DESPERTAR AL AMOR

domingo, 17 de septiembre de 2017

17 SEPTIEMBRE: Que recuerde que Dios me creó.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 260


Que recuerde que Dios me creó.


1. Padre, yo no me creé a mí mismo, aunque en mi demencia creí que así había sido. 2No obstante, en cuanto que Pensamiento Tuyo, no he aban­donado mi Fuente y sigo siendo parte de Aquel que me creó. 3Tu Hijo, Padre mío, Te llama hoy. 4Que recuerde que Tú me creaste. 5Que recuerde mi Identidad. 6Y que deje que mi impecabilidad vuelva a alzarse ante la visión de Cristo, a través de la cual deseo hoy contemplar a mis hermanos y contemplarme a mí mismo.


2. Ahora recordamos nuestra Fuente; y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad. 2Sómos en verdad santos porque nuestra Fuente no conoce el pecado. 3Y nosotros que somos Sus Hijos, somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Desde el punto de vista del Curso hay una estrecha e irrompible relación entre reconocer nuestra verdadera Fuente (“Soy tal como Dios me creó) y conocer nuestra verdadera Identidad. Cuando reconocemos a Dios y sólo a Dios como nuestra Fuente, todas las dudas sobre nuestra identidad desaparecen, porque somos tal como Dios nos creó. “Ahora recordamos nuestra Fuente; y en Ella encontramos por fin nuestra verdadera Identidad” (2:1). Si nuestro objetivo es recordar Quién somos verdaderamente, el único modo de lograrlo es aceptar a Dios como nuestro Autor. Todas las falsas ideas acerca de nosotros mimos proceden de la idea de que de alguna manera nos hemos hecho a nosotros mismos, o al menos hemos jugado un importante papel en nuestra manera de ser.

En nuestra “locura”, pensamos que nos hemos hecho a nosotros mismos. Quizá reconocemos a regañadientes a Dios como el creador original y, sin embargo, todos creemos que desde entonces hemos sido el factor más importante en darle forma a nuestra vida y a nuestro destino. Eso es lo que creemos si creemos en el pecado. ¿Iba Dios a crear el pecado? Si Él no lo hizo, y el pecado existe, ¿quién lo hizo? Así que lo admitamos o no de manera consciente, creemos que nos hemos hecho a nosotros mismos, si creemos que no somos completamente inocentes y perfectos. Resumiendo, pensamos que “Dios nos creó, y nosotros la hemos fastidiado”.

Y sin embargo, el Curso diría que no hemos abandonado nuestra Fuente. Dios es todo lo que existe; y todo lo que existe, existe en Él. Seguimos siendo parte de Él. Por lo tanto, no podemos ser lo que pensamos que somos. No podemos separarnos de Él, pero pensamos que lo hemos hecho. La separación nunca sucedió ni jamás puede suceder.

Sólo con recordar que Dios nos creó, recordaremos al mismo tiempo nuestra Identidad (1:4-5). Tal como la naturaleza del sol define al rayo de sol, del mismo modo lo que nos define a nosotros es nuestra Fuente. Esto es lo que nos muestra la visión de Cristo cuando miramos a nuestros hermanos y a nosotros mismos. Somos inocentes y santos “porque nuestra Fuente no conoce el pecado” (2:2). Por lo tanto, “somos semejantes los unos a los otros, y semejantes a Él” (2:3).

Que hoy recuerde que Dios me creó. Mi Fuente determina lo que yo soy. No estoy determinado por mi pasado, por mi educación, por mis palabras o por mis hechos poco amables. Tampoco mis hermanos por los suyos. Ahora somos hermanos, todos nosotros, definidos por Dios. Y lo que somos es Su Hijo perfecto.

¿Qué es el pecado? (Parte 10)

L.pII.4.5:5-8

El pecado no existe. La creación no ha cambiado. (5:5-6)

Recordar nuestra Fuente nos dice esto. El “pecado” es únicamente un juego de niños que nos hemos inventado, y que no ha tenido ningún efecto en absoluto en la creación de Dios. Es un juego que jugamos sólo en nuestra imaginación, no ha cambiado nuestra Realidad ni una pizca. La “Caída” nunca sucedió. No hay nada por lo que expiar o pagar. La puerta del Cielo está abierta de par en par para darnos la bienvenida.

Todo lo que tenemos que hacer es dejar de imaginar este juego de niños. Todo lo que tenemos que hacer es dejar de imaginar que la culpa, ya sea la nuestra o la de otro, nos sirve para algo, y abandonarla. Nos aferramos a la culpa y al pecado sólo para mantener nuestra ilusión de separación. ¿Se merecen (la culpa y el pecado) el precio que pagamos por ellos? Cuando abandonamos el pecado, la separación desaparece, y se nos restaura el Cielo.

¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? ¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo? (5:7-8).


No hay comentarios:

Publicar un comentario