 2Aun así, crees ser esa extraña idea que con tanta precisión se describe ahí. 3La razón te diría que es imposible que el mundo que ves a través de ojos que no son los tuyos tenga sentido para ti. 4¿A quién le devolvería sus mensajes esta forma de ver? 5Ciertamente no a ti, cuya visión es totalmente independiente de los ojos que contemplan al mundo. 6Si ésa no es tu visión, ¿qué podría mostrarte? 7El cerebro no puede interpretar lo que tu visión ve. 8Esto tú lo puedes comprender. 9El cerebro interpreta para el cuerpo del que forma parte. 10Pero tú no puedes comprender lo que dice. 11Sin embargo, lo has escuchado. 12Y te has esforzado durante mucho tiempo por entender sus mensajes.

3. No te has dado cuenta de que es imposible que puedas enten­der lo que nunca puede llegar hasta ti. 2Jamás has recibido men­saje alguno que hubieses podido entender. 3Pues has estado prestándole oídos a algo que no puede comunicarse en absoluto. 4Examina, entonces, lo que ha sucedido. 5Al negar lo que eres, y al estar firmemente, convencido de que eres otra cosa, esa "otra cosa" que tú has creído ser se ha convertido en tus ojos. 6Sin embargo, debe ser esa "otra cosa" la que ve, y al no ser quien tú eres te explica lo que ve. 7Tu verdadera visión haría, por supuesto, que todo esto fuese innecesario. 8Pero si tus ojos están cerrados y le pides a esa cosa que te dirija y te explique el mundo que ve, no verás razón alguna para no escuchar lo que te dice ni para sospe­char que no es verdad. 9La razón te diría que es imposible que sea verdad porque tú no lo entiendes. 10Dios no tiene secretos. 11Él no te conduce por un mundo de sufrimiento, esperando hasta el final de la jornada para decirte por qué razón te hizo pasar por eso.

4. ¿Qué podría mantenerse oculto de la Voluntad de Dios? 2Sin embargo, tú crees tener secretos. 3¿Qué podrían ser esos secretos sino otra "voluntad" tuya propia, separada de la Suya? 4La razón te diría que esto no es un secreto que deba ocultarse como si se tratase de un pecado. 5Pero ciertamente es un error. 6No permitas que tu temor del pecado impida la corrección del error, pues la atracción que ejerce la culpabilidad es sólo miedo. 7He aquí la única emoción que has inventado, independientemente de lo que aparente ser. 8He aquí la emoción de los secretos, de los pensa­mientos privados y del cuerpo. 9He aquí la emoción que se opone al amor y que siempre conduce a la percepción de diferencias y a la pérdida de la igualdad. 10He aquí la única emoción que te man­tiene en  las tinieblas, dependiente de ese otro ser que tú crees haber inventado para que te guíe por el mundo que él fabricó para ti.

5. La visión se te concedió, junto con todo lo que puedes com­prender. 2No te resultará difícil comprender lo que esta visión te dice, pues todo el mundo ve sólo lo que cree ser. 3Y tú comprenderás lo que tu visión te muestre porque es la verdad. 4Única­mente tu visión puede comunicarte lo que puedes ver. 5Te llega directamente, sin necesidad de ninguna interpretación. 6Lo que necesita interpretación tiene que ser algo ajeno a ti. 7Y un intér­prete al que no entiendes nunca podrá hacer que ello sea inteligi­ble para ti.

6. De todos los mensajes que has recibido y que no has enten­dido, sólo este curso está al alcance de tu entendimiento y puede ser entendido. 2Éste es tu idioma. 3Aún no lo entiendes porque tu comunicación es todavía corno la de un bebé. 4No se puede dar credibilidad a los balbuceos de un bebé ni a lo que oye, ya que los sonidos tienen un significado diferente para él, según la ocasión. 5ni los sonidos que oye ni las cosas que ve son aún estables. 6Pero lo que oye y todavía no comprende será algún día su len­gua materna, a través de la cual se comunicará con los que le rodean y ellos con él. 7Y esos seres extraños y cambiantes que se mueven a su alrededor serán quienes lo consuelen, y él recono­cerá su hogar y los verá allí junto con él.

