DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 6 de febrero de 2019

6 FEBRERO: Mi santidad bendice al mundo.

AUDIOLIBRO




EJERCICIO

LECCION 37


Mi santidad bendice al mundo.


1. Esta idea contiene los primeros destellos de tu verdadera fun­ción en el mundo, o en otras palabras, la razón por la que estás aquí. 2Tu propósito es ver el mundo a través de tu propia santi­dad. 3De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. 4Nadie pierde; a nadie se le despoja de nada; todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. 5Tu santa visión significa el fin del sacrificio porque les ofrece a todos su justo merecido. 6Y él tiene derecho a todo, ya que ése es su sagrado derecho como Hijo de Dios.

2. No hay ninguna otra manera de poder eliminar la idea de sacri­ficio del pensamiento del mundo. 2Cualquier otra manera de ver inevitablemente exige el que algo o alguien pague. 3Como resul­tado de ello, el que percibe sale perdiendo. 4Y no tiene ni idea de por qué está perdiendo. 5Su plenitud, sin embargo, le es restau­rada a su conciencia a través de tu visión. 6Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. 7Los que se consideran a sí mismos com­pletos no exigen nada.

3. Tu santidad es la salvación del mundo. 2Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo.

4. Hoy debes dar comienzo a las cuatro sesiones de práctica más largas -las cuales han de tener una duración de tres a cinco minu­tos cada una- repitiendo la idea de hoy, a lo cual ha de seguir un minuto más o menos en el que debes mirar a tu alrededor a medida que aplicas la idea a cualquier cosa que veas:

2Mi santidad bendice esta silla.
3Mi santidad bendice esa ventana.
4Mi santidad bendice este cuerpo.

5Luego cierra los ojos y aplica la idea a cualquier persona que te venga a la mente, usando su nombre y diciendo:

6Mi santidad te bendice, [nombre].

5. Puedes continuar la sesión de práctica con los ojos cerrados, o bien abrirlos de nuevo y aplicar la idea a tu mundo exterior si así lo deseas; puedes alternar entre aplicar la idea a cualquier cosa que veas a tu alrededor o a aquellas personas que aparezcan en tus pensamientos, o bien puedes usar cualquier combinación que prefieras de estas dos clases de aplicación. 2La sesión de práctica debe concluir con una repetición de la idea con los ojos cerrados, seguida inmediatamente por otra repetición con los ojos abiertos. 

6. Los ejercicios más cortos consisten en repetir la idea tan a menudo como puedas. 2Resulta particularmente útil aplicarla en silencio a todas las personas con las que te encuentres, usando su nombre al hacerlo. 3Es esencial que uses la idea si alguien parece causar una reacción adversa en ti. 4Ofrécele la bendición de tu santidad de inmediato, para que así puedas aprender a conser­varla en tu conciencia.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Presentarte tu verdadera función (ésta es la primera lección que trata del tema de la función). Estás aquí para bendecir, y no para exigir. Esta bendición implica reconocer primero tu propia santidad, y luego ver a otros en su santa luz. Intenta ver los periodos de práctica de hoy de esta manera: como una práctica de la razón por la que estás aquí.

Ejercicios más largos: 4 veces, durante tres a cinco minutos. 

  • Repite la idea, durante un minuto o así mira a tu alrededor y aplícala a los objetos que veas, diciendo: “Mi santidad bendice (esta silla, esa ventana, este cuerpo, etc.)”. 
  • Cierra los ojos y aplica la idea a cualquier persona en la que pienses, diciendo: “Mi santidad te bendice, (nombre)”. 
  • Lo que queda de tiempo puedes continuar con esta segunda fase de la práctica, volver a la primera, o alternar entre ellas. 
  • Termina repitiendo la idea con los ojos cerrados y luego una vez más con los ojos abiertos.


Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.

