DESPERTAR AL AMOR

jueves, 11 de abril de 2019

11 ABRIL: La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCION 101

La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.


1. Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. 2Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación. 3Todavía crees que la salvación requiere que sufras como peni­tencia por tus "pecados". 4Pero no es así. 5No obstante, no podrás evitar pensar que lo es, mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar.

2. Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. 2La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento. 3Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad. 4Los que pecan sólo merecen muerte y dolor, y por eso es por lo que cla­man. 5Pues saben que eso es lo que les espera, y que los buscará y que en algún punto y en algún lugar los encontrará, de modo que puedan saldar la deuda que tienen con Dios. 6Debido a su terror, tratan de escaparse de Él. 7Mas Él los seguirá persiguiendo y ellos no podrán escapar.

3. Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor. 2El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable. 3La salvación no puede sino ser temible, pues mata, aunque lentamente, y antes de otorgar el deseado favor de la muerte a las víctimas que están casi en los huesos antes de haber sido apaciguada, los despoja de todo. 4Su ira es insaciable e in­clemente, aunque totalmente justa.

4. ¿Quién buscaría un castigo tan brutal? 2¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece? 3¿Por qué habría de tratar de escuchar y aceptar Su ofrecimiento? 4Si el pecado es real, lo que le ofrece es la muerte, que le inflige cruelmente para que esté a la par de los perversos deseos de donde nace el pecado. 5Si el pecado es real, la salvación se ha vuelto tu enemigo acérrimo, la maldición de Dios contra ti que crucificaste a Su Hijo.

5. Hoy necesitas las sesiones de práctica. 2Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitable­mente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suce­der, pues carece de causa. 3Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio. 4El pecado no existe. 5Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.

6. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa. 2La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo. 3No tengas miedo de la Voluntad de Dios. 4Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te liberará de todas las consecuencias que el pecado ha for­jado en tu febril imaginación. 5Di:

6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7El pecado no existe ni tiene consecuencias.

8Así es como debes dar comienzo a tus sesiones de práctica. aLuego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brin­darán a tu mente.

7. Da gustosamente estos cinco minutos, para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real. 2Escápate hoy de la locura. 3Ya estás firme­mente plantado en el camino que conduce a la libertad, y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar tu progreso y esperanza para que vayas aún más deprisa hacia la meta de paz que te aguarda. 4El pecado no existe. 5Recuerda esto hoy, y repite en silencio tan a menudo como puedas:

6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Aprender que tus pecados no son reales y, por lo tanto, que lo que Dios quiere para ti es alegría, no castigo. Experimentar esa alegría y escapar de la pesada carga que has echado sobre ti al creer que tus pecados son reales.

Ejercicios más largos: Cada hora, a la hora en punto, durante cinco minutos (si no puedes hacer esto, al menos haz el alternativo). 

  • Di: “La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad. El pecado no existe ni tiene consecuencias.”
  •  Luego haz el mismo tipo de meditación que hiciste ayer. Mira muy dentro de ti, buscando ese lugar donde se encuentra la Voluntad de Dios para ti, ese lugar donde sólo existe la dicha, recordando que “la dicha es justa” (6:2), porque tú nunca pecaste. Recuerda concentrar toda tu intención en llegar a ese pozo de dicha en ti, retirando tu mente de esos “pensamientos pueriles y metas absurdas” (L.100.8;5) cuando se quede atrapada en ellos, buscando con confianza la Voluntad de Dios en ti, sabiendo que te liberará de todo el dolor que te has causado a ti mismo.


Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como puedas.
Repite: “La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad. Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.”

Apoyo a la práctica: “Hoy necesitas las sesiones de práctica” (5:1). Porque pueden enseñarte que tus pecados nunca fueron reales. Pueden hacer que aceptes la Expiación. Tus pies ya están fijos en el camino a la salvación, y la práctica de hoy puede darte alas para acelerarte a lo largo del camino, y puede darte esperanza para que tu velocidad siga aumentando. Por lo tanto, practica felizmente. “Da gustosamente estos cinco minutos” (7:1).

Comentario

Cuando Un Curso de Milagros habla de “salvación” significa “ser feliz”. Esto es completamente diferente del punto de vista habitual acerca de la salvación, que significa algún tipo de sufrimiento por nuestros pecados. Si somos honestos con nosotros mismos, descubriremos que la idea de “pagar por nuestros pecados” está profundamente grabada en nosotros, apareciendo de maneras muy claras a veces, o tras no tan claras. Una de las más ingeniosas, pero más fáciles de descubrir si la buscas, es nuestra culpa por ser felices.

