DESPERTAR AL AMOR

jueves, 10 de agosto de 2017

10 AGOSTO: Dios está conmigo. Vivo y me muevo en Él.

AUDIOLIBRO

EJERCICIOS



LECCIÓN 222



Dios está conmigo. Vivo y me muevo en Él.



1. Dios está conmigo. 2Él es mi Fuente de vida, la vida interior, el aire que respiro, el alimento que me sustenta y el agua que me renueva y me purifica. 3Él es mi hogar, en el que vivo y me muevo; el Espíritu que dirige todos mis actos, me ofrece Sus Pen­samientos y garantiza mi perfecta inmunidad contra todo dolor. 4Él me prodiga bondad y cuidado, y contempla con amor al Hijo sobre el que resplandece, el cual a su vez resplandece sobre Él. 5¡Qué serenidad la de aquel que conoce la verdad de lo que Él dice hoy! 
 

2. Padre, no tenemos en nuestros labios ni en nuestras mentes otras palabras que Tu Nombre, cuando acudimos silenciosamente ante Tu Pre­sencia, pidiendo que se nos conceda poder descansar Contigo por un rato en paz.




Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

·         Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

·         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
·         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

De nuevo se nos lleva a la Presencia de Dios, sin palabras, en silencio y quietud. Somos conscientes únicamente de Dios, con Su Nombre en nuestros labios.

¿Qué significa “vivo y me muevo en Dios”? Éste es el mensaje que el Apóstol Pablo llevó a los Atenienses, hablando del “dios desconocido”, y diciendo: “en Él vivimos, y nos movemos y tenemos nuestro ser” (Hechos de los A. 17:16-28). La lección habla de la Presencia de Dios en todos y en todo, que Dios está en todas partes y “en todo momento”. En hermosas imágenes, la lección saca nuestros pensamientos a la Presencia que todo lo llena, que nunca está separada de nosotros, “más cerca que mi propia respiración, y más cerca que mis manos y pies”, como escribió Tennyson.

Esto son imágenes y no literal (en mi opinión). Si el mundo es una ilusión, como dice a menudo el Curso, Dios no es literalmente “el agua que me renueva y me purifica” (1:2). Esto está hablando de nuestra realidad espiritual, donde realmente estamos. Dios es la realidad de todas las cosas que buscamos en el mundo para alimento y sustento, Dios es la verdadera Fuente de nuestra vida. Pensamos que vivimos en el mundo, pero vivimos en Dios. Pensamos que nuestro cuerpo contiene nuestra vida, pero Él es nuestra vida. Pensamos que respiramos aire, pero Le respiramos a Él. Dios es nuestro verdadero alimento y nuestra verdadera bebida, nuestro verdadero Hogar. No vivimos ni nos movemos en el mundo, vivimos y nos movemos en Dios.


Leer esta lección en voz alta es un ejercicio excelente. O convertir la primera parte en una oración: “Tú eres mi Fuente de vida... Tú eres mi hogar”. Usa estas palabras al comienzo de tu periodo de práctica para poner tu mente en un estado de consciencia de estar lleno de Dios y dentro de Él, protegido por su amoroso cuidado. Luego, aquiétate, y entra dentro de esa Presencia, para descansar con Él en paz durante un rato.



¿Qué es el perdón? (Parte 2)

L.pII.1.1:2-7

Dice: “El perdón no perdona pecados, otorgándoles así realidad. Simplemente ve que no hubo pecado” (1:2-3).

Ésta es la distinción entre el verdadero perdón y el falso perdón, que La Canción de la Oración llama “perdón-para-destruir” (Canción 2:1-2). Hay una gran diferencia entre ver pecado en alguien y luchar para pasarlo por alto o contener el deseo de castigarle, y ver no un pecado sino un error y una petición de ayuda de un Hijo de Dios confundido, y de manera natural responder con amor. Cuando el Espíritu Santo nos permite ver el “pecado” de otro de esta manera, de repente podemos ver nuestros propios”pecados” en esa misma luz. En lugar de intentar justificar nuestros propios errores, podemos admitir que son errores y abandonarlos sin culpa.

El pecado es simplemente “una idea falsa acerca del Hijo de Dios” (1:5). Es una falsa evaluación de uno mismo proyectada sobre todos a nuestro alrededor. Es la creencia de que verdaderamente estamos separados, de que somos los agresores del Amor de Dios en nuestra separación, y vemos agresores por todas partes.

Aquí (1:6-7) el perdón se ve en tres pasos. Primero, vemos la falsedad de la idea del pecado. Reconocemos que no ha habido pecado, el Hijo de Dios (en el otro o en nosotros) sigue siendo el Hijo de Dios, y no un demonio. Se ha equivocado, pero no ha pecado. Segundo, siguiendo de cerca al primer paso y como consecuencia de él, abandonamos la idea de pecado. Renunciamos a ella. Abandonamos nuestras quejas, renunciamos a nuestros pensamientos de ataque. Sólo el primer paso depende de nuestra elección, el segundo paso resultado del primero. Cuando ya no vemos más el ataque, ¿qué razón hay para castigar con un contraataque?

