DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 5 de septiembre de 2018

5 SEPTIEMBRE: Lo que sufre no forma parte de mí.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS

LECCIÓN 248

Lo que sufre no forma parte de mí.



1. He abjurado de la verdad. 2Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad. 3Lo que sufre no forma parte de mí. 4Yo no soy aquello que siente pesar. 5Lo que experimenta dolor no es sino una ilusión de mi mente. 6Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo. 7Ahora abjuro de todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios. 8Ahora estoy listo para aceptarlo nuevamente como Dios lo creó, y como aún es.

2. Padre, mi viejo amor por Ti retorna, y me permite también amar nue­vamente a Tu Hijo. 2Padre, soy tal como Tú me creaste. 3Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. 4Ahora comprendo que son uno.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

El título de esta lección me resulta interesante porque acabo de terminar de escribir un artículo sobre nuestra identidad equivocada, y la necesidad que dice el Curso que tenemos de separarnos de nuestro ego. (No, el Curso no siempre pone un efecto negativo a la palabra separación. Por ejemplo, ver T.22.II.6:1). La lección afirma que lo que sufre realmente no forma parte de mí en absoluto. Esto debe ser verdad si yo soy el Hijo de Dios, y el Hijo de Dios “no puede sufrir” (L.244.1:3). Lo que yo soy no puede sufrir, por lo tanto, “lo que sufre no forma parte de mí”.

Ahora, seamos honestos. Si por un momento pensamos en el sufrimiento, de diferentes clases, que hemos experimentado en nuestra vida, hay una cosa muy segura: estábamos completamente convencidos de que estábamos sufriendo. No una parte que ni siquiera es parte de nosotros, sino que estábamos sufriendo nosotros. Por poner un ligero ejemplo, cuando cojo la gripe, me siento fatal. No es otro el que se siente fatal, no es algo que yo crea separado o distinto de mí (¡aunque he deseado que lo fuera!). Eso es lo que parece. ¿Demuestra esto que el Curso está equivocado? ¿O es una prueba de lo completamente identificados que todavía estamos con nuestro ego y con nuestro cuerpo?

La lección nos pide que empecemos a aprender a separarnos de nuestro ego y de nuestro cuerpo. “He abjurado de la verdad. Permítaseme ahora ser igualmente firme y abjurar de la falsedad” (1:1-2).

Luego sigue una serie de afirmaciones en las que a propósito diferenciamos nuestro Ser de lo que siente distintas cosas a las que el Curso considera ilusorias: el sufrimiento, la pena, el dolor y la muerte. La frase acerca de la muerte es muy clara y rotunda: “Lo que muere, en realidad nunca vivió, y sólo se burlaba de la verdad con respecto a mí mismo” (1:6).

Es especialmente difícil practicar esta lección cuando estamos sufriendo. Sin embargo, si estamos dispuestos, sorprendentemente puede ser un gran consuelo. Por ejemplo, si tengo una gran pena y soy capaz de decir: “Lo que siente pena no forma parte de mí”, puede ser útil. Date cuenta de que esto no es negación en sentido negativo. No estoy diciendo: “No siento pena”. Estoy diciendo: “Lo que sufre” (y reconozco que hay sufrimiento) “no forma parte de mí”. No estoy negando la pena, estoy negando que la pena sea parte de mí. Estoy reconociendo que la cosa que está sintiendo pena no es quien yo soy realmente, es una imagen falsa de mí mismo, una ilusión de mi mismo con la que me he identificado, pero que no soy yo verdaderamente. Cuando la pena es tan grande que parece que va a devorarme, la comprensión de que “Lo que sufre no forma parte de mí” puede ser tranquilizadora. Y ciertamente al enfrentarnos a la muerte física, puede ser tranquilizador saber que lo que muere no soy yo.

Esta negación de la falsedad, esta negación de “todos los conceptos de mí mismo, y de los engaños y mentiras acerca del santo Hijo de Dios” (1:7), nos prepara para dar la bienvenida a nuestro verdadero Ser. Cuando me doy cuenta de que ninguna de estas cosas tenebrosas afecta a Quien yo realmente soy, “mi viejo amor por Ti (Dios) retorna” (2:1). Ese amor queda oculto cuando creo que lo que sufre soy yo, conscientemente o sin darme cuenta culpo a Dios por mi sufrimiento, y no puedo encontrar mi verdadero amor por Él. Por debajo del nivel consciente, cada sufrimiento, pena y dolor que sentimos en este mundo, se pone a los pies de Dios y apuntamos un dedo acusador a Él. Pensamos que eso es lo que Él quería para nosotros. Cuando empezamos a romper nuestra identificación con nuestro cuerpo y nuestro ego, cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestro Ser no sufre, podemos recordar el Amor de Dios, y amarle nosotros a Él. “Soy tal como Tú me creaste” (2:2), nada ha sufrido ningún daño. Nada se ha perdido. Dios nunca ha estado enfado. Y podemos unir nuestro amor con el de Dios y comprender que son uno (2:4).