¿No te has dado cuenta de eso? De alguna manera no parece bien o seguro ser “demasiado” feliz. Tenemos este extraño sentimiento de que si somos “demasiado” felices, nos sucederá algo malo. Un ejemplo de ello es el dicho popular: “Esto es demasiado bueno para que dure”. Sondra Ray en su Entrenamiento en Relaciones Amorosas solía hacer la pregunta: “¿Cuánto tiempo puedes aguantar lo bueno?” Interesante pregunta.

O, podemos sentirnos culpables por ser felices cuando un amigo está triste o disgustado por alguna razón, nos sentimos obligados a unirnos a él en su sufrimiento. Y la idea de que podríamos ser felices todo el tiempo nos parece demasiado ridícula para tenerla en cuenta. Pensamos que el sufrimiento es una parte natural de estar vivos. Quizá incluso pensamos, al igual que Carly Simon, que “el sufrimiento es lo único que me hizo sentir que estaba viva”. (Escucha su canción “No Tengo Tiempo para el Dolor” desde el pensamiento del Curso). Pensamos que lo necesitamos. Nunca nos damos cuenta de que todas estas ideas están directamente relacionadas con nuestra creencia en el pecado y en el castigo. No nos damos cuenta de que estamos eligiendo nuestro sufrimiento activamente.

No hay necesidad de penitencia. No hay que pegar ningún precio por el pecado, porque no existe el pecado. Leyendo esto, alguno de nosotros inmediatamente pensará que estas ideas son peligrosas: si no hay que pagar un precio por el pecado, entonces no habrá control sobre los pecadores. Pensamos que el castigo es necesario para controlar el mal. Dentro del mundo en el que los cuerpos parecen reales, el control es a veces necesario, aunque quizá mucho menos de lo que pensamos. Pero darle vueltas a cómo aplicar estas ideas a la mala conducta (por ejemplo, el crimen) nos llevaría meses. Y ésta no es la cuestión aquí. Creemos que es Dios Quien pide que paguemos las ofensas que hemos cometido contra Él. ¿Y si no Le hemos hecho ninguna ofensa? ¿Y si nuestros “pecados” son para Él como la picadura de un mosquito a un elefante, que no Le afectan en absoluto?

¿Cómo puedo ser feliz si creo que Dios está enfadado conmigo? ¿Cómo puedo sentirme atraído por la salvación que viene a través del dolor, matándome lentamente, quitándome la vida hasta que me quede en los huesos (metafóricamente hablando)? ¡El infierno no es salvación! No es un Dios de Amor Quien exige esas cosas. Dios no está enfadado, Su Voluntad para mí es perfecta felicidad. Si el pecado es real, el castigo es real; y si el castigo es real, tengo todos los motivos para huir de Dios. Por eso precisamente fomenta el ego que pensemos así de Dios. La lección dice: “El pecado no existe” (5:4), y nos dice“Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible” (5:5).

¿Y la justicia? “La dicha es justa”. ¡Eso es la justicia: alegría!

Cuando pienso en esto, a menudo llego a una aplicación muy sencilla con la que me enfrento cada día. Cuando hago algo que no apruebo, o no hago algo que creo que debería haber hecho, o me doy cuenta de que estoy teniendo pensamientos de condena o de juicio a alguien, a menudo me pesco a mí mismo pensando que tengo que pasar por un largo periodo de remordimiento antes de poder ser feliz de nuevo. Sólo con haberme dado cuenta de mi error y decidir cambiar mi mente probablemente no es suficiente para merecer ser feliz de nuevo, ¿no? ¿No tengo que “pagar por mi pecado” de algún modo? Por lo menos, ¿quizá pasar diez minutos en meditación? ¡Qué disparate!

Y sin embargo, sigo dándole vueltas a la idea. Esto me muestra que mi mente no se ha librado de esta idea de pecado-y-castigo, que todavía creo que tengo que compensar la cuenta con Dios antes de poder ser feliz de nuevo. Lo que Dios quiere en ese instante, y en cada instante, es que yo sea feliz. “Obedecer a Dios” significa “ser feliz”. Significa abandonar la penitencia que me he impuesto a mí mismo y que me alegre en el Amor de Dios. Significa aceptar la Expiación para mí mismo. ¿Qué mejor modo de “renunciar al pecado” que dejar de hundirme en llorosas humillaciones y negarles el poder de impedirme la felicidad?

