DESPERTAR AL AMOR

jueves, 27 de septiembre de 2018

27 SEPTIEMBRE: Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 270


Hoy no utilizaré los ojos del cuerpo.


1. Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. 2¡Cuán glorioso y lleno de gracia es ese mundo! 3No obstante, ¡cuánto más podré contemplar en él que lo que puede ofrecerme la vista! 4Un mundo perdonado significa que Tu Hijo reconoce a su Padre, permite que sus sueños sean llevados ante la verdad y aguarda con gran expectación el último instante de tiempo en el que éste acaba para siempre, conforme Tu recuerdo aflora en su memoria. 5Y ahora su voluntad es una con la Tuya. 6Ahora su función no es sino la Tuya Propia, y todo pensamiento salvo el Tuyo ha desaparecido.


2. El sosiego de hoy bendecirá nuestros corazones y, a través de ellos, la paz descenderá sobre todo el mundo. 2Cristo se convierte en nuestros ojos hoy. 3Y mediante Su vista le ofrecemos curación al mundo a través de Él, el santo Hijo que Dios creó íntegro; el santo Hijo a quien Dios creó como uno solo.





Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Por supuesto esto no significa que vaya a caminar con los ojos vendados, chocándome con las cosas. Sin embargo, no voy a dejar que mi vista se detenga en lo físico. No voy a “usar” la información de los ojos, no voy a depender de eso.

La visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transformar todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en el panorama de un mundo perdonado. (1:1)

Ahí está otra vez esa palabra “transformar”. Lo que hoy quiero ver, Maestro mío, es un mundo perdonado. Quiero ver la verdad detrás de todas las apariencias. Mi función, la función de cada Hijo de Dios, es la de transformador o traductor. Estamos aquí para sanar al mundo al verlo de manera diferente, y así nos curamos también nosotros.

Uno de los componentes principales de esa visión es la ausencia de juicios. Sin condena. Sin culpa. Sin exigir cambios fuera. Viendo que todos y todo se merecen amor, tal como son. Sin comparaciones ni valoraciones, sin hacer diferencias, sino viendo a todo como parte de Un Todo.

Perdonar es pasar por alto. Mira entonces más allá del error, y no dejes que tu percepción se fije en él, pues, de lo contrario, creerás lo que tu percepción te muestre. Acepta como verdadero sólo lo que tu hermano es, si quieres conocerte a ti mismo. Percibe lo que él no es, y no podrás saber lo que eres porque lo estarás viendo falsa-mente. (T.9.IV.1:2-5)

No sabes cómo pasar por alto los errores pues, de lo contrario, no los cometerías. (T.9.IV.2:2)

Se nos dice que pasemos por alto los errores. Luego se nos dice que no sabemos cómo hacerlo. Por lo que tenemos que volvernos hacia el Espíritu Santo. Una lección que me parece fundamental en el Curso es: “No confíes en tu percepción. No utilices los ojos del cuerpo. No pienses que ver empieza y termina con la vista física y con nuestras propias interpretaciones mentales.

Lo que hacemos mientras vamos por el mundo es algo parecido a esto: vemos algo. Nuestra mente lo interpreta y casi siempre con una valoración o juicio. En ese momento lo que tenemos que hacer es reconocer que no podemos juzgar y abandonarlo. Abandonamos nuestra percepción. No pensamos que es peligroso o temible o pecado, simplemente reconocemos que no significa nada (M.16.10:8). Ese abandonar nuestras percepciones es el paso fundamental. “Y a cambio de ese "sacrificio", se le restaura el Cielo en su conciencia” (M.16.10:10).

Nos hacemos a un lado y ocupamos lo que parece ser una posición inferior. Decimos: “No entiendo lo que significa esto”. Ésta es la primera lección del Libro de Ejercicios: “Nada de lo que veo… significa nada” (L.1).

Y luego nos abrimos al Espíritu Santo. “Quiero ver las cosas de otra manera”. Eso es. Si llegas hasta aquí, te quedarás encantado porque Dios contestará esa petición. Verás las cosas de otra manera. Quizá no inmediatamente, no en ese instante, pero sucede. ¿Cómo? ¡No lo sé! Entender el cómo de la Expiación no es nuestro trabajo ni nuestra función, sino la Suya.



