EJERCICIOS
Instrucciones para la práctica
Propósito: Reclamar la paz a la que tenemos derecho por el hecho de que Dios ha solucionado tu único problema.
Ejercicios más largos: 2 veces, duración de diez a quince minutos.
Este es un ejercicio de disfrutar de la consciencia de que estás libre de problemas. La veo muy semejante a la Lección 50 (puedes repasar aquellas instrucciones ahora), en la que pensabas en la idea y disfrutabas de la paz que te proporcionaba. Así que hazlo ahora. Cierra los ojos y date cuenta de que, habiendo reconocido el problema (ayer), también has aceptado la solución. Esto significa que tu único problema se ha solucionado. Piensa en ello. Piensa en el hecho de que todos tus problemas se han ido. Piensa en el hecho de que estás libre de conflictos. Sólo tienes un problema, y Dios lo ha solucionado. Usa estos pensamientos para reclamar la paz que ahora te pertenece. Relájate y disfruta de esa paz. Descansa en la sensación de estar sin problemas.
Recordatorios frecuentes: Tan a menudo como sea posible.
Con gratitud y profunda seguridad repite la idea (puedes acortarla a “Mis problemas se han resuelto”). Si quieres, intenta repetirla ahora con gratitud una vez, y luego intenta repetirla con profundo convencimiento.
Respuesta a la tentación: Cada vez que surja un problema, especialmente con alguna persona.
De inmediato di: “Permítaseme reconocer que este problema se ha resuelto”. No te permitas cargar con problemas que no existen.
Comentario
“Un solo problema, una sola solución” (1:5). “El problema tiene que haber desaparecido porque la respuesta de Dios no puede fallar” (4:2). Así que yo debo estar en paz, lo sepa o no. No tengo más problemas. Ver y entender esto, aceptarlo completamente, es la esencia de la salvación (1:8; 2:5; 5:6).
Ver un problema sin resolver es acumular un resentimiento e impedir que la luz llegue a mi consciencia. Un problema sin resolver es una situación de falta de perdón. Representa algo que yo no apruebo, la causa de un juicio en mi mente. “Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma” (L.193.4:1-2). Cuando el Curso habla de que perdonemos al mundo, significa lo mismo que decirnos que reconozcamos que todos los problemas son formas de separación, que ya ha sido resuelta. Por lo tanto, la respuesta a cada problema es el perdón, o la aceptación de la Expiación, reconociendo que nada puede separarnos de Dios, sea cual sea la forma, que nada puede quitarme la paz.
Escribo esto el último día (1995) de mi visita a mi hijo en California. He pasado las dos últimas noches durmiendo en un colchón de aire. La noche pasada, se abrió un agujero en el colchón de aire, y me desperté alrededor de las cinco con casi todo el cuerpo sobre el suelo mientras mis brazos y piernas estaban medio flotando varios centímetros más alto, una posición muy incómoda. No pude volver a dormirme, así que me siento a falta de sueño. Estoy preocupado por tener que regresar conduciendo a casa esta noche muy tarde desde Phoenix, dos horas en el oscuro desierto, solo y con sueño.
Eso parece ser un problema. ¿Cómo puede ser eso una falta de perdón? ¿En qué forma es este problema de la falta de sueño una manifestación de la separación?
Si reconozco que mi único problema es la separación y que ha sido resuelto, puedo darme cuenta de que una falta de sueño no puede separarme del Amor y la paz de Dios. Puedo perdonar al colchón de aire, o perdonar a mi hijo por darme una cama defectuosa. Puedo perdonarme a mí mismo por preocuparme acerca de tener que conducir. Puedo aceptar que todo está bien y que mi vida está en las manos de Dios, y todo saldrá como debería. Quizá mi cuerpo estará lleno de fuerza y no me dormiré mientras conduzco de regreso a casa. Quizá pasaré la noche con amigos en Phoenix, aunque ése no es “mi” plan. Quizá me saldré de la carretera y dormiré en mi caravana. Pase lo que pase, no necesito perder la paz por este acontecimiento, mi problema ya ha sido solucionado. Puedo estar en paz ahora.
O, si elijo de otro modo, puedo arruinar mi último día con mi hijo y mis nietos, obsesionándome con el problema. Puedo preocuparme por quedarme dormido al volante. Puedo disgustarme porque me veo forzado a cambiar mi plan. Puedo estar gruñón y malhumorado y perderme el amor que me rodea con mis nietos. ¿De verdad es ésa la elección que quiero tomar?
Un colchón que se viene abajo no es un problema. El único problema es permitir que eso, o algo parecido, me haga perder la paz de Dios que es mía siempre si elijo tenerla. Los acontecimientos o personas pueden cambiar o no como resultado de mi elección. La Expiación no tapa el agujero del colchón de aire. Puede darme más energía o no, para conducir a Sedona. A veces esas cosas suceden, a veces no; depende del plan que el Espíritu Santo tenga para mí. Lo que sucede externamente no es el problema, y la solución no está en lo externo, sino dentro de mí. ¿Elegiré la paz o estar disgustado? ¿Perdonaré o proyectaré mi rechazo a la paz sobre cosas externas y las culparé?
La paz está en la aceptación. Acepto la paz de Dios suceda lo que suceda. Me niego a creer que algo puede separarme del Amor de Dios. Me niego a engañarme a mí mismo acerca de dónde está el problema. Reconozco que el problema está dentro de mí, y llevo el problema a la solución. Y descanso, confiando en que el Espíritu Santo se encargará de las circunstancias como mejor lo vea, no como yo creo que deberían ser. Estoy libre de conflicto, soy libre y estoy en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario