AUDIOLIBRO
El Amor de Dios es mi sustento.
1. He aquí la respuesta a cualquier problema que se te presente, hoy, mañana o a lo largo del tiempo. 2Crees que lo que te sustenta en este mundo es todo menos Dios. 3Has depositado tu fe en los símbolos más triviales y absurdos: en píldoras, dinero, ropa "protectora", influencia, prestigio, caer bien, estar "bien" relacionado y en una lista interminable de cosas huecas y sin fundamento a las que dotas de poderes mágicos.
2. Todas esas cosas son tus sustitutos del Amor de Dios. 2Todas esas cosas se atesoran para asegurar la identificación con el cuerpo. 3Son himnos de alabanza al ego. 4No deposites tu fe en lo que no tiene valor. 5No te sustentará.
3. Sólo el Amor de Dios te protegerá en toda circunstancia. 2Te rescatará de toda tribulación y te elevará por encima de todos los peligros que percibes en este mundo a un ambiente de paz y seguridad perfectas. 3Te llevará a un estado mental que no puede verse amenazado ni perturbado por nada, y en el que nada puede interrumpir la eterna calma del Hijo de Dios.
4. No deposites tu fe en ilusiones. 2Te fallarán. 3Deposita toda tu fe en el Amor de Dios en ti: eterno, inmutable y por siempre indefectible. 4Ésta es la respuesta a todo problema que se te presente hoy. 5Por medio del Amor de Dios en ti puedes resolver toda aparente dificultad sin esfuerzo alguno y con absoluta confianza. 6Dite esto a ti mismo con frecuencia hoy. 7Es una declaración de que te has liberado de la creencia en ídolos. 8Es tu reconocimiento de la verdad acerca de ti.
5. Durante diez minutos dos veces al día, una por la mañana y otra por la noche, deja que la idea de hoy se adentre muy hondo en tu conciencia. 2Repítela, reflexiona sobre ella, deja que pensamientos afines vengan a ayudarte a reconocer su verdad, y permite que la paz se extienda sobre ti como un manto de protección y seguridad. 3 No permitas que ningún pensamiento vano o necio venga a perturbar la santa mente del Hijo de Dios. 4Tal es el Reino de los Cielos. 5Tal es el lugar de descanso donde tu Padre te ubicó eternamente.
Instrucciones para la práctica
Propósito: Interiorizar la idea de que el Amor de Dios te sustenta, no con las cosas del mundo
sino para que sientas la protección, la paz y la seguridad que Su Amor trae Consigo.
Ejercicios más largos: 2 periodos, de diez minutos.
Pasa esos diez minutos repitiendo la idea, pensando en ella y dejándote envolver por ella. Deja
que pensamientos relacionados “vengan a ayudarte a reconocer su verdad” (5:2). Haz todo esto
con el propósito de que la idea se adentre más profundamente en tu mente. Disfruta la idea.
Siente los beneficios que te trae. Intenta sentir el Amor de Dios cubriéndote como un manto de
paz y seguridad.
Éste no es un ejercicio de meditación, sino un ejercicio prolongado en reflexionar sobre la
idea. Tus pensamientos tenderán a distraerse durante reflexiones largas como ésta. Cuando
suceda, observa a esos pensamientos como intrusos que han entrado sin permiso en el templo de
la santa mente del Hijo de Dios. Repite la idea para que desaparezcan.
Recordatorios frecuentes: A menudo.
Repite la idea, no como un loro, sino como “una declaración de independencia” (L.31.4:2),
una declaración de que eres libre de necesitar ser sostenido por las cosas vacías de este mundo.
Intenta repetirla una vez con este espíritu ahora, y ver el efecto que tiene en tu mente.
Respuesta a la tentación: Siempre que te enfrentes a un problema o dificultad.
Responde a lo que te enfrentas repitiendo la idea. Mientras lo haces, recuerda que “Por medio
del Amor de Dios en ti puedes resolver toda aparente dificultad sin esfuerzo alguno y con
absoluta confianza” (4:5).
Comentario
¿Qué es lo que me sostiene y me apoya? Cuando me siento vacío y agotado, ¿a dónde me dirijo?
¿A Dios, mi eterna Fuente? ¿O a alguna otra cosa? Tengo que admitir que a menudo es a alguna
otra cosa a la que voy para sentirme bien de nuevo. ¿Cómo sería llegar a confiar completamente
en algo tan total y completamente digno de confianza?
En el primer párrafo aparece una lista de cosas que se aplican a casi todos nosotros. Cualquiera
que sea mi preferencia personal como “lo que me sostiene”, todas ellas son sólo “una lista
interminable de cosas huecas y sin fundamento a las que dotas de poderes mágicos” (1:3).
Cuando nos volvemos a ellas, algo en nosotros sabe que estas cosas no están realmente
solucionando nada, no son nada sino sustitutos, placebos que pueden aliviar los síntomas por un
tiempo pero que al final no curan nada.
