DESPERTAR AL AMOR

martes, 15 de agosto de 2017

15 AGOSTO: Éste es el instante santo de mi liberación.


AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

 LECCIÓN 227

Éste es el instante santo de mi liberación.

1. Padre, hoy es el día en que me libero porque mi voluntad es la Tuya. 2Pensé hacer otra voluntad. 3Sin embargo, nada de lo que pensé aparte de Ti existe. 4Y soy libre porque estaba equivocado y las ilusiones que abri­gaba no afectaron en modo alguno mi realidad. 5Ahora renuncio a ellas y las pongo a los pies de la verdad, a fin de que sean para siempre borradas de mi mente. 6Éste es el instante santo de mi liberación. 7Padre, sé que mi voluntad es una con la Tuya.

2. Y de esta manera, nos encontramos felizmente de vuelta en el Cielo, del cual realmente jamás nos ausentamos. 2En este día el Hijo de Dios abandona sus sueños. 3En este día el Hijo de Dios regresa de nuevo a su hogar, liberado del pecado y revestido de santidad, habiéndosele restituido finalmente su mente recta.



Instrucciones para la práctica

Propósito: Dar los últimos pasos a Dios. Esperar a que Él dé el último paso.

Tiempo de quietud por la mañana/ noche: Tanto tiempo como sea necesario.
Lee la lección.
Utiliza la idea y la oración para dar comienzo al tiempo de quietud. No dependas de las palabras. Utilízalas como una sencilla invitación a Dios para que venga a ti.

·   Siéntate en silencio y espera a Dios. Espera en quieta expectación a que Él se revele a Sí Mismo a ti. Busca únicamente la experiencia de Dios directa, profunda y sin palabras. Estate seguro de Su llegada, y no tengas miedo. Pues Él ha prometido que cuando Le invites, vendrá. Únicamente pides que cumpla Su antigua promesa, que Él quiere cumplir. Estos momentos de quietud son tu regalo a Él.

Recordatorios cada hora: No te olvides.
Da gracias a Dios por haber permanecido contigo y porque siempre estará ahí para contestar tu llamada a Él.

Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible, incluso cada minuto.
Recuerda la idea. Permanece con Dios, deja que Él te ilumine.

Respuesta a la tentación: Cuando te sientas tentado a olvidarte de tu objetivo.
Utiliza la idea del día como una llamada a Dios y desaparecerán todas las tentaciones.

Lectura: Antes de uno de los momentos de práctica del día.

·         Lee lentamente la sección “¿Qué es?”.
·         Piensa en ella durante un rato.


Observaciones generales: Ahora, en esta parte final del año que tú y Jesús habéis pasado juntos, empiezas a alcanzar el objetivo de las prácticas, que es el objetivo del Curso. Jesús está tan cerca que no puedes fracasar. Has recorrido una gran parte del camino. No mires hacia atrás. Fija la mirada en el final del camino. No habrías podido llegar tan lejos si no te hubieses dado cuenta de que quieres conocer a Dios. Y eso es todo lo que se necesita para que Él venga a ti.

Comentario

La lección de hoy es otro recordatorio de que estos momentos de práctica son instantes santos para nosotros. Por supuesto, no todos son una experiencia espectacular de gozo que no pueda describirse. Recuerda que simplemente estar dispuesto a concentrar tu mente en Dios puede considerarse un instante santo, tanto si conscientemente sientes algo especial como si no. El poderoso instante santo del que nació el Curso, fue sencillamente un instante en que Bill Thetford dijo: “Tiene que haber otro camino”, y Helen contestó: “Yo te ayudaré a encontrarlo”. El cambio mental de conectar con el propósito de Dios es lo que verdaderamente cuenta. Si practicamos fielmente, llegará la experiencia directa de la verdad de la que se habla en el Libro de Ejercicios, no por nuestros propios esfuerzos, sino por la gracia de Dios, cuando estemos listos para recibirla.

Considera el efecto sobre nuestra mente de concentrarnos en la idea de hoy: “Éste es el instante santo de mi liberación”, y luego sentarnos en silenciosa quietud, abrir nuestra mente y recibir todo lo que se nos dé. Deberíamos entrar en cada uno de esos instantes con esperanza, esperando oír lo que la Voz de Dios nos dirá.

Yo ya soy libre, ahora, hoy. Mi pensamiento de separación no tuvo ningún efecto sobre mi realidad, así que el aprisionamiento que me he imaginado nunca ocurrió. “Nada de lo que pensé aparte de Ti existe” (1:3). ¡Qué maravilloso saber que los pensamientos que yo creía separados de Dios no existen! ¡Qué sanador es abandonarlos, ponerlos a los pies de la verdad, y dejar que sean “para siempre borradas de mi mente”! (1:5). Éste es el proceso sanador del Curso: tomar cada pensamiento que parece expresar una voluntad separada de la de Dios, y llevarlo ante Su Presencia para que sea borrado de mi mente, con la garantía de Dios de que no me ha afectado en nada. Yo sigo siendo Su Hijo.