El tercer paso es cosa de Dios. Algo viene a ocupar el lugar del pecado, la Voluntad de Dios es libre para fluir a través de nosotros sin que nuestras ilusiones se lo impidan, y el Amor sigue su curso natural. En esto experimentamos nuestro verdadero Ser, la extensión del propio Amor de Dios.


Todo lo que necesitamos hacer, si se le puede llamar hacer, es estar dispuesto a ver algo distinto al ataque, algo distinto al pecado. Necesitamos estar dispuestos a admitir que nuestra percepción del pecado es falsa. Cuando lo hagamos, el Espíritu Santo compartirá con nosotros Su percepción. Él sabe cómo perdonar, nosotros no lo sabemos. Nuestro papel consiste simplemente en pedirle que Él nos enseñe. Él hace el resto, y todo sucede como resultado de ese estar dispuestos.




TEXTO



III. La irrealidad del pecado



1. La atracción de la culpabilidad reside en el pecado, no en el error. 2El pecado volverá a repetirse por razón de esta atracción. 3El miedo puede hacerse tan agudo que al pecado se le ruega su expresión. 4Pero mientras la culpabilidad continúe siendo atrac­tiva, la mente sufrirá y no abandonará la idea del pecado. 5Pues la culpabilidad todavía la llama, y la mente la oye y la desea ardientemente, y se deja cautivar voluntariamente por su enfer­miza atracción. 6El pecado es una idea de perversidad que no puede ser corregida, pero que, sin embargo, será siempre desea­ble. 7AI ser parte esencial de lo que el ego cree que eres, siempre la desearás. 8sólo un vengador, con una mente diferente de la tuya, podría acabar con ella valiéndose del miedo.


2. El ego no cree que sea posible que lo que el pecado realmente invoca, y a lo que el amor siempre responde, es al amor y no al miedo. 2Pues el ego lleva el pecado ante el miedo, exigiendo cas­tigo. 3Mas el castigo no es sino otra forma de proteger la culpabi­lidad, pues lo que merece castigo tuvo que haber sucedido realmente. 4El castigo es siempre el gran protector del pecado, al que trata con respeto y a quien honra por su perversidad. 5Lo que clama por castigo, tiene que ser verdad. 6lo que es verdad no puede sino ser eterno, y se seguirá repitiendo sin cesar. 7Pues deseas lo que consideras real, y no lo abandonas.


3. Un error, en cambio, no es algo atractivo. 2Lo que ves clara­mente como una equivocación deseas que se corrija. 3A veces un pecado se comete una y otra vez, con resultados obviamente angustiosos, pero sin perder su atractivo. 4Mas de pronto cambias su condición, de modo que de ser un pecado pasa a ser simple­mente un error. 5Ahora ya no lo seguirás cometiendo, simplemen­te no lo volverás a hacer y te desprenderás de él, a menos que todavía te sigas sintiendo culpable. 6Pues en ese caso no harás sino cambiar una forma de pecado por otra, reconociendo que era un error pero impidiendo su corrección. 7Eso no supone realmente un cambio en tu percepción, pues es el pecado y no el error el que exige castigo.


4. El Espíritu Santo no puede castigar el pecado. 2Reconoce los errores y Su deseo es corregirlos todos tal como Dios le encargó que hiciese. 3Pero no conoce el pecado, ni tampoco puede ver errores que no puedan ser corregidos. 4Pues la idea de un error incorregible no tiene sentido para Él. 5Lo único que el error pide es corrección, y eso es todo. 6Lo que pide castigo no está real­mente pidiendo nada. 7Todo error es necesariamente una petición de amor. 8¿Qué es, entonces, el pecado? 9¿Qué otra cosa podría ser, sino una equivocación que quieres mantener oculta, una peti­ción de ayuda que no quieres que sea oída, y que, por lo tanto, se queda sin contestar?


5. En el tiempo, el Espíritu Santo ve claramente que el Hijo de Dios puede cometer errores. 2En esto compartes Su visión. 3Mas no compartes Su criterio con respecto a la diferencia que existe entre el tiempo y la eternidad. 4cuando la corrección se com­pleta, el tiempo se convierte en eternidad. 5El Espíritu Santo puede enseñarte a ver el tiempo de manera diferente y a ver más allá de él, pero no podrá hacerlo mientras sigas creyendo en el pecado. 6En el error sí puedes creer, pues éste puede ser corregido por la mente. 7Pero  el pecado es la creencia de que tu percepción es inalterable y de que la mente tiene que aceptar como verdadero lo que le dicta la percepción. 8Si la mente no obedece, se la juzga como desquiciada. 9De ese modo la mente, que es el único poder que podría cambiar la percepción, se mantiene en un estado de impotencia y restringida al cuerpo por miedo al cambio de per­cepción que su Maestro, que es uno con ella, le brindaría.