Creo que fue San Agustín quien dijo que cada uno de nosotros nació con un hueco, con forma
de Dios, en nuestro corazón. Podemos intentar llenarlo con todo tipo de cosas, pero nada llena
ese hueco sino el Amor de Dios. “Valoramos” las otras cosas únicamente porque estamos
intentando conservar nuestra independiente e imaginada identidad como un ego dentro de un
cuerpo (2:2-3). Estamos valorando la nada para conservar lo que no es nada. La experiencia de
que nada nos falta (plenitud) viene únicamente de la unión con nuestra Fuente.
El Amor de Dios “te llevará a un estado mental que no puede verse amenazado ni perturbado
por nada, y en el que nada puede interrumpir la eterna calma del Hijo de Dios” (3:3). Yo quiero
ese estado mental. Quiero esa estabilidad interna, esa serenidad de la consciencia. ¿Qué otra
cosa podría dármela sino saber que estoy conectado a un suministro sin fin de bondad sin
límite?
El Salmista lo dijo muy bien en el primer Salmo. Los “devotos”, aquellos que saben que el
Amor de Dios les sostiene, “serán como un árbol plantado a orillas del agua, que dan fruto en su
estación, cuyas hojas no se marchitan, y que todo lo que hacen tiene éxito” (S.1:3). Cuando
interiormente te das cuenta de que el Amor de Dios te sustenta, es como si fueses un árbol
plantado a orillas de un río, cuyas raíces están continuamente sustentadas por el agua que
siempre está ahí, y que se está renovando siempre. O del Salmo 23: “El Señor es mi pastor. No
desearé… Mi copa se renueva cada día. La bondad y la misericordia irán conmigo todos los días
de mi vida” (S.23:1,5-6).
“Deposita toda tu fe en el Amor de Dios en ti: eterno, inmutable y que nunca falla. Ésta es la
respuesta a todo problema que se te presente hoy” (4:3-4).
De nuevo las instrucciones nos dicen que “nos sumerjamos muy profundo en nuestra
consciencia” (5:1). (Fíjate en que los periodos de meditación se están haciendo más largos, son
de diez minutos, por la mañana y por la noche). Tenemos que “permitir que la paz se extienda
sobre nosotros como un manto de protección y seguridad” (5:2). A menudo encuentro que me
ayuda a entrar en esa sensación el hecho de visualizar algo: que una luz dorada me baña, que mi
guía espiritual me abraza,, o simplemente que me meto en un baño templado. Puedo dejar que
sea un tiempo de descanso, diez minutos en los que simplemente me dejo llevar, física y
mentalmente, y me permito a mí mismo experimentar paz. Me digo a mí mismo: “Estoy bien.
Me siento seguro. En Dios estoy en mi Hogar. Su Amor me rodea y me protege. Su Amor me
alimenta y me hace lo que yo soy”.
TEXTO
Capítulo 6
LAS LECCIONES DEL AMOR
1. La relación que existe entre la ira y el ataque es obvia, pero la relación que existe entre la ira y el miedo no es siempre tan evidente. 2La ira siempre entraña la proyección de la separación, lo cual tenemos que aceptar, en última instancia, como nuestra propia responsabilidad, en vez de culpar a otros por ello. 3No te puedes enfadar a no ser que creas que has sido atacado, que está justificado contraatacar y que no eres responsable de ello en absoluto. 4Dadas estas tres premisas completamente irracionales, se tiene que llegar a la conclusión, igualmente irracional, de que un hermano merece ataque en vez de amor. 5¿Qué se puede esperar de premisas dementes; sino conclusiones dementes? 6La manera de desvanecer una conclusión demente es analizando la cordura de las premisas sobre las que descansa. 7Tú no puedes ser atacado, el ataque no tiene justificación y tú eres responsable de lo que crees.
2. Se te ha pedido que me tomes como modelo para tu aprendizaje, ya que un ejemplo extremo es un recurso de aprendizaje sumamente útil. 2Todo el mundo enseña, y enseña continuamente. 3Asumes inevitablemente esta responsabilidad en el momento en que aceptas cualquier premisa, y nadie puede organizar su vida sin un sistema de creencias. 4Una vez que has desarrollado un sistema de pensamiento, sea cual fuere su clase, riges tu vida de acuerdo con él y lo enseñas. 5Tu capacidad para ser fiel a un sistema de pensamiento podrá estar mal situada, pero aun así es una forma de fe y se puede canalizar en otra dirección.
I. El mensaje de la crucifixión
1. Para los efectos del aprendizaje, examinemos de nuevo la crucifixión. 2No hice hincapié en ella anteriormente debido a las temibles connotaciones que quizá tengas asociadas con ella. 3Lo único que se ha subrayado hasta ahora es que no fue una forma de castigo. 4No obstante, no se puede explicar nada utilizando exclusivamente términos negativos. 5Existe una interpretación constructiva de la crucifixión que está totalmente desprovista de miedo y que, por lo tanto, si se entiende debidamente, es totalmente benévola en cuanto a lo que enseña.