¿Qué es el mundo? (Parte 8)

L.pII.3.4:3-5

Así que, en lugar de aceptar las pruebas de nuestros sentidos, la “prueba” que el ego quiere que veamos que estamos solos y separados, podemos volvernos y seguir Su Luz, y ver el mundo tal como Él lo ve (4:3). Esto es la mayoría de las veces, especialmente al principio, un asunto de ver como el ego ve, dándonos cuenta de que es ilusorio, y luego pedir al Espíritu Santo que me ayude a verlo de manera diferente. Algo sucede (por ejemplo alguien cercano a mí critica lo que estoy haciendo) y al principio lo veo a través de los ojos del ego. Veo ataque. Me siento herido. Me siento enfadado. Pero la Voz de Dios me habla y me recuerda que “Nunca estoy disgustado por la razón que creo (L.5). Así que me vuelvo a Él y Le digo: “De acuerdo, Espíritu Santo”. Y añado:

No conozco el significado de nada, incluido esto.
No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora. (T.14.XI.6:7-9)

Y Le pido que me muestre lo que Él ve. Él siempre ve todo como una expresión de amor o como una petición de amor, y las cuales sólo pueden contestarse con amor. Si de verdad Le abro mi mente, y abandono la manera en que veo la situación, Su visión reemplazará a lo que yo veo.

“Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla” (4:4). El Espíritu Santo nos está hablando todo el tiempo, nos habla a través de nuestros hermanos y a través de los acontecimientos de nuestras vidas. La petición de ayuda de nuestros hermanos es la Voz del Espíritu Santo invitándonos a ser nosotros mismos, a ser el Amor que somos. Detrás de cada ilusión está la Voz que habla a favor de Dios, continuamente invitándonos a recuperar nuestra Identidad y a responder como los salvadores del mundo que somos.

Él nos concederá la paz y la seguridad (4:5). Nosotros las rechazamos, pero Él las mantuvo a salvo para nosotros, siempre que estemos dispuestos a tenerlas de nuevo. Nuestra paz y seguridad no vendrán del mundo, nunca han estado en el mundo y nunca lo estarán. Sin embargo, vendrán de Su visión del mundo. “Cuando lo único que desees sea amor no verás nada más” (T.12.VII.8:1). Si pasamos por alto todas las pruebas del ego, y dejamos que el Espíritu Santo interprete todo lo que vemos, veremos un mundo completamente distinto del que hemos estado viendo. Y ese mundo, el mundo real, nos llenará de paz y seguridad.






TEXTO

V. La función de la razón

 

1. La percepción selecciona y configura el mundo que ves. 2Lite­ralmente lo selecciona siguiendo las directrices de la mente. 3Las leyes del tamaño, de la forma y de la luminosidad tendrían vali­dez, quizá, si otras cosas fuesen iguales. 4Pero no lo son. 5Pues es mucho más probable que halles lo que buscas que lo que prefie­res pasar por alto. 6La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla. 7La percepción es una elección, no un hecho 8Pero de esta elección depende mucho más de lo que te has dado cuenta hasta ahora. 9Pues tu creencia acerca de quien eres depende ente­ramente de la voz que elijas escuchar y de los panoramas que elijas ver. 10La percepción da testimonio únicamente de esto, nunca de la realidad. 11Puede mostrarte, no obstante, bajo qué condiciones es posible tener conciencia de la realidad, o aquellas en las que nunca sería posible.

2. La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. 2Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa concien­cia es algo que tú eliges. 3Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y  temeroso. 4Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimien­tos de inestabilidad e irrealidad. 5Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú. 6creerás que el mundo que fabri­caste rige tu destino. 7Pues tendrás fe en eso. 8Pero no creas que porque tengas fe en eso, ello pueda hacer que sea real. 