           Esto puedes hacerlo de una de estas dos formas:

1. Repite la idea lentamente.
2. Aplica la idea en silencio a cualquiera con el que te encuentres, usando su nombre. 

Intenta realmente hacerlo de esta manera. Repetir la idea cuando te encuentras con alguien requiere estar muy consciente, pero puede hacerse. O puede hacerse después del encuentro. El Libro de Ejercicios repetirá esta práctica en varias lecciones de aquí en adelante, lo que muestra la importancia de la práctica. Esta práctica tiene el poder de transformar un encuentro ordinario en un encuentro santo.

Respuesta a la tentación: Siempre que tengas una reacción negativa hacia alguien.
Inmediatamente aplícale la idea: “Mi santidad te bendice, (nombre)”. Considéralo un hecho real de bendecir a esta persona con tu santidad. Esto te mantendrá consciente de tu santidad, mientras que la ira, se la ocultaría a tu mente.

Comentario

Hay un principio expuesto en el Capítulo 13 del Texto que se aplica a esta lección:

“Percibir verdaderamente es ser consciente de toda la realidad a través de la conciencia de tu propia santidad” (T.13.VI.1:1). O en términos más cercanos a nuestra lección de hoy:

Dado que tú y tu prójimo sois miembros de una misma familia en la que gozáis de igual rango, tal como te percibas a ti mismo y tal como le percibas a él así te comportarás contigo mismo y con él. Debes mirar desde la percepción de tu propia santidad a la santidad de los demás. (T.1.III.6:6-7).

A menos que reconozcamos nuestra santidad, no veremos la santidad de todas las creaciones de Dios. Después de todo, lo que percibimos es simplemente el reflejo de cómo nos vemos a nosotros mismos. Y a la inversa, cómo percibimos a los otros nos muestra cómo nos estamos viendo a nosotros mismos.


Esta lección y la práctica que recomienda empiezan a dejarnos ver “los primeros destellos de tu verdadera función en el mundo, o en otras palabras, la razón por la que estás aquí” (1:1).

Nuestra tarea se plantea con gran profundidad: “Tu propósito es ver el mundo a través de tu propia santidad” (1:2).

¿Has conocido a alguien a quien consideras santo? Yo, sí. Lo más notable de tales personas es que parecen ver a todos como santos. Cuando estás cerca de ellos, ¡incluso tú mismo te sientes santo! Parecen ver en ti algo que tú no ves habitualmente; y al verlo, lo hacen aflorar. Ése es el verdadero propósito de que estemos en el mundo; justamente para eso es para lo que todos nosotros estamos aquí. Estamos aquí para ver el mundo a través de nuestra propia santidad, para sacar de todos los de nuestro alrededor su santidad inherente, para percibirlos de tal modo que el poder de nuestra percepción los saque de las dudas y el odio a sí mismos y los eleve a la conciencia de su propia grandeza.

¡Tenemos este poder!

A medida que compartas conmigo mi renuencia a aceptar error alguno en ti o en los demás, te unirás a la gran cruzada para corregirlos. Escucha mi voz, aprende a deshacerlos y haz todo lo necesario para corregirlos. Tienes el podes de obrar milagros. (T.1.III.1:6-7)

“Aquellos que han sido liberados deben unirse para liberar a sus hermanos, pues ése es el plan de la Expiación” (T.1.III.3:3). Éste es el plan por el que nosotros, investidos con el poder del Espíritu Santo dentro de nosotros, podemos salvar al mundo. Nos liberamos unos a otros al percibir a través de nuestra santidad, creando dentro del otro una resonancia milagrosa con su propia naturaleza santa, reprimida por mucho tiempo, y que responde a nuestra percepción de ellos.

De este modo, tú y el mundo sois bendecidos juntos. Nadie pierde, a nadie se le despoja de nada, todo el mundo se beneficia a través de tu santa visión. (1:3-4)

“Mi santidad bendice al mundo”, para eso es para lo que estoy aquí. Estoy aquí para traer bendiciones al mundo, y el mensaje que traigo es: “así es como tú eres”. Nadie pierde, todo el mundo gana. ¡Qué extraordinario es este punto de vista!