¿Qué es el cuerpo? (Parte 10)

L.pII.5.5:4-8

El amor es tu seguridad. El miedo no existe. (5:4-5)

Cuando no utilice los ojos del cuerpo, esto es lo que veré. Cuando abandone mi fe ciega en la percepción de las cosas, veré amor. Los ojos del cuerpo se hicieron con miedo y se hicieron para ver miedo. Necesito poner fin a mi confianza en este mecanismo de la percepción, y pedir una nueva: la visión de Cristo.

La frase: “El miedo no existe”, me puede parecer increíble, especialmente al avanzar en mi práctica del Curso, porque una de las consecuencias de practicar el Curso es que todos los tipos de miedos enterrados en mi mente empiezan a salir. Sin embargo, el Curso me enseña que lo que ha sucedido es esto: para esconderme a mí mismo mi propia naturaleza de amor, mi ego ha inventado todo tipo de miedos, luego me parecieron tan aterradores que los reprimí o negué, y los tapé con disfraces engañosos apoyados por mi percepción del mundo. Ahora al abandonar mi confianza en la percepción, los disfraces están desapareciendo, y los miedos que yo había enterrado están saliendo a la superficie. Entonces, este sencillo mensaje es un remedio para esos miedos que salen: “El miedo no existe”. En otras palabras, lo que estoy viendo no es real, es una ilusión que yo me he inventado.

Identifícate con el amor, y estarás a salvo. Identifícate con el amor, y estarás en tu morada. Identifícate con el amor, y hallarás tu Ser. (5:6-8)

Cuando empiezo a mirar dentro, veo todas estas diferentes formas de miedo. En lugar de luchar con el miedo, o de escapar, o de enterrarlo de nuevo, necesito aprender a mirar más allá al amor que están ocultando. Tenemos que atravesar lo que el Curso llama “el anillo de temor” (ver T.18.IX, especialmente los párrafos 3 y 4). Aquí es donde la mayoría de nosotros nos quedamos atascados. El miedo parece demasiado real.

Voy a permitir hoy que el Espíritu Santo me muestre que esta aparentemente infranqueable muralla de miedo no es nada realmente. Está hecha de nubes que no pueden detener ni una pluma. Voy a tomar Su mano y dejar que Él me conduzca a través de esa muralla a la verdad, a mi Ser, y a mi hogar. Voy a identificarme con el amor y encontrar mi seguridad.





TEXTO


IV. Por encima del campo de batalla


1. No sigas estando en conflicto, pues sin ataque no puede haber guerra. 2Tenerle miedo a Dios es tenerle miedo a la vida, no a la muerte. 3Sin embargo, Dios sigue siendo el único refugio. 4En Él no hay ataques, ni el Cielo se ve acechado por ninguna clase de ilusión. 5El Cielo es completamente real. 6En él las diferencias no tienen cabida, y lo que es lo mismo no puede estar en conflicto. 7No se te pide que luches contra tu deseo de asesinar. 8Pero sí se te pide que te des cuenta de que las formas que dicho deseo adopta encubren la intención del mismo. 9Y es eso lo que te asusta, no la forma que adopta. 10Lo que no es amor es asesinato. 11Lo que no es amoroso no puede sino ser un ataque. 12Toda ilusión es un asalto contra la verdad y cada una de ellas es una agresión contra la idea del amor porque éste parece ser tan verdadero como ellas.

2. Mas ¿qué puede ser igual a la verdad y sin embargo diferente? 2El asesinato y el amor son incompatibles. 3Si ambos fuesen cier­tos, tendrían entonces que ser lo mismo e indistinguibles el uno del otro. 4Y así deben serlo para aquellos que ven al Hijo de Dios como un cuerpo. 5Pues no es el cuerpo lo que es como el Creador del Hijo. 6lo que carece de vida no puede ser el Hijo de la Vida. 7¿Puede acaso el cuerpo extenderse hasta abarcar todo el universo? 8¿Puede acaso crear, y ser lo que crea? 9¿Y puede ofrecerle a sus creaciones todo lo que él es sin jamás sufrir pérdida alguna?

