DESPERTAR AL AMOR

martes, 22 de agosto de 2017

22 AGOSTO: Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.

AUDIOLIBRO

EJERCICIOS


LECCIÓN 234,

Padre, hoy vuelvo a ser Tu Hijo.



1. Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado. 2Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. 3Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pen­samientos que están eternamente unidos cual uno solo. 4Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. 5Hoy aceptamos la veracidad de este hecho.

2. Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. 2Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

·   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

·         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
·         Piensa en ella durante un rato.

Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.


Comentario

Esta lección trata de disfrutar del Cielo por anticipado.

Hoy vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos apartado. (1:1)

Eso es lo que hacemos cada día cuando nos acercamos a Dios en esos momentos de quietud y silencio. Nos estamos ofreciendo a nosotros mismos un anticipo del Cielo. Ahora mismo, en este mismo instante, imagínate que todos tus sueños de pecado y de culpa han desaparecido. Imagínate que todo el miedo ha desaparecido, ¡todo el miedo! Imagínate que cada pensamiento de conflicto ha desaparecido. Imagínate que no hay nada y que no puede haber nada que altere tu perfecto reposo.

Lo que estás imaginando es real, el verdadero estado de cómo son las cosas.

Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. (1:4)

Los sueños de pecado y de culpa, el sueño de miedo, el sueño de conflicto, el sueño de cualquier alteración, es sólo eso: un sueño. Nada más que un sueño. Abandónalo. Déjalo ir, sin ningún significado ni sentido. Sólo una burbuja en la corriente.

Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo intemporal. Y fue tan fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos que están eternamente unidos cual uno solo. Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. Hoy aceptamos la veracidad de este hecho. (1:2-5)

En estos momentos de recuerdo, estos instantes santos que dedicamos cada día, estamos anticipando el momento en que nuestras pesadillas ya han desaparecido. No, todavía no estoy allí, tampoco tú, no en nuestra experiencia, aunque sí en la realidad; tal como afirma la lección: nunca nos apartamos (1:1). Nunca hubo una “interrupción en la continuidad”, y ni siquiera se perdió una nota en la melodía del Cielo. Sin embargo, la mayor parte del tiempo todavía estamos viviendo en el sueño. Pero podemos sentir momentos de anticipación, experiencias directas de la verdad. Eso es lo que buscamos ahora mismo. Un momento de anticipación. Una sensación en el centro de nuestro ser, algo que identificamos con la palabra “paz”, algo que las palabras no pueden expresar.

Éstos son momentos de práctica en los que voluntariamente nos elevamos por encima de nuestra experiencia mundana normal. Elegimos “aceptar como totalmente verdadero” el hecho de que la paz de Dios, el Padre y el Hijo, nunca se ha visto alterada. Sólo por un momento, ahora mismo, nos permitimos creerlo. No nos preocupa si dentro de quince minutos no lo creemos. No nos preocupa qué le sucederá a nuestra vida si lo creemos. No tenemos en cuenta toda la evidencia en contra que nos han traído nuestros sentidos en el pasado. Sencillamente dejamos que todo eso desaparezca, y sentimos profundamente el ambiente del Cielo. Esto es mi Hogar. Esto es lo que verdaderamente quiero. Esto es la verdad. Esto es todo lo que quiero.

Si surgen en nuestra mente pensamientos de pecado, o de culpa, o de miedo, simplemente los despedimos. “Esto no es lo que quiero sentir ahora. Ahora quiero la paz de Dios. Ahora mismo tengo la paz de Dios”.

Jesús, nuestro Hermano Mayor, se une a nosotros y nos dirige en la oración, orando con nosotros:

Te agradecemos, Padre, que no podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. Reconocemos nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados. (2:1-2)



¿Qué es la salvación? (Parte 4)

L.pII.2.2:4-5

Para nuestra mente, la separación es real. “La separación es un sistema de pensamiento que si bien es bastante real en el tiempo, en la eternidad no lo es en absoluto” (T.3.VII.3:2). “La mente puede hacer que la creencia en la separación sea muy real” (T.3.VII.5:1). La mente se siente a sí misma dividida, separada de Dios, y con un trozo de mente separada de los otros trozos. Ésta es nuestra experiencia en el tiempo, y es “bastante real” en el tiempo, aunque no es real en la eternidad. En realidad, la mente no está dividida realmente, sencillamente no reconoce su unidad (2:4). Pero dentro de esa mente única, la experiencia de la separación parece real.

