DESPERTAR AL AMOR

jueves, 20 de septiembre de 2018

20 SEPTIEMBRE: Mi santa visión ve la pureza de todas las cosas.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 263


Mi santa visión ve la pureza de todas las cosas.


1. Padre, Tu Mente creó todo cuanto existe, Tu Espíritu se adentró en ello y Tu Amor le infundió vida. 2¿Y voy yo acaso a contemplar lo que Tú creaste como si en ello pudiese anidar el pecado? 3No quiero percibir imágenes tan tenebrosas y atemorizantes. 4Es imposible que yo pueda preferir el sueño de un loco a toda la hermosura con la que tú bendijiste la creación; a toda su pureza y dicha, así como a su eterna y serena morada en Ti.


2. Y mientras todavía nos encontremos ante las puertas del Cielo, contemplemos todo cuanto veamos a través de una visión santa y de los ojos de Cristo. 2Permite que todas las apariencias nos parez­can puras, para que podamos pasarlas de largo con inocencia, y dirigirnos juntos a la casa de nuestro Padre como hermanos y como los santos Hijos de Dios que somos.




Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Esta lección es acerca de ver todas las cosas tal como Dios las creó: sin pecado, inocentes y puras. Su Mente creó todo lo que existe, Su Espíritu se adentró en ello, y Su Amor le dio vida (1:1). Al principio, ver las cosas de esta manera tiene que ser una elección consciente, porque hemos entrenado a nuestra mente a ver las cosas justo al contrario. Hemos aprendido a juzgar. Clasificamos, las examinamos en una escala del 1 al 10, e intentamos decidir si es algo o alguien que queremos acercar o alejar de nosotros. Hemos entrenado a nuestra mente a hacerlo así desde que nacimos, y probablemente en muchas vidas anteriores. Por eso, tiene que ser una elección consciente decir: “No. Elijo ver esto como puro. No damos importancia a nuestras valoraciones y en lugar de ello elegimos aceptar el juicio del Espíritu Santo.

Finalmente, muy a largo plazo, entrenaremos nuestra mente de otra manera. La elección de ver pureza será cada vez más frecuente y automática. Los pensamientos de juicio probablemente seguirán estando ahí siempre, desapareciendo lentamente hasta que abandonemos este mundo completamente, pero al final la elección de ver pureza se volverá cada vez más una forma de pensar, en lugar de una elección consciente. Las repeticiones frecuentes y constantes acelerarán el proceso.


¿Qué es el cuerpo? (Parte 3)

L.pII.5.2:1-4

El cuerpo es pasajero. No durará (2:1). El salmista bíblico comparó la vida de un hombre con la hierba, tan corta como una flor en el campo, y que desaparece rápidamente (Salmo 103:15). Nuestra naturaleza pasajera está cerca de la superficie de toda mente, como me lo recordaron anoche en un restaurante, cuando alguien entró y saludó al propietario con: “¿Qué tal la vida?”

Él respondió: “Demasiado corta”.

Se podría pensar que lo corto de la vida física podría alertarnos de inmediato del engaño del intento del ego de que encontremos seguridad en el cuerpo, pero rápidamente el ego deforma lo corto de la vida en algo a su favor. El ego quiere demostrar la separación. ¿Y qué separa más que la muerte física? Así que lo corto de la vida “demuestra” que la cerca funciona, estamos separados unos de otros y de Dios (2:3). Inventamos el cuerpo para manifestar la separación y ¡quién lo iba a decir! Lo hace. Un cuerpo puede atacar a otro y matarlo. Siguiendo la lógica del ego, si fuéramos uno, matar sería imposible (2:4). El ego es un maestro de los razonamientos falsos.

Hay un argumento magnífico en el Capítulo 13 del Texto. Allí dice:

Pues crees que el ataque es tu realidad, y que tu destrucción es la prueba final de que tenías razón. Incluso la vida previa a la que la muerte parece señalar, habría sido inútil si tan sólo hubiese desembocado en la muerte y necesitase de ésta para probar que existió. (T.13.IV.2:5,3:3)

Si vas a morir para demostrar que tenías razón (que la separación existe), ¿no preferirías estar equivocado y vivir? Y aunque no sabes lo que es el Cielo, ¿no sería éste más deseable que la muerte? (T.13.IV.3:6). Gran parte de nuestro miedo a abandonar nuestra identificación con el cuerpo está precisamente en esto; tenemos miedo de que se nos demuestre que estamos equivocados. Si estamos equivocados en esto, la mayor parte de los esfuerzos de nuestra vida han sido inútiles. Nos hemos volcado completamente en algo que, en muy poco tiempo, será únicamente polvo. El Curso nos pide que nos demos cuenta de la inutilidad de todo esto y que miremos a nuestro alrededor y preguntemos: “¿Hay quizá alguna otra cosa que merezca todo este esfuerzo?” Y lo hay.




