EJERCICIOS
Dios es mi refugio y seguridad.
Instrucciones para la práctica
Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.
Comentario
Si has leído la página anterior del Libro de Ejercicios acerca de ¿Qué es el Cuerpo?, te habrás dado cuenta de que el último párrafo de la sección dice: “Te identificarás con lo que pienses que te ha de dar seguridad” (L.pII.5.5:1). Este pensamiento vuelve a aparecer al comienzo de esta lección: “Me identificaré con lo que creo es mi refugio y mi seguridad” (1:1). Por ejemplo, si tenemos un hogar en el que nos sentimos a salvo y seguros, nos identificaremos con ese hogar. Lo que nos hace sentirnos a salvo se convierte en parte de nuestra identidad. Si la relación es lo bastante fuerte, se volverá realmente nuestra identidad en nuestra mente. Empezamos a ver nuestra “ciudadela” (1:2) de seguridad como una parte fundamental de nosotros mismos. “Me veré a mí mismo allí donde percibo mi fuerza” (1:2).
Esto es lo que hemos hecho con nuestro cuerpo. Equivocadamente vemos nuestro cuerpo como lo que nos mantiene a salvo (“a salvo del amor”, realmente, ver L.pII.5.1:1-3). El cuerpo se convierte en lo que protegemos de Dios, o del conflicto dentro de nuestra mente entre el amor y el miedo: tú “…llegas a la conclusión de que tú eres tu cuerpo, en un intento de escapar del conflicto que tú mismo habías provocado” (T.3.IV.6:3). Al ver el cuerpo como lo que me mantiene a salvo, me identifico con él y percibo a mi “ser” como existiendo dentro de él. También percibo a mi identidad como ego individual de la misma manera. Me protege de “perderme a mi mismo” en la unidad que alienta el amor. Por ello, apoyo mi sensación de “peligro” e incluso me meto en “ataques asesinos” (1:3) porque estas cosas parecen proteger mi individualidad de los avances de otros “seres”. La misma dinámica se refleja en el mundo, en personas e incluso naciones que atacan a otros violentamente, justificando que sólo están buscando proteger su propia paz. Está a la vista que esta postura se contradice a sí misma. ¿Cómo puedo “buscar seguridad en el peligro” o “tratar de hallar mi paz en ataques asesinos”? (1:3)
Nuestra verdadera seguridad está en Dios. “Vivo en Dios” y no en mi cuerpo ni en mi ego (1:4).
En Él encuentro mi refugio y mi fortaleza. En Él radica mi Identidad. (1:5-6)
Para saber que esto es verdad, tenemos que abandonar los pensamientos que nos identifican con nuestro cuerpo y con nuestro ego, y tenemos que empezar a renunciar al ataque como un modo de vida y de protección. El ataque no protege al Ser, protege al ego: el falso ser. El ataque protege al miedo, al caos y al conflicto. Por lo tanto, el único modo de encontrar de verdad la paz y de encontrar “Quien soy realmente” es poner fin a nuestra protección del falso ser, y recordar que nuestra verdadera paz eterna se encuentra únicamente en Dios (1:7-8).
L.pII.5.1:1-3
¿Qué es el cuerpo? ¿Quién, fuera del Curso, habría contestado como lo hace este párrafo? “El cuerpo es una cerca que el Hijo de Dios se imagina haber erigido para separar partes de su Ser de otras partes” (1:1). El cuerpo es una cerca. ¡Qué idea más extraña es ésta! (Es una idea que se amplia en “El Pequeño Jardín” (T.18.VIII)). Su propósito (la razón por la que el ego lo hizo) es mantener algo afuera, separar partes de mi Ser de otras partes. El cuerpo es un instrumento de división y separación, por eso lo hicimos. Es un instrumento diseñado para protegernos de la totalidad. Mi cuerpo me separa y me diferencia de los otros “seres” que caminan sobre este mundo dentro de otros cuerpos.
Pensamos que vivimos “dentro de esta cerca”, es decir, en el cuerpo. ¿Hay alguien que pueda negar que es así como se plantea la vida, la suposición fundamental detrás de cada una de sus acciones? Pensamos que vivimos en el cuerpo, y pensamos que cuando el cuerpo se deteriora y se desmorona, morimos (1:2). La muerte del cuerpo produce mucho miedo. Cuando nuestro amigo cuadraplégico, Allan Greene, todavía era nuestro vecino, con sólo una pierna y brazos atrofiados, con los dedos de la mano negros, consumidos y sin vida, a la mayoría de las personas les resultaba profundamente inquietante encontrarse con él (aunque de algún modo, en su presencia, muchos de nosotros superamos ese malestar debido a su consciencia de no ser aquel cuerpo). ¿Por qué generalmente sentimos ese malestar ante personas desfiguradas, mutiladas, o moribundas? Una razón es que saca nuestros propios y enterrados miedos al deterioro de nuestro propio cuerpo, y detrás de todo eso, el miedo a la muerte misma.