Piensa en cualquier sueño nocturno que hayas tenido en el que te hayas relacionado con otras personas. Tú eres tú mismo en el sueño, y los otros son otros personajes. Quizá alguien te está haciendo el amor. Quizá tú estás discutiendo con alguien, o te está persiguiendo un monstruo. Dentro del sueño, cada personaje es distinto y separado. Las otras personas en el sueño pueden decir o hacer cosas que te sorprenden o que no entiendes. Y sin embargo, de hecho, ¡cada uno de esos “otros personajes” sólo existe en tu propia mente y en tu propio sueño! Tu mente los está inventando. En el sueño hay separación entre los personajes. En realidad sólo hay una mente, y diferentes aspectos de esa mente se están relacionando unos con otros como si fueran seres diferentes.

Según el Curso, esto es exactamente lo que está sucediendo en todo este mundo. Es una sola mente, experimentando diferentes aspectos de sí misma como si fueran seres separados. Dentro de ese sueño la separación entre los diferentes personajes parece ser clara y distinta, insalvable. Y sin embargo, la mente sigue siendo una. La única mente no se reconoce no se conoce a sí misma, “al no conocerse a sí misma, pensó que había perdido su Identidad” (2:5). Pero, de hecho, la Identidad no se perdió, únicamente en el sueño.

Y así, dentro de cada trozo de la mente que no reconoce su unidad, Dios puso el Pensamiento de la paz, “el Pensamiento que tiene el poder de subsanar la división” (2:4). Esta “parte de cada fragmento” (2:4) recuerda la Identidad de la mente. Es una parte que es compartida por cada fragmento. Como un hilo dorado que recorre una pieza de tela, nos une a todos juntos, y lleva constantemente a los fragmentos aparentemente separados hacia su verdadera unidad. Este Pensamiento dentro de nosotros sabe que “Jamás ocurrió nada que perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo” (L.234.1:4).


Este Pensamiento, que Dios puso dentro de nosotros, es lo que buscamos cuando nos aquietamos en el instante santo. Al acallar todos los pensamientos separados, escuchamos Su Voz dentro de nosotros, hablándonos de nuestra unidad, nuestra compleción y plenitud, nuestra paz eterna. Este Pensamiento tiene el poder de sanar la separación, de deshacer la aparente realidad de nuestra ilusión de separación, y de devolverle a la Filiación la consciencia de su unidad. “La salvación reinstaura en tu conciencia la integridad de todos los fragmentos que percibes como desprendidos y separados” (M.19.4:2).





TEXTO

Capítulo 20


LA VISIÓN DE LA SANTIDAD


I. La Semana Santa

1. Hoy es Domingo de Ramos, la celebración de la victoria y la aceptación de la verdad.  2No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubi­losamente su liberación. 3Pues la Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor. 4Un Cristo asesinado no tiene sen­tido. 5Pero un Cristo resucitado se convierte en el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado sí mismo, en la señal de que se considera a sí mismo sano e íntegro.

2. Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de que el Hijo de Dios es inocente. 2No permi­tas que ningún signo lúgubre de crucifixión se interponga entre la jornada y su propósito, entre la aceptación de la verdad y su expresión. 3Esta semana celebramos la vida, no la muerte. 4Y honr­amos la perfecta pureza del Hijo de Dios, no sus pecados. 5Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. 6Te encuen­tras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a cuál le vas a dar. 7Únete a mí ahora, des­hazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele las azucenas. 8Lo que quiero esta Pascua es el regalo de tu perdón, que tú me concedes y yo te devuelvo. 9No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. 10Ni tampoco puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo, junto con el mío.

3. Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. 2Él comenzó con el signó de la victoria, la promesa de la resurrección, la cual ya se le había concedido. 3No dejes que caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. 4Ayúdale a seguir adelante en paz más allá de ella, con la luz de su propia inocencia alum­brando el camino hacia su redención y liberación. 5No le obstru­yas el paso con clavos y espinas cuando su redención está tan cerca. 6Deja, en cambio, que la blancura de tu radiante ofrenda de azucenas lo acelere en su camino hacia la resurrección.

4. La Pascua no es la celebración del costo del pecado, sino la celebración de su final. 2Si al mirar entre los níveos pétalos de las azucenas que has recibido y ofrecido como tu regalo vislumbras tras el velo la faz de Cristo, estarás contemplando la faz de tu hermano y reconociéndola. 3Yo era un extraño y tú me acogiste, a pesar de que no sabías quién era. 4Mas lo sabrás por razón de tu ofrenda de azucenas. 5En el perdón que le concedes a ese forastero, que aunque es un extraño para ti es tu Amigo  ancestral, reside su liberación y tu redención junto con él. 6La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. 7Contempla a tu Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. 8Pues la Pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía.





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