6. Cuando te sientas tentado de pensar que el pecado es real, recuerda esto: si el pecado es real, ni tú ni Dios lo sois. 2Si la creación es extensión, el Creador tiene que haberse extendido a Sí Mismo, y es imposible que lo que forma parte de Él sea comple­tamente diferente del resto. 3Si el pecado es real, Dios no puede sino estar en pugna Consigo Mismo. 4Tiene que estar dividido, debatiéndose entre el bien y el mal; ser en parte cuerdo y en parte demente. 5Pues tiene que haber creado aquello que quiere des­truirlo y que tiene el poder de hacerlo. 6¿No sería más fácil creer que has estado equivocado que creer eso?


7. Mientras creas que tu realidad o la de tu hermano está limi­tada a un cuerpo, seguirás creyendo en el pecado. 8Mientras creas que los cuerpos se pueden unir, seguirás encontrando atractiva a la culpabilidad y considerando el pecado como algo de inestimable valor. 3Pues la creencia de que los cuerpos limitan a la mente conduce a una percepción del mundo en la que la prueba de la separación parece abundar por todas partes. 4Así Dios y Su creación parecen estar separados y haber sido derroca­dos. 5Pues el pecado demostraría que lo que Dios creó santo no puede prevalecer contra él, ni seguir siendo lo que es ante su poderío. 6Al pecado se le percibe como algo más poderoso que Dios, ante el cual Dios Mismo se tiene que postrar y ofrecer Su creación a su conquistador. 7¿Es esto humildad o demencia?


8. Si el pecado es real, tiene que estar permanentemente excluido de cualquier esperanza de curación. 2Pues en ese caso habría un poder que transcendería al de Dios, un poder capaz de fabricar otra voluntad que puede atacar y derrotar Su Voluntad, así como conferirle a Su Hijo otra voluntad distinta de la Suya y más fuerte. 3cada parte fragmentada de la creación de Dios tendría una voluntad diferente, opuesta a la Suya, y en eterna oposición a Él y a las demás. 4Tu relación santa tiene ahora como propósito la meta de demostrar que eso es imposible. 5El Cielo le ha sonreído, y en su sonrisa de amor la creencia en el pecado ha sido erradicada. 6Todavía lo ves porque no te das cuenta de que sus cimientos han desaparecido. 7Su fuente ya ha sido eliminada, y sólo puedes abrigarlo por un breve período de tiempo antes de que desaparezca del todo. 8Lo único que queda es el hábito de buscarlo.


9. Y sin embargo, lo contemplas con la sonrisa del Cielo en tus labios y con la bendición del Cielo en tu mirada. 2No seguirás viendo el pecado por mucho más tiempo. 3Pues en la nueva per­cepción, la mente lo corrige cuando parece presentarse y se vuel­ve invisible. 4Los errores se reconocen de inmediato y se llevan enseguida ante la corrección para que ésta los sane y no para que los oculte. 5Serás curado del pecado y de todas sus atrocidades en el instante en que dejes de conferirle poder sobre tu hermano. 6lo ayudarás a superar sus errores al liberarlo jubilosamente de la creencia en el pecado.


10En el instante santo verás refulgir la sonrisa del Cielo sobre ti y sobre tu hermano. 2Y derramarás luz sobre él, en jubiloso recono­cimiento de la gracia que se te ha concedido. 3Pues el pecado no puede prevalecer contra una unión que el Cielo ve con beneplá­cito. 4Tu percepción sanó en el instante santo que el Cielo te dio. 5Olvídate de lo que has visto, y eleva tus ojos con fe hacia lo que ahora puedes ver. 6Las barreras que impiden el paso al Cielo de­saparecerán ante tu santa mirada, pues a ti que eras ciego se te ha concedido la visión y ahora puedes ver. 7No busques lo que ha sido eliminado, sino la gloria que ha sido restituida para que tú la veas.


11. Mira a tu Redentor y contempla lo que Él quiere que tú veas en tu hermano, y no permitas que el pecado vuelva a cegar tus ojos. 2Pues el pecado te mantendría separado de él, pero tu Redentor quiere que veas a tu hermano como te ves a ti mismo. 3Vuestra relación es ahora un templo de curación, un lugar donde todos los que están fatigados pueden venir a descansar. 4En ella se encuentra el descanso que les espera a todos después de la jor­nada. 5Y gracias a vuestra relación todos se encuentran más cerca de ese descanso.


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