Así es como sana mi mente. Así es como vuelve la consciencia de mi Identidad a mí



¿Qué es el perdón? (Parte 7)

L.pII.1.4:1-3

“El perdón, en cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace nada” (4:1). Si podemos entender esto, tendremos una idea clara de lo que verdaderamente es el perdón. Las palabras “en cambio” se refieren a los dos párrafos anteriores que describían un pensamiento que no perdona (especialmente al 3:1): “Un pensamiento que no perdona hace muchas cosas”. El perdón, en cambio, no hace nada. La falta de perdón es muy activa, intentando ansiosamente hacer que las cosas encajen en su cuadro de la realidad; el perdón no hace nada. No se apresura a interpretar o a intentar entender. Deja que las cosas sean como son.

Una vez más fíjate en la importancia que se le da a la quietud y la tranquilidad. La práctica del instante santo, al igual que la práctica del perdón, es la práctica de estar tranquilo, de estar quieto, de no hacer nada. Nuestro habitual estado mental es resultado del entrenamiento del ego, siempre activo y trabajando constantemente. Necesitamos practicar estar en quietud y no hacer nada. Se necesita mucha práctica para romper la costumbre de la actividad frenética y para formar una costumbre nueva de estar en silencio y quietud.

A menudo una trampa del ego de la que me doy cuenta es que ¡intentará hacerme sentir culpable por estar en quietud y silencio! Cuando intento dedicar diez minutos a sentarme en silencio y quietud, mi ego inunda mi mente con pensamientos de lo que debería estar haciendo en ese momento.

El estado mental en el que el perdón tiene lugar es de simplemente dejar que la realidad sea como es, sin juzgar nada. “No ofende ningún aspecto de la realidad ni busca tergiversarla para que adquiera apariencias que a él le gusten” (4:2). A mi ego le encanta eso de: “Yo tengo razón y ellos están equivocados”. O “Yo soy bueno y ellos son malos”. O “yo soy mejor que ellos”. Incluso “yo no soy como ellos”. Todos estos pensamientos comparten el mismo tema: “Yo soy diferente de ellos y, por lo tanto, estoy separado de ellos”. Cualquier pensamiento de esta clase está deformando la realidad, porque la realidad es que todos somos lo mismo, somos iguales, somos uno. El perdón acalla tales pensamientos y abandona todo esfuerzo de convertir a la realidad en una forma “más deseable”.

“Simplemente observa, espera y no juzga” (4:3). No niega lo que ve, pero no lo interpreta. Espera que el Espíritu Santo le diga lo que significa. “Mi compañero está teniendo una aventura amorosa”. El perdón observa, espera y no juzga. “Mi hijo está enfermo”. El perdón observa, espera y no juzga. “Mi jefe acaba de despedirme” El perdón observa, espera y no juzga. Somos muy rápidos en creer que ¡sabemos lo que significan las cosas! Y nos equivocamos. No lo sabemos. Saltamos a una conclusión basada en la separación, y tal conclusión no entiende nada.


Cuando tales acontecimientos terribles suceden en nuestra vida, lo mejor que podemos hacer es: nada. Únicamente aquietar y acallar nuestra mente, y abrirnos a la luz sanadora del Espíritu Santo. Buscar un instante santo. Que esto se convierta en una costumbre en nuestra vida, y veremos el mundo de una manera completamente diferente, y el Amor fluirá a través de nosotros para llevar sanación a todas las situaciones, en lugar de hacer daño.






TEXTO


B. El segundo obstáculo: La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece


1. Dijimos que el primer obstáculo que la paz tiene que superar es tu deseo de deshacerte de ella. 2Allí donde la atracción de la culpabilidad impera, no se desea la paz. 3El segundo obstáculo que la paz tiene que superar, el cual está estrechamente vincu­lado al primero, es la creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece. 4Pues aquí la atracción de la culpabilidad se pone de manifiesto en el cuerpo y se ve en él.

2. Este es el tesoro que crees que la paz te arrebataría. 2De esto es de lo que crees que te despojaría, dejándote sin hogar. 3Y esta es la razón por la que le negarías a la paz un hogar. 4Consideras que ello supone un "sacrificio" excesivamente grande, y que se te está pidiendo demasiado. 5Mas ¿se trata realmente de un sacrificio o de una liberación? 6¿Qué te ha dado realmente el cuerpo que justifique tu extraña creencia de que la salvación radica en él? 7¿No te das cuenta de que eso es la creencia en la muerte? 8En esto es en lo que se centra la percepción según la cual la Expia­ción es un asesinato. 9He aquí la fuente de la idea de que el amor es miedo.