Que hoy me niegue a echarme el fardo de culpa a mí mismo. Que levante la cabeza, sonría y Le dé a Dios la gloria de que soy feliz. El mayor regalo que puedo dar a los que están a mi alrededor es mi felicidad.

“La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad. Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.” (7:6-7)





TEXTO


III. El dios de la enfermedad


1. No has atacado a Dios, y ciertamente lo amas. 2¿Puedes acaso cambiar tu realidad? 3Nadie puede disponer su propia destruc­ción. 4Cuando piensas que te estás atacando a ti mismo, ello es señal evidente de que odias lo que crees ser. 5eso, y sólo eso, es lo único que puedes atacar. 6Lo que crees ser puede ser muy odioso, y lo que esta extraña imagen te lleva a hacer puede ser muy destructivo. 7Mas la destrucción no es más real que la ima­gen, si bien los que inventan ídolos ciertamente los veneran. 8Los ídolos no son nada, pero sus adoradores son los Hijos enfermos de Dios. 9Dios desea verlos libres de sus enfermedades y de vuelta en Su Mente. 10No limitará en modo alguno el poder que tienes de ayudarlos, puesto que Él te lo dio. 11No tengas miedo de ese poder porque es tu salvación.

2. ¿Qué otro Consolador puede haber para los Hijos enfermos de Dios, excepto Su poder a través de ti? 2Recuerda que no importa en qué parte de la Filiación se le acepte, 3Él siempre es aceptado por todos, y cuando tu mente lo recibe, Su recuerdo despierta en toda la Filiación. 4Sana a tus hermanos aceptando simplemente a Dios por ellos. 5Vuestras mentes no están separadas, y Dios tiene solamente un canal para sanar porque sólo tiene un Hijo. 6El único nexo de comunicación que le queda a Dios con Sus Hijos los une a todos ellos entre sí, y a todos ellos con Él. 7Ser consciente de esto es sanarlos, ya que es la conciencia de que ninguno de ellos está separado y, por ende, ninguno está enfermo.

3. Creer que un Hijo de Dios puede estar enfermo es creer que parte de Dios puede sufrir. 2El amor no puede sufrir porque no puede atacar. 3Recordar el amor, por lo tanto, trae consigo invul­nerabilidad. 4No te pongas de parte de la enfermedad en presen­cia de un Hijo de Dios aunque él crea en ella, pues tu aceptación de que Dios reside en él da testimonio del Amor de Dios que él ha olvidado. 5Tu reconocimiento de que él forma parte de Dios le recuerda la verdad acerca de sí mismo, que él está negando. 6¿Reforzarías aún más su negación de Dios, perdiéndote de esta manera de vista a ti mismo? 7¿O le recordarías su plenitud y te acordarías de tu Creador con él?

4. Creer que un Hijo de Dios está enfermo es adorar al mismo ídolo que él adora. 2Dios creó el amor, no la idolatría. 3Todas las formas de idolatría son caricaturas de la creación, y las enseñan mentes que están demasiado divididas como para saber que la creación comparte el poder y nunca lo usurpa. 4La enfermedad es idolatría porque es la creencia de que se te puede desposeer de tu poder. 5Esto, no obstante, es imposible porque formas parte de Dios, que es todo poder. 6Un dios enfermo no puede por menos que ser un ídolo, hecho a imagen y semejanza de lo que su hace­dor cree ser. 7Y esto es exactamente lo que el ego percibe en un Hijo de Dios: un dios enfermo, auto-creado, auto-suficiente, sumamente perverso y extremadamente vulnerable. 8¿Es éste el ídolo que quieres adorar? 9¿Es ésta la imagen para salvar la cual te mantienes alerta? 10¿Tienes realmente miedo de perder esto?

5. Examina con calma la conclusión lógica del sistema de pensa­miento del ego y determina si lo que te ofrece es realmente lo que tú deseas, pues eso es lo que te ofrece. 2Para obtenerlo estás dis­puesto a atacar la Divinidad de tus hermanos y así perder de vista la tuya. 3Y estás dispuesto a mantenerla oculta para proteger un ídolo que crees que te salvará de los peligros que él repre­senta, pero que no existen.