Esto des-hace por completo la idea de sacrificio porque es un mensaje de completa igualdad. Estamos aquí para reconocernos unos a otros; y cuando lo hayamos hecho, habremos cumplido nuestro propósito glorioso. Cualquier otro modo de ver las cosas termina siempre exigiendo sacrificio: alguien, en algún lugar, tiene que perder. Pero con la Visión de Cristo podemos contemplar a todo el mundo y proclamar: “Todos ellos son lo mismo: bellos e iguales en su santidad” (T.13.VIII.6:1).

“Tu santidad le bendice al no exigir nada de él. Los que se consideran a sí mismos completos no exigen nada” (2:6-7). Oh, ¡que podamos aprender la lección de no pedir nada, de no exigir nada! ¿Has estado con alguien tan pleno que no te exigió nada, que no tuviera ninguna necesidad que te exigiera satisfacerle, abierta o encubiertamente? Te amaron tal como eres, te aceptaron sin esperar nada de ti. ¿No es eso lo que todos queremos en nuestras relaciones? ¿No es eso amor incondicional?

Pues bien, el modo de tener lo que quieres es darlo. Esto es lo que todos nosotros estamos destinados a hacer, y finalmente haremos, aunque nos parezca que está muy por encima de nosotros ahora. Consciente de tu santidad y de que nada te falta, bendecirás al mundo.


Tu santidad es la salvación del mundo. Te permite enseñarle al mundo que es uno contigo, sin predicarle ni decirle nada, sino simplemente mediante tu sereno reconocimiento de que en tu santidad todas las cosas son bendecidas junto contigo. (3:1-2)






TEXTO


VI. Las recompensas de Dios



1. El ego no reconoce el verdadero origen de la "amenaza", y si tú te identificas con el ego, no entenderás la situación tal como es. 2Lo único que le confiere al ego poder sobre ti es la lealtad que le guardas. 3Me he referido al ego como si fuera una entidad sepa­rada que actúa por su cuenta. 4Esto ha sido necesario para persuadirte de que no puedes descartarlo a la ligera y de que tienes que darte cuenta de cuán extensa es la parte de tu pensamiento que él controla. 5Sin embargo, no nos podemos detener ahí, pues, de lo contrario, no podrías sino pensar que mientras estés aquí, o mientras creas estar aquí, estarás en conflicto. 6El ego no es más que una parte de lo que crees acerca de ti. 7Tu otra vida ha conti­nuado sin ninguna interrupción, y ha sido, y será siempre, com­pletamente inmune a tus intentos de disociarte de ella.

2. En el proceso de aprender a escapar de las ilusiones, es impres­cindible que nunca te olvides de la deuda que tienes con tu her­mano. Es la misma deuda que tienes conmigo. Cuando actúas egoístamente con otro, repudias la gracia que esta deuda te ofrece y la percepción santa que produciría. 4La palabra "santa" puede usarse aquí porque a medida que aprendes cuán endeudado estás con toda la Filiación, la cual me incluye a mí, te aproximas tanto al conocimiento como la percepción lo permite. 5La brecha que entonces queda es tan diminuta que el conocimiento puede sal­varla y eliminarla para siempre.

3. Todavía tienes muy poca confianza en mí, pero ésta aumentará a medida que recurras más y más a mí -en vez de a tu ego- en busca de consejo. 2Los resultados te irán convenciendo cada vez más de que ésta es la única elección cuerda que puedes hacer. 3Nadie que aprenda por experiencia propia que cierta elección le brinda paz y alegría, mientras que otra le precipita al caos y al desastre tiene más necesidad de persuasión. 4Es más eficaz apren­der a base de recompensas que a base de dolor porque el dolor es una ilusión del ego y no puede producir más que un efecto tem­poral. 5Las recompensas de Dios, en cambio, se reconocen inmediatamente como eternas. 6Puesto que este reconocimiento lo haces tú y no el ego, el reconocimiento mismo establece que tú y el ego no podéis ser lo mismo. 7Tal vez creas que ya has aceptado esto, pero aún no estás convencido de ello en absoluto. 8Prueba de ello es el hecho de que crees que debes escaparte del ego. 9Sin embargo, no puedes escaparte de él humillándolo; controlándolo o castigándolo.

