DESPERTAR AL AMOR

lunes, 25 de noviembre de 2019

25 NOVIEMBRE: He elegido ya lo que Tu Voluntad dispone.

AUDIOLIBRO



EJERCICIOS


LECCIÓN 329


He elegido ya lo que Tu Voluntad dispone.


1. Padre, pensé que me había apartado de Tu Voluntad, que la había desafiado, que había violado sus leyes y que había interpuesto otra volun­tad más poderosa que la Tuya. 2En realidad, no obstante, no soy otra cosa que una extensión de Tu Voluntad que se extiende continuamente. 3Eso es lo que soy, y ello jamás ha de cambiar. 4Así como Tú eres Uno, yo soy uno Contigo. 5Eso fue lo que elegí en mi creación, en la que mi voluntad se hizo eternamente una con la Tuya. 6Esa decisión se tomó para siempre. 7No puede cambiar ni oponerse a sí misma. 8Padre, mi voluntad es la Tuya. 9Estoy a salvo, tranquilo y sereno, y gozo de una dicha intermina­ble porque así lo dispone Tu Voluntad.

2. Hoy aceptaremos la unión que existe entre nosotros, y entre nosotros y nuestra Fuente. 2No tenemos otra voluntad que la Suya y todos somos uno porque todos compartimos Su Voluntad. 3A través de Ella reconocemos que somos uno solo. 4A través de Ella encontramos por fin el camino que nos conduce a Dios.






Instrucciones para la práctica

Ver las instrucciones para la práctica en las instrucciones de la Segunda Parte del Libro de Ejercicios, o en la Tarjeta de Práctica de este libro.

Comentario

Para nosotros es difícil darnos cuenta de que ya hemos elegido la Voluntad de Dios. Elegir Su Voluntad es el único modo de encontrar nuestra verdadera libertad (lección de ayer), y ya hemos hecho esa elección. Podemos pensar que nos hemos alejado de la Voluntad de Dios, que la hemos desobedecido, y que hemos violado Sus leyes (1:1), pero no lo hemos hecho. No podemos. Porque somos “una extensión de Su Voluntad que se extiende continuamente” (1:2-3).

¿Cuándo tomamos esta decisión de la que parece que no somos conscientes? En el mismo instante de nuestra creación (1:5). Dios nos creó extendiendo Su Voluntad, cuando fuimos creados éramos la extensión de Su Voluntad. Nuestra decisión ya se tomó, y “se tomó para siempre” (1:6). No podemos cambiarla. Podemos inventar una ilusión en la que parece que tenemos una voluntad separada de la de Dios, pero no podemos hacerla real. Si lo que hacemos contradice la Voluntad de Dios, todo lo que podemos hacer es ilusorio.

Este hecho es nuestra seguridad. También es nuestra salvación, pues significa que no hemos hecho lo que hemos pensado que hemos hecho, no hemos desafiado la Voluntad de Dios, únicamente nos lo hemos imaginado, únicamente lo hemos soñado. La unidad de Dios y de Su creación sigue en perfecto estado, y es esto lo que celebramos hoy.


¿Qué es la creación? (Parte 9)

L.pII.11.5:1

Nuestro Padre nos llama. (5:1)

“Padre”es igual a “Creador”, Quien nos dio el ser. Quizá, después de este tiempo pensando en lo que es la creación, la palabra “Padre” tiene un poco más de significado para nosotros. Nuestro Padre es Quien nos pensó y nos dio existencia. “Sólo el Amor crea” (1:2), y por eso nuestro Padre es el Amor Mismo, Que nos ha creado como Él Mismo. Él deseó añadir Amor a través de Su extensión, y así de este deseo fuimos creados, para permanecer para siempre en Su santa Voluntad.

¡Ese deseo inmortal de Dios todavía continúa! Con todo ese deseo infinito de Su Voluntad, Él nos llama para que seamos lo que Él creó que fuésemos: la extensión de Su Amor, creando tal como Él lo hace: extendiendo amor, siempre uno con Su santa Voluntad, compartiéndola, glorificándola, irradiándola por cada poro de nuestro ser. El Amor de Dios permanece con nosotros. Nuestra mente Le recuerda, recuerda nuestra función. Desde dentro de nuestra mente Él nos llama, acercándonos con Su Amor a ser el mismo Amor que nos acerca.

Él es nuestro Padre, nuestro Creador. No podemos escapar del hecho de lo que somos. “Soy tal como Dios me creó” (L.110). Él nos llama continuamente, constantemente, con paciencia, sin cesar, y hasta que dejemos nuestro loco intento de ser “algo más”, algo distinto al Amor, y respondamos a Su llamada, sólo podemos retrasar nuestra felicidad y nuestra dicha.

Padre, que hoy oiga Tu Voz llamándome y que conteste.

 




TEXTO




Capítulo 29


EL DESPERTAR



I. La clausura de la brecha


1. No hay tiempo, lugar ni estado del que Dios esté ausente. 2No hay nada que temer. 3Es imposible que se pudiese concebir una brecha en la Plenitud de Dios. 4La transigencia que la más insig­nificante y diminuta de las brechas representaría en Su Amor eterno es completamente imposible. 5Pues ello querría decir que Su Amor puede albergar una sombra de odio, que Su bondad puede a veces trocarse en ataque y que en ocasiones Él podría perder Su infinita paciencia. 6Esto es lo que crees cuando percibes una brecha entre tu hermano y tú. 7¿Cómo ibas a poder, entonces, confiar en Dios? 8Pues Su Amor debe ser un engaño. 9Sé preca­vido entonces: no dejes que se te acerque demasiado y mantén una brecha entre Su Amor y tú a través de la cual te puedas escapar en caso de que tengas necesidad de huir.