6. En el Reino no hay idólatras, sino un gran aprecio por todo lo que Dios creó, debido al sereno conocimiento de que cada ser forma parte de Él. 2El Hijo de Dios no sabe de ídolos, pero sí sabe Quién es su Padre. 3En este mundo la salud es el equivalente de lo que en el Cielo es la valía. 4No es mi mérito lo que te aporto sino mi amor, pues tú no te consideras valioso. 5Cuando no te conside­ras valioso enfermas, pero la valía que te adjudico puede curarte porque la valía del Hijo de Dios es una y la misma. 6Cuando dije: "Mi paz os doy", eso es exactamente lo que quise decir. 7La paz te llega de parte de Dios a través de mí. 8Es para ti aunque tú no la pidas.

7. Cuando un hermano está enfermo es porque no está pidiendo paz, y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. 2Aceptar la paz es negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión. 3Todo Hijo de Dios, no obstante, tiene el poder de negar lo ilusorio en cualquier parte del Reino simplemente negándolo completamente en sí mismo. 4Yo puedo curarte porque te conozco. 5Conozco tu valía por ti, y esta valía es lo que te hace íntegro. 6Una mente íntegra no es idólatra ni sabe de leyes conflictivas. 7Te curaré simplemente porque sólo tengo un mensaje, y ese mensaje es verdad. 8Tu fe en él te hará íntegro cuando tengas fe en mí.

8. No recurro a engaños para difundir el mensaje de Dios, y aprenderás esto a medida que aprendas que siempre recibes en la misma medida en que aceptas. 2Podrías aceptar paz ahora mismo por todo el mundo, y así liberarlos completamente de sus ilusio­nes, pues has oído Su Voz. 3Pero no antepongas otros dioses a Él, o no podrás oír. 4Dios no tiene celos de los dioses que inventaste, pero tú sí. 5Tú quisieras conservarlos y servirles porque crees que ellos te hicieron a ti. 6Crees que ellos son tu padre porque estás proyectando sobre ellos el pavoroso hecho de que los inventaste para reemplazar a Dios. 7Mas cuando parezcan hablarte recuerda que nada puede reemplazar a Dios, y que todos los substitutos con los que lo has intentado suplantar no son nada.

9. Dicho llanamente, pues, puede que creas que tienes miedo de la nada, pero en realidad tienes miedo de lo que no es nada. 2al darte cuenta de esto sanas. 3Oirás al Dios al que prestes atención. 4Inventaste al dios de la enfermedad, y al inventarlo te capacitaste para oírle. 5No obstante, no lo creaste, pues él no es la Voluntad del Padre. 6Por lo tanto, no es eterno, y quedará des-hecho en el instante en que indiques que estás dispuesto a aceptar solamente lo eterno.

10. Si Dios no tiene más que un solo Hijo, no puede haber más que un solo Dios. 2Tú compartes la realidad con Él porque la realidad no está dividida. 3Anteponer otros dioses a Él es anteponer otras imágenes a ti mismo. 4No te das cuenta de cuánto caso les haces a tus dioses y de cuán alerta te mantienes en su favor. 5No obstante, ellos existen únicamente porque tú los honras. 6Honra sólo lo que es digno de ser honrado y tendrás paz. 7La paz es el legado de tu verdadero Padre. 8Tú no puedes engendrar a tu Padre, y el falso padre que inventaste no te procreó a ti. 9Las ilusiones no son dignas de ser honradas porque al honrarlas no estás honrando nada. 10No obstante, tampoco deben temerse, pues lo que no es nada no puede ser temible. 11Has elegido tener miedo del amor por razón de su perfecta mansedumbre, y debido a ese miedo has estado dispuesto a renunciar a la perfecta capacidad que tienes para ser útil y a la perfecta Ayuda de que dispones.

11. Únicamente en el altar de Dios podrás encontrar paz. 2este altar está en ti porque Dios lo puso allí. 3Su Voz todavía te llama a retornar, y le oirás cuando dejes de anteponer otros dioses a Él. 4Puedes renunciar al dios de la enfermedad por tus hermanos; de hecho, eso es lo que tendrás que hacer si renuncias a él tú mismo. 5Pues si ves al dios de la enfermedad en alguna parte, lo has aceptado. 6Y si lo has aceptado, te postrarás ante él y lo adorarás porque fue concebido para reemplazar a Dios. 7Él es la creencia de que puedes elegir qué dios es real. Si bien está claro que esto no tiene nada que ver con la realidad, está igualmente claro que tiene mucho que ver con la realidad tal como tú la percibes.











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