3. A los mensajeros del Espíritu Santo se les envía mucho más allá del cuerpo, para que exhorten a la mente a unirse en santa comunión y a estar en paz. 2Tal es el mensaje que yo les di para ti. 3Sólo los mensajeros del miedo ven el cuerpo, pues van en busca de lo que puede sufrir. 4¿Es acaso un sacrificio que se le aparte a uno de lo que puede sufrir? 5El Espíritu Santo no te exige que sacrifiques la esperanza de obtener placer a través del cuerpo, pues no hay esperanza alguna de que el cuerpo te pueda proporcionar placer. 6Pero tampoco puede hacer que tengas miedo del dolor. 7El dolor es el único "sacrificio" que el Espíritu Santo te pide y lo que quiere eliminar.

4. La paz se extiende desde ti únicamente hasta lo eterno, y lo hace desde lo eterno en ti. 2Fluye a través de todo lo demás. 3El segundo obstáculo no es más impenetrable que el primero. 4Tú no quieres ni deshacerte de la paz ni limitarla. 5¿Qué otra cosa pue­den ser esos obstáculos que quieres interponer entre la paz y su avance, sino barreras que sitúas entre tu voluntad y sus logros? 6Deseas la comunión, no el festín del miedo. 7Deseas la salvación, no el dolor de la culpabilidad. 8Y deseas tener por morada a tu Padre y no a una mísera choza de barro. 9En tu relación santa se encuentra el Hijo de tu Padre, 10el cual nunca ha dejado de estar en comunión con Él ni consigo mismo. 11Cuando acordaste unirte a tu hermano reconociste esto. 12Reconocer eso no te cuesta nada, sino que te libera de tener que hacer cualquier clase de pago.

5. Has pagado un precio exorbitante por tus ilusiones, y nada de eso por lo que tanto has pagado te ha brindado paz. 2¿No te alegra saber que el Cielo no puede ser sacrificado y que no se te puede pedir ningún sacrificio? 3No puedes interponer ningún obstáculo en nuestra unión, pues yo ya formo parte de tu relación santa. 4Juntos superaremos cualquier obstáculo, pues nos encontramos ya dentro del portal, no afuera. 5¡Cuán fácilmente se abren las puertas desde adentro, dando paso a la paz para que bendiga a un mundo agotado! 6¿Cómo iba a sernos difícil pasar de largo las barreras cuando te has unido a lo ilimitado? 7En tus manos está poner fin a la culpabilidad. 8¿Te detendrías ahora a buscar culpa­bilidad en tu hermano?

6. Deja que yo sea para ti el símbolo del fin de la culpabilidad, y contempla a tu hermano como me contemplarías a mí. 2Perdó­name por todos los pecados que crees que el Hijo de Dios come­tió. 3Y a la luz de tu perdón él recordará quién es y se olvidará de lo que nunca fue. 4Te pido perdón, pues si tú eres culpable, tam­bién lo tengo que ser yo. 5Mas si yo superé la culpabilidad y vencí al mundo, tú estabas conmigo. 6¿Qué quieres ver en mí, el sím­bolo de la culpabilidad o el del fin de ésta? 7Pues recuerda que lo que yo signifique para ti es lo que verás dentro de ti mismo.

7. Desde tu relación santa la verdad proclama la verdad y el amor se contempla a sí mismo. 2La salvación fluye desde lo más pro­fundo del hogar que nos ofrecisteis a mi Padre y a mí. 3Y allí estamos juntos, en la serena comunión en la que el Padre y el Hijo están unidos. 4¡Venid, oh fieles, a la santa unión del Padre y del Hijo en vosotros! 5Y no os mantengáis aparte de lo que se os ofrece como muestra de agradecimiento por haberle dado a la paz su hogar en el Cielo. 6Llevad a todo el mundo el jubiloso mensaje del fin de la culpabilidad, y todo el mundo contestará. 7Piensa en lo feliz que te sentirás cuando todos den testimonio del fin del pecado y te muestren que el poder de éste ha desapa­recido para siempre. 8¿Dónde puede seguir habiendo culpabili­dad una vez que la creencia en el pecado ha desaparecido? 9¿Y dónde está la muerte, una vez que se ha dejado de oír para siem­pre a su gran defensor?

8. Perdóname por tus ilusiones, y libérame del castigo que me quieres imponer por lo que no hice. 2al enseñarle a tu hermano a ser libre, aprenderás lo que es la libertad que yo enseñé, y, por lo tanto, me liberarás a mí. 3Formo parte de tu relación santa, sin embargo, preferirías aprisionarme tras los obstáculos que inter­pones a la libertad e impedirme llegar hasta ti. 4Mas no es posible mantener alejado a Uno que ya está ahí. 5en Él se hace posible que nuestra comunión, en la que ya estamos unidos, sea el foco de la nueva percepción que derramará la luz que reside en ti por todo el mundo.






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