3. Dios no comparte Su función con un cuerpo. 2El le encomendó a Su Hijo la función de crear porque es la Suya Propia. 3Creer que la función del Hijo es asesinar no es un pecado, pero sí es una locura. 4Lo que es lo mismo no puede tener una función dife­rente. 5La creación es el medio por el que Dios se extiende a Sí Mismo, y lo que es Suyo no puede sino ser de Su Hijo también. 6Pues, o bien el Padre y el Hijo son asesinos, o bien ninguno de los dos lo es. 7La vida no crea a la muerte, puesto que sólo puede crear a semejanza propia.

4. La hermosa luz de tu relación es como el Amor de Dios. 2Mas aún no puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que todavía no has perdonado a tu hermano com­pletamente, y, por ende, el perdón no se puede extender a toda la creación. 3Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. 4Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. 5Sabe también cómo ele­var tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. 6Esto es lo único que tienes que hacer: reco­nocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.

5. Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. 2Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. 3Aquí, en medio de él, cierta­mente parece real. 4Aquí has elegido ser parte de él. 5Aquí tu elección es asesinar. 6Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. 7Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. 8Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. 9Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. 10¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? 11¿Cómo ibas a poder reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?

6. Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. 2Incluso cuando se presenta en formas que no reco­noces, conoces las señales: 3una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. 4Conoces esto muy bien. 5Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. 6Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. 7Pues habrás elegido permane­cer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.

7. No contemples a nadie desde dentro del campo de batalla, pues lo estarías viendo desde un lugar que no existe. 2No tienes un punto de referencia desde el que observar y desde el que lo que ves pueda tener significado. 3Pues sólo los cuerpos pueden atacar y asesinar, y si éste es tu propósito, eso quiere decir que eres un cuerpo. 4Sólo los propósitos unifican, y aquellos que comparten un mismo propósito son de un mismo pensar. 5El cuerpo de por sí no tiene propósito alguno, y no puede sino ser algo solitario. 6Desde abajo, no puede ser transcendido. 7Desde arriba, las limita­ciones que les impone a aquellos que todavía batallan desapare­cen y se hace imposible percibirlas. 8El cuerpo se interpone entre el Padre y el Cielo que Él creó para Su Hijo precisamente porque no tiene ningún propósito.

8. Piensa en lo que se les concede a los que comparten el propó­sito de su Padre sabiendo que es también el suyo: 2no tienen necesidad de nada; 3cualquier clase de pesar es inconcebible; 4de lo único que son conscientes es de la luz que aman y sólo el amor brilla sobre ellos para siempre. 5El amor es su pasado, su pre­sente y su futuro: siempre el mismo, eternamente pleno y com­pletamente compartido. 6Saben que es imposible que su felicidad pueda jamás sufrir cambio alguno. 7Tal vez pienses que en el campo de batalla todavía hay algo que puedes ganar. 8Sin embargo, ¿podría ser eso algo que te ofreciese una calma perfecta y una sensación de amor tan profunda y serena que ninguna sombra de duda pudiera jamás hacerte perder la certeza? 9¿Y podría ser algo que durase eternamente?

9. Los que son conscientes de la fortaleza de Dios jamás podrían pensar en batallas. 2¿Qué sacarían con ello sino la pérdida de su perfección? 3Pues todo aquello por lo que se lucha en el campo de batalla tiene que ver con el cuerpo: con algo que éste parece ofre­cer o poseer. 4Nadie que sepa que lo tiene todo podría buscarse limitaciones ni valorar las ofrendas del cuerpo. 5La insensatez de la conquista resulta evidente desde la serena esfera que se encuentra por encima del campo de batalla. 6¿Qué puede estar en con­flicto con lo que lo es todo? ¿Y qué hay que, ofreciendo menos, pudiese ser más deseable? 8¿A quién que esté respaldado por el amor de Dios podría resultarle difícil elegir entre los milagros y el asesinato?












No hay comentarios:

Publicar un comentario