7. Así es como renace en cada relación santa la capacidad de comunicar en vez de la de separar. 2Mas una relación santa, que apenas acaba de renacer de una relación no santa, y que, sin embargo, es más antigua que la vieja ilusión que acaba de reem­plazar, es como un bebé que ahora renaciera. 3Pero con este bebé se te devuelve la visión, ya que te hablará en un idioma que podrás entender. 4Este bebé no se nutre de "aquello otro" que tú creías ser. 5No fue dado ahí, ni tampoco fue recibido por nada excepto por ti mismo. 6Pues no es posible que dos hermanos se puedan unir, excepto a través de Cristo, Cuya visión los ve como uno.

8Santo hermano mío, piensa en lo que se te ha dado. 2Este infante te explicará lo que no entiendes y te lo presentará de una manera muy clara. 3Pues su idioma no será una lengua extraña. 4Él no necesitará ningún intérprete para comunicarse contigo, pues fuiste tú quien le enseñó lo que sabe debido a que tú lo sabías. 5Él no habría podido acudir a nadie excepto a ti, nunca a "aquello otro". 6Donde Cristo ha entrado nadie está solo, pues Él nunca podría encontrar Su morada entre los que creen estar separados. 7Mas Él tiene que renacer en Su hogar de antaño -tan aparentemente nuevo, y, sin embargo, tan inmemorial como Él- como un pequeño recién llegado que depende de la santidad de tu relación para sobrevivir.

9. Ten por seguro que Dios no puso a Su Hijo en manos de quien no es digno de él. 2Solamente lo que es parte de Dios es digno de estar unido. 3Y es imposible que nada que no sea parte de Él pueda unirse. 4La comunicación tiene que haberse restablecido entre los que se unen, ya que nunca se habrían podido unir a través de sus cuerpos. 5¿Qué es lo que los ha unido, entonces? 6La razón te diría que tuvieron que haberse visto el uno al otro a través de una visión que no era del cuerpo y haberse comunicado en un lenguaje que el cuerpo no habla. 7No pudo tampoco haber sido una visión o sonido atemorizante lo que tan dulcemente los unió. 8Fue más bien que cada uno vio en el otro un perfecto refu­gio donde su Ser podía renacer a salvo y en paz. 9Así se lo dijo la razón y así lo creyó porque era la verdad.

10. He aquí la primera percepción directa que puedes construir. 2la construyes a través de una conciencia que es más antigua que la percepción, y que, sin embargo, renace en un instante. 3Pues ¿qué es el tiempo para lo que siempre ha sido como es? 4Observa lo que ese instante trajo consigo: el reconocimiento de que "aquello otro" que tú pensabas ser, era sólo una ilusión. 5Y la verdad brotó ins­tantáneamente, para mostrarte dónde se encuentra tu Ser. 6Al negar las ilusiones invitas a la verdad, pues al negarlas reconoces que el miedo no significa nada. 7En el santo hogar donde el miedo es impotente el amor entra dando las gracias, agradecido de ser uno con vosotros que os unisteis para dejarlo entrar.

11. Cristo acude a lo que es semejante a Él; a lo que es lo mismo, no a lo que es diferente. 2Pues siempre se siente atraído hacia Sí Mismo. 3¿Qué se asemeja más a Él que una relación santa? 4lo que hace que tú te sientas atraído hacia tu hermano, es lo que hace que Él se sienta atraído hacia ti. 5Ahí Su dulzura y Su benévola inocencia están a salvo del ataque. 6Y ahí Él puede regresar con confianza, pues la fe que depositas en otro es la fe que depo­sitas en Él. 7No cabe duda de que estás en lo cierto al considerar a tu hermano el hogar que Cristo ha elegido, pues al hacer eso ejerces tu voluntad junto con la de Cristo y la de Su Padre. 8Esto es lo que la Voluntad de tu Padre dispone para ti, y la tuya junto con la de Él. 9Y el que se siente atraído hacia Cristo se siente atraído hacia Dios tan irremediablemente como Cristo y Dios se sienten atraídos hacia toda relación santa: la morada que ha sido preparada para Ellos a medida que la tierra se convierte en el Cielo.





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