2. Aquí es donde más claramente se puede ver el temor a Dios. 2Pues el amor es traicionero para aquellos que tienen miedo, ya que el miedo y el odio siempre van de la mano. 3Todo aquel que odia tiene miedo del amor y, por lo tanto, no puede sino tener miedo de Dios. 4Es indudable que no conoce el significado del amor. 5Teme amar y ama odiar, y así, piensa que el amor es temi­ble y que el odio es amor. 6Esto es lo que inevitablemente les sucede a todos aquellos que tienen en gran estima a esta pequeña brecha, creyendo que es su salvación y esperanza.

3. ¡El temor a Dios! 2El mayor obstáculo que la paz tiene que sal­var no ha desaparecido todavía. 2Los demás ya han desapare­cido, pero éste todavía sigue en pie, obstruyendo tu paso y haciendo que el camino hacia la luz parezca oscuro y temible, peligroso y sombrío. 4Has decidido que tu hermano es tu ene­migo. 5Tal vez tu amigo en algunas ocasiones, siempre que vues­tros diferentes intereses permitan vuestra amistad por algún tiempo. 6Pero no sin dejar una aparente brecha entre vosotros, en caso de que él se vuelva a convertir en tu enemigo. 7Deja que se acerque a ti, y te haces atrás; acércate a él, y él instantáneamente emprende la retirada. 8El acuerdo que establecisteis fue tener una amistad cautelosa y de limitado alcance, cuya intensidad estuviese cuidadosamente restringida. 9De modo que lo único que tú y tu hermano hicisteis fue establecer un pacto condicional en el que uno de sus puntos era una cláusula de separación que tanto tú como él acordasteis no violar. 10Y convinisteis que violarla sería una infracción del acuerdo de todo punto intolerable.

4. La brecha entre vosotros no es el espacio que hay entre vues­tros cuerpos, 2pues ese espacio tan sólo da la impresión de dividir vuestras mentes separadas. 3La brecha entre vosotros es el sím­bolo de una promesa que os habéis hecho de encontraros cuando os parezca, y luego separaros hasta que los dos decidáis encontra­ros de nuevo. 4Y entonces vuestros cuerpos parecerán ponerse en contacto y concertar un lugar de encuentro donde reunirse. 5Pero siempre es posible que cada uno siga su camino. 6Supeditado al "derecho" de separaros, acordáis reuniros de vez en cuando y mantener vuestra distancia con intervalos de separación que os protejan del "sacrificio" del amor. 7El cuerpo os salva, pues os aleja del sacrificio total y os da tiempo para reconstruir una vez más vuestros yos separados, que creéis que realmente menguan cuando os reunís.

5. El cuerpo no podría separar tu mente de la mente de tu her­mano a menos que quisieses que fuese la causa de vuestra separa­ción y distanciamiento. 2Por consiguiente, le atribuyes un poder que no posee. 3Esto es lo que hace que tenga poder sobre ti. 4Pues ahora piensas que el cuerpo determina cuándo debéis reuniros, y que limita vuestra capacidad de estar en comunión con la mente del otro. 5Y así, te dice adónde ir y cómo llegar hasta allí, lo que te es factible emprender y lo que no puedes hacer. 6Te dice también lo que su salud puede tolerar, así como lo que lo fatigará y enfer­mará. 7Sus "inherentes" debilidades establecen los límites de lo que puedes hacer y hacen que tu propósito sea débil y limitado.

6. El cuerpo se avendrá a todo esto, si ése es tu deseo. 2Permitirá solamente limitados desahogos de "amor", intercalados con inter­valos de odio. 3Y se hará cargo de decidir cuándo puede "amar" y cuándo se debe refugiar en el miedo para mantenerse a salvo. 4Enfermará porque tú no sabes lo que es amar. 5De este modo, utilizarás indebidamente toda circunstancia y a todo aquel con quien te encuentres, y no podrás sino ver en ellos un propósito distinto del tuyo.

7. El amor no exige sacrificios. 2Pero el miedo exige el sacrificio del amor, pues no puede subsistir en su presencia. 3Para perpe­tuar el odio, es preciso temerle al amor y limitar su presencia sólo a algunas ocasiones, manteniéndolo alejado el resto del tiempo. 4De esta manera, se le tiene por traicionero porque parece ir y venir a su antojo y no ofrecerte ninguna estabilidad. 5No te das cuenta de cuán limitada y débil es tu lealtad, y de cuán a menudo le has exigido al amor que se aleje de ti y te deje solo y en "paz".

8. El cuerpo, que de por sí no tiene ningún objetivo, es la excusa que tienes para los diversos objetivos que tienes y que le obligas a perseguir. 2No es su debilidad lo que te asusta, sino su falta de fuerza o debilidad. 3¿No te gustaría saber que nada se interpone entre tú y él? 4¿No te gustaría saber que no hay brecha tras la que te puedas ocultar? 5Los que descubren que su salvador ya no es su enemigo experimentan un sobresalto. 6Cuando se descubre que el cuerpo no es real se suscita una cierta aprensión 7y se experimen­tan matices de aparente temor en torno al feliz mensaje de que "Dios es Amor".


9. Cuando la brecha desaparece, no obstante, lo único que se experimenta es paz eterna. 2No más de eso, pero tampoco menos. 3Si no tuvieses miedo de Dios, ¿qué podría inducirte a que lo abandonases? 4¿Qué juguetes o baratijas podría haber en la brecha que pudiesen privarte por un solo instante de Su Amor? 5¿Permi­tirías que el cuerpo dijese "no" a la llamada del Cielo, si no tuvie­ses miedo de perder tu ser al encontrar a Dios? 6Mas ¿cómo sería posible que perdieses tu ser al hallarlo?







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