TEXTO


Capítulo 23


LA GUERRA CONTRA TI MISMO



Introducción


1. ¿No te das cuenta de que lo opuesto a la flaqueza y a la debili­dad es la impecabilidad*2La inocencia es fuerza, y nada más lo es. 3Los que están libres de pecado no pueden temer, pues el pecado, de la clase que sea, implica debilidad. 4La demostración de fuerza de la que el ataque se quiere valer para encubrir la fla­queza no logra ocultarla, pues, ¿cómo se iba a poder ocultar lo que no es real? 5Nadie que tenga un enemigo es fuerte, y nadie puede atacar a menos que crea tener un enemigo. 6Creer en enemigos es, por lo tanto, creer en la debilidad, y lo que es débil no es la Volun­tad de Dios. 7Y al oponerse a ésta, es el "enemigo" de Dios. 8Y así, se teme a Dios, al considerársele una voluntad contraria.

2. ¡Qué extraña se vuelve en verdad esta guerra contra ti mismo! 2No podrás sino creer que todo aquello de lo que te vales para los fines del pecado puede herirte y convertirse en tu enemigo. 3lucharás contra ello y tratarás de debilitarlo por esa razón, y cre­yendo haberlo logrado, atacarás de nuevo. 4Es tan seguro que tendrás miedo de lo que atacas como que amarás lo que percibes libre de pecado. 5Todo aquel que recorre con inocencia el camino que el amor le muestra, camina en paz. 6Pues el amor camina a su lado, resguardándolo del miedo. 7Y lo único que ve son seres inocentes, incapaces de atacar.

3. Camina gloriosamente, con la cabeza en alto, y no temas nin­gún mal. 2Los inocentes se encuentran a salvo porque comparten su inocencia. 3No ven nada que sea nocivo, pues su conciencia de la verdad libera a todas las cosas de la ilusión de la nocividad. 4lo que parecía nocivo resplandece ahora en la inocencia de ellos, liberado del pecado y del miedo, y felizmente de vuelta en los brazos del amor. 5Los inocentes comparten la fortaleza del amor porque vieron la inocencia. 6todo error desapareció porque no lo vieron. 7Quien busca la gloria la halla donde ésta se encuentra. 8¿Y dónde podría encontrarse sino en los que son inocentes?

4. No permitas que las pequeñas interferencias te arrastren a la pequeñez. 2La culpabilidad no ejerce ninguna atracción en el estado de inocencia. 3¡Piensa cuán feliz es el mundo por el que caminas con la verdad a tu lado! 4No renuncies a ese mundo de libertad por un pequeño anhelo de aparente pecado, ni por el más leve destello de atracción que pueda ejercer la culpabilidad. 5¿Despreciarías el Cielo por causa de esas insignificantes distracciones? 6Tu destino y tu propósito se encuentran mucho más allá de ellas, en un lugar nítido donde no existe la pequeñez. 7Tu pro­pósito no se aviene con ninguna clase de pequeñez. 8De ahí que no se avenga con el pecado.

5. No permitamos que la pequeñez haga caer al Hijo de Dios en la tentación. 2Su gloria está más allá de toda pequeñez, al ser tan inconmensurable e intemporal como la eternidad. 3No dejes que el tiempo enturbie tu visión de él. 4No lo dejes solo y atemorizado en su tentación, sino ayúdalo a que la supere y a que perciba la luz de la que forma parte. 5Tu inocencia alumbrará el camino a la suya, y así la tuya quedará protegida y se mantendrá en tu conciencia. 6Pues, ¿quién puede conocer su gloria y al mismo tiempo percibir lo pequeño y lo débil en sí mismo? 7¿Quién puede cami­nar temblando de miedo por un mundo temible, y percatarse de que la gloria del Cielo refulge en él?

6. No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. 2Contém­plalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello. 3Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. 4El mundo bri­llará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. 5¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! 6¿Qué otra cosa podría ser más impor­tante para ti? 7Pues he aquí tu salvación y tu libertad. 8Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer.






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