3. Hay otra visión y otra Voz en las que reside tu libertad que tan sólo están aguardando tu decisión. 2si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro ser en ti. 3Este otro ser considera que los milagros son algo natural. 4Pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. 5Constituyen la respuesta obvia a las peticiones de ayuda, que es la única que él ofrece. 6Los mila­gros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas puedan influenciarse unas a otras. 7Y si estuviesen separadas ciertamente no podrían hacerlo. 8Pero las mentes no pueden estar separadas. 9Este otro ser es perfecta­mente consciente de esto. 10Y así, reconoce que los milagros no afectan la mente de otro, sino la suya propia. 11Los milagros siem­pre cambian tu mente, 12pues no hay ninguna otra.

4. No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. 2La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. 3Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. 4¿Cómo va a ser posible que aquel segmento de la mente que está despro­visto de razón pueda entender lo que es la razón, o comprender la información que ésta le podría suministrar? 5De ese segmento pueden surgir todo tipo de preguntas, pero dado que la pregunta básica sólo puede proceder de la razón, él jamás la podrá plan­tear. 6Al igual que todo lo que procede de la razón, la pregunta básica es simple y obvia, si bien, aún no se ha planteado. 7Mas no creas que la razón no la podría contestar.

5. El plan de Dios para tu salvación no se habría podido estable­cer sin tu voluntad y consentimiento. 2Tuvo que haber sido acep­tado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. 3Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. 4Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. 5Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. 6Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante: 7Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. 8Mas es claro que ése no es el razonamiento del ego. 9El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. 10No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. 11Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.

6. El plan de Dios es muy simple, nunca es indirecto ni se derrota a sí mismo. 2Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. 3Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. 4No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. 5Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. 6Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción

7. ¿Y dónde podría encontrarse la respuesta sino en la Fuente? 2¿Y dónde estás tú sino allí donde se encuentra esa misma respuesta? 3Tu Identidad, que es un efecto tan verdadero de esa Fuente como lo es la respuesta, tiene, por lo tanto, que estar unida a ella y ser lo mismo que ella. 4Por supuesto que sabes esto, y mucho más que esto. 5Pero cualquier parte del conocimiento supone una amenaza tan seria para la disociación como todo el conocimiento en sí. 6dispondrás de todo el conocimiento con cualquier parte de él. 7He aquí la parte que tú puedes aceptar. 8Puedes ver lo que la razón te señala porque los testigos a su favor son inequívocos. 9Sólo aquellos que son completamente dementes podrían hacer caso omiso de ellos, y tú ya has dejado atrás esa etapa. 10La razón es un medio que sirve para los fines del Espíritu Santo por derecho propio. 11No se puede re-interpretar ni re-canalizar para que se ajuste a la meta del pecado, tal como se hace con otros medios. 12Pues la razón está más allá del alcance de los medios del ego.

8. La fe, la percepción y la creencia pueden estar mal ubicadas y servir de apoyo tanto para las necesidades del gran embaucador como para las de la verdad. 2Pero la razón no tiene cabida en la locura, ni se puede adaptar a sus fines en modo alguno. 3La fe y la creencia están firmemente arraigadas en la locura, y conducen la percepción hacia aquello que la mente ha considerado valioso. 4Pero la razón no participa en esto en absoluto. 5Pues si se aplicase la razón, la percepción cesaría instantáneamente. 6La razón no forma parte de la demencia, pues ésta depende enteramente de la ausencia de aquella. 7El ego nunca hace uso de la razón porque no es consciente de su existencia. 8Los que son parcial­mente locos tienen acceso a ella, y sólo ellos la necesitan. 9El conocimiento no depende de la razón, y la locura la mantiene afuera.

9. La parte de la mente donde reside la razón se consagró, de acuerdo con tu voluntad en unión con la de tu Padre, al des-hacimiento de la demencia. 2Ahí el propósito del Espíritu Santo se aceptó y consumó simultáneamente. 3La razón le es ajena a la demencia, y aquellos que hacen uso de ella han adquirido un medio que no puede dedicarse al pecado. 4El conocimiento está mucho más allá de lo que se puede lograr. 5Pero la razón puede servir para abrir las puertas que tú le cerraste.


10Ya estás muy cerca de esto. 2Tu fe y tus creencias han cambiado y has hecho la pregunta que el ego nunca haría. 3¿No te dice tu razón ahora que la pregunta debe haber emanado de algo que tú no conoces, pero que aún así debe ser parte de ti? 4La fe y la creencia, apoyadas por la razón, producen forzosamente un cambio en tu percepción. 5Y con este cambio se le hace sitio a la visión. 6La visión se extiende más allá de sí misma, tal como lo hacen el propósito al que sirve, así como todos los medios para su consecución.












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