El Curso nos lleva a una nueva consciencia de un Ser que no vive en un cuerpo, un Ser que no muere cuando el cuerpo se deteriora y desmorona. Nos lleva a separarnos de nuestra identificación con este ser limitado y corporal, y a reforzar nuestra sensación de identidad con el Ser que no tiene cuerpo.
¿Por qué nuestro ego ha hecho el cuerpo como una cerca? ¿Qué mantiene la cerca fuera? Sorprendentemente, lo que mantiene afuera es al amor. “Pues cree estar a salvo del amor dentro de ella” (1:3). ¿Por qué queremos mantener al amor fuera? ¿Por qué creímos necesitar algo para mantenernos “a salvo” del amor? El Amor deja entrar a todas las partes de nuestro Ser que estamos intentando mantener fuera. El Amor destruye nuestra ilusión de separación. El Amor entiende que no somos esta cosa limitada que creemos ser, y que nuestros hermanos son parte de nosotros, se extiende continuamente, dando y recibiendo, como una fuerza magnética que atrae y junta de nuevo todas las partes separadas del Ser.
¿Has sentido alguna vez, en un momento de intenso amor por otra persona, una oleada de miedo? ¿Has sentido alguna vez como si estuvieses a punto de perderte a ti mismo si te entregabas a este amor? Ese sentimiento te da una pista del lamentable miedo que el ego le tiene al amor. El ego quiere que busques el amor (porque sabes que lo necesitas y lo quieres) para tenerte contento (y atrapado), pero quiere que no lo encuentres nunca. El Amor representa la pérdida de la identidad del ego. Para el ego, eso es la muerte. Y por eso se inventa el cuerpo para mantener al amor fuera, como un medio de conservar nuestra sensación de separación.
TEXTO
IV. La bifurcación del camino
3. Y así, tú y tu hermano os encontráis ahí en ese santo lugar, ante el velo de pecado que pende entre vosotros y la faz de Cristo. 2¡Dejad que sea descorrido! 3¡Descorredlo juntos! 4Pues es sólo un velo lo que se interpone entre vosotros. 5Por separado, cada uno de vosotros lo veréis como un sólido muro y no os daréis cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora os separa. 6Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a vosotros. 7Piensa en lo que os espera después: el amor de Cristo iluminará vuestros rostros e irradiará desde ellos a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. 8Y desde este santo lugar Él regresará con vosotros, sin irse de él y sin abandonaros. 9Os convertiréis en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.
4. ¡Pensad en la hermosura que veréis, vosotros que camináis a Su lado! 2¡Y pensad cuán bello os parecerá el otro! 3¡Cuán felices os sentiréis de estar juntos después de una jornada tan larga y solitaria en la que caminabais por separado! 4Las puertas del Cielo, francas ya para vosotros, las abriréis ahora para los que aún sufren. 5Y nadie que mire al Cristo en vosotros dejará de regocijarse. 6¡Qué bello es el panorama que visteis más allá del velo y que ahora llevaréis para iluminar los cansados ojos de aquellos que todavía están tan extenuados como una vez lo estuvisteis vosotros! 7¡Cuán agradecidos estarán de veros llegar y ofrecer el perdón de Cristo para desvanecer así la fe que ellos aún tienen en el pecado!
5. Cualquier error que cometas, el otro ya lo habrá corregido tiernamente por ti. 2Pues para él tu hermosura es su salvación, y la quiere proteger de cualquier daño. 3Y cada uno será para el otro su firme defensor contra todo lo que parezca surgir para separaros. 4Y así caminaréis por el mundo conmigo, pues tengo un mensaje que aún no se ha llevado a todos. 5Y vosotros estáis aquí para permitir que se reciba. 6La oferta de Dios todavía sigue en pie, pero aguarda aceptación. 7Se recibe de vosotros que la habéis aceptado. 8En vuestras manos unidas se deposita confiadamente, pues vosotros que la compartís os habéis convertido en sus devotos guardianes y protectores.
6. A todos aquellos que comparten el Amor de Dios se les concede la gracia de ser los dadores de lo que han recibido. 2Y así aprenden que es suyo para siempre. 3Todas las barreras desaparecen ante su llegada, de la misma manera en que cada obstáculo que antes parecía bloquear su camino quedó finalmente superado. 4Ese velo que tú y tu hermano descorréis juntos os abre el camino a la verdad y se lo abre también a otros. 5Los que permiten que se les libere de las ilusiones de sus mentes son los salvadores de este mundo, y caminan por él con su Redentor, llevando Su mensaje de esperanza, libertad y emancipación del sufrimiento a todo aquel que necesite un milagro para salvarse.
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