4. El ego y el espíritu no se conocen. 2Sólo mediante la disociación puede la mente separada mantener vigente la separación. 3Una vez que ha hecho esto, niega todos los impulsos verdadera­mente naturales, no porque el ego sea una cosa separada, sino porque quieres creer que tú lo eres. 4El ego es un mecanismo para seguir albergando esta creencia, pero sigue siendo únicamente tu decisión de usar tal mecanismo lo que lo perpetúa.

5. ¿Cómo puedes enseñarle a alguien el valor de algo que él mismo ha desechado deliberadamente? 2Tiene que haberlo dese­chado porque no le atribuyó ningún valor. 3Lo único que puedes hacer es mostrarle cuánta infelicidad le causa su ausencia e írselo acercando lentamente para que pueda ver cómo mengua su infor­tunio según él se aproxima a ello. 4Esto le enseña a asociar su infelicidad con la ausencia de lo que desechó, y lo opuesto la infelicidad con su presencia. 5Comenzará a desearlo gradualmente a medida que cambie de parecer con respecto su valor. 6Te estoy enseñando a que asocies la infelicidad con el ego y la felicidad con el espíritu. 7Tú te has enseñado a ti mismo lo contrario. 8Sigues siendo libre de elegir, mas a la vista de las recompensas de Dios, ¿puedes realmente desear las recompensas del ego? 

6. De momento, la confianza que yo tengo en ti es mayor que la que tú tienes en mí, pero no siempre será así. 2Tu misión es muy simple. 3Se te pide que vivas de tal forma que demuestre que no eres un ego, y yo no me equivoco al elegir los canales de Dios. 4El Santísimo comparte mi confianza, y acepta mis decisiones con respecto a la Expiación porque mi voluntad nunca está en desa­cuerdo con la Suya. 5Dije anteriormente que yo estoy a cargo de la Expiación. 6Esto es así debido únicamente a que completé mi papel en ella como hombre, y ahora puedo completarla a través de otros. 7Los canales que he elegido no pueden fallar porque les prestaré mi fortaleza mientras la suya sea insuficiente.

7. Iré contigo al Santísimo, y mediante mi percepción Él podrá salvar la diminuta brecha. 2Tu gratitud hacia tu hermano es la única ofrenda que quiero. 3Yo se la llevaré a Dios por ti, sabiendo que conocer a tu hermano es conocer a Dios. 4Si le estás agradecido a tu hermano, le estarás agradecido a Dios por lo que El creó. 5Mediante tu gratitud podrás llegar a conocer a tu hermano, y un momento de verdadero reconocimiento convierte a todo el mundo en tu hermano porque cada uno de ellos es Hijo de tu Padre. 6El amor no conquista todas las cosas, pero sí las pone en su debido lugar. 7Puesto que tú eres el Reino de Dios te puedo conducir de vuelta a tus propias creaciones. 9Ahora no las recono­ces, pero aquello de lo cual te has disociado aún se encuentra ahí. 

8. A medida que te acercas a un hermano te acercas a mí, y a medida que te alejas de él, la distancia entre tú y yo aumenta. 2La salvación es "una empresa de colaboración. 3No la pueden emprender con éxito aquellos que se desvinculan de la Filiación porque al hacer eso se desvinculan de mí. 4Dios acudirá a ti sólo en la medida en que se Lo ofrezcas a tus hermanos. 5Aprende primero de ellos, y estarás listo para oír a Dios. 6Eso se debe a que el Amor sólo tiene una función.






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