2. La crucifixión no es más que un ejemplo extremo. 2Su valor, al igual que el valor de cualquier otro recurso de enseñanza, reside únicamente en la clase de aprendizaje que facilitar 3Se puede entender -y se ha entendido- incorrectamente. 4Ello se debe únicamente al hecho de que los temerosos tienden a percibir con miedo. 5Ya te dije que siempre puedes recurrir a mí para compartir mi decisión, y de ese modo hacerla más firme. 6Te dije también que la crucifixión fue la última jornada inútil que la Filiación tuvo que emprender, y que para todo aquel que la entienda representa la manera de liberarse del miedo. 7Aunque antes sólo hice hincapié en la resurrección, no aclaré entonces el propósito de la crucifixión y la manera en que ésta, de hecho, condujo a la resurrección. 8Ese propósito, no obstante, tiene una aportación muy concreta que hacer. a tu propia vida, y si lo examinas sin miedo, te ayudará a comprender tu propio papel como maestro.
3. Es probable que hayas estado reaccionando durante muchos años como si te estuviesen crucificando. 2Ésta es una marcada tendencia de los que creen estar separados, que siempre se niegan a examinar lo que se han hecho a sí mismos. 3La proyección implica ira, la ira alienta la agresión y la agresión fomenta el miedo. 4El verdadero significado de la crucifixión radica en la aparente intensidad de la agresión cometida por algunos de los Hijos de Dios contra otro. 5Esto, por supuesto, es imposible, y se tiene que entender cabalmente que es imposible. 6De lo contrario, yo no puedo servir de modelo para el aprendizaje.
4. En última instancia, sólo el cuerpo puede ser agredido. 2No cabe duda de que un cuerpo puede agredir a otro, y puede incluso destruirlo. 3Sin embargo, si la destrucción en sí es imposible, cualquier cosa que pueda ser destruida no es real. 4Su destrucción, por lo tanto, no justifica tu ira. 5En la medida en que creas que la justifica, estarás aceptando premisas falsas y enseñándoselas a otros. 6El mensaje de la crucifixión fue precisamente enseñar que no es necesario percibir ninguna forma de ataque en la persecución, pues no puedes ser perseguido. 7Si reaccionas con ira, tienes que estar equiparándote con lo destructible, y, por lo tanto, viéndote a ti mismo de forma demente.
5. He dejado perfectamente claro que soy como tú y que tú eres como yo, pero nuestra igualdad fundamental sólo puede demostrarse mediante una decisión conjunta. 2Eres libre, si así lo eliges, de percibirte a ti mismo como si te estuvieran persiguiendo. 3Mas cuando eliges reaccionar de esa manera, deberías recordar que yo fui perseguido de acuerdo con el pensar del mundo, y que no compartí esa interpretación. 4Y puesto que no la compartí, no la reforcé. 5Ofrecí, consecuentemente, una interpretación diferente del ataque, que deseo compartir contigo. 6Si la crees, me ayudarás a enseñarla.
6. Como ya dije anteriormente: "Lo que enseñes es lo que aprenderás". 2Si reaccionas como si te estuvieran persiguiendo, estarás enseñando persecución. 3No es ésta la lección que el Hijo de Dios debe enseñar si es que ha de alcanzar su propia salvación. 4Enseña más bien tu perfecta inmunidad, que es la verdad acerca de ti, y date cuenta de que no puede ser atacada. 5No trates de protegerla, pues, de lo contrario, creerás que es susceptible de ser atacada. 6No se te pide ser crucificado, lo cual fue parte de lo que yo aporté como maestro. 7Se te pide únicamente que sigas mi ejemplo cuando te asalten tentaciones mucho menos extremas de percibir falsamente, y que no las aceptes como falsas justificaciones para desatar tu ira. 8No puede haber justificación para lo injustificable. 9No creas que la hay, ni enseñes que la hay. 10Recuerda siempre que enseñas lo que crees. 11Cree lo mismo que yo, y llegaremos a ser maestros de igual calibre.
7. Tu resurrección es tu redespertar. 2Yo soy el modelo del renacimiento, pero el renacimiento en sí no es más que el despuntar en la mente de lo que ya se encuentra en ella. 3Dios Mismo lo puso allí, y, por lo tanto, es cierto para siempre. 4Yo creí en ello, y, por consiguiente, lo acepté como la verdad. 5Ayúdame a enseñárselo a nuestros hermanos en nombre del Reino de Dios, pero cree primero que es verdad, pues, de lo contrario, enseñarás mal. 6Mis hermanos se quedaron dormidos durante la supuesta "agonía del huerto", pero yo no pude haberme indignado con ellos porque sabía que no podía ser abandonado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario